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Capítulo 22

La invitación de Bellatrix a quedarse en su mansión durante esa semana era firme. No permitió a Violeen ni volver a su casa a por sus cosas («Puedes coger lo que necesites, me sobra ropa y de todo, no hace falta que te molestes en ir»). Violeen agradeció su amabilidad, aunque sospechaba que lo hacía para que no cambiase de opinión. Como Aqua apareció a la mañana siguiente enormemente feliz porque le encantaban los árboles de esa zona, no tuvo excusa para marcharse. Confió en que ni Sirius ni Dumbledore aparecieran esos días por su casa y se preocupara al no encontrarla...

—¿Qué quieres hacer por la mañana? —preguntó Violeen.

Bellatrix la miró dibujando una sonrisa.

—Algo que no hayamos hecho cinco veces anoche, dos de madrugada y otras tres hace quince minutos —le advirtió Violeen.

La mortífaga chasqueó la lengua con fastidio, eso descartaba su primera y única opción. Reconoció que como siempre tenía algo que hacer para Voldemort, no solía tener problemas de gestión de tiempo libre. Ahora que se había marchado a Merlín sabe dónde, le resultaba estresante disponer de tantos huecos vacíos. Le preguntó a Violeen que solía hacer ella y la joven le recordó que salir a correr.

—Ah, sí... —refunfuñó Bellatrix.

—No tienes que venir, podemos...

—Nah, soy mejor que tú también en eso —murmuró incorporándose—. Y te perderías por los bosques de aquí sin mí.

Violeen asintió y sonrió, sin discutir ni negarle su superioridad. A Bellatrix le producía entre rabia y admiración que le afectasen tan poco esos comentarios, que fuese capaz de dejarlos pasar y no necesitase insistir en que ella era mejor. Le parecía muy adulto... y demasiado frustrante.

Salieron de la cama y Bellatrix le dejó ropa mágica deportiva. Después bajaron al bosque que rodeaba la mansión. En esa ocasión la mortífaga tuvo que ir delante —y darle la espalda— porque Violeen no conocía la zona. La joven disfrutó mucho conociendo la ruta, le encantaba la naturaleza, cada árbol desconocido, las flores silvestres que crecían, los pájaros y hadas que revoloteaban... Era lo que más la hacía conectar con la vida.

—¡Ha sido divertido! —exclamó cuando terminaron.

Bellatrix negó la mayor, pero había en sus ojos un brillo que Violeen solo veía en ella cuando disfrutaba. La mortífaga optó por distraerla:

—Ya que estamos sudadas y tendremos que ducharnos igual...

No necesitó terminar la insinuación: Violeen ya se había desnudado y la esperaba apremiante. «A mí no me educaron para esto...» murmuró Bellatrix quitándose la ropa. Volvieron a su actividad favorita y así llenaron el resto de la mañana. Después comieron y por la tarde Bellatrix fue a visitar a su hermana.

—Si necesitas algo, llama a Kreacher y él lo solucionará o me avisará.

Violeen asintió. Se besaron y la mortífaga se marchó.

La joven dudó qué hacer durante muchos minutos. Lo más útil sería investigar la mansión, tratar de encontrar algo relevante para la Orden... Pero no supo si era sensato. Bellatrix no dejaría los planes de Voldemort por ahí escritos y expuestos y probablemente todo estaría protegido con maleficios... No, no se atrevió a correr el riesgo.

Se quedó un rato en la cama leyendo el libro que Bellatrix le recomendó la tarde anterior. Efectivamente le gustó. Pero seguía sintiéndose incómoda en aquella mansión, entre tanto lujo y silencio. Pensó en marcharse, pero sabía que Bellatrix se enfadaría. Así que salió al jardín.

Cuando la dueña de la casa regresó, contempló la escena de brazos cruzados. Violeen había extendido una manta de pelo en un claro entre los árboles donde daba el último sol de la tarde. Había creado a su alrededor varios fuegos azulados que danzaban a su alrededor para contrarrestar el frío de diciembre. Ella y su serpiente estaban tumbadas con los ojos cerrados dejando que el sol calentase sus cuerpos.

—¿Estáis tomando el sol en diciembre?

La respuesta de Violeen fue un murmullo de asentimiento. Aqua agitó su cuerpo formando eses para mostrar lo a gusto que estaba. Violeen señaló un hueco a su lado, como invitándola a unirse; pero ese era el límite de Bellatrix: ella no se iba a tumbar en el suelo a que le diera el sol como a los vagabundos (en su cabeza sus prejuicios tenían sentido). Murmuró que la avisaría para la cena y volvió a la mansión.

Durante la cena, Violeen le preguntó qué tal había ido con su hermana y la mortífaga confirmó que todo bien. Su relación distaba mucho de ser perfecta, pero se mantenían.

—Para Narcissa su familia son Draco y Lucius, sé que si yo muriera no le importaría mucho mientras ellos estuviesen a salvo.

Lo comentó como si tal cosa, pero Violeen supo que por dentro le dolía. Solo asintió, sabía que su compasión le molestaba.

—¿Se puede saber qué hace? —inquirió Bellatrix.

Aqua se había deslizado del cuello de Violeen al mantel y agitaba la colita de un lado a otro.

—Trata de animarte. A mí me hace mucha gracia cuando mueve la colita así, supongo que imagina que también sirve para animarte a ti —explicó la joven—. O igual te está pidiendo que le presentes a un serpiento, nunca se sabe.

Bellatrix abrió y cerró la boca. Después le dedicó una pequeña (y nerviosa) sonrisa de agradecimiento al reptil que dio su misión por cumplida y volvió con Violeen.

Tras la cena Bellatrix la hizo subir a la última planta de la mansión, quería enseñarle algo. Violeen contempló con la boca abierta la habitación con techo transparente que permitía ver el cielo nocturno. Er un dormitorio pequeño pero acogedor y la visión del cielo quitaba el aliento. Se tumbaron en la cama y contemplaron las estrellas. Violeen se las fue explicando, inventándose los nombres como había hecho toda su vida. Y después Bellatrix le explicó los de verdad. Hasta que se cansó:

—Venga, vamos a follar —exigió.

Violeen no pudo negarse porque ya tenía a Bellatrix encima. Y le gustaba esa sensación...

—¿Alguien te responde que te quiere cuando tú se lo dices? —le preguntó Bellatrix cuando terminaron.

Violeen tenía la vista perdida en el firmamento con una expresión apacible. Respondió lentamente:

—Algunos sí, me dicen que también me quieren. La mayoría me miran sorprendidos como tú y otros ni me escuchan.

—¿Y no te molesta?

—¿Qué no me digan que me quieren? —replicó Violeen—. No, no me molesta. Lo que me dolería sería perder la capacidad de amar y de expresarlo, de sentirme bien con ello. Si los demás no pueden sentirlo o expresarlo... lo siento por ellos, pero no es la parte importante para mí.

Bellatrix no respondió porque le costó entenderlo. Y ni siquiera estaba segura de llegar a comprender que prefiriera querer a ser querida. No obstante, pronto se quedaron dormidas y se terminaron los discursos filosóficos.

Violeen tenía miedo de que, aprovechando que la tenía ahí, la mortífaga quisiese retomar sus entrenamientos. Por suerte no sucedió, respetó sus vacaciones. Sin embargo sí que quiso ser la discípula y le pidió que le enseñara magia sin varita. No obstante, en las condiciones no estaban de acuerdo...

—¡Qué pesada eres con sentarnos en la hierba! —protestó Bellatrix—. ¡Tengo la casa llena de sofás carísimos!

—Es necesario que sientas paz y relajación, es mucho más sencillo en la naturaleza.

—Discrepo profundamente.

Violeen suspiró. Al final encontraron un término medio: Bellatrix encantó una pared de la planta baja para que se volviera de cristal y así podían practicar magia en los sofás de esa salita manteniendo las vistas de los bosques.

La joven le explicó cómo lo hacía ella y le volvió a dar las indicaciones generales sobre postura y orden mental que ya le había explicado otras veces.

—Pero si ejecuto un accio no...

—No funciona así —la interrumpió Violeen—. No tienes que pensar en el nombre del hechizo ni en los movimientos. Tienes que comprender el movimiento que deseas hacer, centrarte en lo que deseas que suceda.

Bellatrix asintió y lo intentó.

—Y relajarte. Permitir que la magia del ambiente entre en ti y se complemente con la tuya para conseguirlo.

Hicieron falta varios minutos de pruebas, pero al final Bellatrix logró atraer a su mano un libro que estaba tres habitaciones más allá. Lo celebró con alegría y volvió a repetir el proceso.

—Me dijiste que los hechizos que implican fenómenos naturales como fuego o agua son más sencillos de hacer sin varita que el resto, ¿no? —preguntó Bellatrix al rato—. ¿Me estás escuchando?

—¿Eh? ¿Decías algo? —preguntó Violeen alzando la vista.

—¡Puedes dejar de mirarme las tetas y prestarme atención! —protestó la mortífaga.

—Te estoy prestando atención —aseguró Violeen—. Igual no a la parte que me estás requiriendo, pero sí a la más interesante.

Bellatrix bufó y se subió un poco el escote del vestido. No ganó mucho, era casi todo escote y transparencias. Le gustaba lucirse y siempre vestía parecido, pero en esos días llevaba unas prendas (muy escuetas) que Violeen nunca le había visto antes. No creía que fuese casualidad.

Violeen le había preguntado si Narcissa sabía que estaba pasando la Navidad con ella. Bellatrix se encogió de hombros. Le había dicho a su hermana que estaban aprovechando esos días libres para practicar magia en la mansión.

—Podrías mudarte aquí —murmuró una tarde Bellatrix con desinterés.

Acababa de volver de conseguir una daga nueva y se encontró a Violeen en el laboratorio de pociones. La chica la miró desconcertada y le dijo que ya estaba ahí. Bellatrix aclaró que se refería de forma permanente. Así les sería más cómodo entrenar e ir a las misiones. Violeen le dio las gracias por la oferta pero la rechazó. No quería entrenar más ni mucho menos ir a más misiones. Era feliz con su independencia. Bellatrix lo dejó pasar sin insistir.

—Venga, deja eso, vamos a la cama —cambió de tema la bruja.

—Son las seis de la tarde, Bella —murmuró Violeen muy concentrada.

—No quiero dormir.

—Ya lo suponía... Me duelen varias partes del cuerpo de tanto... ejercicio y empiezo a temer que sea irreversible —apuntó Violeen.

—Si mueres te prometo que pararé —fue la amable oferta de la mortífaga.

La agarró del brazo y retomaron lo que mejor se les daba.

Cuando terminaron disfrutaron de la relajación posterior. Violeen, con los ojos cerrados, trazaba círculos con suavidad sobre el pecho de su amante. Bellatrix probaba a generar pequeñas llamitas entre sus dedos como Violeen le había enseñado la tarde anterior. Le salía mucho mejor cuando estaba contenta y relajada y era muy raro para la mortífaga gozar de momentos así. Y ese tampoco duró mucho...

—Ha venido alguien —se incorporó sobresaltada.

Violeen iba a preguntar quién, pero Bellatrix se adelantó, podía sentir su magia: «El Señor Oscuro». Se vistieron a más velocidad de la que se habían desnudado. La mortífaga salió rápido a atenderlo. Violeen se escabulló a los jardines confiando en no tener que saludar a Voldemort.

No hubo suerte. Media hora después no solo se encontró de frente al mago oscuro y a su lugarteniente, sino también a la inmensa serpiente de este. Violeen notó como sobre su cuello, Aqua agitaba la cola; y esta vez no era para entretenerla.

—Buenas tardes, Señor —saludó Violeen tratando de sonar calmada.

—Ah, sí... ¿Cómo van los entrenamientos con Bella?

—Muy bien, muy bien —aseguró con rapidez, quizá con demasiada—. Es muy buena profesora, creo que ya se me da mucho mejor.

—Lo comprobaremos pronto... Ahora debo marcharse.

Bellatrix lo acompañó hasta las verjas y Violeen se quedó completamente paralizada, como cada vez que lo veía.

Cuando volvió a la realidad, escuchó a su serpiente sisear algo. Como seguía profundizando en el parsel, Violeen interpretó algo como "Ese hombre no es normal".

—Ya lo había notado —murmuró Violeen—. Lo sé —siseó en parsel.

La serpiente tampoco.

Eso sorprendió a Violeen. Aqua no supo explicarle por qué lo sentía así, pero Nagini no era una serpiente normal. Al final, la joven interpretó que era una serpiente mala, como su dueño, y Aqua era buena, por eso la sentía extraña. Se sintió muy orgullosa de su compañera.

—Tengo que escribir a Narcissa... y a Draco —suspiró Bellatrix cuando volvió.

Violeen asintió sin preguntar. No quería parecer interesada e imaginó que acabaría enterándose.

Así fue. La tarde siguiente Draco Malfoy apareció por la chimenea del salón. Sorprendió a Violeen, que estaba leyendo un manual sobre parsel, pero le saludó con amabilidad. El chico respondió al gesto, se le notaba asustado, casi tembloroso. A Violeen le costó un rato comprender que temía a su tía.

—Ah, Draco, ya estás aquí.

—Buenas tardes, tía Bellatrix —saludó él con cortesía.

A Violeen le sorprendió la formalidad con la que le hablaba, como si no fuesen familia. Pero no iba a objetar, imaginó que tenían poca relación. Cerró su libro e hizo amago de marcharse para dejarlos solos, pero Bellatrix la invitó a quedarse.

—Te vendrá bien saber algo de oclumancia... —murmuró la mortífaga.

—¿La qué?

Bellatrix les dio una charla magistral a ambos sobre las artes de la lectura de la mente y la forma de evitarlo. Conforme más hablaba, más inquietaba a Violeen. No la tranquilizó saber que muy poca gente dominaba la legeremancia y la oclumancia... porque estaba segura de que Bellatrix era una de ellas. Y así se lo confirmó:

—Podría ver todos vuestros secretos más oscuros, lo que tratáis de ocultaros a vosotros mismos... —susurró mirándolos—. Y sobre todo lo que tratáis de ocultarme —terminó mirando a Violeen.

La joven le mantuvo la mirada e incluso la expresión sosegada. Pero como estuviese realmente mirando en su mente... ahí gritaba otra historia.

Draco se levantó, Bellatrix le explicó cómo debía evitar la intrusión y empezaron a practicar. Al principio, sin resultados positivos para el chico:

—Draco, estoy viendo absolutamente todo, especialmente lo que tratas de ocultarme con tanta intensidad.

Su sobrino se sonrojó y Violeen empezó a temblar. Bellatrix le repitió las estrategias que debía seguir y Draco la escuchó con atención y trató de ponerlas en práctica. Pero no sin que en el camino todos sus secretos quedaran expuestos ante su tía. El proceso requería mucha concentración y cuando los vio a los dos más absortos, Violeen se escabulló.

—¡Aqua! —llamó generando una pequeña vibración en la tierra.

La serpiente apareció enseguida y se enroscó en su muñeca. Se alejaron de la mansión corriendo.

Una vez en su casa, se introdujo en la chimenea y murmuró con voz clara: «Despacho del director de Hogwarts». Apareció entre llamas verdes y se sacudió el hollín al salir.

—Violeen, qué sorpresa, no te esperábamos —la saludó Dumbledore levantándose para darle un abrazo.

La joven respondió al gesto con rapidez, ansiosa por comunicarle sus angustias. Entonces vio que Sirius también estaba ahí, sentando frente al director tomando un té. Se saludaron también y ella ocupó la otra silla. Antes de que pudiera abrir la boca, Dumbledore comentó con tono apacible:

—Sabes que tu pequeña amiga podría matarte de un mordisco, ¿verdad?

—Sí, sí, he sido informada —respondió Violeen sin darle importancia.

Sirius dio un respingo al ver a qué se referían. Contempló a Aqua fijamente pero no se movió. La serpiente le devolvió la mirada, pero pronto se desenroscó de la muñeca de Violeen y partió a explorar el despacho.

—Me acabo de enterar de que existe algo llamado legeremancia —empezó Violeen.

El director asintió con interés. Violeen le relató lo sucedido y al terminar expresó sus miedos:

—Igual Bellatrix lo sabe todo, igual desde el principio ha visto en mi mente que soy una espía y está jugando conmigo.

—¿Tienes la impresión de que ha podido hacerlo? —preguntó Dumbledore.

—No lo sé, no tengo ni idea. Ha dicho que si se hace bien, la persona ni lo nota y...

—¡Joder!

El grito de Sirius los sobresaltó a todos. Resultó que silenciosamente, Aqua había trepado a su asiento y ahora se enroscaba en su brazo. Hizo amago de sacudírsela para tirarla al suelo, pero Dumbledore le advirtió que eso la enfadaría. No querían a ese animal enano pero mortífero enfadado...

Sirius movió el brazo con mucho cuidado sobre la mesa para que se bajase ahí, pero no sucedió. Trepó hasta su cuello y él preparó la varita para maldecirla. Entonces la serpiente empezó a sisear.

—Me va a morder... —masculló Sirius—. Haz algo —le ordenó a Violeen.

—¡Le gustas! —exclamó la chica con alegría—. Le gusta mucho como hueles.

—No digas tonterías, no le...

Se interrumpió porque la serpiente estaba frotando la cabeza con afecto contra su cuello. Estuvo así unos segundos y después se colocó sobre su hombro y se acomodó ahí. Dumbledore lo contemplaba divertido y Violeen contenta de que Aqua tuviese un nuevo amigo.

—¿Ves como le gustas?

—Ya... —murmuró Sirius sin responder que no era mutuo pero dejándolo claro.

—En fin, lo que te decía —continuó Violeen girándose de nuevo hacia el director—. Creo que no voy a volver, prefiero dejar la misión porque si ella lo sabe y Voldemort...

—No lo sabe —respondió Dumbledore con calma.

A Sirius le molestó que hubiesen abandonado el tema de la serpiente que le había adoptado, pero no lo manifestó.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —quiso saber Violeen.

—Porque es imposible que haya visto nada en tu mente.

—¿Tiene barreras naturales? —le preguntó Sirius con curiosidad, olvidando por unos segundos a Aqua.

—No. Lo que tiene es una imaginación demasiado vivida —explicó Dumbledore—. Es imposible saber qué es real en tu mente, alguien ajeno se pierde nada más entrar. Son demasiados caminos, ninguno marcado, todos abstractos... Cualquiera que lo intentara correría el riesgo de volverse loco ahí dentro.

Pese a que aquello no sonaba muy positivo, Violeen experimentó un gran alivio.

—Nunca había oído que hubiese gente así —comentó Sirius.

—Es por mis pociones, ¿verdad? —preguntó Violeen—. Por consumir tantas, un tipo de... trastorno de adicción en la magia que protege mi cerebro.

El director asintió. No la regañó ni le recordó que se lo advirtió en su día... pero ambos lo sabían. A Sirius le sonó preocupante, pero prefería no involucrarse en problemas ajenos, bastante tenía ya con los suyos.

—La legeremancia en ti solo solo sería posible si tú misma guiaras a quien intentara leerte la mente, si tú proyectases los recuerdos uno a uno y con calma —desarrolló Dumbledore.

Violeen asintió. Hubo unos minutos más de dudas y preguntas pero al final se quedó más tranquila. Si Dumbledore no podía ver nada en su mente, nadie podría. Así que recordó el otro tema que juzgó que merecía la pena mencionar:

—Ayer vimos a Voldemort y a su serpiente... No sé si significa algo, pero Aqua dijo que hay algo mal en ellos. En los dos, hay algo raro en su serpiente también.

—Oh, significa algo, ya lo creo... —comentó el director satisfecho—. Algo anida en ambos que atenta contra las leyes de la naturaleza... y es lo que notó tu avispada serpiente.

—Aqua —los presentó Violeen—. Él es Albus... y tu nuevo amigo Sirius.

El director saludó al animal con amabilidad y Sirius aseguró que no eran amigos. Ambas cosas fueron ignoradas porque Aqua estaba muy feliz con Sirius.

—¿Qué tal va con Bellatrix? —le preguntó Dumbledore.

—Bien... La cosa va despacio pero creo que mejor. ¿Y vosotros? —replicó Violeen cambiando de tema lo antes posible—. ¿Algún avance?

Más bien pocos, pero aun así charlaron unos minutos más. Aclaradas sus dudas, Violeen se despidió. Mejor volver antes de que Bellatrix notase su ausencia... 

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