Capítulo 20
—¿Te apetece hacer algo por Navidad? —preguntó Violeen con desgana.
Aqua no reaccionó.
—Perfecto, a mí tampoco —contestó Violeen tirada en la cama.
Odiaba esas fechas familiares, eran muy crueles para quienes no tenían familia. Así que ese era su plan para el resto de la semana: quedarse en la cama sin hacer nada. Como mucho consumir una poción con la que evadirse. Ese era siempre su plan de Nochebuena, lo celebraba con su familia... en la forma en que podía. Y aunque para muchos sonaría deprimente, para otros una Navidad en completa soledad era un sueño inalcanzable...
—Van a venir los Parkinson también —le notificó Narcissa a su hermana.
—¿Va a no-venir alguien? —replicó Bellatrix exasperada porque su hermana no paraba de ampliar la lista de invitados—. A varios nos buscan los aurores, Cissa, y eso incluye a tu maridito.
Mencionó a Lucius a la desesperada, a ver si así calmaba las ansias de socializar de su hermana. Narcissa dudó por unos segundos, pero enseguida recordó que los maleficios protectores y de seguridad que aplicaban eran infalibles. No hubo negociación posible.
Esa tarde el propio Lucius la invitó a ir al Foro con ellos (Narcissa se lo pidió para distraerla), pero Bellatrix declinó la invitación. Hacía meses que no asistía a los duelos ilegales que organizaban en el Foro... En concreto desde que empezó a entrenar a Violeen. «Me drena toda la energía esa chica, no estoy para ver a más magos y brujas ineptos y temblorosos...» se decía. Aunque sabía que no eran las habilidades mágicas de su discípula lo que la trastornaba. Pero en eso no iba a pensar, esa semana se la tomaba de vacaciones en todos los sentidos.
Ese año el día de Navidad caía pronto y eran las dos semanas posteriores las que los estudiantes de Hogwarts tenían de vacaciones. Un alivio para quienes ansiaban disfrutar de la fiesta; un disgusto para las que solo celebraban por obligación.
—No vayas de negro, que no parezca un funeral —le advirtió Narcissa la tarde del veinticuatro, apenas asomando la cabeza en su dormitorio de la mansión Malfoy.
—¡Será un milagro si voy, Narcissa! —protestó Bellatrix a gritos para que su hermana, ya en el pasillo, la escuchase.
Pensó en desobedecer y vestirse de luto, pero decidió hacer el esfuerzo por su hermana (que en su opinión no lo merecía). Eligió uno verde oscuro muy elegante, unos botines de terciopelo negro e incluso se peinó un poco. Ella se vio muy bien, aunque nadie se lo dijo pues apenas nadie se atrevía a hablarle. Excepto su marido, por desgracia.
—Cuando esto termine... —empezó a susurrarle Rodolphus.
—Creo que Narcissa me necesita en el salón —le interrumpió ella.
Conocía a su marido. Esperaba que el milagro navideño llegase esa noche en forma de coito. Y a ella no le apetecía.
Se reafirmó en su idea de que Narcissa no merecía su sacrificio cuando la tuvo durante dos horas recibiendo y saludando a invitados. Pocas cosas odiaba más Bellatrix que tener que impostar la imagen de familia unida. Su hermana pequeña era la única Black con la que todavía tenía relación, por eso se esforzaba por ella, pero estaba empezando a pensar que igual la soledad no era tan mala... Igual acababa llamando ella misma a los aurores.
Finalmente se juntaron ahí casi cien personas. Había rencillas y tiranteces entre varios de ellos, pero mantenían las formas y la falsa sonrisa porque la supervivencia de sus estirpes dependía de ello. La sangre pura era demasiado escasa...
Bellatrix se felicitó tras superar el coctel de bienvenida, pero llegaba entonces la prueba más dura: la cena. Sentarse todos en un comedor en el que no podía huir al otro lado del salón cuando se le acercaba a alguien que le desagradaba por encima de la media.
—Siéntate con Rodolphus —masculló Narcissa cuando entraron al suntuoso comedor de la mansión.
—Se lo dejo a otros —respondió Bellatrix en voz baja.
—Es tu marido, tenéis que dar buena imagen. Siéntate con él.
Hasta ahí pensaba llegar. Su hermana no iba a darle órdenes de ningún tipo. Asintió y murmuró que iba a buscarlo.
Sin que nadie la viera se escabulló entre la gente. Por el camino robó una botella del mejor champán de Lucius. La escondió en su bolso y continuó escaleras arriba. La mansión, como en todas las fiestas, estaba sellada para que nadie pudiese salir antes de la hora acordada y sin pasar revisiones de seguridad. Pero era ella la que establecía esas medidas, por eso siempre se dejaba una forma de huir: la chimenea de su dormitorio.
Un minuto después estaba en el Callejón Knocturn, lejos del alcance de su familia. Su idea era tomarse ahí un whisky, pero comprobó que todo estaba cerrado.
—Hasta estos desgraciados celebran la Navidad —masculló con rabia.
Tras unos minutos de vagabundear sintiéndose miserable, se confesó que ella también deseaba celebrarlo. Pero solo con una persona. Se apareció de nuevo.
Llamó a la puerta pero no hubo respuesta; ninguna novedad. Estaba en casa, lo sentía. Pero como no abría y hacía frío, optó por entrar ella misma como casi siempre. Utilizó un complejo maleficio familiar y la puerta cedió. Entró y cerró tras ella.
No le sorprendió ver a Violeen tumbada en la alfombra con los ojos cerrados y una poción humeante a su lado. Estaba segura de que ese sería su plan para celebrar la Navidad. Esa chica vivía perdida en sus recuerdos...
Alzó la vista y vio el terrario junto a la ventana. Su ocupante estaba ahí y alzó la cabeza al ver a Bellatrix.
—Buenas noches... Feliz Navidad... —murmuró decidiendo que poco perdía ya por mantener las formas con una serpiente. A seres más desagradables se había visto obligada a saludar esa noche.
Aqua la contempló unos segundos más y retomó su actividad en el terrario. Violeen seguía sin reaccionar.
Bellatrix la contempló varios minutos. Le resultaba hipnótico ver lo calmada que era su respiración, la suavidad con la que subía y bajaba su pecho, la sonrisa apacible que solo lucía bajo el influjo de esas pociones... Dio un respingo cuando la chica abrió los ojos.
—Estás muy guapa —le dijo sin levantarse de la alfombra.
—Gracias... —respondió Bellatrix sorprendida por el saludo y la falta de sorpresa ante la intrusión.
—¿Qué haces aquí? ¿No estabas con tu familia?
«Me hacen sentir mal conmigo misma» era la respuesta sincera. Pero en lugar de eso, con simulado desinterés, respondió otra cosa que tampoco era mentira:
—Sí, pero me han hartado con sus tonterías y he salido a dar una vuelta para no matarlos a todos. Resulta que está todo cerrado. ¿Tú qué haces?
—También lo estoy celebrando con mi familia —sonrió Violeen señalando la poción que humeaba, quedaba más de medio recipiente por consumir.
Bellatrix asintió. Violeen no la invitó a unirse, sabía que no se arriesgaría a otro viaje tras el anterior, al menos durante un tiempo. La mortífaga vio que iba a retomar la meditación y antes de que lo hiciera, reuniendo valor preguntó:
—¿Y no preferirías celebrarlo conmigo... que estoy aquí y soy real?
Se arrepintió en cuanto lo dijo. Demasiado cariñosa, demasiado vulnerable. Además podía tomárselo mal, podía pensar que se estaba burlando por celebrarlo con personas que ya solo habitaban en su cabeza. Vio la expresión de extrañeza en la chica, que no esperaba esa oferta. Bellatrix iba a retirarla, a burlarse y fingir que era una broma. Pero tras pensarlo unos segundos, Violeen asintió y respondió con sencillez:
—Vale.
A Bellatrix le sorprendió mucho que aceptara, que la eligiera a ella. Aún le sorprendió más cuando Violeen apartó la poción, se levantó y la besó en la boca. El gesto la dejó un poco aturdida (aunque por otra parte encantada).
—Eh... He robado un champán de Lucius de doscientos galeones porque imagino que tú no tendrás —comentó Bellatrix.
—Imaginas bien.
—Vale, saca dos copas.
Violeen la miró dudosa.
—También tenía que haber robado las copas, ¿verdad? —suspiró Bellatrix.
La chica río y le dijo que sabría igual en vasos. La mortífaga sacudió la cabeza ante tremenda falta de clase, pero se resignó.
—Cámbiate mientras, vamos a hacerlo bien —le ordenó Bellatrix señalando su nada elegante ropa de estar por casa—. Ponte el traje ese de la otra vez.
—Pero ya me lo he puesto varias veces...
—Y todas ellas he deseado arrancártelo —respondió Bellatrix con un brillo depredador en sus ojos.
Violeen la miró con sorpresa y asintió al momento. Fue a su habitación y se cambió de ropa mientras Bellatrix cogía un par de vasos. Sacó su varita para transfigurarlos en copas, pero al final no lo hizo. Esa Navidad iba a ser diferente de todas las formas posibles.
La joven optó por ponerse la americana sin la blusa debajo, sospechando que Bellatrix lo preferiría así. Y por la expresión en su rostro cuando volvió al salón, supo que había acertado. A la mortífaga le costó resistirse y no logró mantener la expresión de estudiado aburrimiento. Violeen sonrió satisfecha.
—Tengo bombones, me los regaló Octys —murmuró la joven abriendo un armario y sacando una cajita de cartón.
—¿Quién? —replicó Bellatrix frunciendo el ceño.
—El boticario al que le vendo las pociones, es de las pocas personas con las que tengo relación.
La mortífaga asintió y miró la caja con desconfianza. Sabiendo ya cómo pensaba, Violeen le aseguró que ya había comprobado que fueran seguros. Y para apoyar su teoría se metió uno en la boca. Estaban muy buenos, así que Bellatrix la imitó. En ese momento escuchó un ruido junto a la ventana.
—Aqua siempre sale a estas horas, tardará en volver —explicó Violeen observando como la serpiente azulada desaparecía por la ventana.
La mortífaga asintió y experimentó un ligero alivio. Se descalzaron y se sentaron en el sofá. Seguidamente brindaron con vasos de champán.
—Sabe mejor así —comentó Bellatrix sorprendida.
Violeen rio y la besó. Dejó el vaso sobre la mesa mientras que Bellatrix se terminó el suyo de un trago. Ya con las manos libres, se besaron de nuevo y empezaron a enroscarse en el sofá. Bellatrix coló una mano bajo la chaqueta de Violeen mientras la chica le acariciaba el pelo. Se revolvieron así en el sofá, entre besos, caricias y pequeños mordiscos. Violeen intentó bajar de su boca, pero era imposible, Bellatrix se resistía.
—¡Déjate, relájate! —la regañó Violeen.
La respuesta fue un gruñido, eso era totalmente contrario a la naturaleza de Bellatrix. No obstante, unos minutos después, le permitió tumbarla en el sofá y colocarse sobre ella. La mortífaga se dio cuenta de que en las últimas semanas se había tumbado más ahí que en su casa. Y eso fue lo último que pensó, porque sentir a Violeen succionando su cuello mientras le arañaba la cintura sobre el vestido nubló todos sus pensamientos.
Violeen sentía las manos de Bellatrix arañando su cuero cabelludo y ambas gemían con placer. Sin dejar de besar y lamer su cuello, deslizó las manos a su espalda y empezó a deshacer los lazos que ataban el vestido de la mortífaga. Después se lo bajó hasta el pecho, centrándose en recorrer con su lengua cada centímetro de la piel suave y adictiva de Bellatrix. Normalmente la mortífaga odiaba ir despacio, aunque en esa ocasión (y solo porque era con esa persona) estaba disfrutando. Quería que aquello durase lo máximo posible, que esa sensación no desapareciera nunca.
—Eres perfecta... —susurró Violeen contra su piel, generándole así un cosquilleo tremendamente agradable—. O sea, eres una persona nefasta —aclaró haciéndola reír—, pero tu piel, todo tu cuerpo, toda tú... eres perfecta.
Ahogando un gemido Bellatrix respondió que estaba al corriente de esa información. Violeen rio y le apretó un pecho por su arrogancia. Al momento Bellatrix sintió como su entrepierna se humedecía. Su amante se deslizó a su escote, lamiendo la zona con placer y mordisqueando la parte de sus pechos que el vestido dejaba expuesta. Perdida entre gemidos y placer, Bellatrix murmuró:
—Háblame en parsel.
Ahí Violeen sí que se separó y la miró desconcertada.
—Yo qué sé, me pone mucho —añadió Bellatrix con rapidez, molesta porque hubiese parado.
—¿Es porque...?
—¡Claro que no! No me había pasado hasta que te oí a ti. Desde luego nunca cuando lo hace Él.
Eso calmó a Violeen y pese a lo extraño de la petición, accedió. Le susurró palabras sueltas en parsel, sin demasiada conexión entre ellas porque solo imitaba lo básico. Pero Bellatrix no entendía nada, así que esperaba que funcionara. Violeen le subió la falda y palpó las bragas de encaje comprobando que funcionaba y muy bien.
Volvió a su pecho, disfrutando de cada lamida, de cada sensación que le provocaba satisfacer a la mortífaga. Hasta que Bellatrix la agarró del cuello y la exigió que la besara. No era fácil desobedecer a esa mujer, así que Violeen volvió a su boca y se besaron de nuevo. Bellatrix aprovechó para quitarle la chaqueta y al momento le estrujó un pecho con ganas. Violeen gimió de tal forma que Bellatrix sintió sus bragas empaparse del todo.
—Vamos... vamos al dormitorio... —jadeó Violeen.
—No puedo —protestó Bellatrix que no se veía capaz de ir tan lejos.
Lo máximo que hizo fue incorporarse en el sofá hasta quedar sentada con Violeen en su regazo. Ahí se deshicieron de su ropa definitivamente, no estaba claro quién había mojado más las bragas.
Violeen siguió excitándola con pequeños gestos, sin darle lo que la mortífaga quería ahora que su necesidad le resultaba insoportable. No obstante cada vez era más difícil mantener el ritmo suave porque Bellatrix iba perdiendo la paciencia y le mordisqueaba el hombro mientras le arañaba el trasero. Y a Violeen, que nunca había estado con alguien tan agresivo, resultó que le excitaba.
—Venga, fóllame —exigió Bellatrix cogiéndole la mano para enterrarla entre sus piernas.
Violeen no se pudo resistir porque Bellatrix tenía fuerza, pero en lugar de penetrarla como deseaba, empezó a masajearle el clítoris con movimientos circulares. Viendo sus párpados apretados, la respiración agitada y el corazón acelerado de la mortífaga, temió que se corriera solo con eso. Así que retiró su mano. Al momento Bellatrix abrió los ojos y la miró con una mezcla entre furia y desesperación.
—¡Necesito...! —empezó, demasiado agitada incluso para terminar la frase.
Violeen la miró divertida y con falsa seriedad y sumisión preguntó:
—¿Me he ganado por fin el regalo de comerle el coño, ama?
Bellatrix la miró sorprendida, por la petición y porque lo expresase tan claro. No conocía a nadie que fuese tan directo y desde luego a ella nadie le había hablado así. No tuvo paciencia ni para fingir pensárselo:
—Sí, venga, date prisa antes de que tenga que asesinarte —le ordenó tratando de empujarla hacia abajo.
Violeen sonrió, pero le agarró la mano y se la estrechó para que no pudiera empujarla. Así, empezó a deslizarse de nuevo sobre su cuerpo, succionando su cuello, lamiendo sus clavículas, mordisqueando sus pechos, arañando su cintura y pellizcando su trasero hasta colocarse entre sus piernas. Ahí, lamió su centro, recogiendo la humedad que ya casi le alcanzaba los muslos y alcanzando del sorprendentemente dulce sabor de la bruja.
—Sabes muy bien —susurró Violeen empezando a succionar su clítoris, mandando corrientes eléctricas por el cuerpo de la bruja.
—Claro... —jadeó ella con voz ausente, sumida en el más profundo placer—. Vamos, sigue, hazlo ya.
—¿El qué, preciosa? —preguntó Violeen que quería oírselo decir.
Bellatrix dudó un poco, no sabía si eso era rebajarse... Violeen le retorció un pezón mientras su lengua seguía jugueteando con su clítoris. La mortífaga no pudo más, lo necesitaba.
—¡Cómeme el coño bien, como si fuese tu trabajo! —exigió Bellatrix—. Fóllame, méteme la lengua y no la saques hasta que te hayas tragado todo lo que te dé.
Violeen estuvo muy, muy cerca de correrse solo con eso y supo que terminaría ella antes que Bellatrix. Obedeció al momento. Introdujo su lengua en la vagina de la mortífaga mientras con el pulgar seguía friccionando su clítoris y con la otra mano le magreaba el trasero, que también era magnífico.
—No sé qué me gusta más de ti... —susurró Violeen el segundo que paró para tomar oxígeno.
Bellatrix volvió a empujarla contra su pubis. Violeen la sujetó bien por las caderas para colocarse lo mejor posible y continuó:
—Tus tetas que son enormes... —comentó mientras dirigía sus manos a ellas y les daba un azote en la base para ver como rebotaban—. Tu trasero redondo y tan perfecto para estrujar... —siguió mientras sus dedos se hundían en las nalgas de la bruja—. O tu coño tan estrecho y agradecido en el que me encantaría quedarme para siempre.
Le introdujo entonces dos dedos sin avisar (y sin problema porque sobraba lubricación) y la bruja soltó un pequeño grito de descarnado placer. Los cambió pronto por su lengua y en un par de movimientos la bruja alcanzó el orgasmo. Violeen obedeció y no se retiró de ahí hasta haberse tragado la última gota.
—Lo mejor que he comido en mucho tiempo —declaró tan contenta, mientras Bellatrix trataba de recordar cómo se respiraba—. Te quiero.
—Te voy a devolver el favor aunque no me quieras, soy una mujer justa —murmuró Bellatrix con los ojos cerrados.
Violeen sonrió divertida. La mortífaga la agarró del brazo con demasiado ímpetu y ambas rodaron por la alfombra de pelo. Ahí, Bellatrix se entretuvo devorándola y comprobando durante casi dos horas que aquello se les daba mucho mejor que el duelo.
—Vamos a la cama —insistió Violeen finamente.
Bellatrix gruñó. Seguían tumbadas en la alfombra, tapadas con una gruesa manta y ella se sentía más relajada que en mucho tiempo.
—Si cuando Aqua vuelva nos ve así, pensará que ha pasado algo.
La mención a la serpiente logró que Bellatrix se incorporase por fin. Se enterraron en la cama bajo varias mantas y Violeen la abrazó por la cintura. Pese a la intensa actividad que habían llevado, ninguna de las dos tenía sueño. Pero estaban muy a gusto en la oscuridad del dormitorio. Fue Bellatrix la que primero habló unos minutos después:
—¿A cuánta gente le has dicho que la quieres?
—¿En general? —preguntó Violeen confundida.
—No, en la cama.
—¡Ah! Quieres saber con cuántas personas me he acostado —comprendió divertida—. Tampoco tantas, no soy una persona especialmente sexual, siempre me ha interesado más la mente que el cuerpo.
—Ya, claro —respondió Bellatrix con sorna.
Habían pasado mucho tiempo usando sus cuerpos. Violeen chasqueó la lengua divertida porque intuía perfectamente su hilo de pensamiento.
—Contigo está siendo más divertido de lo habitual —reconoció—. Desde que perdí a mi familia no he tenido fuerzas para conectar con nadie... y ya te expliqué que yo no concibo el sexo sin una conexión profunda. Eso supone un desgaste tan emocional como físico y a veces no lo puedo asumir.
Si ese discurso metafísico se lo hubiese soltado otra persona, Bellatrix se hubiese burlado. Pero no lo hizo. No dijo nada porque ahora lo comprendía; ahora sentía algo inquietamente parecido a lo que su discípula acababa de describir. Y eso era peligroso, muy peligroso.
—¿Cómo murieron tus padres?
Sabía que era un tema duro para ella, pero quería saberlo, quería conocerla más. Violeen tardó en contestar. Estaba claro que aún le dolía.
—Fue un accidente, en un accidente. Hace seis años, estábamos...
—¿Tenías veintidós? —la interrumpió Bellatrix.
—Sí. Estábamos a las afueras de un pueblo de la Bretaña francesa con el resto del grupo...
—¿Qué grupo?
—Nuestra comunidad, nuestra tribu. Las personas que vivíamos juntas de formas alternativas, en contacto con la naturaleza, viajando y cambiando de lugar cada pocas semanas... Era la mejor vida del mundo.
La última frase sonó tan melancólica que Bellatrix se tragó la broma sobre la vida hippie que ya tenía pensada.
—¿Cómo ganabais dinero?
—Trabajando, por supuesto. Cada uno en lo que mejor se le daba. Viviendo en la naturaleza era muy fácil conseguir ingredientes raros y por eso mi madre fabricaba pociones. Mi padre era sanador, acudían a él no solo para que les curara heridas sino también para que les enseñara magia curativa. Otros eran magizoologos y ayudaban a los animales y criaturas mágicas de las zonas por donde pasábamos. Siempre había algún alquimista... Necesitábamos poco, vivíamos con poco y hacíamos amigos y conocíamos gente como nosotros en las zonas que visitábamos, nos ayudábamos unos a otros.
—Mmm... —murmuró Bellatrix que no imaginaba una forma de vida más distinta a la suya—. Sigue —pidió, pues pese al tono melancólico, estaba disfrutando del relato.
—Había otra profesión muy valorada, mi tío lo era: profesor.
—¿Profesor? ¿Cómo los viejos charlatanes de Hogwarts? No sé qué valor puede tener eso...
—Todos hacíamos magia sin varita, Bellatrix. A todos nos enseñaban a usarla sin más herramienta que un profundo autocontrol y conocimiento de ti misma y de tu magia.
Al momento la mortífaga cambió de opinión:
—Preséntame a tu tío.
—Mi tío murió también... Todos murieron —suspiró Violeen—. Él era muy buen profesor, sobre todo era cauto y además era capaz de ver hasta dónde llegaba cada uno. Porque la magia sin varita es muy peligrosa, se descontrola fácilmente y no todo el mundo puede cubrir todos los aspectos de esta. Por ejemplo, había niños a los que solo se les enseñaban hechizos levitadores o sanadores... Pero en general todos aprendíamos, como mínimo, lo básico. Disponíamos de una tienda de campaña mágica especial para ello, era enorme, con pupitres, pizarra y todo eso.
—¿A qué edad estudiabais?
—Desde que tenías cinco años hasta que querías. Yo a los doce dejé de ir a las clases porque me centré en fabricar pociones con mi madre. Pero aun así seguí aprendiendo, mi tío me enseñaba otros ratos y mis padres también, ambos eran muy buenos magos.
—A mí también me enseñaron de pequeña los maleficios de los Black.
—¡Qué bien! —exclamó Violeen con genuina ilusión porque al menos Bellatrix tuviese un recuerdo familiar del que presumir.
—¿Pero qué pasó? ¿Cómo fue el accidente?
—Tendrás que dejar de sobarme las tetas para que pueda pensar en algo más.
Bellatrix protestó, su cuerpo era más adictivo que usar crucio (y nunca pensó que eso fuese posible), pero como quería que terminara la historia, bajó las manos a sus costillas y las dejó ahí.
—Como te decía, llegamos a Francia y ahí nos asentamos en una pradera con gente de la zona. Había otro profesor... Era un mago excepcional, muy poderoso, pero no se le daba bien enseñar. Quiso lucirse, demostrar que era mejor profesor que mi tío. Creó una competitividad absurda que nunca hubo entre nuestra gente... Una tarde, en una clase al aire libre, liberó un fuego maldito.
—¿Usó fiendfyre? —inquirió Bellatrix con incredulidad.
Era un maleficio muy complejo que a ella le encantaba... porque no dejaba vida a su paso.
—Sí. Probablemente sin desearlo, no creo que quisiera hacer eso, solo trataba de lucirse haciendo un espectáculo con figuras de fuego, pero... creo que sabes cómo funciona.
—Alguna idea tengo —murmuró Bellatrix—. ¿Nadie pudo salvarse? ¿Cómo te salvaste tú?
—Unos pocos niños se salvaron porque los adultos los protegieron. Mis padres y otros tantos intentaron luchar contra el fuego y no lo consiguieron a tiempo, pero... al menos les dieron tiempo a algunos para que pudieran huir. Yo había ido al pueblo a vender las pociones que fabricábamos y cuando volví...
Se interrumpió ahí con la voz quebrada y empezó a llorar, porque a Violeen siempre le enseñaron que llorar estaba bien y no se avergonzaba de ello. Bellatrix sintió un nudo en el estómago y no supo qué decir. Cualquier cosa le parecía hipócrita viniendo de alguien como ella, que adoraba liberar fuegos malditos y disfrutar del caos. Así que simplemente la abrazó. La abrazó con fuerza y Violeen lloró en el hueco de su cuello.
Estuvieron así varios minutos en los que Bellatrix sentía que debía decir algo pero no se le ocurría nada. Cuando Violeen se secó las lágrimas y le dio las gracias comprendió que no hacía falta. Solo necesitaba saber que estaba ahí y quería hacerla sentir mejor.
—No lo he superado. Ya debería haberlo hecho, debería dejar de vivir de recuerdos y fantasías, pero... la otra única opción que contemplé era matarme. Mi familia era toda mi vida, esa gente era todo lo que yo quería...
—Me alegro que no lo hicieras. Aunque me habría librado de una molesta discípula...
Eso hizo reír a Violeen y Bellatrix se sintió orgullosa de haberlo logrado.
—Tuviste una buena infancia, es lo importante. Por eso ahora eres buena persona. Ya viste lo que me tocó a mí. Siempre pensé que había sido perfecto, teníamos dinero, poder y nombre, pero...
Se interrumpió ahí. Violeen asintió, recordando los recuerdos que vieron juntas.
—Siento haberte juzgado sin conocerte, yo no sé qué cómo sería ahora de haber tenido a otros padres.
—Eh, guárdate tus disculpas, sigo siendo una asesina y me enorgullezco de ello —se burló Bellatrix.
Eso hizo de nuevo reír a la chica, pese a que era la dolorosa realidad. Bellatrix se rio también. Era agradable reír juntas, sentirse comprendida, confesar sus traumas más profundos y verse acogida por otra persona opuesta a ella...
—Si nos hubiésemos conocido con cinco años hubiese pensando que eras más rara que un duende con tres cabezas.
Violeen rio y estuvo de acuerdo.
—A mí me habrías gustado, me caía bien todo el mundo, siempre quería que todos jugaran conmigo.
—Solo hubiese aceptado si el juego era torturar gnomos de jardín —murmuró Bellatrix—. ¿Sería posible eso? ¿Hacerlo con una poción de las tuyas?
—¿Torturar gnomos? —replicó Violeen desconcertada.
—No. Que la niña de cinco años que me enseñaste en tu recuerdo feliz y la que viste en el mío se conocieran.
—Mmm... —lo meditó Violeen—. Creo que sí. Tendría que modificar un par de ingredientes del filtro onírico, pero... no debería ser complicado. Lo probaré.
Bellatrix asintió en la oscuridad sin decir nada.
Para que comprendiera mejor su forma de ver la vida, Violeen le contó como sus padres le enseñaron a querer a todo el mundo, aunque muchas veces eso implicara sufrimiento. A su vez, Bellatrix le habló de cómo Voldemort llegó a su vida interesado en sus habilidades mágicas y la salvó de una vida dedicada a ser madre y esposa. Continuaron hablando durante horas, en susurros, en una conexión tan íntima y profunda que estaban seguras que no podría durar más que esa noche.
Casi había salido el sol cuando se durmieron por fin. La mejor Navidad que ambas habían pasado en muchos años.
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