Capítulo 17
—Levántate despacio —advirtió Violeen—, como la otra vez.
Bellatrix obedeció y no hubo más palabras. La experiencia había sido incluso más intensa que la vez anterior, solo que de forma completamente distinta. Violeen se acercó a la zona de cocina para dejarle su espacio a Bellatrix (el que su pequeña casa permitía). La mortífaga se levantó lentamente y se medio tumbó en el sofá.
—¿Te apetece algo de cena?
Bellatrix negó con la cabeza. Violeen se preparó unas tostadas con tomate y aguacate y un batido de frutas. Se sentó en la barra de la cocina con sus tostadas y mientras se las comía, Bellatrix preguntó:
—¿Esto cambiará algo?
—No —respondió Violeen sabiendo a qué se refería—. No altera tu pasado ni nada de eso, pero sí que dejará de doler tanto, te sentirás más en paz. Por ejemplo, un boggart ya no podría utilizarlo contra ti.
Bellatrix asintió lentamente. Cuando minutos después Violeen creyó que la conversación había terminado, la mortífaga le preguntó cuál era su boggart. A Violeen le sorprendió y dudó. No le gustaba dar ese tipo de información, podrían usarlo contra ella... Pero después de lo que había visto, sintió que se lo debía:
—Los dementores.
Solo la palabra la hizo sentir un escalofrío. Bellatrix no requirió explicación: los dementores se alimentan de recuerdos felices y Violeen sobrevivía gracias a ellos. No podría seguir sin ellos.
—Me voy a dormir —informó Violeen cuando terminó de recoger—. Te he dejado ahí un vaso de batido porque... porque te conozco. Quédate lo que necesites. Buenas noches.
Violeen no tenía sueño y se sintió una cobarde por huir así, pero no sabía qué hacer. Sospechaba que a Bellatrix no le sentaría bien que tratase de consolarla... Ya había hecho bastante. Ella pensó que la experiencia podría ayudarla, pero no creyó que los recuerdos fueran tan traumáticos. Se sentía mal por haberla juzgado sin saber que todas las personas de su vida, una tras otra, le habían ido fallando. Sus padres, sus hermanas, sus profesores, sus amigos...
«Bueno, solo he visto tres recuerdos igual no son representativos del todo» se rebatió la chica. No obstante, si Bellatrix los había elegido era porque sí lo eran. Y dudaba que el resto fueran mejores. Se arrepentía de haberlo visto, pero fue Bellatrix la que insistió; ella le advirtió lo que podía pasar, le explicó que la poción se había vuelto oscura...
—Espero que no me odie después de esto —murmuró mientras se desnudaba para meterse a la cama.
«Por la misión de Dumbledore» se obligó a añadir en favor de su estabilidad mental. La dura infancia de Bellatrix explicaba sus crímenes, pero no los justificaba.
Se arrebujó bajo sus mantas. Fuera la tormenta seguía y hacía frío, a Violeen le encantaba dormir en noches así. Cerró los ojos abrazando a su peluche y trató de calmar sus pensamientos para poder conciliar el sueño.
Una hora después, la puerta de su dormitorio se abrió lentamente. Violeen, que tenía el sueño ligero, se tensó al momento. Se relajó al recordar que Bellatrix seguía en su casa.
—¿Pasa algo? —le preguntó incorporándose un poco.
Había poca luz en su habitación, pero aun así veía en el rostro de la mortífaga que estaba más serena, acaso más segura.
Bellatrix no respondió. Se acercó a la cama y mirándola a los ojos, se desabrochó el corsé y lo dejó caer al suelo. Después, hizo lo mismo con el vestido, quedándose con un conjunto de lencería morado. Su piel era completamente pálida pero con una apariencia de calidez, como la nieve reflejando el sol; sus músculos se marcaban en abdomen y piernas. Sus curvas eran perfectas, con pechos generosos, cintura estrecha y caderas proporcionadas.
Era —objetivamente— la persona más atractiva que Violeen había visto jamás; sentía su piel erizarse y su corazón acelerar solo con mirarla. Violeen sonrió. No necesitaron hablar, comprendió lo que quería y le pareció muy bien.
—Métete, hace frío —murmuró abriendo las sábanas y haciéndole hueco en su cama, más bien pequeña.
Bellatrix comprobó que, como le explicó una vez, dormía desnuda porque era más natural. Se inclinó sobre la cama, le quitó al panda de peluche y lo sentó en la mesilla, después se metió bajo las mantas. Pese a su determinación y a que lo disimulaba bien, estaba nerviosa. Se miraron a los ojos, Violeen le apartó con suavidad los mechones oscuros que le caían por el rostro y la besó.
—Sabía que te tomarías el batido —sonrió satisfecha tras notar el sabor de su boca.
Bellatrix gruñó con fastidio y Violeen la volvió a besar mientras le acariciaba la cintura. Durante unos minutos, mientras calibraba lo que estaba sintiendo, Bellatrix se dejó besar y sobar. Violeen le quitó el sujetador y empezó a acariciarle los pechos. La mortífaga ahogó un gemido. Ahí confirmó que aquello le gustaba; igual no era lo adecuado según sus creencias, pero estaba excelentemente bien. Decidió tomar las riendas porque ella debía controlar toda situación.
Besó a Violeen con agresividad, introduciendo la lengua en su boca mientras exploraba su cuerpo con sus manos. Le sorprendió que tocar su piel resultaba adictivo, como si se tratase de un maleficio que le impedía separarse.
—Quítame las bragas —le ordenó.
Ella misma no podía hacerlo porque tenía las manos ocupadas en los pechos de Violeen, no tan grandes como los suyos pero del tamaño perfecto para sus manos. Violeen obedeció, le quitó las bragas notando que estaban mojadas y al momento la mortífaga enroscó sus piernas con las de ella. Empezaron a frotarse así, juntando sus sexos húmedos sin dejar de besarse y de sobar sus cuerpos. Violeen deslizó su mano entre las piernas de Bellatrix y empezó a masajear su clítoris con suavidad. La bruja gimió y cerró bien las piernas para atrapar su mano.
—Más rápido —exigió con voz ahogada.
No necesitaba pedirlo, Violeen sabía bien cómo llevar el ritmo. Cuando retiró la mano para apartarse el pelo de la cara, Bellatrix elevó su rodilla y presionó también el centro de su amante. «Justo así» susurró Violeen con los ojos cerrados por el placer. Siguieron alternando manos y rodillas y restregando sus cuerpos con necesidad animal; porque Violeen quería hacerlo más suave, pero Bellatrix nunca había sentido nada similar, era como si descubriera de nuevo el sexo por primera vez. Y era lo mejor que le había pasado en la vida.
—Te quiero —susurró Violeen.
—¿Qué? —replicó la bruja sin dar crédito.
—Que te quiero. No concibo hacer esto, conectar así con alguien sin quererte profundamente... Al menos mientras lo hacemos... —comentó mientras le besaba la mandíbula.
Bellatrix tardó un rato en procesarlo, pero al final murmuró:
—Esto me pasa por liarme con hippies... Está bien, te permito quererme un rato.
Violeen sonrió y siguieron aumentando el placer, sin hacer más que frotar sus cuerpos y presionar en los lugares adecuados. Así, pronto se corrieron juntas.
Descansaron unos segundos para recuperar el aliento. Y en el caso de Bellatrix para asumir que realmente aquello estaba sucediendo. Y ya que estaba sucediendo, pensaba aprovecharlo al máximo.
Se tumbó sobre Violeen y empezó a mordisquearle el cuello. Al momento la chica —también con evidentes ganas de repetir— empezó a arañar su trasero. Eso excitó a Bellatrix notablemente y volvió a sentirse mojada.
—Fóllame con tu mano —le ordenó.
Violeen deslizó su mano a la entrepierna de la bruja y frotó de nuevo su clítoris aumentando la humedad entre las piernas de ambas. Empezó a tantear la entrada con el índice, palpando la apertura de sus labios y recorriendo la raja con detenimiento.
—¡Ya! ¡No te lo tomes con esa calma! —exigió Bellatrix ansiosa—. ¡Vamos, soy tu maestra, obedéceme!
Eso último le hizo gracia a Violeen, así que le concedió su deseo. Empezó a introducir un dedo y notó sorprendida que entraba con dificultad.
—Tienes el coño más apretado que he sentido nunca —murmuró Violeen con voz ahogada por el placer.
Bellatrix no comprendió el motivo, pero esa frase también la excitó. No le explicó que le daba poco uso, porque con su marido hacerlo una vez al año ya le resultaba excesivo, pero sí que respondió:
—Pre-prefiero tener las... las piernas... cerra-das —jadeó porque Violeen estaba curvando el dedo dentro de ella y aquello se sentía muy bien.
Violeen rio ante eso, pero siguió concentrada en su labor. Con dificultad y tras varios minutos de lubricarla bien, añadió un segundo dedo. Hizo tijera con ambos para ampliar el espacio mientras Bellatrix la apretaba contra su cuerpo y le arañaba la espalda intentando contener el placer.
—¿Así te gusta? —preguntó Violeen.
—Mmm... —fue lo único que acertó a responder la bruja, no estaba ni para juntar dos sílabas.
—Lo tomaré por un sí —jadeó su amante, disfrutando como nunca en su vida de poseer a alguien—. Vamos ahora a follarte bien, ¿preparada?
Empezó a meter y sacar los dedos primero con un ritmo lento, pero enseguida, la bruja dejó claras sus preferencias: "¡Más rápido! ¡Dame fuerte! ¡Fóllame con rabia, como si quisieras vengarte de mí!". Violeen no deseaba vengarse de ella, pero sí complacerla, así que con precisión añadió un tercer dedo y la penetró con fuerza, explorando cada ángulo de su vagina y notando como los fluidos de la mortífaga le llegaban ya a la muñeca.
—¡Sigue, sigue! —insistió Bellatrix.
Violeen no podría haber parado, pues el coño de su amante aprisionaba sus dedos con la fuerza de un dragón. Bellatrix intentó retrasarlo todo lo posible, quería sentirse siempre así, ascendiendo en una ola que no parecía romper nunca. Pero unos minutos después no pudo más y tuvo el orgasmo más grande de su vida.
—Tu coño es muy agradecido —comentó Violeen como si tal cosa—. No he hecho yo tanto como para que te corras así...
Bellatrix la miró con incredulidad. Dedujo de aquello que existían más técnicas y claramente ella necesitaba probarlas. Pero tendría que ser en otro momento porque ahora tenía que... Su pensamiento se vio interrumpido cuando Violeen se deslizó bajo las sábanas, se colocó entre sus piernas y lamió con ganas.
—Joder... —masculló Bellatrix entre el placer y el agobio por volver a estar cachonda—. Para, sube aquí.
—¿Esto tu marido tampoco...? —preguntó Violeen ignorándola.
—Por supuesto que no. Es un favor que yo no le devolvería ni bajo imperius.
Eso hizo reír a Violeen. Intentó seguir, pero Bellatrix tenía su orgullo y ella no le debía nada a nadie, ni siquiera un orgasmo. Como su amante la estaba ignorando, la agarró de los hombros y la hizo retreparse.
—Lamerme es una recompensa que no te has ganado —la informó con altivez.
—¿Ah no? ¿Y qué debo hacer para ganarla, maestra? —preguntó Violeen con candidez.
Esa mezcla de inocencia y sumisión también excitó a Bellatrix. «¡Maldita sea!» pensó con rabia, «¡Por qué me pone cachonda absolutamente todo lo que hace!». Era un misterio que dejó para más adelante. En ese momento estaba demasiado ocupada mordisqueándole el cuello y explorando su cuerpo.
Violeen pensó que igual necesitaba indicaciones, complacer a una mujer no era tan sencillo y era su primera vez... Resultó que no, Bellatrix tenía un don también para aquello. Cuando terminó le dio incluso las gracias. La mortífaga apenas respondió con un gruñido. Estaba entre extasiada y preocupada: había disfrutado complaciendo a otra persona tanto como cuando se lo había hecho a ella, ¡qué le estaba pasando!
Así pasaron un rato más sobándose y jadeando juntas, hasta agotar sus energías por completo.
—Buenas noches, Bellatrix —murmuró Violeen girándose hacia su lado y cerrando los ojos.
«¿Dice eso para que me vaya?» se preguntó la mortífaga nerviosa. Probablemente sí, pero no quería irse... De todas maneras, por el momento no tenía elección porque seguía sumida en la felicidad aletargadora proporcionada por el sexo.
Violeen solía dormirse rápido, tenía su cerebro entrenado para ello, pero se dio cuenta de que no podía sin su peluche. Así que adormilada, se giró de nuevo y atrajo a Bellatrix por la cintura pegándola a su cuerpo como si fuese su osito.
—¿Ahora que hemos terminado ya no me quieres? —preguntó Bellatrix con tono burlón.
—Puedo quererte diez minutos más, ya que estás tan necesitada —murmuró la chica medio dormida.
La mortífaga sonrío y decidió que quería que se quedara. Tal y como le había dicho a su versión onírica, antes de cerrar los ojos pensó: "Tranquila, esta vez no estás sola". Y así, se durmió.
* * *
Cuando Bellatrix despertó tenía mechones morados en su rostro. Eso la desconcertó y se preguntó inquieta dónde estaba. La respuesta vino rápido porque seguía pegada al cuerpo de Violeen, que dormía. La contempló varios minutos sin poder apartar la vista. Se preguntó qué hacer. Su primer instinto siempre era huir, desaparecer. Pero eso daría a entender que se arrepentía de lo sucedido la noche anterior o que no estaba interesada... Y sí que lo estaba. Contra su voluntad, pero estaba completamente interesada.
Se preguntó cómo había podido pasar la mejor noche de su vida en una cama que medía menos de la mitad que la suya. En un cuarto pequeño, sin ningún lujo (aunque con encanto) y con ese olor exótico como de bosque tropical que su cerebro ya relacionaba con Violeen. Era todo lo contrario a sus gustos y sin embargo se sentía bien, se sentía en paz e incluso contenta. Y no solo era por la situación: la poción del día anterior también la había ayudado.
—Mmm... Sigues aquí —murmuró Violeen desperezándose.
—Sigo aquí —confirmó Bellatrix como si ella fuese la primera sorprendida.
—Parece que ya no llueve —comentó Violeen girándose para mirar por la ventana—. Mejor, así puedo salir a correr.
—No necesitas salir a correr —protestó la bruja.
—Me gusta hacer ejercicio todos los días.
Bellatrix sonrió al momento como una pantera acechando su presa y Violeen captó su intención. Como estaba de acuerdo, besó a la mortífaga y retomaron el ejercicio.
Dos horas después no habían salido de la cama.
—¿Qué ha cambiado? —le preguntó Violeen con curiosidad—. Hasta hace una semana eras defensora de la monogamia, la fidelidad y la heterosexualidad.
La mortífaga puso los ojos en blanco y tardó un rato en responder. Al final reconoció que eran los valores que le habían inculcado desde que nació y fuera de eso, todo resultaba pernicioso para el buen nombre de un Black.
—Pero ahora ya... —continuó—. Ya me han jodido la vida suficientes años. Si no empiezo a vivir ya como me dé la gana, me temo que me quedo sin tiempo.
Violeen asintió sin decir nada, estaba de acuerdo con ella. Y le alegraba que su poción hubiese ayudado a aligerar su alma. Ninguna de las dos tenía ganas de moverse, pero Violeen debía ir al Callejón Diagon a entregar las pociones que el boticario le pidió y Bellatrix... Bellatrix debía seguir con su vida.
—Ven mañana a entrenar a... No mañana no, tengo cosas que hacer —se corrigió a sí misma—. El jueves en la mansión Malfoy, la semana que viene estaré ahí.
Violeen asintió y observó a la mortífaga salir de su casa. Pese a su apariencia tranquila, ella seguía muy removida por dentro. ¿Qué había significado eso? Nunca se cuestionaba mucho sus decisiones, solo hacía lo que podía para seguir adelante. Pero se había acostado con una mujer a la que buscaban por múltiples crímenes. En ese momento no se lo planteó, los recuerdos de Bellatrix la habían dejado casi traumatizada. Pero ahora, en perspectiva...
—Más vale que no vuelva a ocurrir —se dijo mientras se ponía la capa.
Esta vez se aseguró de que no había nadie dentro antes de entrar a la botica. La imagen de Andrómeda y su hija seguía en su mente, solo que ahora le caían peor porque sospechaba que esa mujer nunca se preocupó por su hermana mayor, solo de ella misma. Imaginaba que era lo natural en una familia como los Black —la única opción era la propia supervivencia—, pero conociendo el valor que Bellatrix le daba a la lealtad, estaba segura de que ella sí que trató de proteger a sus hermanas.
—Muchas gracias, Violeen, me salvas la semana.
La chica asintió de forma mecánica, sin apenas escuchar al boticario. Estaba demasiada ocupada con sus debates mentales. Esa tarde tuvo que consumir otra poción onírica, esta para relajarse y calmar sus pensamientos. Y así, esperó que todo volviera a su lugar.
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