Capítulo 15
A Violeen se le hizo raro prepararse para su cita con Sirius: buscar un jersey más elegante de lo habitual para dar buena imagen cuando horas antes casi la mata un dragón. Pero lo hizo, le vendría bien tomar unos batidos de plantas exóticas para relajarse.
Llegó al pub El Druida antes que Sirius. Pidió un sorbete de raíz amarga con mora jaspeada y ocupó su mesa favorita en un rincón. Se preguntó qué aspecto tendría ese día Sirius, a quién suplantaría. Lo descubrió poco después cuando un hombre de mediana edad con cabello castaño ensortijado le guiñó el ojo. Está vez tenía todos los dientes.
—Estás más guapo de lo habitual —comentó Violeen tras contemplar que llevaba su anillo.
—Gracias —respondió Sirius con una voz menos grave que la suya pero igualmente burlona—. Un viejo amigo del barrio donde estaba mi primer apartamento. Es muggle, así que poco riesgo. ¿Qué tal ha ido tu semana?
A Violeen le costó un rato decidir la respuesta. Al final le relató a grandes rasgos su visita a Gringotts. Sirius maldijo a Bellatrix como de costumbre y lamentó que no hubiese visto qué objeto quería comprobar. No obstante le prometió contárselo a Dumbledore porque igual a él le era útil la información.
—Nos dice que guardan algo importante en esa cámara —apuntó Sirius—. Pero no sabemos si solo para mi prima o para La Cosa.
—Creo que para La Cosa —respondió Violeen que ya había meditado sobre ello—. Porque me canceló la cita para entrenar, así que debía de ser urgente, si no habría ido en otro momento.
—Bien visto —murmuró Sirius.
Él le contó los últimos avances de la Orden (escasos) y después hablaron de asuntos más generales del mundo mágico. Media hora después entró un joven de cabello rubio ensortijado y aspecto risueño con el que Violeen había charlado en anteriores visitas. Le caía bien. El chico le hizo un gesto de saludo con alegría pero no se acercó al ver que estaba con Sirius. El animago se dio cuenta.
—Sé perfectamente cuándo sobro —sonrió—. Pago esto y os dejo.
—No tienes que...
—No, tranquila. Ya sabes que la poción multijugos tampoco aguanta mucho más —comentó Sirius mientras rebuscaba en los bolsillos de la capa—. Mierda...
—¿Qué pasa?
—Me he vestido con la ropa de este hombre para no llamar la atención y no he cogido mi cartera. A ver si llevo...
—No te preocupes, ¡yo invito! —exclamó Violeen contenta de poder invitarle ella por una vez.
Sacó un galeón del bolsillo y se lo tendió. Sirius sonrió y le dio las gracias. Hizo ademán de acercarse a la barra pero a mitad de camino se quedó paralizado. Volvió a la mesa y se sentó mirando a Violeen sin decir nada.
—¿Qué pasa? ¿No llega con eso? ¿Tanto hemos bebido?
A Sirius aún le costó unos segundos hablar. Sostuvo el galeón ante los ojos de Violeen. En el anverso de la moneda, el rostro de una mujer altiva pero hermosa de devolvió la mirada.
—Esto es un galeón de la serie de Circe.
—¿Cómo? —replicó ella desconcertada.
—Hace varios años el Banco Mágico Central sacó diez series de monedas inspiradas en grandes magos y brujas y Circe fue una de ellas. Como hicieron solo diez de cada una, se volvieron muy codiciadas entre los coleccionistas, el oro que se utilizó para acuñarlas también es de categoría superior. Su precio real está entorno a los diez mil galeones y se incrementa cada año.
Violeen la contempló con asombro. Bellatrix debía de haberla confundido con una moneda normal, guardaba demasiadas cosas en esa bóveda...
—¿De dónde la has sacado?
—Me la he encontrado por ahí.
Violeen se maldijo porque su primera reacción hubiese sido mentir. Pero la verdad resultaba difícil de explicar. Parecía inocente: Bellatrix había querido hacerlo como broma entre ellas pero se había equivocado. La chica estaba segura de que Sirius interpretaría eso como camaradería con el enemigo o algo peor.
—Por ahí —repitió Sirius.
—En el banco, esta mañana.
Tampoco quería decir que la había robado porque eso sonaba aún más ridículo. Le había dicho mil veces a Sirius que ganaba con sus pociones más de lo que necesitaba. Además la conocía lo suficiente para saber que no intentaría robarle a Bellatrix... le daba demasiado miedo. De hecho, pese a que se la había entregado voluntariamente, le aterraba la idea de que la mortífaga se diera cuenta de su valor y se pusiese furiosa con ella.
—Con el caos del dragón y eso... A alguien se le habrá caído y la he encontrado por ahí.
Era una explicación endeble y lo sabía, pero su cerebro estaba centrado en que su cuerpo y su rostro aparentaran normalidad y no en inventar una mentira creíble.
Tardó bastante, pero al final Sirius asintió no muy convencido. Violeen le dijo que no se preocupase, ella pagaría cuando se marchara. Sirius asintió y volvió a levantarse.
—¿Me la devuelves? —pidió la chica con una sonrisa.
No quería parecer preocupada, pero tenía que devolvérsela a Bellatrix. Una vez más el movimiento no fue rápido, pero Sirius la dejó sobre la mesa y se despidió con un gesto. Violeen la guardó con rapidez y sacó su monedero para pagar con un galeón que fuese un simple galeón.
—¿Me puedo sentar? —preguntó el mago rubio.
—Eh... Lo siento, otro día, me acaba de surgir algo.
El chico asintió con lástima y a Violeen también le dio pena, pero tenía asuntos más urgentes.
Sirius también. Utilizó la chimenea del Caldero Chorreante para aparecer en Hogwarts y de ahí se encaminó al despacho del director. Dumbledore lo recibió con sorpresa, Sirius no solía visitar el castillo. No perdió el tiempo ni en saludos:
—¿Recuerdas la serie de monedas de magos famosos que sacó el Banco Mundial de Magia?
—Por supuesto —respondió Dumbledore—. Tuve la suerte de hacerme con un par de galeones de Merlín.
— Ya... Pues mi prima se hizo con la serie de Circe. Entera. Y ahora Violeen tiene uno de esos galeones.
Dumbledore lo miró sorprendido y Sirius le relató lo sucedido. Y lo poco segura que había sonado Violeen pese a la tranquilidad que aparentaba su rostro. Como el director no manifestaba su opinión, lo hizo Sirius:
—Bellatrix ha tenido que darle la moneda. A ella nadie le roba y Violeen no cometería una estupidez semejante. Tiene que ser el pago de algo...
Sintió reparos de expresar abiertamente su opinión, pues sabía que Dumbledore la conocía desde hacía mucho y apreciaba profundamente a Violeen. Pero el director entendió que se refería a una espía doble, a que los mortífagos hubiesen conseguido comprarla. Tras un rato largo de reflexión Dumbledore le preguntó si a él le había dado la impresión de que Violeen supiera lo que valía el galeón. Sirius reconoció que no, de haberlo sabido no se lo hubiese dado.
—No quiero dudar de su lealtad, me ha echado una mano en las dos escaramuzas en las que hemos coincidido —reconoció Sirius—, pero...
—Y estamos salvando a gente gracias a ella, está siendo muy útil. Incluso la información de la bóveda de Bellatrix es valiosísima, pues ahora sé dónde buscar.
Sirius ni siquiera le preguntó qué buscaba, en ese momento no le interesaba.
—Pero me ha mentido... Y no se me ocurre otra explicación para que obtenga dinero de Bellatrix. Conozco a mi prima.
—Yo conozco a Violeen, Sirius, y ella jamás se vendería por dinero. No lo necesita, las cosas que ella quiere no se compran con dinero.
—¿Qué cosas quiere?
—Una familia. Es lo que ansía por encima de todo y lo único ante lo que se doblegaría. ¿Crees que tu prima puede estar dándole eso?
—Por supuesto que no —le espetó Sirius—. Ni a su verdadera familia le ha dado nunca eso.
—Entonces puedes estar seguro de que no es una traidora —respondió Dumbledore con una sonrisa tranquila.
Sirius asintió de mala gana. Dejaron el tema ahí, pero él no lo iba a olvidar y desde luego pensaba tener vigilada a Violeen...
* * *
Violeen miró la hora. Las ocho de la tarde de un viernes, probablemente Bellatrix no estaría en casa. Y si lo estaba, no le agradaría su visita. Aun así tenía que probar.
Se apareció ante las verjas de la Mansión Black y las cruzó, Bellatrix las había encantado para que le permitieran pasar a ella y solo a ella. Ante la puerta principal sí que tuvo que llamar. Creyó que abriría Kreacher, como siempre; aunque en un par de ocasiones fue Rodolphus, pese a que no solía estar en casa. Unos minutos después fue la propia Bellatrix la que apareció entre sorprendida y molesta.
—Qué. Qué haces aquí —exigió saber.
—Venía a devolverte esto —respondió al momento Violeen, aliviada por haberla encontrado y asustada por su posible reacción.
Bellatrix, con los brazos cruzados sobre el pecho, no movió ni un dedo. Se la quedó mirando y le preguntó el motivo.
—Te equivocaste, al parecer es muy raro y vale mucho.
Pareció que Bellatrix iba a replicar, posiblemente ofendida por desconfiar de sus capacidades. Pero en lugar de eso le preguntó cómo se había dado cuenta.
—He intentado pagar con él en un bar —reconoció Violeen sin mentir.
La mortífaga maldijo en voz alta, pero al menos no manifestó lo tonta que la consideraba. Con desinterés, respondió:
—Quédatelo, ya te lo di.
—Pero vale diez mil galeones —insistió Violeen con incredulidad.
—Eso es calderilla. ¿Viste mi cámara del banco?
—No, alguien me lo prohibió.
La mortífaga la ignoró y le repitió que se lo quedase y se comprase algo digno. Violeen volvió a dudar, pero al final se encogió de hombros y volvió a guardarlo en su bolsillo.
—Qué bien me ha salido el día: te sobé y he ganado dinero —comentó satisfecha.
En esa ocasión, Bellatrix no pudo evitar reír. Pero como arrepentida de ello, recuperó el rictus serio y le espetó que se largase de su propiedad. Violeen asintió, se despidió y emprendió el camino de vuelta.
—¡Espera!
Violeen se giró entre desconcertada y asustada y volvió a la puerta. A Bellatrix le había surgido otra duda:
—¿Qué hacías tú sola en un bar? No sales nunca de casa.
—No he dicho que estuviera sola.
—¿Con quién estabas?
Ya había pasado la fase en que Violeen se sorprendía y molestaba por las preguntas personales. Ahora se limitaba a contestar porque era el camino más rápido:
—Con un amigo. Un conocido más bien.
—¿Quién?
—No estoy segura de cómo se llama. Un chico que trabaja de magizoólogo y también le gusta el estilo de vida alternativo. No me interesa mucho su vida, simplemente tengo necesidades y con alguien tengo que cubrirlas cuando me canso de hacerlo yo misma.
Bellatrix la miró por unos segundos sin comprenderlo. Cuando lo entendió, su rostro mezcló varias emociones contradictorias que Violeen no supo interpretar.
—Ya sé que en vuestras familias os gusta lo de la monogamia y la fidelidad y eso, lo respeto —se apresuró a añadir Violeen—. Pero los simples mortales no somos tan... ordenados.
Violeen sonrió y como vio que la mortífaga no respondía, se despidió de nuevo y se alejó lo más rápido posible.
—Tu mascota tiene razón, querida, deberíamos disfrutar más del matrimonio.
Bellatrix chistó con fastidio al sentir a su marido pasándole los brazos por la cintura.
—No ha dicho eso en absoluto.
—Eso he entendido.
—¿Y se puede saber qué haces escuchando conversaciones ajenas? —le espetó la bruja.
—Me gusta esa chica, me hace gracia —reconoció Rodolphus divertido.
—Es una misión del Señor Oscuro, no un escarbato para entretenerte.
Rodolphus chasqueó la lengua divertido y respondió que podía ser ambas cosas. Bellatrix puso los ojos en blanco pero no se molestó en contestar. Su marido siguió abrazándola y haciéndole proposiciones que a ella no le causaban ninguna emoción. Pero tras pensarlo, suspiró y se resignó:
—De acuerdo, vamos.
A Rodolphus le costó reaccionar por la sorpresa, pero en cuanto lo procesó, se puso a ello.
—Dime al menos algo... bonito
—¿Qué? —replicó su marido desconcertado.
—Que me digas que huelo bien o que combino bien la ropa interior.
Rodolphus la miró completamente descolocado, como si no entendiese la lengua en la que le estaba hablando. "Es igual" suspiró la bruja. Aún no habían llegado al dormitorio cuando la marca tenebrosa en su muñeca cobró vida. Jamás se alegró tanto Bellatrix de una llamada de Voldemort.
—¡Me llama! ¿A ti también? Voy yo primero si tú necesitas calmarte, ninguna prisa —decidió la bruja saliendo corriendo.
Voldemort no quería nada importante, pero mandó a Rodolphus a tantear a unos aliados en Oxford y eso alegró a Bellatrix más de lo que debería.
* * *
A la mañana siguiente Violeen almacenó con cuidado la nueva remesa de pociones que tenía para vender y partió hacia el Callejón Diagon. Tenía estudiada cuál era la hora con menos gente en la tumultuosa calle y la visitaba siempre entonces, no le gustaban las multitudes.
Se dirigió directamente al Boticario del Sr. Mulpepper, la tienda en la que efectuaba siempre sus transacciones comerciales. El dueño, Octys, era un señor de unos sesenta años, amable aunque reservado, y pese a que sus interacciones se limitaban a lo profesional, Violeen guardaba buena relación con él.
Al entrar vio que estaba atendiendo a otra clienta, una chica de pelo rosa y carácter alegre; o al menos esa impresión daba mientras charlaba con el dueño.
—¿Es para ti?
—No, no, es para mi pareja —respondía la chica contenta—. Yo con lo mío ya tengo —bromeó señalándose el pelo que en ese momento cambió a un tono anaranjado.
—Bien, las indicaciones de cómo tomarla según el peso están en la etiqueta. Ya sabes que ha de tomarse...
—Sí, sí, un mínimo de tres horas antes para que el cuerpo lo absorba. Tranquilo, controlamos la teoría —respondió la chica.
Violeen estiró el cuello ligeramente para ver de qué poción se trataba. Se sorprendió al ver la matalobos, indicada para que los hombres-lobo no se volvieran agresivos con la luna llena. Era complicada de hacer... y por tanto muy cara. Pero la joven depositó un buen puñado de galeones y guardó la poción con sumo cuidado.
—A ver si no me cargo el bote antes de llegar a casa... —comentó.
Cuando se giró para salir, reparó en Violeen, que le dedicó un breve gesto cortés y se dirigió al mostrador. Saludó al dueño y depositó las pociones.
—Ah, te esperaba como escarbato al oro —la recibió Octys—. Vamos a ver qué me traes.
Violeen le pasó la lista en la que había enumerado las pociones y abrió la caja para que las comprobara; pese a que tras cinco años el hombre se fiaba por completo.
—¡Hola! ¿Nos conocemos?
De nuevo, Violeen miró a la clienta anterior, que se había detenido al verla. Le costó unos segundos reconocerla, pero cayó en la cuenta: era parte de la Orden, la vio en el pueblo muggle al que atacaron meses atrás y la semana previa en el Departamento de Misterios. Y al ver su pelo comprendió que ella sí era metamorfomaga, por eso su pelo cambiaba.
—No, creo que no —respondió Violeen impostando una sonrisa.
Era imposible que la reconociera. Podía sonarle quizá de la primera vez, de verla en un lateral sin hacer gran cosa... Pero en el Ministerio la capa la había ocultado y nadie la podría reconocer.
—Mmm... —murmuró la metamorfomaga—. ¿Igual de Hogwarts?
—No, soy italiana, llevo aquí poco tiempo.
Respetaba la decisión de Albus de no hablarle a nadie de la Orden de ella (solo a Sirius), así que no quería volar su coartada. Aunque, llegado el momento, Violeen suponía que habría que revelárselo a esa chica y a todos los demás.
Le molestó que la siguiera mirando, pero desde que trataba con Bellatrix, muy poca gente lograba ya ponerla nerviosa.
—Ten cuidado con...
Violeen no pudo terminar la advertencia porque la chica tropezó contra una estantería. El dependiente abrió los ojos preocupado por sus productos pero por suerte no se rompió nada. La joven se disculpó por su torpeza, se despidió con un "Seguro que volvemos a vernos" y salió de la tienda. Mientras, el hombre ya le había preparado el dinero a Violeen y ella lo aceptó sin comprobarlo.
—Quería pedirte un favor: me urgen filtros revitalizantes, ¿podrías fabricarme una docena?
—Claro. Los traeré a lo largo de la semana —prometió Violeen.
—Muchas gracias. Me alegro de tu visita, como siempre —respondió con una sonrisa.
Violeen asintió también sonriendo. Mientras salía repasó mentalmente la lista de ingredientes que requería esa poción para ver si necesitaba comprar alguno. Una conversación la sacó de sus cábalas.
—Muchas gracias por prestarme el dinero, mamá.
—Si así evito que tu novio te asesine... —respondió una voz sarcástica.
Violeen se giró y vio que se trataba de la metamorfomaga. Pero la chica pasó a un segundo plano cuando vio a su madre. Por un segundo —y solo durante un segundo— pensó que Bellatrix se había aclarado el tono de pelo. Sus rasgos aristocráticos también eran semejantes a los de las dos hermanas Black que ya conocía... No obstante, enseguida se fijó en que el tono del cabello y de ojos era más claro, su piel un poco menos pálida y su expresión menos dura aunque también altiva. Y le faltaba el magnetismo salvaje...
Pudo apreciar todos esos detalles porque la mujer la estaba mirando. Su hija se giró desconcertada y vio a la chica.
—Hey, hasta luego de nuevo... No me has dicho tu nombre.
—No, no te lo he dicho —sonrió Violeen—. Un placer conocerte, que pasen buen día.
Se marchó deprisa, pero aún escuchó a la mujer comentar:
—Ha tardado menos de lo habitual en darse cuenta.
—Porque no os parecéis tanto, mamá.
—Eso solo lo sabes si la has visto en algo más que en las fotos del Profeta.
Con el corazón acelerado mientras huía, Violeen comprendió que esa era la hermana traidora de la que se cuchicheaba en la Mansión Malfoy. ¿Cuál era su nombre? Le costó un rato, pero recordó la galaxia Andrómeda.
Mientras volvía a casa, su menor preocupación era que pudiesen descubrir su identidad u ocupación. Lo que de verdad le afectaba era el nuevo enfado que sentía hacía Bellatrix. ¡Tenía otra hermana y una sobrina y actuaba como si nada! ¿Qué más daba que se hubiese casado con quien fuese? ¡Eran familia! Y no solo no le hablaba, sino que la despreciaba y ansiaba matarla... Realmente la mortífaga merecía Azkaban.
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