Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12

<¿Alguna novedad?

Violeen contempló las palabras de Dumbledore que habían aparecido en el diario. Lo había comprobado nada más levantarse, por costumbre, sin embargo no tenía ganas de responder.

>Nada por el momento —fue su breve contestación.

Técnicamente no era mentira... Sí, la noche anterior había salido a cenar con Bellatrix, pero no había obtenido ninguna información que a la Orden pudiese resultarle útil, por tanto, no necesitaba contárselo. Prefería preservar su intimidad.

Se frotó los ojos y se levantó para prepararse el zumo del desayuno. Meditó sobre la extraña cita. ¿Lo había pasado... bien? No estaba segura. No le gustaba salir y la incomodaba vestir elegante, pero la comida estaba buena. También lo pasó bien bailando, fue divertido ver como Bellatrix perdía la paciencia con ella.

—Bellatrix... —murmuró.

No entendía que le pasaba con esa mujer, por qué ya no la odiaba tanto... Aunque el fondo sí que lo entendía: Violeen creció acostumbrada a llevarse bien con todo el mundo y pese a sus años de aislamiento voluntario, echaba de menos el contacto humano. Y ahora tenía que recordarse cada poco que Bellatrix era una asesina despiadada y no una amiga con la que salir a correr y a bailar. Intentó recordarse eso mientras se enfundaba su ropa de deporte. Una vez fuera, dejó sus pensamientos fluir mientras descargaba su energía como cada mañana.

Bellatrix se despertó más tarde. Se desperezó en la cama y recordó también los acontecimientos de la velada anterior. No le dolía la cabeza porque bebió menos de lo habitual y eso tenía que agradecérselo a su extraña discípula...

—Ama Bellatrix, hay...

—Sí, ya los he oído —masculló la bruja abandonando la cama de mala gana—. Vente a ver a mi hermana.

Kreacher asintió encantado. Bellatrix no necesitaba darle órdenes más precisas, sabía que jamás huiría ni la traicionaría. Era afortunada de que sus tíos se lo hubiesen dejado en herencia para evitar que pasase a Sirius tras la muerte de su hermano.

Se vistió con rapidez y se metió en la chimenea para aparecer en la Mansión Malfoy.

—Bella... —la saludo Narcissa—. Lucius se acaba de ir al trabajo.

—Mi día de suerte —ironizó Bellatrix mientras su hermana ponía los ojos en blanco—. Otra vez tengo aurores merodeando por la mansión.

Narcissa asintió, estaba al tanto de la situación: el Ministerio llevaba años intentando atrapar a Bellatrix, pero ella siempre iba varios pasos por delante. Tenía todas sus casas protegidas por maleficios: podían acercarse al perímetro pero nunca acceder a él. Además, varios trabajadores del Ministerio eran mortífagos infiltrados que fingían perseguirla pero solo embrollaban más la situación. Eso por no hablar de los que Bellatrix había hecho desaparecer misteriosamente... Pero ese día estaba cansada, así que lo pasaría en casa de su hermana y se ahorraba que la sacaran de quicio.

Se sentaron en la biblioteca mientras Kreacher les servía el té. Eran sus dos personas favoritas y lo trataban bien, aunque Narcissa tuviera envidia de que Bellatrix todavía tenía elfo... Nunca le había perdonado a Lucius que liberase a Dobby.

—¿Qué tal va Draco? —le preguntó Bellatrix forzando su buena obra del mes.

No le interesaba la vida de su sobrino, pero como a su hermana sí, a veces tenía el detalle de fingir preocupación. Narcissa empezó a relatarle lo que le contaba en sus cartas sobre la vida en Hogwarts, las discusiones con Potter y varios temas más que Bellatrix no escuchó porque se había evadido en su mente. Cuando vio que su hermana dejaba de mover la boca, asintió como satisfecha con la respuesta.

—¿Y tú? —quiso saber Narcissa— ¿Qué tal con la chica esa rara que tienes que entrenar? ¿Violet?

—Violeen —la corrigió Bellatrix—. Mal. Me cuesta mucho enseñarle, no le interesa nada y todo funciona raro en ella.

—Sí, se le nota. Ni tiene posición social ni se esfuerza con ello, ya viste con qué ropa vino a nuestro evento...

—Estaba guapa. Es guapa.

—Es agraciada, sí, pero no por eso puedes permitirte llevar pantalones o ir casi en sujetador a una fiesta.

—Esa chica hace magia sin varita. Hace TODA la magia sin varita. Como si quiere venir en tetas a tus fiestas, Cissy, a mí mientras no sea una traidora...

Narcissa no llegó a responder. Miró a su hermana desconcertada por la defensa a ultranza de su discípula. No pensaba que le tuviese ningún afecto, pero igual era una cuestión de honor más que de cariño.

—¡Bella! ¿Qué haces por aquí?

La mortífaga apenas se giró para mirar a Rodolphus. A él y a su hermano Voldemort solía mandarlos a misiones de rastreo y casi siempre estaba fuera; Bellatrix lo agradecía mucho.

—Hablar con mi hermana. En privado —añadió.

—Bien, bien... Oye, si luego estás libre podríamos hacer algo los dos...

—Ya me he masturbado esta mañana, pero gracias por tú interés —atajó Bellatrix con aburrimiento.

Rodolphus masculló entre dientes y se marchó. No es que esperase una respuesta positiva —casi nunca las había con Bellatrix—, pero aun así le frustraba el mal carácter de su mujer.

—Tú también podrías intentar ser un poco menos vulgar —la reprendió Narcissa.

—Me supondría demasiado esfuerzo. No sé para qué insiste, con lo aburrido que es...

Su hermana la miró con el ceño ligeramente fruncido y pregunto con sorna:

—¿Estás segura de que lo hacéis bien?

—Claro que lo hacemos bien —protestó Bellatrix—, hasta los tontos saben hacerlo. Pero es que... toda la vida con ese hombre, Cissy... Aunque ganemos la guerra, seguiremos casados. Y todo por... —se interrumpió antes de maldecir los ideales que ambas veneraban tanto—. ¿No te molesta cuando piensas que Lucius va a ser la única persona con la que has estado?

—Yo quiero a mi marido, Bellatrix.

La mortífaga masculló para sí misma. Ese factor debía de ser importante, porque ella no quería a su marido y le resultaba insufrible. Aunque realmente nunca había querido a nadie...

—Tú elegiste a Rodolphus —le recordó Narcissa.

—Tenía que cumplir con mi obligación y era la opción menos mala —contestó Bellatrix como si fuese evidente.

—Sí... Mejor eso que otra traidora en la familia...

Bellatrix asintió completamente de acuerdo.

—Con un poco de suerte alguno moriremos en la guerra y seremos libres —ironizó la mayor.

—¡Bellatrix! ¡No digas eso! —la amonestó Narcissa.

La mortífaga sonrió complacida y cambiaron de tema.

Entre críticas y cotilleos pasaron la mañana. Después Kreacher les preparó una copiosa comida y cuando a primera hora de la tarde Lucius volvió del trabajo, Bellatrix decidió que era hora de marcharse.

No le apetecía ver al cobarde de su cuñado, que fingió estar bajo imperio para librarse de Azkaban... Pero tampoco quería volver todavía a casa o se aburriría, pues ese día no tenía ninguna misión. Así que decidió visitar a su nueva mascota. «Esa chica siempre está en casa y siempre anda haciendo algo sospechoso» se dijo a sí misma.

Se apareció en la pequeña casa junto al río y llamó a la puerta. No hubo respuesta. Aun así Bellatrix no la necesitaba, sabía que estaba dentro porque siempre lo estaba. En lugar de volver a llamar, optó por entrar directamente. Era Bellatrix Lestrange y podía hacerlo. Además Violeen se había rendido y ya apenas había conjuros que le impidieran la entrada.

En dos minutos, la mortífaga estuvo dentro. Le sorprendió (aunque tampoco mucho) ver a Violeen tumbada en la alfombra, con los ojos cerrados y expresión apacible. Junto a ella, en una especie de concha marina, danzaba un fuego que emitía un vapor morado. Bellatrix la contempló varios minutos intentando deducir qué hacía.

—O te unes o te marchas. Si te quedas ahí, te marearás con los vapores.

Violeen le hizo la advertencia sin abrir los ojos.

—¿Qué haces? —quiso saber la bruja intentando sonar despectiva y no interesada.

—Meditar.

—Podrían entrarte a robar y ni te enterarías.

—No tengo nada de valor.

Bellatrix se preguntó si eso incluía su propia vida. Abriendo los ojos por fin, Violeen le repitió que la invitaba a disfrutar de la experiencia o si no, debía marcharse. A la mortífaga no le gustaba que la echaran de los sitios, pero le daba reparo verse afectada por las extrañas pociones que cocinaba esa chica... No podía negarlo: sentía curiosidad.

«Nah, domino las artes de la mente como pocos, es imposible que un filtro de esos me afecte» decidió finalmente. Se acercó a ella muy despacio y Violeen le hizo un hueco a su lado. Hubo una nueva discusión porque Bellatrix se negaba a tumbarse en la alfombra como los vagabundos, pero se vio obligada porque, efectivamente, empezaba a marearse.

—Cierra los ojos. Tienes recuerdos felices, ¿verdad? Un lugar en el que refugiarte, ¿no?

Bellatrix no entendió la pregunta, apenas la escuchó. Su mente se vio de pronto bombardeada por un montón de imágenes oscuras, memorias turbulentas y escenas grotescas que ni siquiera estaba segura de si eran recuerdos o terrores. Resultó que nada tenía que ver aquello con la oclumancia, porque no fue capaz de bloquearlo ni de salir de ninguna forma.

En cuanto Violeen lo notó en su rostro, la cogió de la mano y todo se calmó.

—Respira profundamente —le indicó Violeen con voz pausada—. Céntrate en tu respiración. Sé consciente de ella... De cómo el aire entra en tu cuerpo, llega a tus pulmones y vuelve a salir...

Pese a no ser una mujer paciente, Bellatrix fue siguiendo sus indicaciones y tras varios minutos logró relajarse.

—Voy a compartir mi lugar contigo.

—Lo más absurdo que me han dicho nunca —murmuró la mortífaga dejando claro que pese a la influencia de la poción, seguía siendo ella.

—Jamás he compartido esto con nadie.

La voz de Violeen sonó tan fría que Bellatrix solo asintió sin replicar, como aceptando el gesto.

Bellatrix no supo qué sucedía: si se había quedado dormida, estaba alucinando o simplemente alguien jugaba con su mente; pero pronto se vio en una especie de prado rodeado de montañas. Un lugar idílico en el que varios grupos de personas reían sentadas en la hierba, otros preparan picnics, algunos niños corrían... Había mariposas y duendecillos revoloteando y el aire fresco olía a pinos y eucalipto. Sentía la tierra bajo sus botas y el viento le revolvía el pelo. A su lado Violeen lucía una sonrisa apacible que Bellatrix jamás le había visto.

—Ah, es un recuerdo, como en un pensadero —murmuró la mortífaga creyendo entenderlo.

—Los pensaderos son fríos, no sientes nada —respondió Violeen con voz ausente.

Bellatrix no se atrevió a replicar, pues nunca había visto en el rostro de su discípula el éxtasis que lucía en ese momento. Sí, era un recuerdo bonito, un lugar agradable, pero le parecía solo eso: un recuerdo.

—¿Esa eres tú?

No necesitó que Violeen respondiera. La niña que correteaba feliz con una camiseta de colores que le quedaba enorme lucía en su pelo unas mechas morado brillante completamente naturales. Era Violeen con cinco años. Cuando se acercó a ellas, Bellatrix vio que sus ojos resplandecían en el mismo color. Y en el momento en que las miró, sintió un escalofrío y entendió la diferencia con un pensadero.

—¡Hola, Vio! —saludó la niña agitando la mano efusiva.

—¡Hola, Vio! —le devolvió el saludo la versión adulta—. ¡Hola, Señor Panda! —saludó también al peluche de un oso panda que la niña llevaba bajo el brazo.

La niña murmuró un «¡Upi!» y Violeen la cogió en brazos. Bellatrix estaba paralizada. Nunca había visto un recuerdo en el que pudieras tocar e intervenir... Lo normal era que la gente que moraba los pensamientos te atravesara y por supuesto nunca te veían. Que pudieras abrazarte a ti misma debería romperte el cerebro... No obstante, dejó de buscarle sentido y se centró en la escena ante ella.

—Creí que no te gustaban los niños —se burló.

—No me gustan y nunca tendría —reconoció Violeen sonriente—. Pero mírame, ¡soy adorable!

—¡Soy adorable! —repitió muy contenta la pequeña.

Bellatrix no pudo evitar sonreír. A la vez, sintió una punzada de tristeza porque esa niña era todo lo que no fue ella a su edad: feliz, sonriente, despreocupada y libre.

—Esta es Bellatrix.

—¡Hola, Bellatrix! —la saludó la niña agitando la mano ante su rostro.

—Hola... —respondió la mortífaga con reticencia.

—¡Mira! ¡Tengo una pulsera nueva! —comentó la niña.

Les mostró a ambas una serie de pulseras de piedrecitas de colores que llevaba en su muñeca. Eran sencillas pero bonitas, con muchos colores brillantes. Violeen adulta le aseguró que era muy bonita y la niña se puso contenta.

—Explícale a Bellatrix cómo las haces —le pidió la mayor.

—Cojo piedritas de los ríos o del campo... —empezó a explicar la niña—. Y las pongo más pequeñitas y de colores más bonitos. Luego uso una hierba o un palito para hacer la cuerda... y las pongo ahí.

—¿Lo haces con magia? ¿Haces esas transformaciones con magia? —inquirió la mortífaga.

—¡Claro! —respondió alegremente—. Se las regalo a mis amigos y algunas las vendo a gente que nos visita y cuando vamos a pueblos. ¡Y con el dinero que me dan me compro helados!

—Buen sistema de negocio —reconoció Bellatrix.

La niña no entendió bien el significado de sus palabras, pero dedujo que era algo bueno.

—¡Te regalo una! —exclamó generosamente.

Se quitó una de sus pulseras y Bellatrix se fijó en que de forma natural, sin pensarlo, la agrandaba un par de centímetros para poder colocársela a ella. «Tranquila, desaparecerá en cuanto nos vayamos» susurró Violeen creyendo que a Bellatrix le molestaría llevar algo tan pobre y colorido.

—Gracias... —le dijo a la niña que asintió satisfecha.

Cuando un grupo de niños la llamó, Violeen dejó a su versión infantil en el suelo y esta corrió hasta reunirse con ellos. Bellatrix se fijó en un niño rubio que hacía volteretas para hacerla reír.

—Meadow fue mi primer beso, a los doce años —le explicó Violeen al ver que miraba al niño—. Y Lluvia, la de al lado, la que también lleva un peluche, fue mi primera novia a los quince. Me duró una semana tras la que decidí que la monogamia no era para mí, pero siempre seguimos queriéndonos —le explicó contenta—. Nos queríamos todos.

Bellatrix la miró frunciendo el ceño. ¿Cómo que novia? ¿Cómo que la monogamia no? ¿Cómo que amar a alguien con quien ni siquiera estás ya? Sin duda esa gente no se regía por las mismas normas que las familias de sangre pura...

Se fijó entonces en que apenas nadie llevaba varita, solo un par de niños. El resto hacían magia solo con desearlo, de forma despreocupada. Conforme escaneaba la escena vio a una mujer de larga melena color caoba y ojos avellana. Sobre su regazo acariciaba el cabello de un hombre de una mirada azul muy clara y con la otra mano removía una poción burbujeante. Ambos eran atractivos, con un aura de dulzura y algo diferente y único a la vez.

—¿Tus padres? —preguntó Bellatrix segura de la respuesta. Eran iguales.

Violeen asintió. La mortífaga estaba segura de que había algo de tristeza ahí, pero Violeen seguía sonriendo; dedujo que con aquella poción no había opción a la tristeza.

—¿Me los... puedes presentar?

A Violeen le sorprendió el interés y quizá por eso asintió de nuevo. Caminaron hasta la pareja y Violeen se sentó frente a ellos. Su padre se incorporó y tomó una de sus manos entre las suyas, apretándola con cariño. Su madre le sonrió, pero ninguno dijo nada.

—Esta es Bellatrix, mi... Es Bellatrix —repitió Violeen que, incluso en una fantasía, no sabía cómo presentar a esa mujer.

—Me hace feliz conocerte, Bellatrix, siempre te hemos esperado... Yo soy Serenity y mi marido Harper —se presentó la madre de Violeen.

Le tendió la mano y la mortífaga dudó. Que aquel recuerdo se pudiera tocar seguía resultándole antinatural. Aun así, juzgó que ya era tarde para remilgos. Aceptó la mano con cierto temor y fue una sensación curiosa, más agradable que real. Era como el tacto de una persona solo que ligeramente difuminado, casi consistente pero no del todo.

Se quedaron en silencio, mientras Serenity acariciaba el rostro de su hija que cerró los ojos con placer. Esa gente aguantaba bien el silencio, parecían disfrutar de la paz, de estar juntos. Bellatrix no.

—¿De qué es esa poción? —preguntó nerviosa para hablar de algo.

Su primera opción había sido preguntarle por qué le hacía feliz conocerla, había sentido que lo decía con profunda sinceridad. Nadie se alegraba nunca de conocer a la segunda de Voldemort. Pero le dio apuro y optó por algo más neutro.

—Cuando haya refinado la receta, servirá para flotar —le explicó Serenity con voz suave, como el agua de un río que transcurre en calma.

Bellatrix asintió incómoda y Violeen le explicó que la usarían para que los niños aprendieran a manejar mejor las escobas. Y los adultos para meditar, tener sexo creativo o lo que surgiera. La mortífaga la miró con incredulidad, pero a Violeen le pareció una información de lo más normal.

—¿Cómo hacéis magia sin varita? —quiso saber entonces—. Es decir, yo sé hacer unos pocos hechizos: cerrar una puerta, apagar una vela... Pero no como vosotros.

—Tienes que estar en paz contigo y con tu magia —le explicó Harper—. Sentirte tranquila y segura de ti misma, ser una con la naturaleza para que esta te ayude a canalizar la magia del ambiente.

—Ya... —murmuró Bellatrix a quien eso le sonaba demasiado abstracto.

En ese momento, la Violeen de cinco años llamó a gritos a su versión adulta para que fuese a jugar con ellos. Y ella obedeció encantada.

Bellatrix se quedó con sus padres, sintiéndose incómoda y extraña, aunque no de una forma desagradable. La paz de ese lugar resultaba contagiosa, la escena era preciosa y en el fondo de su alma daría lo que fuera por poder disfrutarla, porque eso formase parte de ella.

Harper le dio entonces pequeñas indicaciones y Bellatrix probó a hacer conjuros sencillos —como crear una llama o cambiar de color una flor— y comprobó con sorpresa que en ese lugar sí podía. Se lamentó en voz alta porque supo que cuando volviera a la realidad, perdería esa capacidad.

—No tiene que ver con el lugar exterior en el que estés, sino con el interior en el que vivas —le sonrió el hombre.

Bellatrix sonrió de nuevo incómoda sin entenderlo. Cuando vio que Violeen se despedía de los niños, pensó que ahora o nunca:

—¿De verdad se alegra de conocerme? —le preguntó a la mujer.

Serenity sonrió y bajando el tono respondió:

—Es la primera vez que Violeen trae a alguien. Y ojalá eso signifique que pronto no necesite venir.

Quiso preguntar a qué se refería, pero en ese momento la chica volvió.

—Tenemos que irnos ya, la poción se está terminando y es mejor acabar un poco antes porque si no, al ser tu primera vez, te marearás mucho.

Bellatrix asintió. No tenía ni idea de cómo volver, qué tenía que hacer. Dudó si despedirse de esa gente, pero como Violeen no lo hizo, ella tampoco. De nuevo, una extraña sensación onírica, de irrealidad y sueño, y volvió a sentir la alfombra bajo su espalda. El humo morado se había evaporado y la llama casi se había consumido ya. Abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba llorando.

Eran lágrimas de emoción, de una extraña emoción que nunca había sentido. Miró su muñeca y vio que efectivamente la pulsera de colores ya no estaba. Violeen, que se había incorporado, iba a preguntarle si se encontraba bien, pero la conocía mejor que eso. Recogió la poción, se alejó hacia la zona de cocina y la dejó recuperarse a su ritmo.

Violeen se preguntó por qué había compartido con Bellatrix lo más precioso que tenía. Lo único que poseía valor para ella. La primera respuesta fue la lástima: cuando comprobó que ella no tenía recuerdos felices a los que evadirse sintió una enorme pena. Empezó a entender cómo se había vuelto tan mala persona.

Cuando Bellatrix logró eliminar los rastros de lágrimas y calmar los latidos de su corazón, hizo amago de levantarse.

—Con cuidado —le advirtió Violeen—, te marearás.

Efectivamente Bellatrix notó que el suelo no se sentía muy firme. Se tumbó en el sofá y ahí trató de calmarse. Odiaba sentirse tan vulnerable, pero aun así necesitaba saberlo.

—¿Eso es la felicidad?

Violeen tardó bastante en responder mientras se preparaba un batido de frutas. Al final, con resignación, respondió:

—La felicidad es mejor, es... real.

De alguna forma, Bellatrix lo comprendió. Ya no dijeron nada más.

—Me voy a dormir, estoy cansada —murmuró Violeen—. Puedes quedarte ahí hasta que te recuperes, como si fuera tu casa... o la de cualquier otra víctima a la que te le hayas colado.

Se marchó a su habitación confiando en que entre ese gesto y el de compartir la poción con ella, la desconfianza que Bellatrix sentía hacia ella disminuyera.

Violeen se durmió rápido y en paz. Cuando a la mañana siguiente despertó, Bellatrix no estaba, en algún momento de la noche se marchó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro