Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo.8.

El aire golpea en mi cara removiendo mi cabello para todos lados, mis ojos miran hacia un mar azul que pareciese que no tiene fin. El frío me estremece abrazándome a mí misma para intentar aliviarlo. Observo como el agua golpea contra las rocas deshaciéndose, pienso; «ojalá todos mis problemas fueran así, con solo golpearlos un poco desapareciesen».

Camino por la orilla del mar invadiendo en mi mente recuerdos imborrables hallados en el presente. Alzo mi cabeza y ante mí me encuentro con él. Sus luceros brillan como siempre los recuerdo, su sonrisa se amplía dando forma a un rostro serio.

―Hola Sheila.

―Gabriel, ¿qué haces tú aquí?

―Suelo venir cuando necesito pensar, la marea es lo único que me transmite la paz que necesito.

―Yo también vengo cuando necesito pensar. Bueno ya me iba.

―Sheila espera — Con un rápido movimiento su mano agarra mi brazo iniciando esperanzas codiciosas.

―Gabriel suéltame, tú y yo no tenemos nada que hablar.

―Sheila, no deseo más distanciamiento ni esconder las heridas que me duelen de pensar que te voy queriendo cada día un poco más.

―Gabriel. ¿por qué nos hacemos daño?

Seguí admirando a Gabriel, su proximidad era tan incierta como el deseo de quererlo. Lentamente nuestros labios se rozaron saboreando esa dulzura.
Me sentía como su sumisa encerrada para que él me rescatase.
No lo pude soportar más, rodeé con mis brazos su cuello a la vez que él seguía besándome pegando aún más nuestros cuerpos donde ardían por momentos por la avaricia  de querer poseernos nos llevó acabar haciendo el amor.
Entregados, exaltados nos mirábamos entre arrumacos paseando por esa arena que minutos antes fue testigo de nuestro amor.

Al caer la noche Gabriel me llevó a cenar, ante mí tenía un hombre distinto, amable, cariñoso.
Lo miraba y al mismo tiempo me pregunto si estoy haciendo lo correcto.
La cena estuvo exquisita, terminada la velada Gabriel me entregó una caja de terciopelo roja no podía creer que todo esto estuviera pasándome.
Entusiasmada la abrí, mi corazón no podía latir con más intensidad de la emoción de ver aquel anillo de oro blanco con una pequeña piedra blanca en medio.

―Dios mío, Gabriel es precioso.

― ¿Te gusta?-Me preguntó sin aparatar su sonrisa de su rostro.

―Me encanta, pero no debo aceptarlo, esto supera o equivale al dinero que me das consiguiendo que me sienta como una cualquiera. Tómalo, como siempre acabas de romper lo bonito de nuestro encuentro.

―Sheila no te vayas. No pretendo que te sientas así. Mi intención no era esa, deseo que lleves este anillo en señal de lo que siento por ti.

―Gabriel me estás diciendo que me amas.

―Solo quiero demostrártelo, las palabras en ocasiones pueden llevárselas el viento, lo importante son los hechos.

―Pero yo no te he comprado nada...--Dije sonrojándome mirando esa bonita joya.

Acariciando con sus dedos mi barbilla alza mi rostro, mis ojos no tardan en empañecerse, no deseaba que este momento quedará en un sueño.

―Sheila, el mayor regalo que me has ofrecido es ser tú, no puede existir ninguna joya que iguale lo que desprendes cuando te hago mía y estoy a tu lado.

―Tus palabras son tan hermosas, lo único que puedo decirte es que te amo. Te amé desde la primera vez que te vi, fuiste adentrándote día a día en mi interior hasta que no pude más y deje libre mis sentimientos en busca de tu amor.

―Eres tan hermosa como agraciada, por eso quiero que te cases conmigo.

― ¿Cómo?—-Mi rostro se transformó, mi cuerpo se quedó congelado ante la propuesta de Gabriel.

―Deseo que te cases conmigo.

―No puedo Gabriel, hay tantas cosas que no sabemos uno del otro, seríamos como desconocidos y eso al final acaba mal.

Nuevamente aprecié un fuerte dolor en mi pecho notando como mí corazón se congelaba, sin más le entregué su caja con el anillo mirándolo con pena como sus ojos se cargaban de agua empecé a caminar dejándolo atrás.

Cada paso que daba era un ascenso a mi dolor, cómo podía casarme con un hombre que aún no sabe ni que tengo un hijo. Lo que menos deseo es lastimarlo, pero que será de mí el día que se entere.

Gabriel:

―Gabriel amigo, ¿cómo estás? Llevo varios días observándote y pareciese que ha caído un meteorito encima de tu cabeza.

―Me rechazó Jorge. Sheila me rechazó.

―Lo sabía, sabía que te iba decir no a tu proposición. Te lo tienes bien merecido.

―No Jorge, aquella noche la pasé con Sheila, fue una noche mágica, distinta a la vez hermosa. Jamás hubiera imaginado que una noche y una mujer te puedan cambiar por completo.

―¿Me estás diciendo que te has enamorado de Sheila? Tú el gran señor Viviens, el que va de pica flor y para ti el amor no está en su diccionario.

―Sí Jorge, la amo, y por ello le propuse matrimonio.

―No me extraña que te diga que no. Debes darle tiempo, conquistarla y verás como de aquí a un mes te responde lo contrario.

―No Jorge, sé que oculta algo, Sheila es un misterio, un enigma, su amor es muy reservado y su actitud no es clara. Me da la impresión que no es del todo sincera.

―Por eso debes conocerla, tiempo al tiempo primo.

―Eso es lo que no tengo tiempo, cada día que pasa siento más distanciamiento hacia ella. La deseo y a la vez noto que la pierdo como arena que se desvanece entre mis dedos.

―Gabriel, aún sigues dañado por lo que te hizo Clara, pero eso ya es pasado, todas las mujeres no son iguales. Habla con Sheila, pasa tiempo con ella, descubrirás cosas sobre ella para que tu desconfianza se pierda, pero si sigues pensando así nunca alcanzarás la felicidad.

―Yo no sé lo que es la felicidad, tan solo he sido feliz por unos minutos.

―Piénsalo primo, la esperanza es lo último que se pierde.

—Eao haré.— Me bebo mi licor de un trago continuando hablando con mi primo un buen rato.

Llego a mi casa donde la encuentro fría y solitaria. Un hogar no es sólo cuatro paredes y adornarla con los mejores muebles y telas.
Es un lugar donde se crea una familia, donde en la intimidad sientes fluir el amor dándolo todo descubriendo un mundo donde cerré la puerta años atrás por la herida que me causaron. El miedo me ha estado dando la mano durante estos años y hasta ahora nadie ha podido romper esas cadenas salvo ella.
Me dejó caer en el sofá echando mi cabeza hacia atrás pensando en cómo será tenerla como mi esposa y que me dé hijos. Formar un hogar y darles a mi seres queridos aquello que a mí me prohibieron desde pequeño para darme una buena educación o un comportamiento adecuado para seguir el protocolo que se estableció en mi familia.

Escucho mi teléfono sonar, veo que se trata de mi madre.
Hablo con ella duciendime que vendrá a visitarnos Yasmín. Ruedo mis ojos ante la falta de compresión por parte de mi madre de exigir me de casarme con ella.
Trato de convencerla de no tener ningún tipo de interés en Yasmín y mucho menos en querer casarme con alguien a quien no amo.
Porque no corazón ya está ocupado por el amor que siento hacia mi amada Sheila.

Sheila

Procuro centrarme en mi trabajo dejando a un lado los pensamientos que me llevan hacia él. Salgo del juzgado, el juicio ha durado bastante, y se volverá a revocar para dos semanas.
Agotada, llego a casa como siempre me recibe mi hijo.
De pronto veo una carta, la abro con manos temblorosas sabiendo que el remitente es Ernesto.
Comienzo a leerla, mi corazón se me para por segundos, inicio a ponerme furiosa sintiendo brotes de cólera por todo mi organismo maldigo una y otra vez tirando de la misma rabia el papel al suelo.
Maldito seas Ernesto Villegas, maldito seas.
Corriendo subo al piso de Venus, allí con una taza de té caliente le hablo sobre lo que está intentando hacer Ernesto para arrebatarme mi hijo.

―Sheila, debes luchar contra ese desgraciado, amiga no puedes venirte abajo ahora.

―Lo sé Venus. Sé que he cometido muchos errores en mi vida, creo que ya es hora de que Nicolás sepa quién es su padre pero temo que se entere por otro lado y sea peores las consecuencias.

―Haces lo correcto. Sheila aún no he recibido nada sobre Pablo Blas, el detective que te hablé. Cuando tenga noticias te lo comunico.

―Gracias Venus por todo. Ahora voy hablar con Nicolás, espero que todo me salga bien.

―Ya sabes amiga, lo último que se pierde es la esperanza.

Termino de hablar con Venus y bajo para mi casa, Nico se encuentra jugando con sus juguetes, me encuentro muy nerviosa no sé ni por dónde empezar.

―Nico, mi amor, tú ya eres un chico grande que entiende todo.

―Si mami, pronto cumpliré siete años.

―Cariño hay algo que debes de saber. Es sobre tu padre.

―Mi papá. Yo no tengo papá.

―Cariño, si lo tienes, lo único que hemos vivido separados muchos años, ahora ha regresado y quiere conocerte.

―Como se llama.

―Ernesto Villegas.

―¿El hombre que fue a verme al hospital y me sacaron sangre?

―Si cariño, ese hombre es tu padre. Y ahora hijo voy a luchar para que no te aparte de mi lado. No quiero perderte no soportaría que te marches de mi lado. —Ya no lo puedo aguantar más y lo abrazo entre sollozos.

―Mami, mami, no llores yo no me voy a separar de ti.

―¿Y si te tienes que ir con tu papá?

―No mami, no me dejes solo. Yo te quiero no quiero dejarte sola.

Aquellas palabras me conmovieron tanto que caí hundida en un lamento insoportable, no podía soportar la idea de que Ernesto me arrebate a mi hijo.
Porque así me la ha hecho saber. En unas semanas se va celebrar el juicio para luchar por la custodia del niño.
Seco mi rostro mirándome con detenimiento a un trozo de cristal. Aquel que me mostró hace años a una mujer frágil que llevaba en mi vientre a mi bebé donde estaba sola y con pocos medios económicos tuve que pensar como haría para que nada le faltara.
Si de algo estoy segura es de no dejar que Ernesto se salga con las suyas. Soy buena en mi oficio y voy a pelear con uñas y dientes para que Ernesto no se quede con la custodia de mi hijo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro