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『 CAPITULO XXXII

ARCO 6

CACERÍA DE BRUJAS

CAPÍTULO XXXII

El viento azotaba con furia, arrancando hojas de los árboles que bordeaban el pueblo de la inventora. A lo lejos, donde la verdad había sido desvelada, una inquietante nube púrpura se materializó a pocos metros de la entrada del pueblo. De su centro emerge una figura encapuchada. Por su delgada y menuda silueta, se podría suponer que era una mujer. Al cruzar la nube y tocar la tierra, la bruma que la rodeaba se disipó como si nunca hubiera estado allí.

Alzó la vista hacia la copa del árbol y allí la encontró, su secuaz: otra mujer envuelta en una capa oscura. Su cabello lacio y dorado se agitaba al compás del viento. Ambas intercambiaron miradas, y con un solo gesto, la mujer en el árbol asintió, como si hubiera recibido una orden silenciosa. Sin dudarlo, descendió del árbol con agilidad, y comenzó a correr en dirección a Uraraka Ochako.

La figura misteriosa se colocó sus guantes de cuero negro y caminaba hasta adentrarse al pueblo. La parte principal estaba totalmente destruida, la tierra húmeda, las casas hechas pedazos, escombros, tierra y rocas en la parte central del pueblo. Miró hacia arriba, pareciera que antes había una colina, ahora lo entendía perfectamente.

—Tuvo que hacerlo Ochako —sonrió con alegría. Escuchó los quejidos de personas, dos para ser precisos, su emoción se desvaneció y mostraba un semblante molesto. —Huh, creía que estabas muerta —dejó de caminar cuando miró a la bruja herida, su frente sangraba y escupió sangre, su pecho subía y bajaba lentamente. La mujer se hincó y le tocó la mejilla limpiándole la sangre.

—¡A-aléjate! —Gritó el joven al mismo tiempo que le arrojaba una piedra, su intención era golpearla en la cara, pero le dio en el hombro. Shindo, ese es su nombre. Tenía el otro brazo roto. —N-no te dejaré que te la lleves.

La figura misteriosa ladea su cabeza sintiendo incredulidad.

—¿Por qué me llevaría un cadáver? —Dijo con sorpresa, se puso de pie, caminó hasta llegar a él, no había tanta distancia, la bota pisoteaba su abdomen con fuerza. —Los muertos ya no deberían de hablar —sonreía, mientras escuchaba los gritos de dolor, también se había roto una costilla.

Los gritos habían despertado a Tatami, no sabía con exactitud qué parte del cuerpo dolía más, no sabía si era la espalda, las piernas o la cabeza, pero solo era un dolor tan intenso, incluso se sentía que la quemaba. Movió con lentitud su cabeza para ver a Shindo, abrió de más sus ojos al ver que una mujer encapuchada lastimaba a su novio, y lo peor era que esa mujer lo estaba disfrutando.

—¡Ya basta! —Gritó llorando. La mujer misteriosa se giró para verla, Tatami sintió su corazón pararse por un instante. —Ojos color miel tan afilados como un gato —susurró la frase, sus lágrimas bajaron. —Eres ella.

El viento arreciaba con más fuerza, anunciando la tormenta que se cernía sobre el horizonte. La capucha de la misteriosa mujer se agitó con el vendaval, revelando poco a poco su rostro pálido, enmarcado por dos moños dorados que sujetaba su cabello rubio. Al instante, las miradas la reconocieron: era idéntica a la figura en aquellos viejos carteles de 'Se busca', colgados hace más de diez años. No había envejecido ni un día, tan joven, tan hermosa, tan... intimidante.

—Himiko Toga —susurró las palabras con temor.

Tatami sentía que no había vuelta atrás. Su historia había llegado a su fin.

—La misma —sonrió haciendo una reverencia para después reír exageradamente. —Serás parte del bien mayor, pequeña bruja.

Caminó un poco para llegar a Tatami, pero su pie fue tomado por la poca fuerza que tenía Shindo. Himiko lo miró con molestia.

—¡N-no! ¡Déjala! —Desesperado gritaba Shindo quien con la poca magia que tenía, le provocó una vibración en todo el cuerpo a la bruja malvada.

Himiko volteó los ojos sintiendo irritación y cansancio. Todo se había vuelto tan predecible, encontraba a una bruja que al parecer tenía una buena vida; la bruja tenía familia, amigos o una pareja. Siempre las mismas palabras, al inicio le emocionaba arrebatarle la vida, pero conforme los años pasaban, esa emoción se volvió tan vacía, una monotonía.

—Nada cambia —susurró para ella misma, aunque lo dijera en voz alta no podría ser escuchada ya que los gritos y quejidos de la pareja eran más fuertes. —Acabamos con esto —movió un poco la tela de su vestido, de su bota sacó una daga y la clavó en la espalda de Shindo.

—¡NO! —Un grito desgarrador salió de Tatami. Las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos, y golpeaba la tierra sintiéndose impotente de no poder hacer algo por él.

La sangre del líder de La Ley Arcana salpicó el pálido rostro de Himiko. La respiración de Shindo se hacía más débil.

—Pronto te unirás a él —miró a Tatami sin mostrar ningún remordimiento. Y caminó hasta llegar a la bruja herida.

Tatami trataba de huir, pero el dolor en sus piernas le impedía poder moverse con tanta facilidad, lo único que podría hacer era arrastrarse como una serpiente, mientras que le arrojaba unas piedras a Himiko que caminaba lentamente para darle la esperanza de que Tatami se salvaría. Himiko jugueteaba con su daga, hasta que se hartó y tomó del vestido a Tatami.

Forcejearon un poco, pero Himiko es más fuerte, y logró mover a Tatami para que ella esté boca arriba, y para que no huyera, Himiko se sentó arriba de ella en su cadera. Miraba a la herida bruja, tocando su maltratado cabello y sonrió, pasó su daga ensangrentada por la mejilla de ella, como si su piel fuera un trapo para limpiar la sangre.

Para Tatami que le restregaron la sangre de su amado sobre su rostro le partía el alma. Cerró los ojos esperando el final, Himiko Toga tenía razón: pronto se unirá a él. No podía luchar con su destino.

—¿Alguna vez te imaginaste tener una vida ordinaria? ¿Lo qué podrías haber tenido de no ser una bruja? —Preguntó Himiko sintiendo curiosidad.

Tatami abrió los ojos, primero miraba el cielo, después las hojas de los árboles, pero no prestaba atención. Su mente viajaba por sus bellas memorias, la mayoría de estos recuerdos eran inundados por la presencia de Shindo; su primer encuentro, el brote de sus sentimientos en lo profundo de su corazón, como mutuamente se protegían y que él haya fundado La Ley Arcana para mantenerla a salvo.

Miró los tristes y vacíos ojos de su asesina. Aún estando próximo a morir, Tatami sintió una profunda tristeza de ver la soledad de Himiko Toga. Entendió que la pregunta no era para ella, sino un reflejo de Toga.

Le regaló una sonrisa mientras sus lágrimas bajaban. Himiko no lo entendía, ¿Por qué sonreía si estaba a punto de ser asesinada?

—No —dijo en un hilo de voz. Pasó saliva, su garganta se sentía seca y dolía por haber gritado con todas sus fuerzas. —De no haber sido una bruja —hizo una corta pausa mirando a Shindo —nunca lo hubiera conocido. —Volvió a sonreír, pero está vez con tristeza mientras más lágrimas bajaban. —Amé ser una bruja. No lo cambiaría por nada del mundo.

Himiko se sorprendió de sus palabras, enojada mordió su labio y frunció el ceño, le clavó la daga en el pecho. Tatami suspiró de la impresión y tosió sangre, miraba como poco a poco el cielo se tornaba gris.

—Ojala… —pronunció con voz débil —encuentres lo que buscas.

Himiko la miró con molestia y bufo.

—Ya lo encontré —sonrió de lado, pero su sonrisa se desvaneció. Soltó el aire de su pecho. Quitó la daga y pasó su lengua por la sangre de su víctima. —Mea nunc tua virtus, et mea sola est. —Dijo el hechizo en un susurró antes de que Tatami diera su último aliento.

Las manos de Himiko brillaron de un color dorado, hilos de este color salieron de su palmas que impactaron en el cuerpo de Tatami, el brillo se hizo más intenso cuando salía del cuerpo de Tatami hasta llegar a las manos de Himiko, conforme el proceso pasaba la piel de Tatami perdía color. La tez tomó el color de la escarcha de invierno.

Cuando finalizó la recolección del poder mágico, Himiko se levantó y se fue directo hacia Ochako Uraraka.

Shindo con la fuerza que le quedaba se arrastraba hasta llegar al cuerpo de Tatami, pero lo único que pudo tocar de ella fueron sus dedos, su cuerpo cedió a la otra vida.

Ochako, la bruja, corría hasta lo profundo del bosque, sus jadeos le impedían seguir huyendo. Lo que hizo que se detuviera para tomar aire. Se dejó caer sobre la hierba del bosque mientras lloraba y golpeaba la tierra y arrancaba la hierba del suelo sintiendo una mezcla de frustración y dolor.

—¿Ochako? —Dijo una suave voz.

La bruja al escuchar su nombre se puso en alerta y lanzó una rafaga de viento hacia la dirección de esa voz. Ochako se puso de pie, en una posición de lucha. Esa voz de una joven mujer no era de Asui o de Hatsume.

—¡¿Quién eres?! ¡Sal! —Lanzó otra ráfaga de aire, está vez derribando un árbol partiéndolo por la mitad. —¡Muéstrate!

La joven con timidez salió de su escondite, poca luz que se filtraba por la copa de los árboles mostraron a una jovencita hermosa de tez clara, cabello largo celeste y vestido verde.

—Al fin te encontré —sonreía la joven limpiando sus lágrimas.

Ochako abrió sus ojos de sorpresa. Después de tantos años la volvía a ver, no estaba muerta.

—Hermanita —dijo la mujer abriendo sus brazos.

Ochako corrió hacia su hermana adoptiva y le dió un fuerte abrazo. La de cabello castaño no dejaba de llorar mientras la apretaba con fuerza.

—N-nejire —balbuceaba —creí que habías muerto. ¡Perdóname! —Se separó del abrazo y la miraba con vergüenza. —¡Fue mi culpa! ¡Por mi culpa ella vino! Nuestra maestra, el castillo y tú —Nejire le limpió las lágrimas con su yema de los dedos.

—Shhh —le sonrió con cariño. —No fue tu culpa, hermanita. Solo eras una niña, no debes cargar con tanto peso. Estoy aquí, estoy viva. Volveremos a ser una familia.

—Nejire, tenemos que huir —dijo con preocupación. —Mi báculo se ha roto, el hechizo ya no me protege, vendrán por mí.

—Lo sé, por eso mismo te pude encontrar, sentí tu magia. Conozco un lugar a donde podemos ir, es muy lejos y sólo puedes llegar a el por la magia de traslador.

—¿Una lacrima? —Preguntó con extrañeza mientras limpia sus lágrimas con su antebrazo. —¿Cómo la conseguiste? Son muy raras de obtener y valen una fortuna. Solo las familias de la realeza tienen una.

—Vamos, hermanita —le guiñó un ojo mientras sacaba la esfera cristalina de un bolsillo, la esfera contenía un humo rojo en su interior. —Todos estos años he hecho cosas interesantes, no dudes de tu hermana mayor.

Nejire borró su sonrisa y susurró unas palabras en la esfera que hicieron que el humo rojizo se inquietara. Ochako miraba a su hermana con curiosidad.

—¿Dónde está tu anillo? —Se cruzó de brazos. —Se supone que no debes de quitartelo o ella vendrá por ti —advirtió en un tono serio.

—No seas tan tonta —se río mientras apretaba la lacrima. —Me quite el anillo para que ningún caballero sacro me lo robe o me interrogue, está conmigo en mi bolsillo, siempre lo cargo. Es como tu báculo, mientras esté intacto y contigo funciona, pero —arrugó el ceño. —Ahora estás en peligro y necesito llevarte a un lugar seguro donde no nos encontrará.

Se acercó a su hermana menor, guardó la esfera y puso sus manos sobre sus hombros de la menor. Ochako bajó la mirada y suspiró cansada, después levantó su brazo y tocó la mano de Nejire.

—En serio esperabas que fueras ella —murmuró las palabras con tristeza. Su “hermana” no entendió lo que dijo y simplemente sonrió con nervios. Ochako apretó la mano de la impostora y la miró a los ojos mostrando enojo. —Te envío a buscarme, ¿no es así?

Una ráfaga de aire disparó el cuerpo de la impostora, cuando la espalda chocó con el grueso tronco del árbol más cercano, se escuchó un poof, una nube de colores envolvió el cuerpo de la impostora revelando su identidad. Una jovencita de la misma complexión de cuerpo de Ochako. Con la diferencia de una cabellera larga hasta los hombros de color dorado y un vestido color vino, sus manos tenían brazaletes.

Detrás de Ochako, se escuchó un chasquido de lengua en forma rítmica.

—Se más cuidadosa, no queremos que hagas otra escena como aquella vez —dijo la bruja.

Ochako sintió su espalda tensarse al mismo tiempo que un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Las náuseas no tardaron en aparecer y se cubrió la boca para evitar vómito, se giró lentamente y la miró, de pie en la rama de un árbol, la miraba con deseo, como si el lobo al fin encontrara su presa.

—T-toga… —balbuceó, sintió que sus piernas flaqueaban. La rubia rio intensamente de ver el miedo en sus ojos.

—¡La misma! ¡Al fin te encontré, pequeña ratoncita! Que astuta fuiste todo este tiempo —bajó del árbol y caminó hasta ella. —Tu único error fue trabajar en equipo —le pasó su daga por su mejilla. —La confianza no es algo que una bruja pueda obtener. —Le decía mientras caminaba en círculos alrededor de ella. —Es muy triste que de nuevo estés solita. ¿Dónde está él? Pensé que moriría esa vez que mandé al nomu.

—¡Sabía que eras tú! —Gritó encarandola. —¡¿Por qué estás tan obsesionada con tener mi magia?! ¡De quitarme todo lo que amo!

Himiko fingió una cara de lástima.

—No soy culpable de todas tus desgracias, ratoncita. —Puso sus manos en su cadera, sintiéndose ofendida. —Desde que nacemos nuestras vidas están condenadas a la desgracia, las pérdidas y la aflicción. Te recuerdo que tú fuiste quien destruyó esa choza del aldeano en tu pueblo natal, te encontré por primera vez, lo único que tenías que hacer es entregarte, pero hiciste lo contrario, así que no me dejaste opción y mis nomus acabaron con tu pueblo y tus padres. Después tu maestra te adoptó, te cuidó, te enseñó su magia para ocultarte de mí. ¡Pero una bruja no puede cambiar su naturaleza! Y de nuevo, tu magia volvió aparecer, lo que me hizo volver a encontrarte. Tú fuiste la que derribó el castillo, la que condenó a su maestra y la causante de la muerte de tu hermana.

La respiración de Ochako se hacía más entrecortada y se tocaba el pecho, su mirada estaba perdida, aunque miraba a un lugar fijo no prestaba atención, sus pupilas estaban dilatadas.

Mientras que la otra bruja, la ayudante de Toga, se puso de pie, retiró el polvo y las astillas de su ropa y brazos. Se acercó a su maestra y le entregó la lacrima.

—Quería hacerlo fácil para ti. Mi —miró a la otra joven, —mascota, ayudante, lo que sea —rodó los ojos. —Tiene la magia de las ilusiones. No esa magia barata y charlatana de imitación de los magos, es una magia auténtica, digna de una bruja. Le ordené a Camie que usará sus ilusiones para hacerte feliz antes de morir. Pensé que funcionaría. Ah, y, qué horrible de tu parte hacer “amistad” con esa cazarrecompensas, ella me ha quitado varias de mis presas. Cree que algún día romperá su maldición —rechistó —es una estúpida.

—No —chasqueó —la que morirá será tú.

—Eso es imposible, ratoncita.

Ochako movió sus manos, un torbellino se acercaba hacia Toga, pero con una sonrisa simplemente se movió de lugar y fácilmente lo esquivó. Era como si Himiko Toga pudiera ver con lentitud los movimientos de su adversario.

—¿Qué? —Preguntó confundida mirando a la bruja. Cuando parpadeó, Toga estaba frente a ella y le tomó la mano examinándola.

—Huh, entonces son así —miraba la yema de los dedos de Ochako. La castaña sintió que le faltaba el aliento, aunque quisiera no se podía mover, sentía miedo. —Me equivoqué —la miró a los ojos y sonrió, —no eres una ratoncita, eres una gatita. Tienes almohadillas como ellos —Ochako tragó su saliva sin saber que haría la malvada bruja. Toga puso su daga en los dedos de ella. —Hazlo.

—¿Q-qué? —Balbuceó incrédula mientras intentaba romper el agarre de Toga, lo cual era inútil. —¿Hacer?

—¡Usa tu magia! —Le gritó con autoridad. Los afiliados ojos de Toga no dejaban de mirar a Ochako que se mostraba asustada y confundida.

Un pequeño destello rosa envolvió la daga y comenzó a elevarse en el aire con tanta lentitud. Himiko sonrió con tanta emoción.

—Que hermoso —la bruja malvada se abrazó a sí misma. Ochako miraba la daga en el aire mientras arrugaba su ceño. —De tan solo recordar como pudiste anular la flotación de un área del castillo y está cayó a la superficie, me da tanta facilidad. ¡Y solo eres una niña! —Le tomó las manos, —con tu poder lo lograré.

Ochako de forma brusca rompió el lazo entre las manos de Himiko Toga, junto sus manos y susurró una palabra. Rápidamente la daga cayó al suelo.

—¡No es nada hermoso! Mi magia causó un gran desastre, herí a las personas de la superficie. Había un momento en donde deseaba nunca tener magia y tener una vida común —mordió su labio y apretó sus manos —... Es como dices una bruja no puede cambiar su naturaleza, a donde quiera que vaya causare dolor —la figura de un chico de cabello verde, ojos esmeralda y sonrisa brillante apareció en su mente, lo que estrujó más su corazón. —Fui una cobarde nunca le dije quien era y ahora es tarde —se arrodilló y tomó la daga —espero poder ver a Nejire y a mi maestra en la otra vida —estaba por incrustar la daga en su pecho, pero sintió como su mano no avanzó, simplemente sintió la punta afilada de la daga en su pecho y su vestido se tiñó ligeramente en un punto rojo.

Abrió sus ojos y miraba como unos hilos dorados de magia envolvían su muñeca evitando que la daga entrara a su pecho. Himiko Toga la miraba con seriedad.

—Tu maestra sigue viva —confesó mirándola con lástima.

Holaaa, actualizo este fic antes de que acabe el año y para actualizar algo, uno de mis tantos ff jajaja

Espero que se la hayan pasado muy en navidad con sus familias y hayan disfrutado de los regalos. También desearles un próspero año nuevo ❤️

Este año fue muy extraño, complicado, difícil y con algunas cosas buenas. Espero traer más contenido (en especial con mi fics pendientes).

Eclipsa, fuera 💜

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