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『 CAPITULO XXXI 』

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La bruja abrió sus ojos lentamente, sintiendo cómo la luz de la mañana perforaba sus párpados con una punzada de dolor. Parpadeó varias veces hasta que la molestia se disipó, y poco a poco fue consciente de su entorno. Su cuerpo yacía en el suelo frío y húmedo, y no estaba sola. Dos jovencitas, con la piel pálida y las ropas desarregladas, yacían inconscientes a su lado.

Con esfuerzo, se incorporó, tambaleándose ligeramente. Su elegante peinado, que solía ser el orgullo de su apariencia imponente, ahora estaba deshecho, con mechones de cabello rubio escapando caóticamente de su recogido. Se pasó una mano temblorosa por la nuca, intentando sin éxito devolver algo de orden a su apariencia.

—Ya no está —murmuró, con un tono de voz que mezclaba alivio y preocupación—. El torbellino...

Su corazón dio un vuelco al comprender la magnitud de lo que acababa de suceder. Sin perder más tiempo, se lanzó a correr, sus pies descalzos apenas tocando el suelo mientras se apresuraba. La desesperación la empujaba, cada paso un eco de sus temores. Necesitaba confirmar lo que su instinto le gritaba.

«Shindo, más te vale que estés vivo», aquel pensamiento resonaba en su mente, el temor seguido de la ansiedad se apoderaba de ella a cada paso que la acercaba al centro del pueblo.

Y entonces lo vio. Shindo yacía en el suelo, sus ropas desgastadas y un pequeño charco de agua a su alrededor. Frente a su amado, se alzaba el enemigo, un joven de cabellera verde y una espada brillante. La visión le arrancó un grito de angustia.

—¡Shindo! —Vociferó con desesperación y corrió hacia él. Shindo entreabrió los ojos, sintiendo el cálido toque de unas suaves manos en su rostro. —¡Aléjate! —Le retó la bruja, su voz temblorosa pero firme. Sus ojos llorosos brillaban con una mezcla de miedo y determinación que desconcertaba al joven enemigo. Midoriya no comprendía la situación.

La mujer de rubios cabellos sostenía a Shindo, protegiéndolo con su cuerpo. Aunque temblorosa, su postura reflejaba una decisión inquebrantable.

—N-no tienes... —susurró Shindo a su novia— que estar aquí... —le dedicó una media sonrisa, débil pero genuina.

—Espera —Midoriya retrocedió unos pasos, apuntando a la mujer con su espada— si tú estás aquí... —una presión se sintió en su pecho— ¿Dónde está Ochako? —Giró la cabeza para mirar en la dirección de donde la bruja había llegado.

Midoriya regresó su mirada, entre preocupada y molesta, hacia Shindo y la bruja. No sabía qué hacer. Si corría en busca de Ochako y Asui, esos dos escaparían, pero si los retenía, la incertidumbre de saber si Ochako estaba bien o no, lo consumía. No tenía idea si ella estaba desmayada o al borde de la muerte, pues había estado dormida durante días debido a que una de las tres gemas de su báculo se había agrietado.

El tiempo parecía detenerse mientras Midoriya luchaba con la decisión. La bruja, abrazando a Shindo con fuerza, también sentía el peso de la incertidumbre. El destino de todos colgaba de un hilo, cada segundo impregnado de tensión y peligro.

—¡Maldita sea! —Gritó de impotencia el de cabellos rizados, apretó los dientes, sostuvo con firmeza la empuñadura de su espada.

La vida de todos estaba por delante de cualquier sentimiento, pero confiaba en que tanto Ochako como la asesina estaban bien, era una corazonada y debía tener razón. La bruja, cuando notó que el semblante de su enemigo cambió de preocupación a determinación, sabía que todo había acabado.

Tatami no sabía si iba a morir o solo seria capturada, no importaba, porque sea cual sea el tormentoso destino, quería pasarlo junto a Yo Shindo. Ella era de él, y si iba a morir, seria a su lado, no lo abandonaría hasta el ultimo suspiro saliera de sus labios, se lo juró, se hizo una promesa de que estarían juntos sin importar que la situación fuera critica.

—Tatami, perdón —le susurró al oído, y sujetó su mano con fuerza entrelazándola —formé La Ley Arcana para protegerte de... —tosió un poco de sangre alertando a la chica —... Himiko, pero no sirvió de nada, ojalá tuviéramos mas tiempo.

—Lo tendremos amor mío —susurró arrugando las cejas. Antes de que la espada impactara hacia ellos, la bruja, astutamente creo una esfera que los rodeaba.

Un velo de luz verde entre dorado, chocaron con los brillantes y coloridos espectros del campo que se había formado. Midoriya detuvo su ataque cuando se dio cuenta que no sirvió de nada.

—¡Izuku! —Gritó Ochako. Usando su báculo creó unos cuantos torbellinos en cada esquina del centro de pueblo.

Aquella voz generó calma en Midoriya que tomó una bocanada de aire, nada malo le había pasado, atrás de la hechicera estaba la asesina.

La pequeña distracción bastó, para que la esfera se hundiera bajo tierra, creando un hueco, la ventisca de aire mezclada con la tierra fue suficiente para usarla como cortina de humo. Shindo y Tatami ya no estaban.

Ambas señoritas corrieron hasta llegar donde se encontraba Midoriya. La hechicera deshizo su magia, el de cabellos rizados abrazó a su novia.

—C-creí q-que te había sucedido algo —aspiró el aroma a lavanda del cabello castaño, la cercanía desencadenó un ligero sonrojo en las mejillas de la hechicera.

—Estoy bien —respondió mientras le daba caricias en la espalda, —estamos bien —agregó mirando a Asui quien simplemente ladeó la cabeza.

—¿Dónde está Iida? —Preguntó Asui mirando a todas partes. —Estoy segura que ganó en su combate.

Dos personas se acercaban a la entrada del pueblo, su paso lento era evidente, pero poco a poco descubrieron de quienes se trataban. Mei ayudaba a caminar a un malherido Iida.

—¿Reporte? —Preguntó Iida al soltar un quejido cuando Mei se movió un poco.

—Solo queda el líder y la bruja, escaparon —respondió Midoriya.

La esfera recorrió todo el pueblo, se movía a gran velocidad hasta que finalmente salió de la tierra posicionándose en la colina mas alta. Desde esa altura tenia una amplia vista de cada rincón y lugar. Los cristales se rompieron, Tatami sostenía aun en sus brazos a Shindo, fijo su vista en la bota de él, donde saco unas vendas, colocó las vendas en el torso de Shindo quien gruñó de dolor, Tatami preocupada, se mordió el labio, sus ojos se humedecían.

Una mano tocó su rostro, se sorprendió, pero sabia de quien se trataba, Shindo con una media sonrisa y con un ojo cerrado se mantenía sereno por ella.

—¿Te duele mucho? —Tatami preguntó con nerviosismo mientras seguía colocándole las vendas.

—Un poco —se rio —¡arg! —Puso su mano en su frente y miraba firmemente el cielo —ese imbécil, tiene una fuerza misteriosa. Izuku —hizo una pausa —así es como se llama, Tatami —la miró. Ella solo asintió. —No nos dejara ir.

Shindo se movía, pero Tatami alterada lo ayudó, no quería sus heridas se abrieran.

—Nuestros camaradas han sido derrotados —dijo asustada. —Shindo esto ha sido un error, no debimos de haber hecho esto, ¿Por qué simplemente no fuimos con el rey o un jefe de algún pueblo? Si nos escuchaban nos podrían ayudar.

—Tatami no seas tonta. Ellos no cambiaran de idea tan fácil, aún no están listos para aceptar que existen brujas de buen corazón. Prometí protegerte y eso hare... —apretó con fuerza su puño —aunque me cueste la vida.

—No, por favor no —se hincó para estar a la misma altura de él, sus manos viajaron hacia sus mejillas para que lo vea a los ojos. —¡Si tu no estas conmigo, entonces mi vida no tendría sentido! No te permito arriesgar tu vida por mí. No lo vale —sus lagrimas caían —no importa que hagamos, siempre estaremos huyendo, nunca podremos ser feliz; no mientras esa maldita de Toga Himiko esté detrás de cada bruja en todo el país. Mereces más, Shindo, pero no es a mi lado. —Shindo arrugó sus cejas —si no es Toga será uno de ellos —miraba hacia el pueblo, donde estaban los miembros reunidos.

—De acuerdo —Shindo soltó un suspiro. Se puso de pie y caminó hasta estar en la orilla de la colina —¿Tatami estarás a mi lado? —Se arrodilló y puso sus manos sintiendo la tierra.

Tatami abrió un poco la boca por la sorpresa. Sabia que ese era el ultimo recurso que tenían. No podría mentir que la condición de Shindo le preocupaba, no sabía que tanto podría llegar su magia en el estado malherido que se encontraba, podría que su cuerpo cayera al suelo por el dolor o perdiera la conciencia. Pero, no podría negar su determinación.

Shindo crearía un gran terremoto, sepultando aquellas cinco personas que habían desafiado a La Ley Arcana; aunque eso significaba que el pueblo dejaría de existir. Corriendo el riesgo que tanto él como Tatami también caerían. ¿Y que importaba? No tenían mas opciones. Difícilmente escaparían de ellos: un caballero sacro experimentado, un espadachín, una hechicera y la asesina de brujas. ¿Esas personas serian capaz de acabar con su vida?

«Si, por supuesto»

Pensó Shindo ahogando una mínima esperanza en sus ojos.

Era obvio, si ellos habían sido capaces de hacerlo, por qué ellos, la fuerza del bien, los héroes, ¿no acabarían con la vida de dos enamorados con historial criminal? Por eso, no tenían opciones. 1) Esas personas del reino los matarían, 2) Los arrestan, para posteriormente ser juzgados en el reino y llevados a la ejecución y 3) Milagrosamente escapaban, encontrándose con la peor bruja: Himiko Toga, quien evidentemente los asesinaría.

Al menos, Shindo podría elegir como terminar su historia, ya sabia que el camino que decidió recorrer lo llevaría a la muerte, y no le importaba porque, aunque todos lo vean con ojos de maldad, él simplemente lo hizo para protegerla a ella.

Tatami también sabía que sin importar que hicieran iba a morir, pero si eso pasaría, lo haría a lado de su amor. Nadie los iba a separar, esperaba que, si existía algo más allá de la muerte, lo podría acompañar incluso en la eternidad.

—Si —anunció su respuesta mientras apretaba sus manos. —No tengo miedo a morir si estoy junto a ti.

El corazón de Shindo dio un vuelco acompañado de un extraño malestar en su estómago, creyó que quizá al final ella se iría sin él, pero la decisión que la bruja tomó solo hizo que su corazón se hinchara de emoción, se había decidido. Una lagrima bajo por su mejilla y sonrió de lado, todo esto sin mirarla.

La amaba demasiado, y si pudiera elegir volver a vivir, la volvería a buscar para vivir su corta vida con esa agradable sonrisa que le provocaba paz en su alma.

La bruja usando su magia creó una esfera que seria como su defensa para los ataques.

Sentían una vibración constante, al inicio era ligera, pero la intensidad aumentó, sorprendiendo a todos cuando la tierra del pueblo se partió.

—¡Ah! —Gritó Mei mirando el suelo. —No puede ser, aun hay personas en el pueblo.

—Creí que habían huido —mencionó Midoriya tambaleándose.

—Es entendible. En un momento como este, sus mentes se nublan haciéndolos tomar la decisión equivocada. Así que simplemente se escondieron —espectó Iida que se mantenía de pie por si solo, olvidando el cansancio que cargaba. —Como caballero sacro es mi deber terminar con la misión.

—No seas imprudente, Iida. —Regañó Ochako —estas a un golpe de caerte al suelo.

—¡Están en la colina! —Gritó desde lo alto del árbol Asui Tsuyu —¡Planean sepultarnos! —Miró a sus amigos. —¡Debemos hacer algo, y rápido!

—¡Los voy a derribar! —Gritó Ochako mirando a Tsuyu, se montó en su báculo.

—Por favor, no te excedas —le tomó del brazo Midoriya, mirándola con el ceño fruncido. Para Ochako el semblante de Izuku denotaba temor, los ojos verdes se enfocaron en las gemas del báculo.

—Estaré bien, Izuku. Voy a regresar sana y salva, ya lo veras —le sonrió, y el dejó de tomar su brazo.

Aun así, Midoriya miraba con la misma expresión mientras Ochako se elevaba mas en el aire, un cúmulo de emociones en las cuales dominaba la angustia.

La hechicera divisó en lo alto de la colina al líder de La Ley Arcana y detrás suyo la bruja Tatami, ambos estaban envueltos en esa extraña esfera de colores y patrones extraños, parecía una cúpula. Ochako aun sentada en su báculo alzó su mano y de su palma salió una gran ventisca de aire.

Pero, la cúpula no parecía moverse ni un milímetro de la tierra, se mantenía en la misma posición como una gran roca, incluso parecía una montaña, haciéndose preguntar a Ochako si aquello era la determinación de esa bruja. No entendía por qué quería destruir el pueblo. Ochako ascendió más alto, Midoriya, Iida, Asui y Mei ya no la podría ver, se veía tan diminuta para la distancia en la que se encontraba, incluso la hechicera creyó que podría ir hasta las nubes.

Sintiéndose segura, de su mano salió un destello rosa, se tocó el pecho y una pequeña aura color rosa la envolvió para después desaparecer, dejó salir el aire, mordió su labio y dejó de estar sentada sobre su báculo, ahora estaba levitando en el aire.

Era una extraña sensación, como sentirse libre y ligera, pero al mismo tiempo no, sabia el riesgo que esto conllevaba, por eso, en sus manos tenían grilletes, todo esto como una atadura mental. Sujetó su báculo mirando su reflejo en las gemas rubíes, cerró los ojos con fuerza, después los abrió y comenzó a mover su báculo en forma circular creando un vórtice de aire. Con el mismo movimiento de muñeca, el vórtice crecía más, el viento circulaba a grandes velocidades que se podría escuchar un sonido como de un rayo, una solo ventisca lastimó la mejilla de Ochako haciéndole un corte.

—Creo que es suficiente... espero no hacer mas caos del que pueda haber —direccionó el vórtice hacia la cúpula que rápidamente impacto.

Ochako se montó de nuevo en su báculo y descendió, mirando que su ataque solo había generado grietas y para su sorpresa dentro de esa cúpula había una más, que protegía a las dos personas.

Asui junto a Midoriya evacuaban a las personas llevándolas a un lugar seguro. La tierra se volvió a partir de nuevo, generando mas gritos y llantos, en espacial para los infantes.

—¿Ochako, que pasó? —Preguntó Iida arrugando las cejas.

—Su defensa es muy buena, solo le puede hacer unas grietas y descubrí que tiene otro escudo. Están decididos en destruir el pueblo —Bajo la mirada pensando en que otra cosa podría hacer.

—Podríamos entre todos destruir la defensa —propuso Midoriya quien había escuchado.

—No bastara —dijo Asui mirando hacia la esfera —Ochako y yo sabemos que tan fuerte puede ser, y no solo eso quizá hasta podría generarnos el dolor de cabeza y las náuseas, al menos así fue cuando estábamos adentro de la esfera, no sabemos si puede generarlos también hacia afuera.

—¿Y que se supone que hagamos? —Preguntó Mei molesta. —Este es mi hogar, no lo quiero perder. ¡Confiamos en ustedes para salvarnos! —Mei se tocó su cabeza sintiendo desesperación.

—¡Ayuda! —Gritaba un joven que estaba atrapado entre los cimientos de la casa que se había destruido. —¡No puedo moverme! ¡N-no quiero morir! —Gritó con angustia.

Midoriya corrió hacia esa voz desesperada, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Asui le seguía de cerca, habiéndose percatado de que unos niños se habían quedado atrapados entre los escombros. La situación era crítica, y cada segundo contaba. Mientras tanto, Mei, incapaz de contener la angustia, comenzaba a llorar en silencio, sus lágrimas cayendo sobre el suelo polvoriento mientras se desplomaba de rodillas. La desesperación se apoderaba de ella, sus sollozos ahogados por el caos que la rodeaba.

Iida, con su habitual sentido del deber, no dudó en lanzarse al rescate de una mujer atrapada bajo los restos de una estructura colapsada. Su determinación era evidente, moviéndose con una precisión y velocidad inigualables. A pesar de la emergencia, mantenía la calma, sabiendo que cada vida salvada era un pequeño triunfo en medio del desastre.

Ochako, por su parte, observaba todo con una extraña claridad. El mundo a su alrededor parecía moverse en cámara lenta, cada grito y cada movimiento resonando en un eco lejano. Aunque no quisiera admitirlo, ella conocía una solución. Era una medida extrema y arriesgada, una que traía consigo recuerdos dolorosos de su aldea natal, destruida en circunstancias similares. Sus manos temblaban, sus latidos incrementaban y el sudor bajaba desde su frente, cada gota reflejando la tensión que sentía. Podía sentir la presión de la decisión que debía tomar, una que podría cambiar el curso de los acontecimientos.

Un poco más lejos del pueblo, en la copa de un árbol frondoso, una figura envuelta en una capa negra observaba todo con una sonrisa siniestra. La oscuridad de la noche la envolvía, pero sus ojos brillaban con una intensidad maligna. La joven encapuchada murmuró con un brillo en sus ojos que reflejaba su satisfacción.

—La encontré.

Sus palabras, apenas un susurro, llevaban consigo una promesa de caos inminente. Observaba a Ochako con una atención particular, como si esperara su próximo movimiento con anticipación.

Mei abrió sus ojos cuando sintió que tocaban sus hombros, miraba a la hechicera que arrugaba las cejas.

—Tu hogar se salvará —afirmó la hechicera con una sonrisa temblorosa, quería darle seguridad a Mei, pero aquello hizo que la inventora se confundiera. Ochako bajo sus manos hasta tocar la de chica. —Vamos a la madriguera.

—¿Q-que? —La inventora se limpió las lagrimas con el dorso de su brazo al mismo tiempo que se ponía de pie junto a la hechicera. Sus ojos miraban hacia el báculo de Ochako. —E-espera, tu... —Ochako le apretó la mano y la jalo mientras corría.

Midoriya giro la cabeza observando como Ochako corría tomada de la mano de Mei que trataba de seguirle el ritmo. Tuvo una fuerte corazonada, y sabia que estaba pensando Ochako.

—¡No! —Gritó Midoriya alertando a Asui e Iida, que miraron hacia la misma dirección que él. —¡Deténgala! —Ordenó mientras comenzaba a correr.

La asesina y el caballero sacro iban hacia el centro de operaciones de Mei: su madriguera.

Una vez adentro, la inventora se movía por su taller sintiendo nerviosismo, no sabia que era peor si destruían su pueblo o que la chica que no le agradaba estaba por dar su vida para salvarlos a todos. Mei recorría el lugar con su caja de herramientas, ajustando unos pernos al armatoste, la gran armadura era sujetada de los brazos y el torso por unas grandes cadenas.

—E-es un prototipo —balbuceó Mei colocando unas piezas, —no se si llegue a funcionar —echo una mirada hacia la hechicera que estaba temblando mientras veía el báculo, —no se la potencia —se limpió el sudor de su frente.

—No importa, tenemos un minuto —la madriguera comenzaba a caerse, la tierra había bloqueado la entrada, escuchaban los gritos de sus amigos. La magia de Shindo era tanta que incluso logró a alcanzarlos.

El prototipo de Mei se cayó al piso, asustando a las jóvenes, la inventora se acercó y comprobó que todo este bien. Sujeto su control de mando, era una caja con piezas metálicas y unas palancas con botones, la caja tenía también un sujetador como si se tratara de una mochila, Mei soltó un quejido al colocarse todo el instrumento.

—Lista —dijo con una media sonrisa cuando abrochó el cinturón. —Las gemas deben ir en el pechero, hay un hueco ahí —le dijo apuntándole —atrás. ¿Ahora como saldremos de aquí? Todo se cae a pedazos —un cúmulo de tierra compacta había descendido hasta ellas.

Ochako corrió se subió arriba del robot como le había llamado Mei a su creación.

—Sujeta al robot.

Mei asintió y se abrazó al robot. Ochako colocó sus manos en el casco, y un pequeño brillo rosa las envolvió a ambas junto al robot. El resplandor desapareció y, para su sorpresa, la inventora se sentía más ligera. Ochako alzó su mano y, abriendo un agujero en el aire, desató una poderosa ventisca que las impulsó hacia arriba como si fueran disparadas por un cañón de aire.

Finalmente, Midoriya, Iida y Asui llegaron y observaron con asombro cómo Ochako partía su báculo en dos. De la madera salió un polvo rojo y, tras quitar las gemas rubíes, abrió la compuerta del robot y las insertó en su interior.

—¡Ochako, estás loca! —le gritó Midoriya, apretando los dientes con frustración.

—No había otra manera —respondió ella, mirándolo con el ceño fruncido—. Lo pensé una y otra vez. Tenía que hacerlo.

Asui e Iida sintieron una extraña sensación de desesperación al imaginar perder a Ochako. Habían visto morir a compañeros antes, pero esta vez era diferente. Esta vez no se trataba de un simple camarada de la brigada o del reino; estaban a punto de perder a su amiga.

Aunque respetaban la decisión de Ochako, no querían que el resultado fuera su muerte.

—Hay que encontrar una sanadora para Lady Uraraka —propuso Iida.

—¡Tengo al objetivo! —gritó Mei, alertando a todos. El robot se movió bruscamente y Ochako se tambaleó. La armadura del robot brillaba con un azul intenso. Asui sujetó a Ochako con su lengua y la apartó del robot. —¡Fuego!

Los brazos del robot se alzaron, apuntando hacia la colina. Un gran rayo en espiral y de color azul se dirigió hacia el líder de La Ley Arcana y la bruja. Un estruendo resonó y la vibración se detuvo.

Todos suspiraron aliviados, pero un pitido rompió el silencio, cada vez más fuerte. Asui sacó su lacrima, una pequeña esfera que parpadeaba intensamente. La asesina, rara vez sorprendida, se quedó en blanco, incapaz de creer lo que veía.

Se giró con la lacrima en la mano y todos la miraron preocupados. La asesina apretó la esfera con más fuerza, levantó la mirada y, con ojos negros y vacíos, miró a Ochako.

—Tenía mis sospechas... —dijo mientras caminaba hacia la castaña—. Esperaba estar equivocada.

A medida que se acercaba, la luz parpadeaba con más intensidad. Iida suspiró, decepcionado, y se llevó una mano a la frente. Mei no entendía qué sucedía, y Midoriya observaba en silencio, inmóvil.

Ochako tragó saliva. Estaba expuesta, sin protección, y, posiblemente, sin amigos. De nuevo, se sentía como al inicio de su viaje: sola.

—Creí que éramos amigas —espetó Asui con una voz gélida, justo frente a ella. Apretó más el orbe de cristal y lo destruyó—. ¿Por qué no me dijiste que eras una bruja, Ochako?

La hechicera, no, la bruja, sintió su sangre hervir. Un peso enorme la empujaba al suelo, sus manos temblaban y, al mirarlas, vio unas almohadillas. Sus latidos se aceleraron junto con la presión que la hacía hundirse.

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¡Si! Finalmente lo terminé. Terminé este arco.

Ahora todo el grupo sabe que Ochako es una bruja. Y además ya fue encontrada.

Había escrito un poco de ideas de como seria esta escena desde el arco El Herrero, la idea original ahí está, claro que con forme se narraron los hechos cambio un poco, quería que hubiera más tensión entre Mei y Ochako, pero luego lo descarte. 

Maneje a Shindo y Tatami como los trágicos enamorados, pobrecitos:c

El arco seis inicia en el siguiente capitulo. El pasado de Ochako, de las brujas, nuevos personajes. Sera mucha informacion sobre este universo medieval-magico c:

Eclipsa, fuera

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