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『 CAPITULO VI 』

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Izuku Midoriya miraba con desesperación como la hechicera se alejaba mas y mas del. Toco sus cabellos verdes y los estrujo con frustración, hizo un mohín para después correr hacia donde estaba el caballo junto al carruaje, de forma rápida abría cada baúl con la esperanza de encontrar algún medicamento o un frasco con un líquido para sanar la herida de su amiga.

Al no encontrar nada, molesto aventó cada baúl sin importar si se rompía el contenido. Finalmente encontró un baúl que tenía una etiqueta con tinta negra en letras mayúsculas que decía "Medicina". Abrió el baúl y paso sus manos por los frascos, las flores y uno que otro libro, hasta encontrarse con un pequeño estuche de madera, abrió y el contenido y vio una pasta verdosa que olía a limón, miel y a hojas de té.

Guardó el estuche en su mochila, todos miraban al chico como corría hacia los barriles de agua y sacaba un frasco de su mochila y lo llenaba de agua, sus rostros mostraban sorpresa, molestia y algunos miraban con desaprobación. Aun así, poco le importó. Comenzó a correr hacia el sur alejándose de la aldea.

Izuku realmente deseaba que su amiga no haya ido tan lejos porque no podría vivir con tranquilidad si no sabe de ella, necesitaba verla y saber que ella estaba bien. Cuando se conocieron ella muy amablemente le dio de comer y le ofreció dormir en su cabaña, así que Izuku se sentía obligado a hacer algo por ella, porque se lo debía.

Él lo pensó mejor, la hechicera no tendría que estar que estar sentada sobre las ramas de los árboles, seria fácilmente vista, tendría que estar en un lugar alto, pero en tierra firme. Así fue como vio un monte a lo lejos del pueblo. Cuando el vio que su obstáculo era subir ese monte por un momento sonrió al imaginar que mecanismo podría construir, pero negó cuando recordó que no tenía el tiempo suficiente.

Sacó una cuerda de su mochila y la amarró a un martillo que tenía guardado también en esa mochila verde, amarro el martillo en el extremo de la soga para después hacer girar la cuerda hasta arrojarla a una gran raíz que sobresalía de la tierra.

Cuando termino de escalar aquel acantilado camino mirando ambos lados en búsqueda de la hechicera, pero solo veía árboles, arbustos, animales y flores; pero si no fuera por los sollozos nunca la hubiera encontrado. Ahí esta ella, llorando sentada a la orilla de un pequeño estanque, dándole la espalda, por la posición en la que estaba juraba que ella sostenía sus piernas a la altura de su pecho, su sombrero color magenta estaba en el césped junto al báculo.

Izuku se le estrujo el corazón al escucharla llorar, sus sollozos eran como dagas que perforaban toda su piel, por instinto se llevo su mano a la altura de su pecho y apretó su saco verde.

—¡N-no te acerques! —dijo con voz quebrada en un tono grueso —déjame sola —demando lo último tocando su báculo de madera.

Izuku dibujo una mueca triste en su rostro, arrugó sus cejas y caminó hasta ella. Cuando la hechicera escucho que los pasos aumentaban se puso de pie y se giró hacia él, mientras lo apuntaba con su báculo sosteniéndolo con ambas manos, el de hebras verdes fruncía la cejas sintiendo tristeza de verla y un nudo en su garganta se formó cuando veía como de su frente tenía un hilo carmín de sangre, de su mochila saco el estuche de madera mientras soltaba un suspiro.

—No lo hare —dijo firme optando un semblante serio, pero la hechicera lo miraba con molestia.

Izuku arranco un pedazo de la tela de su manga larga de la camisa blanca sorprendido a la chica quien comenzaba a temblar de sus labios intentando ahogar uno de sus sollozos. El corto la distancia entre la hechicera y la hacía bajar el báculo con delicadeza.

—Estas herida déjame curarte, por favor —le suplico con voz dolida haciendo que la joven lo mirara. Al no haber respuesta el de hebras verdes humedeció el pedazo de tela con el agua que había traído en un frasco y comenzó a limpiar la herida de la frente, moviendo suavemente el trapo húmedo, después abrió el estuche de madera y le colocó el ungüento verde, la hechicera hizo una mueca de dolor, —esto debe funcionar.

—Bien. Ya lo hiciste, ahora largo —dijo dándole la espalda lo que ocasionó que Midoriya se molestara.

—Para ser una ladrona astuta eres muy idiota a veces, Ochako.

La hechicera que se encontraba dándole la espalda apretó sus manos molesta y frunció el ceño y se dio la vuelta para encararlo.

—Tu eres el idiota aquí. —Lo señaló mientras caminaba hacia él, —¡Y-ya los oíste! —Levantó la voz sintiendo furia y dolor en su pecho, apretó más el báculo y se puso de pie, se giró para verlo, —¡Porque soy un peligro! Uso magia, no soy como tú, podría hacerte daño, quizá hasta te podría traicionar —comenzó a decir mientras soltaba más lágrimas, aun sujetando su báculo, se llevó ambas manos a sus sienes —es-estoy harta de que me vean de esa forma, que confundan con una bruja, ¡y-yo no soy una! ¡Harta de tener que estar huyendo para que no me atrapen y me traten como una esclava o acaben con mi vida por un malentendido! —Izuku frunció el ceño molesto por los comentarios que escuchaba —Yo... —bajo sus manos y miró la piedra del núcleo de su báculo con recelo —¡Yo no pedí nacer con magia! —Hizo una corta pausa. —Lo único que quería era estar con mi familia.

El de hebras dio un paso adelante lo que preocupo a la joven que apunto su báculo hacia él. Izuku solo la miraba en silencio y serio.

—Perdona, me temo que tendré que romper la promesa que te hice —después de decir aquello acerco su báculo hasta ella, bajo la mirada y sonrió débilmente —había olvidado el cómo se sentía estar en un ambiente cómodo, y estar contigo me hacía recordar a mis momentos de felicidad —después borro su sonrisa y lo miró, —espero y lo logres solo, cabellos rizados —separo el báculo del pecho de Izuku y la piedra comenzó a brillar.

Cerro los ojos para perderse entre el viento y las nubes, pero sintió algo más cálido, sintió el calor de unos brazos rodearla. La abrazaban con tanta fuerza impidiendo moverse, la hechicera se quejaba; pero poco a poco cedió, soltó su báculo, volvió a sollozar y recargo su cabeza en el hombro del joven mientras lo abrazaba. Ambos cayeron de rodillas al suelo sin romper el abrazo.

—¿Por qué? —Preguntó ella en un tono de voz débil y apenas audible por sus sollozos.

—Ya te lo dije, Ochako. Eres mi amiga y jamás te dejare sola —comenzó a darle caricias en sus cabellos marrones, —ellos podrán decir cualquier cosa de ti, pero lo que importa es lo que harás con el poder que tienes, pudiste ser cruel, lanzar tus hechizos y aún así te detuviste.

—P-pero quería hacerlo... —sollozaba y escondió su rostro en el pecho de su amigo mientras apretaba sus ropas, —quería usar mi magia para castigarlos.

—Y no lo hiciste. —El de hebras verdes levanto el mentón de su amiga para que lo viera, Izuku le sonreía tiernamente mientras que la hechicera le temblaban sus labios, un par de lágrimas se deslizaban por los ojos achocolatados de la joven y él con su pulgar se las quitó. — Tú no eres un ser malvado. Eres una persona muy bondadosa que ayudo a un forastero como yo, me diste de comer, me dejaste dormir bajo tú mismo techo y justo ahora estas a mi lado; prestándome tu ayuda para salvar a mi aldea. ¿Cómo podría dejarte sola cuando sé que estas sufriendo?

La hechicera lo miraba con un rostro afligido, pero al mismo tiempo intentando sonreír de lado por las palabras que escucho. Habían ayudado mucho en calmar su acelerado corazón, miraba esos ojos color esmeralda como si fueran estrellas para ella, pero recordó el verdadero motivo del porque fue amable con él.

Era porque Izuku Midoriya era un usuario de una muy extraña magia que creyó nunca antes ver más que solo en viejos libros. Su motivo fue egoísta, porque estaba maravillada con la idea de ver como aquel chico de cabellos rizados descubría su propio poder y así ella con suerte encontrar la espada legendaria y terminar con su objetivo personal.

Ochako se sentía mal, sentía que de algún modo era ella quien se estaba aprovechando del.

«Debo decirle... debo decirle quién soy realmente. ¿Debo hacerlo? »

Se cuestionó dudosa la hechicera apartando la mirada de esos ojos esmeralda.

Izuku se puso de pie y estiro su mano para que ella la sujetara, y así fue como de un tirón ella ya no estaba con sus rodillas al césped, estaba de pie aun tocando la mano de su amigo.

—Nunca me voy a separar de ti, Ochako —le sonrió para darle confianza a la hechicera, —y no es por la promesa. No es porque me dijiste que me ayudarías, es porque no quiero hacerlo. Después de haber salvado mi aldea, juntos comeremos de los pastelillos que hace mi mamá, seguro los amaras —se rio un poco y comenzó a caminar tomado de la mano de la hechicera quien no dejaba de mirar sus manos unidas como si se tratara de un lazo divino.

—Gracias por no haberme dejado... Izuku —dijo en voz baja, sus mejillas se tiñeron de color carmín.

El nombrado detuvo su paso, soltó la mano de su amiga y se giró para verla, él sonreía muy emocionado mientras que ella daba un paso hacia atrás nerviosa y mostraba su báculo para estar a la defensiva del movimiento del chico.

—¡Has dicho mi nombre! —Festejaba alegre mientras trataba de abrazarla, pero ella lo evadía.

Aquellos jóvenes no tenían idea que habían sido observados desde la lejanía por una persona que usaba una túnica con capucha color lavanda. Se encontraba molesto, pero estaba aliviado al no reconocer el símbolo de algún reino u orden de caballeros sacros en sus ropas. Solo eran unos simples viajeros que cruzaron su camino con la aldea que pensaba destruir.

Por otro lado, la hechicera caminaba a la par con su amigo, ella le había dicho que no quería volver al pueblo, así que le pidió amablemente que fuera por el carruaje, solo esperaba que ningún pueblerino comenzara a inspeccionar los baúles. Sobre todo porque en uno de ellos había oro.

Izuku caminó adentrándose al pueblo mientras miraba a todos los presentes molestos y algunos sentían vergüenza de cruzar la mirada, se montó en el asiento y movió las riendas para que el caballo comenzara a rodear el pueblo. Cuando estaba cerca de la hechicera se acercó a él, la piedra roja de su báculo se iluminó y sintió que se elevaba en el aire.

—Aún no me acostumbro que uses tu magia sin avisarme —decía tratando de sonar calmado, pero su voz temblaba y se aferraba al carruaje.

—Bueno en ese caso —coloco su báculo en el pecho del chico quien cayó al suelo y mancho su rostro de tierra y la hechicera rio —puedes subir la colina por tu propia cuenta.

—¡No es gracioso! —Sacudió su ropa frunciendo el ceño, la miro, pero no se pudo resistir ante la mirada de la chica riendo y tocando sus mejillas, que sin darse cuenta le sonría con ternura. —Ochako —la llamó serio lo que ocasionó que la hechicera dejara de reír para verlo portando un semblante igual al de él. Izuku enfoca su mirada en la frente de su amiga, —¿Qué haremos respecto al mago?

La joven desvía su mirada hasta encontrarse con las vistas alejadas del pueblo, frunce el ceño recordando aquel vil momento que paso y aprieta su báculo para después mirar la piedra mágica. Siente una mano en su hombro lo que la hace voltear su cara y se encuentra con los ojos esmeralda del chico.

—No importa la decisión que tomes, no te juzgare, estaré contigo pase lo que pase —las palabras sinceras junto a la sonrisa del chico de cabellos rizados le dan fuerza para tomar una elección.

Sonríe de lado para después volver a mirar el pueblo.

—Debemos encontrar al mago... —dice un susurro que sus palabras se pierden entre el viento que sopla moviendo su cabellera castaña, —no todas las personas que usan la magia son malas. —Después lo mira a él —y se los voy a demostrar.

Izuku sonríe complacido al reconocer que sin lugar a dudas Ochako tiene un corazón puro, que a pesar de haber sido encerrada y herida quería de algún modo salvar ese pueblo.

Habían pasado un par de horas, Izuku junto a Ochako habían sacado un par de baúles para hacer mas espacio en el carruaje, que principalmente podría estar viajando una persona ahí, pero la hechicera dirigía la ruta y él la quería acompañar.

La noche comenzaba a caer sobre ellos, mientras que Izuku afinaba un par de detalles para dormir en el carruaje, la hechicera se encontraba a fuera preparando un estafado. El chico por pura curiosidad se asomó para ver debajo de la colina como el pueblo se comenzaba a iluminar por las lámparas de cera o eso creía él.

—No pensé que tuvieran lacrimas de fuego —se acerca la hechicera a él dándole un cuenco de madera con el estafado.

—¿Lacrima de fuego? —Preguntó él mientras caminaba al pequeño campamento que monto la hechicera, se sentó en un tronco y la joven lo imitó.

—Es un dispositivo muy moderno. Una lacrima es una sustancia mágica cristalina en donde se le puede influir magia, o bueno un hechizo, no lo entiendo muy bien, pero he escuchado que en los reinos los suelen usar para iluminar o incluso hay lacrimas de agua que las usan como fuentes decorativas en los jardines, es artificial principalmente.

Izuku en toda la explicación no había probado bocado del estafado al trata de asimilar la información, parecía que debía estudiar sobre el mundo de la magia si es que quería ser de ayuda para la hechicera, sonrió avergonzado.

—¿Cómo sabes todo eso? —Preguntó para después comenzar a comer.

—Por rumores y también viajo mucho, demasiado —rio un poco, —de hecho, la cabaña en donde me hospedaba no era mía —Izuku la miró nervioso y ella sonrió sacando la lengua, —cuando llegue hace un par de semanas estaba vacía, así que pues la use.

—No se si tienes suerte o llegas en el momento preciso —dijo el chico sonriendo mientras terminaba de comer.

La chica lo miró en silencio pensativa, en cierta parte tenia razón, no sabia si tenia suerte de encontrar a Izuku Midoriya o llegó ella a su vida, pero no importara como fue realmente, simplemente se sentía agradecida, porque su objetivo principal por lo que estuvo viajando desde los 12 años podría llegar a su fin pronto.

Fue ahí cuando centro su mirada en la mochila del chico.

—Izuku —ante la mención del nombre, el chico levanto rápido la mirada y sonrió, le gustaba como pronunciaba su nombre: entre timidez y nerviosismo; como si fuera una niña pequeña, —me preguntaba que llevas en esa mochila —apunto al pecho del chico.

Él se quito la mochila y la abrió mientras sacaba todo y le explicaba que era cada cosa hasta llegar la parte que más quería saber. Si, ya lo había tenido entre sus manos, pero no quería volver a cometer el error de hurgar en sus pertenencias.

—Y el libro que ya has leído sin mi permiso —dice en tono burlón —es lo más preciado que tengo —dice en un tono triste y suspira mirando la portada del libro.

—Por tu madre —dice ella y se sienta a lado suyo tocando su mano junto al libro, haciendo sonrojar al chico que la mira nervioso, —no te preocupes, estará bien —hubo un pequeño silencio y la hechicera miraba el libro. —¿Me lo prestas?

Él la miro confundido, pero rendido ante la sonrisa de la hechicera accedió y le entrego el libro. La joven sonrió desde sus adentros, pero por fuera aparentaba estar neutral. Comenzó a hojear el libro con rapidez asustando a Izuku, temía que una página se rompiera.

Y llegó al capítulo que tanto había deseado leer.

El capítulo donde habla de La Espada Legendaria y sus propiedades mágicas en cómo usar el poder. Los ojos de Ochako brillaban como si fueran estrellas, y el chico sonrió con ternura al pensar que simplemente estaba maravillada con la lectura, pero se escuchó un ruido, Izuku se puso de pie alertado y la hechicera arrugó sus cejas molesta cerrando el libro de golpe.

Izuku caminó un poco hasta estar a la orilla de la colina y miro como una fila de personas caminaban hacia el norte afuera del pueblo, pero una niña, justo la pequeña que habían "salvado" estaba corriendo de un lado a otro jalando las ropas de las personas, pero parecían estar completamente ofuscadas.

La hechicera miró de reojo mientras apretaba el libro, porque estaba segura que en ese capítulo se encontraba las respuestas que tanto buscaba.

—Parece que ha hecho su movimiento —dijo en un tono serio mientras le entregaba el libro en el pecho causándole un ligero golpe a su amigo.

Izuku guardó el libro en su mochila, la hechicera tomó su báculo y se colocó su gorro color magenta, se montó en su báculo mientras le extendía la mano al chico.

—Es nuestra entrada, eh —dijo sonriente mientras tomaba la mano de la chica y se subía al báculo.

—¿Nervioso, cabellos rizados? —Preguntó en un tono burlón mientras se dirigían hacia el pueblo.

—¿Qué paso con el "Izuku"? —Se quejó haciendo un puchero infantil.

—No te acostumbres tanto —dijo mirándolo mientras le sonreía. —Llego la hora para conocer al mago misterioso —desvió su vista a las personas que seguían caminando en fila. 

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>> Me tarde un poco pero no tanto y al fin ya está el capítulo. A pesar de que lo tuve que escribir como dos veces y hacer unas modificaciones por lo olvidadiza que puedo llegar a ser xddd

Ya están a nada de encontrarse con el mago:0

Esperemos que Izuku de una buena pelea o debo decir ¿Espero que la hechicera de una buena pelea?

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