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『 CAPITULO IX 』

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El gran tornado de viento se dirigía al chico de mirada esmeralda, grito las palabras necesarias para darse valor. ¿Una simple espada sería capaz de cortar el viento? No tenía idea, ¿sería lo suficiente capaz de detener un ataque mágico? Debía intentarlo. Midoriya no lo sabía, ni siquiera lo había notado, blando su espada tratando de detener el ataque, y no se percató que, entre la colisión, unos misteriosos rayos verdes habían cruzado el tornado de viento llegando hasta el vórtice rompiéndose y creando una ola de expansión.

La hechicera estaba al otro extremo de la habitación, había salido volando chocando su espalda y cayendo al suelo, por el contrario, Izuku se encontraba en la misma posición jadeante con sus ropas rasgadas y la pared destrozada. Se apreciaba todo el jardín de las flores blancas y la muralla de piedra.

Entre cerraba los ojos el chico y dejo caer una de sus rodillas tocando el suelo y recargo su peso en la espada, respiraba con dificultad y se sentía cansado, pero no tanto para dejar de moverse.

—¡Ochako! —Gritó preocupado cuando miró a su amiga en el suelo. La vestimenta de la chica estaba rasgada, sus mangas largas rotas, su sombrero magenta se encontraba ondeando al aire en un extremo de una tabla de madera y su báculo a metros de su cuerpo. —Mierda... —tosió, se puso de pie y dejo caer la espada para correr hasta ella, —«Ochako... ella me salvó, de alguna manera hizo que su ataque cesara» —pensó con una media sonrisa tomando entre los brazos a su amiga y moviendo los cabellos castaños de su rostro.

—Cabellos... —murmuró abriendo sus ojos y se encontró con una hermosa sonrisa —rizados —dijo en voz baja, lo miró con detalle la cara de su amigo que tenía algunos rasguños y manchas de polvo, ladeo su cabeza y miró que la vestimenta de él estaba rasgada, sucia y con manchas de sangre.

—Eres tú —dijo con calma y suspiro aliviado —me alegro.

Ella lo miró y paso saliva. Lo había recordado todo, había tenido un hermoso sueño donde ella era una niña y se encontraba en el castillo donde vivía con su maestra y su hermana, antes de la destrucción, antes de perderlas. Después el mago la hechizó por no compartir su ideología; se sentía perdida en sus propios pensamientos, estaba consciente de lo que hacía, pero no podía mover su cuerpo, todo era autómata, como una máquina, era presa de su propio cuerpo, obligándola a pelear contra su primer amigo.

Sintió unos brazos cálidos rodearla por completo. Estaba siendo abrazada con mucha fuerza por Izuku Midoriya, eso la había sorprendido que no reaccionó. Escuchaba como el de hebras verdes le decía bonitas palabras de haberla recuperado, pero ella arrugó sus cejas y comenzó a ver borroso.

Lo que le habían dicho en el pueblo era real y eso le causaba una punzada en su corazón y dolía.

Empujó a Midoriya quien se asustó por el agresivo comportamiento, por un momento pensó que era una actitud normal en su amiga al no recibir tantos tratos amables, pero su boba sonrisa se borró de sus labios cuando vio los ojos llorosos y su cuerpo temblando. Ambos de rodillas mirándose el uno al otro, los ojos achocolatados lo miraban con tristeza y los ojos esmeraldas con preocupación a su amiga.

—Ochako, ¿Qué sucede? —Se llevo sus manos a su regazo. La hechicera miro el brazo del chico y apretó su mano formando un puño.

—T-te hice daño... —bajo la mirada para ver sus manos, Midoriya cambio su expresión a una seria y frunció el ceño.

—Fuiste hechi—

—¡Lo se! —Lo interrumpió alzando la voz y mirándolo mientras sus lágrimas bajan, —y dirás que eso no importa, porque yo no lo hice, pero ¿y si te hubiera matado? —Se toco su pecho con su mano derecha, —no importa si fui hechizada o no. Habrías muerto por mi propia mano, sabía lo que estaba haciendo y no me pude detener —se puso de pie, e Izuku la imitó. Ochako se cubrió su rostro con sus manos —los pueblerinos tenían razón, —hizo una pausa y bajo sus manos de su cara y lo miró seria, —tarde o temprano te traicionaría, lo mejor será que me va—

—¡Basta, Ochako! —Gritó molesto haciendo dar un sobresalto del susto a la castaña por alzarle la voz. Nunca lo había visto de ese modo, no que ella recuerde. Su mirada, su ceño fruncido y sus manos hechas puños fue lo que provocó en ella un nudo en la garganta y se abrazó a sí misma. Midoriya noto que en los ojos achocolatados de su amiga perdían brillo y soltó un suspiro acercándose a ella. —¿Cómo te puedo hacer entender que disfruto de tu compañía? —Preguntó en un tono entre cansado y triste, —esto —levanto su brazo que tenía rastros de sangre, —no es nada.

—Si lo es para mí —desvió la mirada del brazo herido de su amigo y retrocedió un poco. —Escucha, —levantó su cabeza y lo miro arrugando sus cejas, —salvaremos a los pueblerinos, capturemos el mago y después tomaremos caminos separados —Midoriya se tocó el puente de la nariz y volvió a suspirar, pero esta vez irritado.

La hechicera comenzó a caminar hasta tomar su sombrero y sacudirlo un poco ya que tenía astillas de madera.

—¿Me odias?

Antes de colocar su sombrero se detuvo al escuchar la voz seria y triste de Izuku, miro su sombrero e hizo una mueca. Cerro sus ojos y frunció el ceño para después mirarlo y negar.

—¿Ya no quieres mi amistad? —Volvió a preguntar con el mismo tono de voz.

—Yo nunca dije eso —apretó más su sombrero color magenta.

—¡Pues parece que sí! —Gritó molesto el de hebras verdes incitando en la castaña un dolor en su pecho.

Los labios de Ochako temblaban y apretaba más el borde de su sombrero sin saber cómo responder, bajo la mirada hasta ver sus botas.

—¿No lo entiendes? Te estoy protegiendo de mi —se tocó su pecho con su palma abierta y con su otra mano se colocó su sombrero, —la magia es peligrosa y no quiero que por mi culpa tu... —hizo una pausa y desvió la mirada, —salgas herido. Solo eso —caminó hasta donde estaba su báculo y lo tomó, —ya está decidido.

Comenzó a caminar, pero fue sujetada de su mano. La hechicera lo miró molesta sin embargo su semblante se borró cuando miro los ojos verdes de su amigo con un brillo misterioso entre tristeza y enojo.

—Tu eres la que no lo entiende —dijo con voz ronca y jalo aún más a su amiga para tenerla a centímetros del. La hechicera parpadeo un poco sintiéndose abrumada. —¡No me iré, Ochako! —La tomo de los brazos, —¡Y no trates de alejarme! Estoy involucrado en la magia desde que los seguidores del señor oscuro atacaron mi aldea. ¡Tener tu apoyo es lo que no me hace flaquear!

La hechicera lo miró en silencio sorprendida y por un instante había olvidado como respirar. El chico paso sus manos de los brazos hasta llegar a tocar las manos de la hechicera quien no pudo evitar que sus mejillas se pintaran de rosa.

Midoriya le dio la espalda para poder recoger la espada y la miró por el reflejo de la hoja, en la espada se podía notar unas fisuras superficiales que iban desde la punta hasta la empuñadura de la hoja. Una corriente de aire hizo que los cabellos de verdes del chico ondearan, se acercó a su amiga y le puso en sus manos el báculo de madera.

—Lo vas a necesitar, Ochako —le dijo con una sonrisa de lado. Midoriya apartó la mirada hasta echar un vistazo por donde se había ido el mago. Examinó todo el lugar que ya estaba medio destruido por la reciente colisión, pero aun así la hechicera seguía perdida mirándolo entre con duda y confusión, sin mencionar que su corazón no recuperaba el ritmo normal de sus latidos. —Dijo escaleras abajo, no entiendo porque estaría en un sótano —al no haber respuesta él la miro y ella al fin pestañeó para asentir —démonos prisa.

Caminó Midoriya comenzando a bajar las escaleras y la hechicera lo siguió, pero torció los labios al notar como al caminar su amigo dejaba caer gotas de sangre.

—Izuku sigues herido —dijo en un tono triste notando como el hilo carmesí recorría el brazo de su amigo.

El chico alzo su brazo y lo miro, después miro a la chica y le sonrió para calmarla.

—No es nada en serio, tranquila.

La hechicera suspiró irritada, miró los olanes rasgados de su vestido y corto un pedazo, Midoriya se alteró y la detuvo, pero la chica ya tenía un gran retazo roto en su mano.

—¡Pero ¿qué haces?! —Gritó en voz ronca para no levantar demasiado la voz y que el mago no supiera que iban tras él. La hechicera lo miro firme y tomo su brazo a la fuerza —¡Auch!

—"No es nada en serio, tranquila" —Repitió con una voz aguda haciendo rechistar al chico, —al menos así —la chica estaba vendando el brazo e hizo un nudo fuerte al finalizar —no se va a infectar la herida. Las medicinas son muy costosas, ¿lo sabías?

—Pero —arrugó las cejas sintiendo tristeza, —tu vestido. Arruinaste tu hermoso vestido por culpa mía —la miró apenado.

—Ya estaba así cuando recobré el conocimiento, es solo ropa, puedo robar otro —se encogió de hombros, su amigo la miro con un gesto de desaprobación, —de acuerdo —volteó los ojos —, puedo comprar uno, robar no.

—Gracias —dijo mirando su brazo vendado con la tela color rosa, —y robar es malo —dijo para después bajar los escalones. Cada cuatro escalones había un par de velas en las paredes alumbrando el camino.

—No lo creo, de no haber robado no nos hubiéramos conocido, eso fue bueno —dijo con una sonrisa recordando cuando le ofreció la manzana. Midoriya soltó una risita.

—Está bien, solo eso fue lo único bueno de robar.

Habían llegado al final del camino y lo único que los detenía era la puerta gruesa de madera frente a ellos. Midoriya estaba por abrir la puerta, dirigía su mano al picaporte, pero se quedó congelado e hizo una mueca de desagrado y miraba serio la espada que estaba en su mano derecha. Esto fue visto por la hechicera quien lo miraba con preocupación y apretó su báculo.

Quizá ambos estaban pensando que uno de ellos podría ser manipulado de nuevo y volver a enfrentarse y no querían eso; no querían lastimarse el uno del otro. Ochako no quería volver a revivir aquellas memorias donde fue feliz para regresar a su realidad en que no puede estar con su maestra y su hermana. Por otro lado, Midoriya pensaba que uno de sus más grandes sueños es regresar a cuando todo era normal: anhelando conocer la magia, entusiasmado por el caballero All Might, ver la sonrisa de su madre y crear nuevos planos para la aldea. Antes de que tuviera que huir.

—Mi maestra me solía decir que tener miedo está bien porque te hace recordar por lo que más temes perder y eso te da fuerza de vencer —dijo la hechicera interrumpiendo los pensamientos del chico quien la miró atento, ella le regresó la mirada y sonrió de lado. —Siempre he tenido miedo y esas palabras no me ayudaban porque yo no tengo a nadie a quien perder —se tocó su nuca y ladeo su cabeza para después apretar su báculo, hizo una corta pausa y bajo el último escalón —pero ahora es distinto —toco su mano y le sonrió, —ahora tengo compañía.

El de hebras verdes asintió y sujeto con fuerza la espada.

—Tu maestra me gustaría conocerla —dijo en un susurro que Ochako lo pudo oír, como respuesta miro con tristeza el báculo de madera. Dentro de Midoriya no cambiaba nada, seguía teniendo miedo, solo era un simple humano herido con una espada con fisura que en algún momento se rompería, pero no podía huir, no si la tenía a ella de su lado. —Haremos esto juntos, hechicera.

—Si, cabellos rizados —dibujo una media sonrisa y soltó su mano.

Midoriya se puso en posición de pelea y blando la espada mientras que atrás del sentía como una pequeña corriente de aire movía sus cabellos y su ropa.

La hechicera usando su magia lanzo una corriente de aire que golpeo la puerta y la hizo trizas, ambos cruzaron la apertura para entrar al sótano, Ochako que se mantenía suspendida en el aire noto que las personas del pueblo estaban envueltas en capullos de tallos de las plantas dejando solo su rostro al descubierto.

Midoriya miro a su alrededor y en las paredes estaban apiladas las personas en fila dormidas por el hechizo. No fue hasta que sus ojos se encontraron con el rostro de la mujer flacucha que había lastimado a su amiga, la señora sonreía mientras que las lágrimas de sangre no dejaban de salir.

Dio un par de pasos hacia atrás e hizo una posición de ataque apuntando la espada al capullo de la mujer, Ochako se percató de eso y se alteró, no creía que su amigo hiciera tal acto atroz y lo más probable era que había sido manipulado, con su mano controlo el báculo y lo mando hasta el capullo de la mujer impidiendo que Midoriya hiciera algún corte.

El chico frunció el ceño confundido al ver frente a él dicho báculo de madera, se giró para ver a la hechicera quien se encontraba flotando.

—Creí que solo podías estar en el aire con tu báculo —dijo examinándola, —pero veo que podías volar.

Ochako paso saliva y haciendo un gesto con su mano el báculo regreso a ella y se montó.

—Volar consume mucho maná y por eso no lo hago —dijo con una sonrisa que no convenció del todo a su amigo. Después ella mantuvo un semblante serio —Creí que ibas a...

—¿Qué? —Negó mirando la espada, —no, yo solo quería romper esos tallos.

—Como sea, aquí están todos los del pueblo y al fondo hay una puerta —señaló y el chico miro hacia donde apuntaba su amiga. —Lo más probable es que ese mago pueda volver a usar aquel hechizo o controlar la mente.

La puerta del fondo se abrió dejando ver al mago con un semblante molesto y se tocó sus cabellos rascando irritado su cabeza, para después soltar un suspiro y aplaudir.

—De verdad tienen un vínculo especial —dejo de celebrar. Su mirada se fijó en el chico de hebras verdes quien tenía el brazo vendado, después miró a la hechicera con su vestido rasgado, sus mejillas con rastros de suciedad y unos cuantos cortes mínimos. —Veo que ambos se lastimaron para llegar hasta aquí.

—¡No tienes el derecho de jugar con el corazón de las personas! —Gritó Midoriya molesto apretando la empuñadura de la espada. —¡Todas estas personas están sufriendo!

Ochako mira los rostros de los pueblerinos, aunque sonrieran mientras soñaban su color de piel se volvía pálido. Morirían en un sueño de felicidad. Sintió un escalofrió al pensar que ese podía ser su destino.

—¿Ah? Lo notaste, por eso querías cortar el tallo de un solo golpe —tomo un frasco de vidrio le quitó el corcho, comenzó a caminar hasta llegar a ellos. —Es una prueba para mi proyecto final y ellos —señaló con la palma abierta —son mis conejillos de indias, con esta gente puedo saber que me falta para que el hechizo sea perfecto, parece que —miro a la hechicera, —con personas que manipulan la magia no les afecta tanto como una persona ordinaria, por eso —camino hasta estar cerca de ella, pero Midoriya se le adelantó y se puso frente a la hechicera —no lo volveré a repetir. Uraraka te necesito.

—¡Ella no es un objeto! —Gritó molesto Izuku.

El mago sonrió de lado y haciendo un gesto con su mirada los tallos de las plantas tomaron de las muñecas y las piernas a la hechicera haciéndola tirar su báculo y gritar por el dolor del agarre tan fuerte. La chica comenzaba a forcejar, intentando liberarse de las ataduras, pero al bajar su vista ya que se encontraba a unos metros del suelo, notó que Izuku no se movía.

—Cabellos rizados, ¿qué haces? —Preguntó molesta y su semblante cambio de golpe al pensar lo peor y miro asustada al mago, —¡¿si me quieres a mí porque lo controlas a él?! —alzando la voz preguntó mientras intentaba moverse.

—Lo sabes muy bien, Uraraka. —Miró al chico examinándolo de pies a cabeza. —Camina hasta estar a dos metros alejado de nosotros —le ordenó y el chico se alejó de ambos.

—¿Cuándo fue que lo controlaste?

—Este chico tiene suerte de haber sido bendecido —dijo mirando a Midoriya quien se mantenía quieto y su mirada perdida. Ochako paso saliva y miro con inseguridad al mago, —pero eso ya lo sabias ¿no? B—un grito lo interrumpió.

—¡Cállate, no lo digas! —Comenzó a sollozar la chica para después mover un poco su mano y con su palma abierta lanzo ráfagas de aire que el mago esquivaba.

—Alto, alto, Uraraka, ¿me quieres matar? —Pregunto en un tono divertido, —se perfectamente quién eres, pero tomas un título diferente al que te pertenece por miedo a que te maten, como a tu maestra, aunque eso fue más tu culpa, no puedes huir de tu pasado. ¡Fingiendo ser alguien que no eres!

—¡Basta! —Recordó el momento en donde los escombros del castillo comenzaban a caer y ella solo observaba con miedo mientras veía a su maestra, —¡no fue mi culpa que ella muriera! —Comenzó a llorar y las ráfagas de viento impactaron el techo derribando parte de la estructura. La madera estaba por caer a los pueblerinos, pero los tallos se movieron para que no lastimaran a las personas. —Solo... —comenzó a jadear debido a los sollozos, —solo... me estaba protegiendo, yo no...

—Pero, sabes que en el fondo es tu culpa y lo has pensado todo ese tiempo en que has estado sola, por eso el tener una nueva compañía te aterra la idea de lastimarlo o matarlo, porque no puedes controlar quien en verdad eres —el mago alzaba la voz a medida que los tornados incrementaban más alrededor de Ochako.

Los tallos se hicieron trizas, la castaña se encontraba flotando mirando al mago con desesperación sin dejar de llorar, su sombrero se perdió en medio de esos torbellinos, fue solo ahí cuando el chico de cabellos índigos comenzó a temer, no estaba en sus planes que ella perdiera el control de su magia. Ochako miro sus manos y asustada noto como de sus yemas de sus dedos se formaban unas almohadillas.

—¡No, no, no! —dijo con horror temiendo ser encontrada por su cazadora, alzo su mano hacia donde estaba el báculo y al tenerlo en sus manos el proceso se detuvo, miró molesta al mago.

—Uraraka si estas de mi lado no tendrás que esconderte.

—Pero ninguna será mi realidad. Vivir en la fantasía de mis recuerdos no es tenerla de regreso, a mi maestra a mi hermana, solo me queda huir —apuntó al mago usando su báculo y los tornados que seguían a su alrededor se centraron en la punta del báculo. —¡Tú también serás parte de mi pasado, ojos caídos!

—¡Mierda! —Gritó asustado el mago sintiendo la gran corriente de aire venir hacia él.

Cerró sus ojos temiendo lo peor, más el impacto nunca llego, frente a él estaba Izuku Midoriya quien usando la punta de la espada detenía el gran ataque del tornado. Retrocedió un par de pasos debido al fuerte choque.

—¿Midoriya? —Preguntó confundido mientras cubría el frasco de vidrio con su mano cuidando de que no se rompiera y derramara la poción por accidente.

—Fue un hechizo poderoso, no podía moverme, ni podía oírlos, y veía todo tan nublado, pero en un instante tuve una imagen clara —dejo caer su rodilla tocando el suelo y lo miró con una sonrisa cansada.

—¡¿Por qué me protegiste?! —Preguntó molesto elevando la voz, el de hebras verdes suspiró e hizo una mueca. No le parecía correcto que así debía agradecerle.

—¡Porque no puedo permitir que ella cometa ese error! —Apretó su chaleco verde y miro hacia arriba donde estaba la hechicera jadeando, pero las corrientes de aire no se detenían. —¿Qué fue lo que le hiciste para que reaccionara así? —Preguntó molesto mirando al mago y tomándolo de la capa.

—Solo la verdad, no puede huir de su pasado, —Midoriya arqueó una ceja, lo último le había despertado la curiosidad —¿quieres conocer como realmente es ella? —el chico frunció el ceño al ver la sonrisa del mago.

—No —dijo sin titubear sorprendiendo al chico de ojeras marcadas quien lo miro con desaprobación, —lo que haya hecho en el pasado no me importa, sé que si hizo algo malo no fue porque quisiera hacerlo. Me importa más como es Ochako en el presente, en el pasado todos cometemos errores. Ahora ella ya no está sola, está aprendiendo a confiar en los otros ¡y no dejare —lo tomó de las solapas de la capa y lo arrojo al suelo, —que esa confianza que tiene se pierda por personas estúpidas como tú!

Las corrientes de aire se hacían más intensas y la hechicera se encontraba en el suelo siendo cubierta por una esfera de aire. Midoriya chasqueó la lengua mirando a los alrededores temiendo por la vida de los pueblerinos. No podía salvar a las veinte personas que estaban en el sótano, y la estructura del techo se estaba cayendo hacia el suelo, poco a poco la casa se estaba derrumbando.

Preocupado y estresado miró la espada obteniendo solo el destello de sus ojos esmeralda y suspiró para aliviar desvanecer sus inseguridades, solo era un chico normal, pero debía intentarlo. No tenía idea de cómo iba salvar a esas personas, pero sabía que debía calmar a Ochako Uraraka, la fuente que producía el caos.

—Tanto poder mágico desperdiciado —susurró el mago poniéndose de pie mirando a la chica. Midoriya quien lo escucho rechistó irritado, después escucho una risa, el chico de hebras verdes lo miro confundido.

—¿Cuál es tu problema? ¿Aun quieres atacarla?

Un torbellino impacto en el pecho del chico de hebras verdes quien se estrelló hacia el pequeño cuarto de donde el mago había salido, pero el golpe había sido amortiguado por unos tallos de las plantas sorprendiendo al chico quien miro extrañado al mago.

Izuku un poco mareado por el golpe se tocó la cabeza y miró hacia la pared de esa pequeña habitación encontrándose con unos dibujos de dos personas donde se mostraban tomados de la mano. Uno de ellos era una mujer por su vestimenta y otro un niño con el cabello púrpura.

—¡Midoriya! —El repentino grito del mago lo hizo reaccionar mirándolo. Cada vez más la magia de Ochako se descontrolaba y la ventisca de aire aumentaba, teniendo que gritar para ser escuchados —¡Sacaré a las personas de aquí! —El nombrado asintió. —¡Úsala para calmarla, la hará dormir! —Colocó el frasco sobre un tallo de la planta quien fue llevado hasta donde estaba el chico tratándose de poner de pie.

Izuku tomó el frasco mirando el líquido amarillo e hizo una mueca. Ya se esperaba que era el contenido. Una mezcla del polen somnífero de las flores que producían el sueño. Midoriya odiaba que ese fuera el último recurso para salvar a su amiga. Miró como el mago controlando las plantas transportaba los capullos junto con él afuera de la casa por el agujero que recientemente se había formado.

—No más, no más, no más —se repetía la chica aterrada llevándose sus manos a las sienes de su cabeza y sollozaba —¡controla está magia!

Midoriya miró con tristeza a su amiga que estaba hincada en el suelo, en el regazo tenía su báculo, pero aún seguía adentro de esa esfera de viento. Él se acercaba, pero el viento lograba hacerle pequeños cortes, en su cabello, sus mejillas, su ropa, brazos y piernas a medida que se acercaba.

—¡Ochako! —Gritó desesperado, pero la chica seguía balbuceando y sollozando —a este paso estaré muy herido —miro el frasco que tenía en su mano, chasqueó la lengua y derramó la poción en la hoja de la espada.

Ladeó su cuello y empuñando la espada con sus dos manos colocó la hoja en la esfera del viento para iniciar un corte, sin embargo, debido a la fuerza de choque de la esfera la espada comenzó a agrietarse, fue cuando unos rayos esmeraldas se hicieron presente, rodeaban a Midoriya por todo su cuerpo centrándose finalmente en sus manos y en la punta de la espada.

«¿Qué es esto?»

Se preguntó confundido y sorprendido, pero poco le importó, necesitaba llegar hacia Ochako que se encontraba en el centro. La esfera de viento se disolvió haciendo levantar la mirada a la chica al notar que el ruido ya no estaba, y aún con sus manos en sus sienes miraba como Midoriya dejo caer la espada y corría hacia ella y la abrazó.

—Izuku... —susurró con voz débil.

—Estoy aquí, Ochako. Nunca te dejare, ya todo está bien —le dijo en un tono suave mientras acariciaba su cabellera castaña.

La hechicera terminó dormida en los brazos de su salvador.

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>> Es un capitulo largo para recompensar el tiempo que deje inactiva esta historia. No se hasta cuando salga el próximo capitulo.

Muchas gracias por leer. Es unos de los capítulos finales del arco y falta poco para conocer otros personajes en esta historia que cruzaran caminos con Izuku y Ochako.

¿Por cierto ya leyeron el one-shot lemmon que escribí? 

Nos leemos en el siguiente capitulo. Espero les haya gustado.

Eclipsa, fuera.

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