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Capítulo 41


No sentía miedo, al contrario, sentía que al fin todo se resolvería al ver a Matias. Durante el viaje en el coche, pensó en si debería de haberle dicho la verdad a Claudia. Había salido de casa con la excusa de que necesitaba despejarse, y Claudia había confiado en ella dejándola marchar sin ningún tipo de seguridad. No podía evitar pensar que tal vez no volvería a verla, y que ni siquiera se había despedido de ella.

No tardó en llegar a la cafetería en la cual Matías le esperaba, y según le había indicado, sentado en una mesa con un libro de los que escribió Alex en sus primeros años de investigación.

Se detuvo frente a la puerta del bar, y tras una pausa, decidió entrar. No tardó en encontrar una mesa con uno de sus libros: su primer libro publicado concretamente. No cabía duda de que el hombre que se encontraba en aquella mesa era Matías, de modo que se acercó y tomo asiento.

-¿Va a tomar algo? -le preguntó la camarera al observar que esta acababa de entrar.

-Un café por favor.

La camarera se marchó y Alex se quedó observando al hombre que la miraba frete a ella. Jamás le hubiese imaginado así. Su piel era negra y arrugada, su pelo canoso y estaba oculto bajo un gorro negro, y sus ojos claros de color gris, que quedaron al descubierto en cuanto se quitó las gafas de sol negras que llevaba.

-¿Como sabes que no te voy a matar? -le preguntó Matías mirándola seriamente.

-¿Como sabes tú, que no te voy a matar yo?

La camarera llegó con el café y se lo puso junto al Whisky que Matías había pedido antes de que Alex llegase.

-Gracias -le respondió antes de que esta se marchara.

El silencio se hizo entre ellos dos hasta que el señor Castro optó por romperlo.

-No tengo nada contra ti. Son simples negocios.

Los dos se miraron fijamente a los ojos, y Alex continuó;

-¿Para quién estas trabajando?

-No esperes que te conteste. No soy tan idiota -el señor la miró y con un aire de debilidad continuó-. Tu caso es especial. Nunca nadie me había dado tanto trabajo. Hace muchos años yo acepté trabajar para alguien que como puedes averiguar, no me deja jubilarme -le dijo con una pequeña sonrisa-. Lo que no sabia en aquel entonces, es que al finalizar mi trabajo me convertiría en un simple inconveniente y me matarían. No me lo han confirmado, pero un viejo como yo, el cual lleva toda la vida engañando y trabajando con gente repugnante, sabe cuando tienen pensado matarle. Cuando acepté este encargo, sabía que era un encargo especial, pero no sabia que finalizaría incluso con mi propia muerte. Todos tenemos un jefe Alex, menos el diablo. El diablo sabe manipular a las personas, controlarlas... y no le importa con cuantas vidas tenga que acabar. A diferencia de mí, él no solo mata con un fin, el mata por gusto. Cuando acepté trabajar para él tenía pensado acabar el trabajo y huir, pero no era consciente de la gravedad del asunto. Estoy atrapado Alex, y tú también. Cuando te conviertes en marioneta no puedes cortarte los hilos y levantarte tú solo. Cuando te conviertes en marioneta sabes que esos hilos que ahora te sostienen, también te manipulan, y que jamás podrás librarte de ellos. Tú y yo ya estamos atrapados, ahora lo único que podemos hacer es tratar de vivir el máximo tiempo posible -Alex le escuchaba atenta, tratando de descifrar todo lo que este le contaba-. Tengo familia y amigos, lo único que puedo hacer ahora, es salvarlos. Si te he reunido aquí es para que hagas lo mismo. Me se toda tu vida, y se que tienes buenos amigos, por lo que no dejes que se conviertan en marionetas. Sálvalos. Aléjalos. La partida ya tiene fecha de caducidad. El "jaque mate" ya ha llegado, ahora depende de ti salvar a tus peones.

Matías se levantó y se dirigió hacia la salida sin dar opción a Alex de responder. "¿Jaque mate, Marionetas... ?" Alex no entendía nada. Se levantó confusa y tras pagar el café se dirigió hacia el coche.

Durante el viaje no paraba de darle vueltas a las palabras de Matías. ¿Quién seria el que le contrato? Siempre habían pensado Roy y ella que incluso estaba trabajando para el estado, pero las últimas descripciones dadas por Matías la confundían.

Al llegar a casa no dijo nada de lo ocurrido y tras pasar el resto de la tarde con Claudia, en cuanto esta se dirigió a dormir, se encerró en su armario envuelto por pistas y sacó una grabadora que había llevado con ella al encuentro con Matías para grabar la conversación.

Comenzó a oírla. Tras varias reproducciones Alex seguía perdida, hasta que de pronto rodeada de todos aquellos datos y con la voz de Matías haciéndose eco en aquel lugar, quedó quieta, atenta a esas últimas palabras con intención de exprimir todo lo dicho por el señor Castro. De pronto algo cambió en su interior. Sus ojos se abrieron como platos. Había logrado entender lo ocurrido.

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