Capítulo 38
La música siguió sonando, revolucionando a Alex, que no dejaba de buscar a Urian entre la gente. No entendía lo que le ocurría. Estaba experimentando sensaciones que jamás había sentido. No cabía duda de que aquel joven le gustaba y mucho, pero a Claudia también, por lo que no podía traicionarla. Sin embargo, las siguientes horas las pasaron bailando cerca de él, lo que aumentaba rápidamente las ansias de Alex por sentirlo junto a ella hasta tal punto, que acabó por olvidar los sentimientos de su amiga y decidió conquistar a aquel joven que no la quitaba ojo.
Alex a pesar de no estar acostumbrada a aquel tipo de situaciones, durante la noche evolucionó de una manera estrepitosa. Había pasado de no saber bailar, a optar por unos movimientos que cortaban el aliento a todos los de su alrededor. Claudia no paraba de fijarse en ella, asombrada ante la sensualidad que le había empujado a sacar, estaba irreconocible.
Entonces Alex decidió dirigirse a Urian, enérgica y atrevida. No podía centrar la vista, era incapaz de ver con claridad lo que ocurría, y además sentía la discoteca entera dando vueltas a su alrededor, lo que la llevaba a sentirse completamente mareada. Esto le llevó a pensar que había bebido demasiado, por lo que sin pensárselo dos veces, dejó caer la copa de entre sus dedos convirtiéndola en miles de pedazos de cristal que se esparcieron por el suelo.
Siguió caminando decidida a besar a aquel joven que había acabado por obsesionarla. Había dejado atrás a su amiga, sin darle ningún tipo de explicación. Iba emocionada, pero cuando al fin logró llegar hasta él, todas sus emociones se vieron sustituidas por la tristeza y decepción, las cuales invadieron su cuerpo y envolvieron su corazón haciéndola retroceder.
Urian se estaba besando con una joven morena, lo que la llevaba a pensar que en ningún momento de la noche aquel joven había sentido algo especial por ella. Se dirigió en busca de su amiga llena de tristeza y rabia, pero sin ningún tipo de ganas de llorar. No lograba entender su cuerpo. Sentía calor, mucho calor, y podía percibir el aliento cálido de los jóvenes que se encontraban a su alrededor.
De pronto dejó de oír la música y toda su atención se centró en su latido del corazón, el cual iba muy deprisa. Estaba agobiada, confusa, y no lograba encontrar a su amiga. No paraba de chocarse contra la gente y la sensación de que la observaban acababa por agobiarla todavía más.
No podía sacarse de la cabeza la imagen de Urian besando a aquella joven, de modo que miró hacia atrás y pudo volver a ver su silueta borrosa, pero eta vez dirigiéndose hacia ella.
Estaba aturdida y Claudia no parecía estar ahí. Sin darse cuenta tropezó y cayó de espaldas. Procuró levantarse rápidamente y dirigirse hacia la salida, pero entonces las luces de la discoteca comenzaron a fundirse y a sacar chispas que caían sobre la gente, que creyendo que serían efectos especiales disfrutaba todavía más.
Abriéndose paso Alex logró salir, y tras empujar al guardia de seguridad de la entrada que intentaba ayudarla, se dirigió hacia un árbol de la acera de la calle y comenzó a devolver. Cuando parecía haber acabado, se quitó los tacones y salió corriendo por aquellas calles vacías.
De pronto unas enormes ganas de llorar se desataron sobre ella, y con los ojos y las mejillas empapadas por lágrimas se metió tambaleándose en uno de los callejones con intención de sentarse y descansar donde nadie la pudiera ver.
Sin embargo en aquel callejón oscuro no estaba sola. Un grupo de jóvenes con un aspecto descuidado la observaba, y no tardaron en acercarse a ella. Eran tres, que comenzaron a agarrarla y empujarla entre ellos. Uno de los jóvenes le soltó una bofetada y poniéndola contra la pared y echándole su aliento sobre su cara, comenzó a hablar:
-Esta chicos, es para mí -les dijo a sus amigos indicándoles que se fuesen.
Entonces el joven sacó una navaja de su bolsillo y se la puso a Alex en el cuello, para que esta no se moviera. Sin embargo, Alex sin sentir temor alguno, le agarró del cuello. El joven comenzó a reír, con un aire de superioridad que no tardó en desaparecer cuando Alex comenzó a apretar su cuello fuertemente mientras este se retorcía. Intentando salvarse, clavó la navaja en la cintura de Alex varias veces, pero esta no parecía sentir dolor. Toda su atención estaba centrada en la garganta de aquel joven, hasta que de pronto, dejo de moverse. Lo había matado.
Alex no tenía heridas en su cintura, y ni siquiera había sentido dolor cuando el joven la estaba agrediendo. Asustada de sus propios actos, siguió corriendo por aquellas oscuras calles hasta que no pudo más. Mareada y con intención de tomar el aire decidió subirse a un puente que estaba formado por placas de cristal, lo que la permitía ver el rió que pasaba por debajo.
Una vez arriba cayó al suelo, encima de aquel frió cristal y comenzó a temblar. Pensó que aquel era el fin, pero entonces vio a su amiga Claudia subiendo por las escaleras de aquel puente.
-¿Alex qué has hecho? -gritó aterrada mientras se dirigía hacia su amiga.
Las farolas se fundieron y el puente comenzó a moverse. Claudia cayó al suelo, y observó, como las placas de cristal comenzaban a romperse. Las dos jóvenes estaban atrapadas en lo alto de aquel inestable puente. Claudia sabía que de seguir así todas las placas acabarían por romperse y ellas caerían al rió, de modo que trató de salir corriendo hacia donde su amiga, pero viendo que el temblor del suelo aumentaba y no la dejaba avanzar, se agarró a una biga de acero y cerró los ojos.
De pronto todo volvió a la normalidad, y Claudia no tardó en llevar su mirada a Alex, la cual por suerte seguía tumbada sobre una placa de cristal intacta. Se acercó hacia ella con cuidado de no caer al río por alguna de las placas rotas, y al llegar a su lado, se temió lo peor. Le tomó el pulso, y entonces pudo confirmar, que su amiga no respiraba.
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