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Capítulo 36

Alex al volver a casa decidió no dar ningún tipo de explicación sobre lo ocurrido a los encargados de protegerla que aún permanecían alerta al rededor de la vivienda. Fue directa hacia su habitación, y se metió en la cama aun sabiendo que aquella noche no lograría dormir.

Tras pasar lo que quedaba de noche dando vueltas y vueltas enredada entre las sabanas, llegaron las siete de la mañana, por lo que decidió rendirse ante aquella batalla perdida por conciliar el sueño. Se dispuso a levantarse, pero entonces Teresa (la empleada del hogar) entró en su habitación con una noticia que cambió por completo su estado de ánimo.

-Señora parece que tiene usted visita -dijo la mujer mientras abría la puerta de la habitación en la que se encontraba Alex intrigada sobre la cama.

La espera no duró mucho, ya que en cuanto la señora se retiró, Claudia entró por la puerta corriendo y saltó sobre la cama haciendo botar a Alex.

-¡Claudia! ¿Que haces tu aquí? -le dijo asombrada mientras la abrazaba.

-Vengo a vigilarte. Me ha llegado la noticia... de que te estas volviendo un tanto rebelde.

Alex se sonrojó, y su compañera siguió hablando:

-Veo que sabes de que te hablo -dijo entre carcajadas-. Ayer informaron a Roy de que te habías marchado sin seguridad alguna, sola, con el coche a media noche, y este me mandó sin pensárselo en un avión.

-Lo siento de verdad...

-No lo sientas. Estaba harta de dar vueltas y vueltas por aquella isla. Roy no necesitaba mi atención en absoluto, y mi compañía desde luego que no era la más adecuada, al de media hora nos quedábamos sin tema de conversación.

Las chicas comenzaron a reírse hasta que Alex se quedó mirándole fijamente a los ojos.

-Pase lo que pase juro que no te ocurrirá nada malo Claudia, y quiero que sepas que si el proyecto T sale mal, jamás me arrepentiré de haberlo llevado a cabo, ya que al menos he encontrado la amiga que nunca tuve.

Claudia la miró sonriente y la abrazó.

-Yo tampoco me arrepentiré jamás de haber aceptado trabajar con unos chiflados como vosotros -le dijo mientras se abrazaban liberando las lagrimas provocadas por las emociones de estos últimos días.

-¡Por cierto! -le dijo Claudia rompiendo aquel emocionante momento-. Roy me ha mandado aquí con una misión, y pienso cumplirla al pie de la letra.

Alex la miró pensativa y esta continuó:

-Me ha ordenado que te entretenga y distraiga, ya que nos imaginamos que debías de estar algo estresada para marcharte de casa como hiciste ayer.

-Si, la verdad es que estos no están siendo mis mejores días.

-Pues eso va a cambiar. Hoy descansaremos las dos, y mañana por la noche nos iremos de fiesta. Tengo permiso de Roy para irnos solas, sin seguridad. Creemos que te vendrá bien, y además, no creo que nos pase nada, Matías estará centrado en Roy ahora que está débil en la isla.

A Alex se le hizo un nudo en el estomago al oír aquel nombre. Pensó en contarle a su amiga todo lo descubierto y ocurrido hace menos de veinticuatro horas, pero pensó que sería egoísta por su parte querer calmarse a si misma desahogándose con Claudia.

-Esta bien. Iremos de fiesta, pero con una condición.

-¿Cual? -preguntó intrigada Claudia.

-Que te encargues de encontrar el vestido perfecto para mí, y vallamos a la discoteca Goldess.


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