Capítulo 33
Se encontraba en el barrio Polis, uno de los sitios más peligroso de la ciudad, donde la pobreza y la delincuencia son los protagonistas. No tardó en dar con el portal que buscaba. Era de un pequeño edificio con un aspecto abandonado. Aparcó y se adentró en él, algo que no fue tarea difícil, ya que la puerta del portal estaba abierta.
Subió hasta la ultima planta (la quinta), por aquellas escaleras retorcidas y agujereadas, que parecían estar a punto de derrumbarse, hasta llegar a la puerta que ocultaba lo que tal vez fuera la clave para descubrir a Matías Castro.
En cada planta había dos viviendas, por lo que trató de no hacer ruido para que ningún vecino sospechara nada. ¿Que debía hacer? ¿Llamar a la puerta seria una buena idea? No sabía con quién o con qué se encontraría, pero no tenía otra opción, por lo que llamó al timbre. No obtuvo respuesta, y tras llamar varias veces, no consiguió que saliera nadie. No sabía que hacer, y pensó en volver a casa cuando de pronto la puerta vecina se abrió.
-¿Quien es usted? -dijo una señora mayor que se había extrañado al oír el timbre de su vecino.
La señora tenía el pelo gris y corto, la cara envuelta en arrugas, y los ojos tan claros que parecían brillar en aquel oscuro rellano. Llevaba una bata blanca que la protegía del frió y unas zapatillas completamente agujereadas.
-Soy, soy.... -Alex no sabía que decir, de modo que la señora se le acercó y le tocó la cara.
- Pareces una joven muy educada y simpática, puedes entrar -le invitó a pasar a su hogar.
Alex no tardó en darse cuenta de que aquella señora era ciega, y que al ver que se había fiado de ella dejándole entrar incluso en su casa, no podía decirle que no. Se sentaron en el salón con dos tazas de café que la señora acababa de preparar.
- Mi nombre es Angela.
- Yo soy Alex. Alex Lawson.
La señora le agarró la mano y cerró lo ojos mostrándose tranquila y confiada. Alex echó un vistazo a su alrededor. Todo era antiguo, y la tecnología solo era apreciable en una vieja radio que seguramente no funcionase.
- ¿Que te ha traído hasta aquí?
- Una vieja amiga que vivía en el piso de enfrente -dijo Alex inventándose algo que la señora pudiera creer.
- ¿Una amiga? -la cara de Angela se oscureció y apretó con fuerza la mano de Alex-. ¿Tu amiga no se llamaría Ana verdad?
Alex se encontraba sin salida, no se esperaba aquella respuesta, y sin saber que decir no tuvo otra opción que afirmar. La señora se levantó y le soltó la mano.
- Querida, Ana murió hace muchos años de una manera muy extraña. Se suicidó de la manera más dolorosa que puedas imaginar. O eso dijeron los medios. Mi opinión es que estaba poseída por el diablo como su misma madre indicaba. Desde entones en esa casa no ha vuelto a vivir nadie, aunque a veces se oigan ruidos. Los ruidos que hace el diablo.
- ¿Poseída? ¿Ruidos?
- Así es, de todas formas prefiero no hablar del tema. No se por que después de tantos años has decidido venir en su busca, pero te puedo decir que su familia vive en una casa apartada de la civilización, en el bosque, y que no te será difícil encontrarla, ya que es una casa muy peculiar y en la entrada tiene un letrero gigantesco en el que pone el apellido de la familia: Los Simons. Ahora si me disculpas voy al servicio -dijo la señora guardándose las ganas de llorar para que Alex no se asustase.
Estaba confusa. No entendía nada, de modo que decidió salir a tomar el aire al balcón que se encontraba en aquel salón. Entonces su rostro se iluminó. Aquel balcón estaba pegado al de la casa de alado, por lo que mientras Angela se aseaba decidió saltar y pasar a la casa vecina, donde en su día vivió Ana Simons.
No tenía tiempo de sobra, por lo que se apresuró y empujó la puerta que daba al salón. Estaba abierta. Alex creía estar preparada para cualquier cosa pero lo que se encontró en el interior de aquel salón la paralizó. ¿Que era aquello? Las paredes estaban repletas de fotos de ella, y había unos cuatro ordenadores funcionando. Se acercó a uno de ellos, y en él, pudo ver miles de fotos y datos sobre su vida, e incluso fotos de cuando solo tenía un año, paseando con su difunto padre. Se le heló la sangre. ¿Quien estaba detrás de todo eso? ¿Y por que la habían estado observando desde antes de que empezara con el proyecto T? Debía salir de ahí y volver al salón de Angela antes de que esta se diera cuenta de que no estaba.
Se dirigió al balcón, confusa y más asustada que nunca, cuando pisó un papel que había en el suelo. Era un cartel que anunciaba la discoteca de la zona: la Goldess. ¿Estaría allí Matías o alguno de sus ayudantes? No tenía tiempo para seguir investigando, por lo que saltó de balcón a balcón, y esperó a Angela. Ya había visto todo lo que quería ver, de modo que se despidió de ella y decidió salir de aquel edificio que tanto la aterraba.
Cogió el coche con intención de dirigirse a su casa para pensar en todo lo que había ocurrido. ¿Debía contárselo a Roy? ¿Que tenía que ver la Goldess con todo esto? ¿Quien era Ana Simons? ¿Que quería decir con que estaba poseída? No iba a poder descansar con todas aquellas preguntas en su cabeza, por lo que decidió empezar por resolver una de ellas, y puso rumbo a casa de los Simons.
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