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Capítulo 28

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Liberó una lágrima y después su alma abandonó aquel frió cuerpo. Alex no pudo aguantarse y echó a llorar, no podía creer como había despreciado a aquella mujer media hora antes creyendo que tan solo estaba con Robin por el dinero. Ahora esta había muerto por querer acariciarle por última vez.

Alex se encontraba paralizada, congelada... y no era capaz de mover su cuerpo completamente anclado al lado de Aeryn. Entonces alguien la ayudó agarrándola del brazo y arrastrándola hasta las escaleras donde todos se dirigían intentando huir.

La gente descendía eufóricamente por las escaleras, pero a ella la llevaron unos pisos más arriba alejándola de la multitud y ayudándola a esconderse tras un sofá de una planta unos pisos más arriba. La persona que la acababa de salvar era Thomas.

- Tranquilízate Alex –le dijo Thomas mirándola a los ojos.

- No puedo... Aeryn acaba de morir y Robin también, ambos ante mí y no he podido hacer nada –le respondió entre sollozos.

- Y si sigues así, nosotros también moriremos.

Alex intentó tranquilizarse.

- ¿Por qué hemos subido? Tendríamos que haber ido hacia abajo –le reprochó.

- Aquello esta siendo una masacre, y no quería formar parte de ella. Si no hubiéramos muerto de algún balazo, nos habrían aplastado en esa descontrolada estampida. Aquí sin embargo aún estamos vivos.

- Pero no por mucho tiempo –susurró Alex mientras miraba por la gran cristalera viendo a la gente cruzar desesperadamente al otro edificio por el puente de cristal de la planta quince. Posó la mano sobre la cristalera, y con la sangre de Aeryn aún presente, dejo su huella marcada ocultando en cierto modo aquella escena de gente aterrada intentando sobrevivir.

–¿No se suponía que había mucha seguridad? –dijo Alex llena de rabia.

- Se suponía, tú lo has dicho.

Entonces se echó las manos a la cabeza.

- Claudia... Roy... -dijo en voz baja mientras se sentaban en aquel sofá que habían estado usando para esconderse.

- Seguro que están bien Alex, no te preocupes, además ya habrán intervenido los guardias que Roy contrató.

Entonces oyeron unas fuertes pisadas que venían desde las escaleras.

- Son ellos – dijo Thomas abriendo los ojos y levantándose rápidamente-. Debemos escondernos en algún cuarto que haya.

Comenzaron a buscar algún lugar donde esconderse pero las puertas estaban cerradas y en aquel largo pasillo eran una presa fácil. 

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