Capítulo 27
...
Alex recordó las palabras de Roy y decidió no confiar demasiado en lo que le dijera aquel joven.
- Tengo entendido que a ti estos sitios no es que te encanten.
- No la verdad, y creí entender que a ti tampoco –le respondió ella.
- No podía ignorar la invitación de Roy.
- ¿Roy te invitó?
- Si. No me lo esperaba en verdad.
Se hizo un silencio entre los dos jóvenes que miraban desde aquella cristalera las impresionantes vistas que creaba la fauna de la isla. Se podían ver los muros, laboratorios e incluso a lo lejos, los apartamentos en los que habían estado.
- ¿Impresionante verdad? -le dijo Thomas.
- Bastante, pero a mi ya no me impresiona nada.
- ¿Alex te ocurre algo?
- No es nada.
- Esta bien, pero sabes que puedes contármelo.
- Si, losé –le dijo ella sonriéndole.
El silencio volvió a atraparles volviendo a crear aquella situación incomoda y nerviosa de la cual estaban deseando huir, por lo que Thomas sacó un tema del que Alex hubiera preferido no hablar.
- No me importó que no me llamaras, al fin y al cabo sabía que no tendría nada que hacer con alguien de tanto nivel.
- No fue eso... de veras, perdí el número –le respondió ella ocultando el verdadero motivo.
Thomas la miró por un rato y continuó.
- Bueno y... ¿que hacías por aquí sola? ¿Escapándote otra vez de la gente de tanta clase?
- No. Estaba buscando a una amiga y creo que voy a seguir, a si que ya nos veremos –le dijo mientras se daba la vuelta.
- ¡Espera! No iras a marcharte ya –le exclamó agarrándola del brazo.
Tenía que reconocer que aquel joven le gustaba mucho, y ansiaba estar con él, pero en estos momentos debía esquivarlo.
- Tengo que buscar a mi amiga. De todas formas enseguida nos veremos.
- Si quieres puedo ayudarte.
- No tranquilo, no me voy a perder –le respondió mientras se alejaba de él.
El joven la observó viendo como se alejaba caminando con pasó firme sobre aquellos tacones de aguja. Alex sabía que se arrepentiría de haberlo dejado atrás, pero debía actuar con la cabeza. Se detuvo frente a uno de los ascensores y pulsó el botón. Fue entonces, cuando las personas que se encontraban en los pisos anteriores comenzaron a gritar y a correr. No lograba entender lo que ocurría, pero entonces la puerta del ascensor se abrió.
En el estaba Robin, agarrado por un hombre vestido de negro con un pasamontañas que ocultaba su verdadero rostro y unos guantes que agarraban firmemente un cuchillo presionado contra el cuello del socio de Roy. Alex no tardó en reaccionar, e intentó huir, pero se calló hacia atrás golpeándose contra el suelo. Podía oír gritos aterradores por todo el edificio, por lo que dedujo que aquel hombre no era la única amenaza en aquel momento.
Alzó la mirada y entonces vio como en un instante la vida de Robin se veía arrebatada por aquel hombre que rasuraba su cuello liberando decenas de pequeñas gotas de sangre.
Aterrada al ver caer al suelo aquel cuerpo sin vida en el interior del ascensor, se quitó el calzado y comenzó a correr mientras que otro enmascarado subía por las escaleras con una metralleta en la mano.
El pánico se propagaba por las entrañas del edificio. Gritos, llantos, terror... eran los protagonistas en aquel entonces. El corazón de Alex palpitaba fuertemente haciéndose eco en el interior de todo su cuerpo.
El instinto de supervivencia de las personas floreció, formando pisotones, empujones, golpes... todo por no ser el siguiente objetivo de aquellas balas que impactaban repentinamente contra todo el inmueble de aquella planta, pero que aún, parecían no haber atrapado a ninguna persona.
Entre aquella multitud de gente asustada Alex pudo ver un rostro conocido que a diferencia de los demás, corría hacia aquellos hombres. Era Aeryn, que tras la pérdida de su marido corría hacia su vacío cuerpo que aún se veía tirado dentro del ascensor.
- ¡Aeryn, espera! –le dijo intentando que la joven no se acercara a aquellos hombres.
Fue inútil. Estaba cegada por sus sentimientos hasta que una bala le atravesó el pecho y la tumbó en el suelo. Alex se apresuro hacia ella, y al llegar se inclino para poder oír sus últimas palabras, susurradas, liberadas de aquellos temblorosos labios.
- Yo le advertí, pero no me hizo caso.
...
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