Capítulo 2
Debían ser las once de la noche cuando los Lawson decidimos dar fin a la ceremonia e irnos a casa. Nos despedimos de los demás familiares entre falsas sonrisas y pequeños abrazos que pretendían dar a entender que jamás nos separaríamos.
Al montar en el coche, esperamos a que los demás salieran antes que nosotros del parking de aquel restaurante perdido entre las montañas.
Cuando mi padre arrancó, nada volvió a ser lo mismo. Las falsas sonrisas desaparecieron dejando al descubierto los tristes rostros que tanto nos había costado ocultar a mis padres y a mí, que a pesar de tener unas vidas con una apariencia perfecta, no nos sentíamos bien.
Supongo que son asuntos familiares y que tal vez si mis padres no hubieran tenido una relación tan estrecha y no hubieran transmitido aquella sensación de insatisfacción a diario, yo hubiera sido más feliz, al igual que mi hermana, que todavía parecía no ser consciente de las tramas ocultas entre lujos que se escondían en los rincones de nuestra vivienda.
El todo terreno de mi padre se abría paso en aquella carretera retorcida que rodeaba las montañas. El silencio, dominaba en el interior del coche y nadie se atrevía a hacerle frente. Posiblemente, si hubiéramos sabido que aquellos serian nuestros últimos instantes juntos, no hubiéramos tenido tiempo para expresar lo que sentíamos ni para coordinar tantas palabras que llevábamos años guardando en nuestro interior sin intención de sacarlas.
Los segundos corrían, y el final de nuestras vidas estaba a punto de llegar. Nadie se imagina morir de aquella manera, todos nos vemos viejos y con mucha vida a nuestros pies cuando hablamos de nuestro fin. Pero en nuestro caso, no fue así.
Cuando menos nos lo esperábamos nuestras vidas se vieron atrapadas por la muerte, que llegó en forma de trailer y nos arrastró hasta lograr sacarnos de la calzada.
El auto no paraba de rodar por aquellas montañas rocosas que nos habían atrapado. El dolor era inmenso pero apenas había sitio para él, el terror había ocupado todo.
El coche finalizó su recorrido gracias a un grueso árbol que hizo que se detuviera en seco. Yo no tenía fuerzas. Ni siquiera podía abrir los ojos y mis brazos descubiertos del vestido negro que llevaba, eran recorridos por gotas de sangre que llegaban desde los hombros hasta las yemas de los dedos. Yo sabia que era el fin, no tenía fuerzas para moverme y tampoco podía entender lo que acababa de ocurrir.
Entonces toda mi atención se centró en mi hermana Lucy, la cual viajaba en la parte trasera del auto, junto a mí. La debía tener a menos de medio metro, pero no era capaz de sentir su presencia y por más que lo intentara, los brazos me pesaban demasiado como para moverlos, e incluso mis ligeros parpados, parecían estar cubiertos por acero. Lo último que recuerdo son aquellas palabras, aquella voz de varón que no lograba entender, y que fue acompañada por tres tiros. No quería pensar en quien habrían finalizado su recorrido las balas, pero entendí, que todo había acabado y que no merecía la pena seguir luchando."
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