Prólogo: Orión.

Ustedes... Yo seré quien les narre esta historia.

Tal vez no puedan verme, pero mi voz llegará a ustedes, porque trasciende los límites de la materia y del tiempo. Proviene de un espacio ajeno a la comprensión, de un rincón donde las historias se escriben antes de ser contadas. Desde esta isla, en medio del vasto y desconocido mar de la eternidad, desde La Rapsoda, la tierra de aquellos que consagran su existencia al arte de relatar.

No cualquiera puede hallar este paraje. No cualquiera es digno de caminar entre sus sendas. Yo, Orión, soy ese cuentacuentos en esta ocasión, y les confieso que he aguardado por ustedes largo tiempo. Y por ello, los conduciré por los senderos de esta leyenda que no es solo una, sino tres al mismo tiempo: Porque es una historia que fue, una que es..., y una que aún no ha sucedido.

Pero ¿cómo comenzar un relato cuando su esencia es elusiva, cuando su verdad se desdobla, haciéndolo relativa a lo que se comprende de ella? Y créanme si les digo que he meditado sobre ello por siglos sosteniendo en mis manos el libro que guarda cada palabra de esta historia..., contemplándola desde mi silenciosa imaginación, escuchando el resonar de sus murmullos en la eternidad.

Y eso me da escalofríos.

Quizás deba iniciar en el mundo que todos conocen, el que sus ojos pueden ver y tocar con sus manos. El que llamo el "Mundo Entendible", cuya existencia es apenas una frágil ilusión, un reflejo de un universo mucho más vasto. Porque también existe Rázdergan, un reino indómito donde la esencia del caos se alza como el eco de un rugido.

Y entre esos dos mundos, un pacto antiguo está por quebrarse. Pues en las sombras de la historia, una presencia en el exilio ha decidido hacer de las suyas una vez más. Una voluntad que alguna vez amó más que ninguna otra, pero que ahora solo conoce el odio y la ruina que envenenó todo ese amor. Aquel cuyo nombre fue olvidado, porque él mismo lo dejó atrás para convertirse en algo más... Algo cuya sombra se cierne sobre todo lo que existe desde el principio de los tiempos hasta ahora.

Pero ante la fuerza y el poder, otra se alzará como su contraparte. Y en el horizonte de esta era sin nombre, dos almas arden con un fulgor imposible, no solo de ignorar... sino imposible de olvidar para la posteridad.

Una cultura de fieros guerreros gobernados por una mujer aún más feroz. Una mujer con la mirada envuelta en flamas y un corazón valeroso, mancillada por la acritud de la guerra: Khénya, la "Hija del Fuego"

Y un joven con un nombre que se perderá entre los truenos de su propio mito, y entre la tormenta que azota desde el centro de su alma. Alguien que en sus ojos brilla el reflejo de la tempestad.

Su encuentro será la repercusión de una historia olvidada, el arpegio de un destino que aún no ha sido escrito. Porque este no es un relato sobre la culminación de una era, sobre la guerra o el choque del bien contra el mal..., sino sobre la fuerza más poderosa de todas: De esa fuerza única con la cualidad de sobrepasar cualquier barrera, y de llegar hasta los confines del universo. Adaptándose sin forma, pero conservando su esencia; un poder incomprendido del que muchos se han alejado.

Un relato sobre el amor.

Y así comienza La Era sin Nombre.

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Sinopsis: Táifem.

Antes de que el universo conociera el orden y el caos, antes de que la existencia tomara forma y el tiempo comenzara su marcha inexorable, solo había vacío. Una inmensidad incalculable de espacio y la profundidad desconocida de un cielo primigenio.

Pero, como bien se sabe, la vida tiene esa capacidad innata de abrirse paso, sean cual sean las circunstancias.

Con un estallido de luz, lo incomprensible tomó forma. De esa chispa celestial surgió el poder primigenio, la fuerza astral que dio origen a los mundos y a las razas atávicas que dieron sus primeros pasos sobre la tierra virgen e indómita de la Era Primigenia. Cuando Rázdergan y el Mundo Entendible eran uno.

Milenios transcurrieron, y en cada uno de ellos el delicado equilibrio siempre fue puesto a prueba. Persistentemente existió el mal que perseguía el poder, pero solo ha habido uno que ha estado por encima del resto. Uno que una vez fue conocido como "El que más amó en el mundo", y que renunció a su nombre para adoptar uno más acorde al designio tallado en odio y resentimiento que abrazó.

Mientras su sombra se alza nuevamente por el horizonte como la noche cuando se aproxima, la guerra amenaza con rugir sobre Rázdergan. Los Inkális lidiaban con los vestigios de un conflicto de antaño contra los Mayers de Zelster. En las montañas heladas del noreste, el fuego de la venganza arde con la promesa de una tormenta.

Khénya, es la Hija del Fuego. Es una mujer con una furia que será legendaria. Es alguien con un pueblo que la venera sobre sus hombros, y con enemigos que la temen por lo que puede hacer. Un solo chispazo bastaría para convertirla en una llamarada incontrolable, capaz de reducir el mundo a cenizas.

Pero donde arde el fuego, la tempestad responde. Porque en el Mundo Entendible un hombre ha nacido con el reflejo de la tormenta en sus ojos. Alguien con un nombre que resonará como un trueno rompiendo en los cielos.

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Toda imagen utilizada no refleja el 100% una escena en particular, pero si pretende dar una referencia a lo que se quiere llegar. Además, el material visual no es de mi propiedad, por lo que recomiendo no tomarlo como representaciones tan literales. Ahora, están las imágenes creadas por IA, que -en lo que a mí respecta- son más "fidedignas" a lo que quiero dar a entender.