Capítulo 23: Momentum.
Había trascurrido casi 24 horas desde que Boris dejó el corazón del territorio Mayer, en donde Anaír había trasado una idea para matar dos pájaros de un tiro. De vuelta con Irvin, Yerkária y Kérian, quienes bajaban de una carreta tirada por corceles bajo el mando de un buen hombre que les ayudó a acortar el tramo, ahora estaban de vuelta al suelo para valerse de sus propias piernas.
No había ocurrido algo nuevo, a decir verdad, ya que el tiempo que pasó se empleó en nada más que el trayecto: Caminando, verificando el mapa cada tanto, luego encontraron a ese buen hombre que los llevó durante un par de horas... en fin, nada fuera de lo normal. De hecho, los tres jóvenes, notando que les quedaba mucha luz todavía, decidieron parar para comer algo, antes de seguir para montar un campamento al anochecer.
—Ah... que bien se siente sentarse un momento y relajar las piernas —decía Irvin sentado sobre el césped mientras se masajeaba los muslos.
—Pero no has caminado nada, acabamos de bajar de la carreta hace unos minutos —añadió Yerkária, por otro lado, Kérian dibujó una mueca en su rostro, la cual era una sonrisa que no pudo evitar por el comentario.
—Sí bueno, pero no se dejaba de mover y la madera es dura —suspiró Irvin luego de añadir—. Se me durmieron las nalgas, ¿sabes?
—Sí tú lo dices... —añadió Yer rodando los ojos—. Vamos bien de tiempo en realidad, ¿cierto? —Preguntó a Kérian.
—No hace mucho calor, todavía queda mucha luz de día... creo que sí —contestó él.
—Bien, supongo que nos da tiempo para preparar algo de comer... ligerito, como diría mi abuela —repuso Irvin frotándose la barriga.
—Siempre piensas en comida, eh —agregó Yerkária—, pero ahora que lo dices... se me antoja alguna sopa.
—¿Vamos a buscar algunas cosas al bosque? —propuso Irvin.
—Yo buscaré agua entonces —respondió Yer—. Kérian, tu podrías reunir leña, ¿te parece? —Kérian asintió.
—Perfecto... entonces ya vuelvo —dijo Irvin mientras se ponía de pie. Yerkária lo siguió al mismo tiempo que le señalaba a Kérian que no tardarían en regresar.
Así que, de ese modo cada uno tomó una dirección... bueno, Kérian no. Él se quedó para reunir leña, cosa que hizo en un santiamén. Solo le quedaba encender las hojas y pequeñas ramas secas que reunió para dar arranque. En ese momento recordó que Irvin tenía un yesquero que le facilitaría las cosas, así que buscó en los bolsillos exteriores del bolso que él cargaba.
Después de abrir el segundo compartimiento, a un lado de él, específicamente entre las pertenencias que cargaba Yerkária, empezó a sonar incesantemente un pitido. Kérian creyó que era urgente porque ese ruido no se detenía, pese a que trato de ignorarlo. Así que, aunque quizá estuviese mal hacerlo, buscó ese aparato... el cual era el mismo dispositivo de comunicación que Yerkária observó en la madrugada de hace poco.
Esta vez no hubo algo como un mensaje escrito en la pequeña pantalla del aparato, sino un audio... y decía así:
"Se reporta que Boris y los Mayers tuvieron un desacuerdo. El sujeto Boris tomó a uno de los rehenes bajo el cuidado de los Mayers. El rehén es el marido de Demíra, Elyas. Se cree que su intención era tomar a la pareja y matar a uno de ellos para obligar el apremio de sus exigencias. A continuación, se enviarán las coordenadas del lugar donde se cree que Boris va a ejecutar a Elyas. Además, también se añade un breve informe de detalles relacionados con el tema. Fin del mensaje, y buena suerte."
La expresión de Kérian al finalizar el audio era que mostraba cierta contrariedad, digamos... Esto porque, por un lado, había cierta inexpresión, pero por el otro... el hecho de quedar tan pasmado también revelaba mucho de lo que explotaba dentro de su pecho.
Sus ojos parecían idos, pero esos mismos ojos idos miraron rápidamente el mensaje que llegó luego del audio, en el cual se adjuntaban detalles de lo anteriormente explicado aunado a las coordenadas.
Dio media vuelta y abrió la maleta de Irvin, revisó el mapa junto a una brújula. Puso el dedo índice por encima de la cartografía para deslizarlo mientras alternaba su mirada de las coordenadas enviadas, la brújula en su otra mano, y nuevamente en el mapa frente a él. Repitió esa alternación entre una cosa y la otra, luego, tomó una pluma, un trozo de papel, anotó las coordenadas, una breve descripción más minuciosa del lugar donde iba a estar Boris, se guardó la brújula en uno de sus bolsillos y tomó el bastón de Banthros y... sin perder más tiempo, se echó a correr en una dirección.
La adrenalina que sentía era esa que le impedía fijarse en el tramo, sino en el final de éste. Era uno que le evitaba darse cuenta de que tanto cansancio se acumularía en su cuerpo, ya que esa palabra no tenía significado alguno en esos momentos... solo tenía que llegar, punto.
Minutos después.
Irvin y Yerkária aparecieron trayendo consigo no solo aquello de lo que debían encargarse, sino una casual conversación entre risas. Al acercarse al punto donde se encontrarían con Kérian, miraron a todas partes esperando que estuviera por ahí, pero nada. Para cuando Irvin preguntó en voz alta sobre su paradero, un mal presentimiento se generó en Yerkária cuando notó su comunicador en el suelo.
—Ay no —dijo Yer antes de acercarse, agacharse y tomar su dispositivo.
—¿Qué sucede? —Preguntó Irvin luego de ver que su maleta estaba abierta y sus pertenencias revueltas.
Yerkária al darse cuenta de que había un audio y un mensaje, no hizo más que reproducirlo una vez más. Y solo entendieron que Kérian se había ido.
—Quizá tengamos suerte si nos damos prisa... está muy cerca —añadió Yerkária un tanto exasperada.
—¿Dónde? —Preguntó Irvin, a lo que Yer le tiró el comunicador para que lo viera él mismo.
Mientras eso ocurría, muy, muy lejos, Khénya por fin aparecía caminando entre las ruinas de su pueblo. Ostentaba una distinguida hacha en su hombro, lucía cansada, agobiada y, a juzgar por su ropaje rasgado y la suciedad en su cuerpo; daba la impresión de que mantuvo una batalla para conseguir su trofeo... el tesoro de Ygvarr: Esa hacha.
No era un arma alargada como la que Bérik portaba, era más corta y oscura con una hoja cuyos colores parecían vivos, alternando entre el ámbar y el carmesí. Todo el mango de esa legendaria arma era oscuro como el carbón, y con líneas irregulares por los que corrían los mismos colores de la hoja... Era como si circulara lava por su interior, de un extremo a otro. Casi se podía sentir el calor que el hacha despedía, casi se podía sentir el corte con solo fijarse en el filo... casi se sentía como si Aknol (nombre de el hacha de Ygvarr), estuviese viva.
Khénya bajaba por aquel cerro cuyo terreno se volvía más amplio a medida que descendía, por eso el nombre de "La Puya Blanca". Los Mayers que se hallaban diseminados a lo largo y ancho de las ruinas observaron a la hija de Érikas caminar siendo la nueva portadora del tesoro de Ygvarr. Unos guardaron reverencia mientras se postraban sobre una de sus rodillas, otros eran más reservados, y se limitaban a bajar sus cabezas manteniendo el puño cerca sus pechos mientras murmuraban unas palabras en una lengua que solo ellos entendían.
La hija del fuego, por su parte, esperaba encontrar a su hombre de confianza cerca, pero desde que descendió no lograba percibirlo. Por ende, preguntó a uno de sus guerreros presente, pero este solo mencionó que no lo habían visto desde el amanecer, y qué se fue sin dar explicaciones. Ante la respuesta del Mayer, Khénya guardó agradeció y guardó silencio, luego, regresó a su rumbo. Mientras caminaba, lo hacía mirando el suelo, mirando la nieve en sus pies y escuchando el ruido de esta a cada paso. Pero en su mente tenía una duda latente sobre el motivo de que Bérik no estuviese allí, ya que ella sabe perfectamente que él no haría eso... a menos que sea por una muy buena razón.
Así que confió en su propia intuición, y en el juicio de Bérik.
De vuelta a los bosques, Kérian seguía yendo a toda velocidad, y aunque se pudiera pensar que su paso sería aletargado por los imprevistos del terreno, realmente no le afectó mucho. De hecho, recordaba los entrenamientos con Sasai, y el cómo solía hacer rutas repletas de trampas aleatorias todos los días. Gracias a ello, su cuerpo adquirió esa memoria muscular que le permitía fluir durante el trayecto.
Para Kérian, el bosque estaba ahí y a la vez no... eso fue otra cosa que le hizo recordar a Sai cuando era orientado por primera vez en el arte de la meditación. Y aunque Kérian no podía asegurar que entendía por completo ese concepto, quizá sí pudo asimilar la esencia de ello en su conciencia. Gracias a eso y a las agudas emociones que destilaban en su interior en conjunto a su cuerpo, el cual trabajó para circunstancias como estas, es que su velocidad se volvió... inusual.
Todo ese maremoto en él desencadenó que también su Taifem se acoplara a las necesidades enlazadas al apremio. Su Taifem cuya base es la electricidad, dotó de sus cualidades sus pasos, haciendo que se mueva, que reaccione y que se desplazara a mayor velocidad; lo que lo hizo cubrir más terreno en menos tiempo.
Por ende, se entiende que la clave para que Kérian pueda acceder a mayores privilegios de su Taifem es: La adrenalina. Pero supongo que ustedes ya discernían eso.
La idea de que su cuerpo y que su esencia misma responda al apremio del momento solo refuerza su conexión entre la naturaleza de su Taifem y la intensidad emocional. No es solo un poder liberándose, sino una extensión de su voluntad, de su impulso de actuar ante la injusticia... algo que ha definido a Kérian desde el principio, como cuando puso su vida en juego cuando se enfrentó a Phill en el mundo entendible.
Kérian dejó muy atrás a Irvin y Yerkária, pero ellos no estaban tan perdidos después de todo... no eran tontos, después de todo. Solo usaron la lógica en la situación, cosa útil, por cierto. Supusieron que Kérian iría a toda prisa por el trayecto más corto, o sea, en línea recta. Pese a ir muy atrás, ambos jóvenes siguieron las huellas de Kérian. Y cuando digo huellas, no solo me refiero al leve rastro que deja una persona sobre la tierra, notar alguna rama rota, hojas verdes caídas donde no deberían estar, no... no me refiero a eso.
La potencia en los pasos de la Epitome marcaban troncos muy evidentemente, ya que era como si sus cortezas fueran arrancadas salvajemente, o incluso las rocas, puesto que ellas presentaban marcas oscuras, como si mantuvieron contacto con algo que quemó su superficie. Pero, estas señales no eran solo la esperanza de encontrarlo a tiempo, sino que era la manera implícita en que la incertidumbre hacía acto de presencia... sobre no llegar a tiempo.
—Irvin —dijo Yerkária mientras corrían.
—No soy el único que cree que esto es demasiado conveniente... ¿es eso?
Yerkária guardó silencio, pero ese era un silencio que revelaba que estaba de acuerdo con Irvin.
—¿Es una suerte que el punto de encuentro esté a 3 kilómetros, es todavía más la suerte de que nosotros hallamos estado a 3 kilómetros? —Añadió Yer una pregunta de la que, a decir verdad, no esperaba una respuesta.
Mientras tanto, en un punto no tan lejano a ellos, un hombre de tes oscura estaba arrodillado delante de una enorme roca. Este hombre tenía una bolsa que tapaba su cabeza, estaba maniatado y sus pantorrillas igual. A juzgar por el apenas balbuceo, probablemente sus labios estaban sellados con un trapo.
Pese a que la identidad de este hombre era desconocida, su ropa delataba claramente de donde provenía... era alguien de Inkál. Estaba solo a la espera de... alguien. Ese alguien por fin aparecía: Era Boris quien llegaba montado sobre aquel colosal corcel con armadura.
Boris vio al Inkálita de rodillas en el suelo, de inmediato se calcó en su rostro un gesto de complacencia al cerrar los ojos, respirar profundamente y levantar el mentón. Boris se acercó tranquilamente al tipo luego de apaciguar a su caballo y le indicaba que debía aguardar por él.
Se aproximaba al Inkálita, casi saboreando el momento de su ejecución... como si mostraba algo de ansiedad tras la espera. Deseaba arrancarle la cabeza a Elyas con tanto fervor, que apretaba sus manos al estar un paso más cerca. Por fin Boris estaba de pie, delante del indefenso hombre postrado sobre la tierra. Hubo un instante de silencio en el que Boris se dispuso a observar a Elyas, haciendo de un lado a otro su cabeza, inspeccionando a su víctima.
—Primero te mataré a ti y luego haré lo posible para matar a tu mujer delante del niño —exclamó ese miembro del brazo ejecutor—. ¿Me oíste? ¿Lo estás entendiendo bien? —añadió, a lo que Elyas intentaba implorar; intentaba decir algo... intentaba.
Boris parecía sentir un goce casi frívolo tras todo el escenario que se desarrollaba. Así que levantó uno de sus brazos por encima de sí mismo mientras apretaba el puño, y al hacerlo, cada fibra muscular en todo su brazo se hacía en extremo visible, como esculpidos sobre mármol.
Más que un robusto brazo, parecía un contundente maso de guerra dispuesto a aplastar el cráneo del Inkálita ante él.
Justo antes de efectuar su ataque, con su otra mano quitó la bolsa que tapaba la cabeza de Elyas. Boris quería ver los ojos de ese hombre justo antes de darse cuenta de que su cabeza iba a explotar, pero... solo se dio cuenta de que esa persona no era quien creía. No era Elyas.
Y entonces, el ceño de Boris se frunció denotando desagrado y algo más que dejaba en claro que se sentía... ¿ofendido? Aun así, daba la impresión de que sus intenciones no iban a cambiar. Pero su desagrado le hizo modificar las cosas ligeramente. algo ocurrió, y la atención de Boris fue llevada hacia su corcel que se mostraba sumamente inquieto.
Liberó la tensión del brazo que se elevaba sobre sí, lo bajó lentamente y suspiró. Luego quitó el trapo que le impedía al Inkálita expresarse, y éste lo miraba con miedo y extrañeza. Y aunque podía decir algo, prefirió mantenerse callado.
Boris no le dio la mínima importancia a cualquier expresión del Inkálita, es más, prosiguió en romper la cuerda que suprimía su movilidad. Boris rompía esas resistentes cuerdas como si no fueran más que papel mojado. Daba miedo imaginar cuanta fuerza podía llegar a ejercer si fuese dominado por una descontrolada ira.
Cuando el prisionero de Inkál fue liberado, de inmediato frotó sus muñecas y luego los tobillos... pero seguía sin decir algo hasta que:
—Levantate —ordenó Boris con voz átona.
El hombre de Inkál obedeció y se levantó lánguidamente, pero siempre manteniendo su mirada sobre Boris, como si desconfiara... y no lo culpo por eso. Después de todo; Boris no era miembro del brazo ejecutor por su elocuente humor y agraciada educación.
—Ahora tienes una oportunidad para vivir. Trata de tomarla —agregó Boris luego de unos segundos.
El Inkálita arqueó una de sus cejas con un mal presentimiento en su pecho. Y algo más que había en su pecho era la planta del pie de Boris, pues su idea era matarlo poco a poco.
El guerrero de Inkál no pudo esquivar y bloquear el ataque de Boris, y mucho menos pudo predecir la potencia y la fuerza detrás de esa patada. Tanto así fue, que fue mandado a volar un par de metros hasta de caer y revolcarse sobre la tierra otros metros más.
Al terminar de dar vueltas, el hombre de Inkál se mostraba seriamente afectado: Botaba sangre de la boca, tenía dos costillas rotas, y encima de eso, ambos brazos y parte del rostro se rasparon al dar todas esas vueltas sobre el suelo antes de detenerse.
Una sola patada y el resultado fue devastador... fue prácticamente lo único que Boris necesitó para terminar.
—Levantate... te estoy dando la orden de ponerte en pie —dijo Boris mientras caminaba hacia el ya acabado Inkálita—. Mirame... quiero que mires bien quien está revolcándose en la tierra y quien te mira por encima.
Cuando Boris estuvo cerca del Inkális, de pronto se oyó el relincho de su corcel mientras retrocedía y movía su mentón de un lado a otro. Boris apenas echó un vistazo al ruano, pero no le dio tanta importancia al apremio y el nerviosismo de la bestia. Así que Boris tomó la cabeza del hombre ante él y lo levantó hasta casi ponerlo en pie. Las dimensiones del cuerpo de Boris, y solo para que me entiendan, eran tan grandes que su mano acaparaba gran parte de la cabeza del Inkális.
—Y así te haces llamar guerrero de Inkál —repuso Boris mirando de cerca el rostro de su próxima víctima—. Han caído muy bajo.
Una vez más Boris se preparaba para ejecutarlo. Llevó el otro brazo hasta atrás para preparar un golpe a toda potencia, pero al tensar sus músculos sintió una brisa helada recorrer su nuca, una perturbación en forma de escalofríos subiéndole por la espalda; una presión repentía... de una presencia.
Volteó justo en el instante en el que Kérian se aproximaba de un salto, preparando él también un golpe... y así fue. Pero Boris era un oponente distinto a cualquier otro, incluso muy distinto a Sasai. Por lo tanto, su increíble preparación hizo que sus reflejos fueran magníficos, por lo que pudo bloquear el ataque de Kérian.
El puño de Kérian impactó contra el fornido antebrazo de Boris, esto provocó una ligera onda de choque. Y pese a que Boris pudo aplicar una sólida defensa, ahora era él el que era desplazado unos metros hacia atrás. El Inkálita herido cayó a un costado de Kérian. Boris se aferraba en la tierra con los dedos de su otra mano mientas se deslizaba sobre el suelo. Kérian se quedó de pie entre Boris y el Inkális... dispuesto a defenderlo.
Es aquí es el lugar y el ahora el momento en el que Kérian está a punto de comenzar su verdadera prueba de vida: Un combate que será a muerte. La estabilidad de Boris contra el caos de Kérian. Y de este modo, yo, Orión; el cuentacuentos de la Rapsoda, me pregunto: ¿Qué sucede cuando una tormenta choca con una montaña? ¿Quién cede primero?
Boris, aun en la misma posición con la guardia en alto, observó a Kérian. Y ahí, sus ojos rojos se hallaron con los azules índigo de Kérian.
—Así que tú eres el que tiene el tesoro de los Hemle —agregó Boris tras ver el bastón de Banthros en una de las manos de Kérian—. Pero resulta que sin buscarte aparecer ante mí.
—Haría cualquier cosa por él —respondió Kérian refiriéndose al hombre a su espalda, el cual creía era Elyas. Su respiración era agitada por todo el tiempo que pasó corriendo.
—Creo que también te han engañado —añadió Boris señalando al hombre a la espalda del chico—. Fuimos engañados... —corrigió.
Kérian atisbó con el rabillo del ojo al hombre a su espalda, se dio cuenta de que no se trataba de Elyas, que solo era alguien muy parecido a él. Pero eso no lo amilanó, y volvió a clavar su mirada en Boris, manteniéndose firme con su voluntad de pelear para evitar que lo maten. Pero ese ya no era solo el objetivo de Boris, ahora el objetivo era Kérian, así que, sea como sea... el caso es que será una pelea que no podrá eludir.
—Tu corazón se ha calmado al darte cuenta de que no era Elyas —repuso Boris poniéndose en pie y sacudiendo el brazo que lo defendió del puño de Kérian—. ¿Estas preparado para morir peleando por un donnadie? Perfecto, yo no tengo problemas.
—Tu solamente quieres esto, ¿cierto? —señaló Kérian levantando el Banthros—. Entonces puedes quedártelo y que todos nos larguemos.
—¿Lo sugieres porque temes pelear? Lo siento, pero había tomado la decisión de matar a la escoria que se esconde ahí atrás, y eso no cambiará —contestó Boris acercándose, paso a paso—. Y desde que me pusiste una mano encima firmaste tu sentencia de muerte.
«Mierda», dijo Kérian en su mente mientras tomaba el bastón con ambas manos, montando una guardia. La Epitome elemental miró sus propias manos, notando que estas temblaban. Ya sea por nerviosismo, miedo, o lo que fuese... su cuerpo aún antes que la conciencia misma de Kérian sabía que debía estar preparado para lo que viene.
Pese a ello, hizo el esfuerzo mientras fruncía el ceño, apretó sus manos como pretendiendo apartar ese ligero temblor en sus brazos. Mientras, el Inkálita empezaba a recobrar estabilidad, aunque el daño seguía ahí. Se podría decir que sus lesiones lo hacían estar potencialmente a nada de significar un estado delicado.
—Chico, ten cuidado... su fuerza es monstruosa —alcanzó a decir el Inkális. Kérian al escucharlo, volteó apenas lo suficiente para mirarlo de reojo... craso error.
Antes de que volteara Boris todavía estaba a una distancia prudente, pero el instante que le tomó girar su cuello a un costado y luego regresar su mirada hacia adelante, Boris ya estaba a menos de dos metros.
No solo era fuerte, también era veloz.
Kérian reaccionó a tiempo y pudo esquivar el puño del brazo ejecutor de los Hemle. No solo eso, sino que usó el mismo bastón de Banthros para desviar el ataque. Ante eso, el Inkálita herido se lanzó a como pudo hacia el lado contrario, buscando apartarse de la situación, ya que el mero hecho de quedarse cerca representaba una molestia innecesaria para Kérian... Era lo único que podía aportar.
El bastón vibró ante el roce contra la tremenda fuerza de Boris.
—Solo estoy empezando, chiquillo idiota. Me llevaré el bastón de todas formas, pero quiero que sea después de que estes muerto —dijo Boris mirando a Kérian, aún en la posición en la que fue desviado su ataque; ligeramente baja.
Al decir eso, Boris levantó el mismo brazo a la altura del cuello, hizo un ángulo de noventa grados con él tapándose el mentón con el bicep. Una vez más, todos los músculos del brazo se tensaban, pero con especial énfasis desde el codo hasta la punta de sus dedos; luciendo más duros como la roca o el metal.
«Hadamorfosis», pensó Kérian al reconocer que se trataba de esa técnica. El peligro de la situación escalaba exponencialmente segundo a segundo.
La Epítome decidió no poner a prueba si lo que dijo Sai era cierto: El Banthros no se rompe, no se quiebra ni arde con cualquier cosa. Existen tan pocas cosas capaces de hacerlo, que para este tiempo sería más acertado decir que el bastón es irrompible.
Así que Kérian saltó hacia atrás y, por segunda vez, esquivó el ataque cortante de Boris... o eso creyó. El joven guerrero creyó haber escapado de su alcance, pero apenas Boris terminó el movimiento, un pequeño brote de sangre se disparó de su frente.
En esta ocasión Boris no le daría el mínimo respiro a Kérian, así que prosiguió deslizándose un poco para estar lo suficientemente cerca. Ahí lanzó un gancho izquierdo hacia el rostro del chico, pero de nuevo interpuso el bastón... Para este punto le estaba causando fastidio ver que una figura tan importante como lo es una Epítome Elemental se refugiara en la defensa. Así que, en fracción de segundos, y para continuar el aluvión de golpes, tuvo un plan y probó con un upper de derecha.
Kérian hizo justo lo que él quería: Usar el Banthros nuevamente para bloquear el upper.
Como el bastón quedó en una posición baja y horizontal, Boris aprovechó su mano izquierda para tomar el Banthros desde el medio. Kérian alzó sus ojos para mirar directamente a los de Boris, con una expresión dejaba en evidencia lo incauto que fue por caer en esa trampa. Boris azotó a Kérian contra el suelo a sabiendas que éste estaría aferrado al Banthros inicialmente. Imagínense que el azote fue tan potente que el cuerpo de Kérian pareció rebotar. Esta vez el chico recibió todo el daño directamente.
El Inkális que se apartó vio aquello con horror en sus ojos. Al ver a Kérian sobre la tierra, boca abajo y sin hacer un solo movimiento, le indicaba que ahora estaría a total merced de Boris cuando se diera la vuelta... cosa que hizo en ese preciso momento.
Boris giró, miró al Inkális a unos metros y se acercó. Pero cuando estiró su brazo para tomarlo, la figura de alguien se proyectó a espaldas de Boris de un salto... Era Kérian.
Ahora era él quien acertaba un hábil y poderoso ataque con el Banthros directamente en el rústico semblante de Boris.
Si el Inkális presente lo explicara, diría que el impactó detonara una explosión de aire a todas partes. El polvo y las hojas salieron volando, incluso el césped y la maleza debajo del punto donde yacían Boris y Kérian quedó en tierra, como si estas hubieran sido arrancadas de raíz del suelo.
Un golpe así de fuerte tenía que haber terminado con cualquier otro oponente común, pero esa era el detalle... Boris no era alguien común. Porque si bien Boris se hallaba sobre una de sus rodillas, y ayudándose con el apoyo de una de sus manos al quedar en una posición inclinada; el único daño visible era un corte en una de sus cejas y la nariz.
—Eso estuvo muy bien... puede que sea lo más interesante en mucho tiempo, pero... —dijo Boris con voz calma— ¿Por qué te detienes? Tu piedad en tu mayor debilidad. —Ahora Boris se erguía lentamente—. Eres demasiado imbécil.
El corcel de Boris, que estaba aún más lejos, nuevamente se rebulló. Inquieto relinchó y se alzó sobre las patas traseras. La gran bestia podía sentir que algo se avecinaba... algo terrible.
Kérian por su parte mantenía una expresión severa pero que dejaba entre ver que todavía no lograba alcanzar la serenidad necesaria para dominar el acometimiento. Además, su cara estaba cubierta por más sangre debido a la herida en su frente, a eso se le suma otra herida en el labio inferior tras el azote anterior.
Boris en cambio, ya acostumbrado y con una respiración más controlada, elevaba ambos brazos por encima de su cabeza. Tenía las palmas mirando hacia el cielo, dio un profundo respiro; dando la impresión de que se estuviera concentrando. Inmediatamente lanzó un ataque similar al que el Adalid Zoren aplicó sobre Kérian en el templo de Inkál.
La única diferencia es que Boris no se contenía.
Un poderoso cañonazo de aire comprimido arremetió contra el cuerpo de Kérian. Si bien pudo cubrirse el rostro con los brazos y el Banthros, las prendas que le cubrían el torso se rasgaron por completo mientras el chico era arrastrado varios metros hasta casi perder el equilibrio. De hecho, tuvo que tomar una posición baja para estabilizar su centro de gravedad.
El terreno cambio radical, ahora todo el verdor se esfumó de la zona. El viento despedido tras la habilidad de Boris provocó que todo quedara en nada más que tierra... Y como en una herida; esta entonces sería su cicatriz.
—Esta es la diferencia entre tu y yo —repuso Boris girando hacia el Inkális herido—. No puede compararse un verdadero guerrero con un mugroso invasor del otro mundo.
—¡Dejalo! —Exigió Kérian notando que Boris planeaba hacer algo con aquel pobre hombre que se tambaleaba, apoyado en un árbol.
Pero Boris no le prestó atención.
—¡Que lo dejes en paz! —Volvió a gritar Kérian, implorando entre la ira en su voz y la desesperación en su corazón.
Pero Boris ni siquiera lo miró. Solo siguió hasta poner su enorme mano sobre la cabeza de Inkális.
En ese momento Kérian no tuvo otra idea más que lanzarle el bastón, así que lo hizo... pero Boris ya esperaba eso. Y justo antes de que el Banthros golpeara su cabeza, Boris giró y lo tomó con su otra mano. Mantuvo el brazo izquierdo en el aire, señalando a Kérian con el bastón mientras la derecha permanecía en el cráneo del desafortunado Inkálita.
Kérian tenía una mirada desesperanzadora, como si estos revelaran la idea de que tendría que presenciar la sádica muerte de ese hombre. Pero justo en el momento que comenzaba a apretar la cabeza del hombre, dos proyectiles impactaron la cara de Boris, cada una con una ligera carga de pólvora que explotó al contacto.
Boris soltó al hombre y al mismo tiempo en el que daba un par de pasos hacia atrás, un látigo agarró el brazo del Inkálita herido y lo atrajo hacia... Irvin; el sobreviviente de Zelster, y Yerkária, la hija del Adalid más fuerte.
Irvin llevaba aquella interesante arma que utilizó en el templo de Inkál cuando Kérian perdió el control, y Yerkária, bueno... todos allá sabían que era especialmente hábil con ella.
—Vinimos a echarte una mano, Kérian —exclamó Yer al asegurar al hombre herido.
—Esta es la primera vez que llego en el momento justo... lo tomaré como una buena señal del destino —añadió Irvin, quien saludaba a Kérian a la distancia levantando dos dedos.
La esperanza volvía a los ojos de Kérian, y en ese instante agradeció haber compartido el camino con ellos durante estos días. Pero Boris... ahora sí estaba molesto.
Por asombroso que parezca esos proyectiles no provocaron tanto daño como se esperaba. Esto era debido a que, en primer lugar, la piel de Boris era dura y resistente por defecto, y en segundo, se sumaba la habilidad pasiva de defensa de quienes dominan la hadamorfosis.
Boris era un verdadero tanque de guerra. Fuerte, rápido, inteligente y sanguinario. Y solo tres jóvenes iban a enfrentarlo.
Un miembro del brazo ejecutor de los Hemle que era equivalente a un Adalid de Inkál: Un verdadero escenario donde un desvío de mirada inoportuno, o cualquier duda puede costar la vida de cualquiera. Kérian, Irvin, Yérkaria, y hasta el mismo Boris sabían que esto sería un punto de inflexión, una pequeña guerra sin cuartel... y pura violencia.
Boris lanzó un grito de furia al aire, el cual se oyó a kilómetros a la distancia. De verdad que la intromisión de Yer e Irvin le fastidió. Cuando oyeron ese tremendo rugido, los tres jóvenes tomaron posición... pero en especial Kérian, quien será el que enfrente la ira de aquel cruel guerrero envuelto por el oscuro pelaje de un bisonte.
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