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Capítulo 13: Corriente eléctrica.


Venus

Sentada en el asiento del copiloto, con mis pies encima del salpicadero, espero que Hannah termine de llenar el tanque de gasolina mientras tarareo una canción que escuché esta mañana en el tocadiscos. Muevo mis dedos de los pies al ritmo de lo que canto mientras contemplo mis uñas recién pintadas de color rosa fluorescente.

Hoy es «ese día del mes».

Hannah y yo nos dirigimos hacia Boe Hills, en donde se está celebrando uno de los Festivales más hermosos de Tweak Falls. No recuerdo cuándo fue la última vez que asistimos a ver las maravillosas cometas con luces, pero estoy bastante emocionada. Nuestros planes eran pasar toda la tarde sentadas en una hermosa colina viendo el espectáculo, pero Hannah tuvo que cubrir un turno en su trabajo a última hora. Sin embargo, consiguió permiso para por lo menos poder traerme a ver las cometas nocturnas.

Del otro lado de la estación, veo unas deliciosas papitas en el escaparate de la tienda. Están allí en ese estante, rogándome por que las devore. Cuando estoy por inclinarme y pedirle a Hannah que me compre unas, escucho como la puerta de la tienda se abre. Mi mirada se encuentra sin reparo con la suya y de forma inmediata siento como la sangre abandona mi rostro. 

Sabía que había visto esa bicicleta en alguna parte.

Bajo los pies del salpicadero e intento esconderme o desaparecer de su vista sin éxito. Me llevo una mano a la cabeza, vuelvo a mirarlo y me doy cuenta de que está a punto de abrir la boca para decir algo, así que lo detengo. Sacudo la cabeza de un lado al otro con brusquedad y le lanzo una mirada amenazante. Él se queda de pie en medio de los estacionamientos de la tienda sosteniendo una bebida de color azul. A los pocos segundos, después de unos cuantos gestos y movimientos de manos, parece entenderlo.

"Hannah está aquí, no me hables". Ese es el mensaje.

Su atuendo veraniego es algo peculiar, pero eso es lo último en lo que debería estar fijándome. Después de tantos meses, no creí que volvería a encontrarme en una situación como esta.

Esa tarde, Bartolomeo llegó a la cabaña con una ridícula carta escrita por Dexter en la cual me invitaba a salir. Por suerte, Hannah no estaba en casa. No paré de sonreír mientras le escribía mi respuesta, citándolo al día siguiente en el Lago Hugh, el lugar donde nos conocimos, y que para entonces había empezado a descongelarse gracias a la llegada de la primavera.

Me escapé por segunda vez de casa, me senté en una banca a la orilla del río y con cada segundo que pasaba mientras esperaba y escuchaba como el hielo crujía, no paraba de sentirme más y más absurda. Después de lo que creo que fueron dos extensas horas, regresé a la cabaña corriendo y con una terrible presión en el pecho. Jamás había conocido a alguien de esa manera y lo admito, tenía una gran ilusión por Dexter, una ilusión que esa tarde se quebró al igual que hielo en ese río.

Hannah tenía razón, es mejor estar solo nosotras dos.

Pensé que me buscaría, pero los días pasaron y fue como si se hubiera olvidado de mi existencia, justo como lo habría querido cuando lo conocí. Pero el hecho de que él realmente estuviera dispuesto a entablar una amistad conmigo, cambió eso. Quería conocerlo y que de igual forma él me conociera. No del todo, pero al menos una parte de mí.

En «ese día del mes» de abril, lo vi con Pebelle. Estaban cenando en un restaurante al aire libre y todo se veía muy romántico, pero ambos tenían sus miradas adheridas a sus celulares y creo que ella le estaba tomando una foto a su plato de comida. Ninguno notó mi presencia, pero todo quedó claro.

—Hey —me llama Hannah desde afuera de la camioneta—. ¿Quieres algo? —hace un ademán hacia la tienda.

—Unas papitas —contesto de inmediato y ella asiente. Se dirige hacia la entrada de la tienda y Dexter evita el contacto visual con ella.

Cuando entra, observo como camina entre los estantes, evaluando los precios y leyendo las etiquetas. Estará ocupada por unos cuantos minutos.

Regreso mi mirada hacia el chico que sigue de pie en medio de los estacionamientos. Está sonriendo de forma inocente y suspicaz.

—Hola —es lo único que dice, sin moverse.

Le sostengo la mirada por unos segundos, ruedo los ojos y halo de la palanca de mi asiento para reclinarlo y desaparecer de su vista.

—Puedes irte —suelto, de forma cortante mientras miro el techo del Azulejo.

—Vamos, no me hagas tener que acercarme. Tu hermana nos verá y de seguro te hará muchas preguntas. ¿Quién es ese chico tan guapo? ¿Por qué te habla? ¿Cómo lo conoces? —finge una voz aguda mientras imita a mi hermana.

Si tan solo la conociera.

Aguardo en silencio e intento ignorarlo, con la esperanza de que haga caso a mi anterior pedido. Él parece seguirme el juego y permanece en silencio durante casi dos minutos.

Escucho el continuo sonido que emiten las grandes luces en el techo de la estación y si me concentro un poco, logro percibir la actividad eléctrica a mis alrededores.

Cierro los ojos y esa aguda pulsación en mi oído aparece, pero esta vez de forma diferente. De pronto, soy consciente del cableado de la tienda, la computadora en la oficina de administración, las luces encima de mi cabeza e incluso del celular en el bolsillo del despachador.

Abro los ojos de golpe, suelto todo el aire de mis pulmones por la boca y regreso el asiento a su anterior posición. Dexter ha desaparecido, no hay señales de él por ninguna parte ni de su bicicleta. Al parecer mi deseo sí se cumplió, aunque ahora no sé si reír o llorar.

Me bajo del Azulejo y estiro mi cuerpo mientras intento encontrarle sentido a todo esto. Mis pies desnudos sienten el rústico asfalto y un pequeño relieve sobre este. Bajo la mirada y pego un brinco al darme cuenta de que estoy pisando un cable negro, pero este no está conectado a nada en específico. Me inclino y lo tomo entre mis manos. Tiene una longitud de diez centímetro, pero no estoy segura de donde proviene.

Me vuelvo a sentar dentro del Azulejo, con un gran signo de interrogación tatuado en el rostro. Miro de forma superficial lo que hay más allá del parabrisas, mientras repaso lo que acaba de pasar en estos últimos segundos. Nunca antes había sido capaz de discernir con exactitud las corrientes eléctricas que me rodean debido a esa molesta pulsación en mi oído. Pero esta vez fue así, lo supe casi de inmediato. El pensamiento surgió de forma espontánea en mi cabeza, como si se tratara de un radar. Fue casi como una revelación. Una epifanía. Y lo admito, se sintió bien saber algo con antelación.

Sostengo el cable entre mis manos y lo contemplo durante unos segundos antes de que Hannah suba a la camioneta y me lance mis papitas.

—¿Qué tienes allí? —observa.

—Lo encontré en el suelo —digo y le extiendo el cable.

Ella lo evalúa y maldice por lo bajo.

—¿Qué? —pregunto.

—Es el cable que conecta el tubo que va desde el depósito hasta el motor —explica, pero no comprendo y ella lo nota—. Ayuda a que la camioneta encienda.

Ella introduce la llave, la hace girar y el Azulejo produce un ruido casi parecido al de un anciano con flema acumulada en el pecho y una terrible tos. En respuesta, Hannah le da un golpe al volante, se baja y le echa un vistazo por debajo.

—Hay una pequeña fuga de gasolina —anuncia y el enojo en su voz es casi palpable. Se coloca de pie, mira a su alrededor con disgusto y patea una de las ruedas.

Ella se acerca a uno de los despachadores dentro de la tienda, le muestra el cable y a pesar de que no los escucho, comprendo qué le está explicando la situación. El chico asiente y ella le entrega el cable. Ambos caminan en dirección a la camioneta, el chico desaparece de mi vista, pero Hannah se apoya en la ventana y me mira desde afuera. Suspira con pesadez.

—Mira, él dice que va a ayudarme a arreglarlo, pero que puede tomar entre veinte y cuarenta minutos. Quizás para entonces ya haya terminado el festival. Lo siento —inclina el rostro y yo asiento, en comprensión.

Me coloco mis zapatos y me bajo del Azulejo para que el chico pueda hacer lo suyo. Camino un poco por el área y a la distancia, logro divisar varias luces en el cielo y un gran resplandor.

—Hannah, mira —señalo y ella asiente—. No está tan lejos.

El chico debajo del auto comenta:

—¿El festival? Sí, está a menos de diez minutos a pie.

—De acuerdo —dice Hannah—. Quizás si vas caminando logres ver algo, te paso a recoger en la entrada —dice, pero más allá de esa simple oración, distingo un tono de advertencia—. Ten cuidado.

Asiento y comienzo a alejarme.

Avanzo con pasos firmes por la orilla de la carretera mientras murmullo otra canción. Las calles están muy poco iluminadas, pero la luna en el cielo despejado y las luces del festival me ayudan a no perder de vista la ruta. Los ruidos nocturnos, mis suelas contra el asfalto y la brisa es lo único que puedo escuchar, todos esos sonidos juntos se convierten en una sinfonía que me transmite calma, como cuando hago caminatas nocturnas por el bosque. Mantengo la mirada fija en las luces danzantes del cielo y de pronto otro sonido se suma a la orquesta. Es constante y sé perfectamente de dónde proviene.

Me detengo y giro mi cuerpo, para encontrarme con su figura a la distancia conduciendo esa bicicleta. Se aproxima a una velocidad constante y poco a poco comienza a reducirla, para terminar frenando justo en frente de mí. Está agitado, lo sé por la manera frenética en la sube y baja su pecho. Tiene algunas gotas de sudor en la frente y las mejillas ruborizadas, lo cual me parece algo peculiar al igual que siempre me lo ha parecido su ceja y sus... ojos. Me quedo allí de pie, con los brazos a mis costados mientras lo observo intentar recuperar el aliento.

—Escucha, solo quiero... hablar contigo.

—¿Le quitaste ese cable a la camioneta? —pregunto sin dejar de ser cortante.

Él entrecierra los ojos y mira al cielo—. Tal vez.

—Arruinaste la noche, ¿lo sabes? ¿no? —lo miro con incredulidad—. Al menos la mía —frunzo el entrecejo—. Escucha, no quiero hablar contigo ahora. Hablo en serio.

—No. Sé que no lo dices en serio —suena muy seguro y eso me hace dudar—. Lo hice porque de otra forma no ibas a escucharme y no quiero causarte problemas con tu hermana si voy a la cabaña. Lo lamento, ¿sí?

—Qué considerado, gracias Dexter —finjo una sonrisa.

Desde que terminé «El Gran Libro del Sarcasmo: Un arte para todos» entendí como utilizarlo a mi favor. He practicado mucho con Hannah, pero a ella no le causa mucha gracia.

—Escucha, tienes todo el derecho a estar enojada. Sé que lo eché a perder, que soy un idiota y sé que ni siquiera merezco conocerte, pero puedo explicarlo —su rostro se torna serio y desearía que llevara sus gafas puestas, pues al menos estas distraen un poco la atención de sus intensos ojos y todos los sentimientos que parecen reflejar. Tiene ojos muy sinceros.

—Es mejor que te vayas. Finjamos que... no existimos, como lo hemos hecho durante todo este tiempo. Nos va mejor así.

No creí que decirlo en voz alta pondría en evidencia todo el resentimiento que almaceno hacia él, justo como la electricidad que corre debajo de piel.

—Eso no es cierto, a mí no me va mejor así —contraataca—. Sonará estúpido, pero no hubo un día durante todos estos meses en los...

—...en los que no hayas pensado en mí —completo y ruedo los ojos. He leído esa frase en algunos libros con trama predecible—. Pues me pasa igual, también he pensado en ti y concluí en que te odio.

Él se ríe con osadía.

—No me odias. Odias lo que hice y lo siento —eso último lo dice en un tono tan dulce que me es imposible mantener el rostro fruncido durante tanto tiempo—... Con que has pensado en mí, ¿eh? —y entonces sonríe con altanería, rompe el hechizo y vuelvo a detestarlo.

Comienzo a avanzar por la carretera, dejándolo atrás. Él toma su bicicleta con ambas manos y me sigue el paso.

—Solo bromeaba, relájate.

Lo ignoro y continúo con mi plan de llegar al festival. Pensé que con suerte, quizás se aburriría y terminaría por irse, dejándome sola de una vez por todas. Creí haberlo logrado cuando se detuvo y yo no dudé en dejarlo atrás. Me lo imaginé dando la vuelta y pedaleando de regreso a casa. Que tonto de mi parte pensar que las cosas serían así de fáciles con Dexter.

Todo este tiempo estuvimos jugando y yo ya había utilizado mi última patética carta, sin saber que él aún tenía un estúpido as bajo la manga que estaba a punto de cambiar todo el juego.

—Me gustas, Venus. Por si aún no te has dado cuenta.

Me detengo cuando escucho como deja caer la bicicleta sobre la carretera, provocando un sonido seco. Creo que mi corazón también se detiene durante unos cuantos segundos. Es ridículo y cursi, pero así se siente.

Estamos a casi cuarenta metros de la entrada del festival, por lo que algunas luces de las cometas ya se encuentran por encima de nuestras cabezas. La noche a nuestro alrededor se vuelve más clara y resplandeciente. Casi mágica. Levanto mi mirada hacia el vasto y amplio cielo, repleto de luces artificiales. En eso me concentro mientras lo escucho hablar y balbucear a mis espaldas:

—Me gustas. No estoy seguro desde cuándo. Es... confuso. Hoy terminé con Pebelle porque yo... yo no he podido parar de pensar en ti. Además, a ella le gusta otro chico. Ella y yo no éramos felices juntos y todo este tiempo lejos con ella, me hizo darme cuenta de que me gusta estar contigo aunque a veces te comportes de manera... misteriosa. Escucha, sé que escondes cosas, pero no me importa—escucho su risa nerviosa, lo que provoca que se me escape una sonrisa—. Sé que no sé mucho sobre ti, pero lo poco que he conocido me gusta. En serio lamento no haberme dado cuenta antes, soy un idiota y odio que me ignores a pesar de que me lo merezca. Incluso tengo mensajes con Lywn hablando de ti a las una de la madrugada...

Por primera vez en todo su discurso, me doy la vuelta, lo enfrento y me doy cuenta del lío en el que sea ha vuelto. Tiene el cabello desordenado como señal de que se lo ha estado tocando con nerviosismo, todavía sigue ruborizado y está tecleando en su celular de manera frenética. Se acerca a mi con la intención de mostrarme los mensajes, pero yo retrocedo y lo observo sin reparo.

Estoy al borde de las lágrimas porque se siente bien haberlo escuchado decir todo eso, pero al mismo tiempo se siente tan mal. Dexter tiene una gran sonrisa en el rostro y los ojos le brillan como nunca. Veo la ilusión en su mirada mientras espera mi respuesta. Dudo que él se dé cuenta de la batalla interna que estoy teniendo por su culpa. Pues una parte de mí también le corresponde, pero todo esto es algo nuevo para mí y también estoy confundida. Esto, más que una buena noticia, es una terrible tragedia porque no puede suceder de ninguna manera, por más que quiera. No puedo hacerle esto a Hannah y mucho menos a él.

Ese sentimiento de repudio reaparece. Hace mucho tiempo no detestaba ser quién soy. Detesto estar atrapada en este cuerpo lleno de electricidad y que él pueda ser un chico normal sosteniendo su celular. Quién sabe cuántas conversaciones y mensajes de texto nos habríamos enviado ya. Detesto tanto no poder controlarme y a veces me gustaría poder culpar a alguien por este inútil alterado que me ha privado de tantas cosas. Me ha quitado la oportunidad de tener una vida normal, y ahora también me quitará a Dexter. Odio siempre tener que perder contra mi misma.

—Oye, ¿qué pasa?

Él guarda su teléfono en su bolsillo, intenta acercarse y lo dejo.

—No va a suceder —niego con la cabeza y me atrevo a mirarlo directo a los ojos.

Dexter es una persona testaruda y algo impulsiva, eso es algo que todo el que lo conoce debe de saber. A mí nadie me advirtió sobre eso y quizás debí haberlo deducido, pero tuve que descubrirlo por mi cuenta cuando sus labios terminaron sobre los míos.

Él se acerca tomándome desprevenida, rodea mi cintura y me atrae hacia él. Su beso comienza de una forma suave y lenta, casi como un baile de salón. Al inicio no sé que hacer con mis manos, simplemente lo sigo, pero él si parece saber lo que hace, pues con sus dedos recorre mi espalda de una forma que se siente como la correcta. Así que me ayuda un poco y coloca mi mano en su cuello. Siento la humedad sobre su piel, pero no me importa, así que con mis dedos nerviosos acaricio la parte alta su espalda y luego, de alguna forma, mi otra mano termina sobre su rostro. Dejo que él me guíe y me gusta, me gusta ir descubriendo quién soy mientras estamos juntos. Mis labios se sienten muy cómodos sobre los suyos y poco a poco la sorpresa y el escepticismo se convierten en deleite. Comienzo a responderle con los labios a lo que él intenta comunicarme con los suyos, intento decirle que también me gusta. Dejo que me atrape, que se ponga en evidencia. 

De pronto, siento una corriente de electricidad escaparse de mí, al inicio pensé que era parte del beso, pero cuando Dexter me suelta me doy cuenta de que él también lo ha sentido.

Dexter se ríe.

—¡Woo! —grita con emoción y se toca los labios—. ¡Wow! ¿Sentiste eso? — dice entre dientes y vuelve a acercarse, demasiado.

Yo coloco una mano en frente para apartarlo y evito su mirada. Nuestros pechos suben y bajan al mismo ritmo, intento recuperar el aliento mientras proceso lo que acaba de suceder. Creo que quemé su teléfono, pero él está muy entusiasmado como para darse cuenta.

Levanto la mirada por primera vez desde que nos separamos y lo fulmino. Ahora soy yo quien se acerca y le propino un fuerte golpe en el brazo.

—¡Auch! ¿Y eso por qué? —se queja.

—No vuelvas a hacer eso —exclamo un tanto eufórica y enojada al mismo tiempo.

—¿No te gustó? —dice con picardía.

No voy a negar que me gustó, pero pensé que cuando diera mi primer beso iba a estar preparada. No así.

—Es la primera vez que lo hago—digo, tratando de suprimir una sonrisa.

—Imposible —dice con una sonrisa en el rostro y los brazos en jarra.

Yo ruedo los ojos. A la distancia, dos lámparas aparecen en medio de la penumbra y a medida que se aproximan, noto el color celeste del vehículo.

—Tienes que irte —digo de forma terminal cuando el peso de la situación cae sobre mis hombros y me doy cuenta de la gravedad del asunto. Un completo error, eso fue mi primer beso. Un error que quizás volvería repetir—. Hannah no puede enterarse de esto —pienso en voz alta e intento arreglar mi cabello desordenado producto de enredarme con Dexter.

—No tiene por que hacerlo —me apoya.

—Debes irte, por favor — le suplico con la mirada—. Por favor —el pánico se apodera de mí y creo que él lo nota. Dexter corre hacia su bicicleta y yo no puedo apartar mis ojos de las luces que no dejan de acercarse.

—Te buscaré —dice mientras se sube en el sillín. Coloca un pie sobre el pedal y con ambas manos sostiene los manubrios. Se voltea a mirarme con una sonrisa que no se molesta en esconder—. Lo prometo.

Las luces en el cielo iluminan su rostro y por alguna razón, quizás como un reflejo, le respondo con una sonrisa tímida.

—Está bien —respondo.

Dexter sonríe y asiente, baja la mirada y comienza a pedalear en la dirección contraria por donde viene Azulejo. Observo como su figura desaparece en medio de la oscuridad, más allá de las luces incandescentes del festival y me pregunto hacia dónde se dirige. Reacciono cuando escucho el claxon de la camioneta y me encuentro con el rostro de Hannah a menos de tres metros de mí. Camino en su dirección, entro en la camioneta, me coloco el cinturón y dejo mis manos sobre mi regazo. A través del parabrisas, intento ver más allá de la noche.

—¿Hablaste con alguien? —pregunta y de inmediato volteo a mirarla—. Me pareció verte con alguien.

Reacciono, asiento y suspiro.

—Oh, solo era un chico ebrio del festival. Me peguntó hacia dónde quedaba el lado sur.

Odio mentirle.

—¿Solo eso?

—Sí, solo eso —sonrío como idiota, poniéndome en evidencia.

El momento no deja de repetirse en un bucle. Vivo y audaz. Hannah frunce el ceño, me mira y asiente con los ojos entrecerrados.

—De acuerdo. Al parecer el festival aún no ha terminado. ¿Todavía quieres entrar y ver las cometas?

Miro el cielo, testigo de lo sucedido y me doy cuenta de que no quiero que revele mi secreto. No puedo esperar para llegar a la cabaña, meterme debajo de mis sábanas y cerrar los ojos. Esta será la primera noche durante todos estos meses, en la que no tendré que preguntarme en qué estará pensando Dexter. Al fin obtuve una respuesta a todas esas veces en las que me hice esa misma pregunta y estoy casi segura de saber la respuesta de esta noche.

—Nah, vamos a casa. 

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