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Extra 1

La coreografía de mis compañeras me está sacando de quicio, todo tiene que ser perfecto solo porque no podemos defraudar al equipo. Al principio pensé que esto sería divertido, la gimnasia me gusta, pero con el paso del tiempo y a medida que la capitana fue ganando popularidad, se fue haciendo cada vez más estricta y la diversión quedó en segundo plano.

—Sabrina, ¿qué estás haciendo? ¡Tus piernas no están rectas! —me regaña la capitana, Abigail, con los brazos cruzados y completamente enojada.

Me pongo un poco más recta en la pirámide para poder obedecerla, pero estoy un poco cohibida pues para mi desgracia, estoy con la regla y me siento incómoda en el aire. Menos mal que hoy puedo usar pantalones y no es necesario el uniforme especial. Cuento hasta tres y con las plantas de los pies encima de los hombros de mi compañera, me coloco como si tuviera una pila de libros sobre la cabeza. A mi lado, mi compañera se tambalea y en busca de algo sólido para sostenerse, me empuja haciendo que caiga y termine destruyendo la formación.

Me agarro el tobillo con fuerza, reprimiendo un grito de dolor en cuanto toco el suelo. Todas las chicas me rodean y me preguntan si estoy bien y les digo que sí en un sollozo apenas contenido.

La capitana aleja a las demás y me levanta del suelo, no sé si por culpabilidad o generosidad, pero me lleva una pequeña enfermería al final del pasillo donde suelen atender a personas que lo necesitan.

Como estábamos en la parte espaciosa del instituto, hay muchos ojos curiosos en el camino, me reprimo las ganas de llorar porque no quiero que nadie me vea así. Voy dando pequeños saltos hasta llegar al lugar, donde me recibe una licenciada que suele venir solo algunos días, para mi suerte, uno de esos días es hoy. Sin embargo, está atendiendo a uno de mis compañeros.

—Bien, Dave, con estas gotas ya no van a dolerte los ojos, pero debes ir a consultar al oftalmólogo lo más pronto posible o tu vista va a empeorar —el chico asiente.

Conozco a Dave desde hace como tres años cuando se mudó al instituto. No sé mucho de él salvo que su papá es un abogado que disfruta más de los lugares silenciosos, razón por la cual el chico tiene que tomarse viajes largos hasta su casa. Suelo verlo en la parada de autobuses, pero nunca hemos hablado. Debo decir que eso es en partes mi culpa.

—Sabrina, te dejo aquí y vuelvo cuando termine el entrenamiento —me dice Abigail antes de ir, asiento con la cabeza todavía con dolor en el tobillo.

—¿Qué pasa? ¿Dónde te duele? —me pregunta la licenciada y le respondo.

—¿Quieres que te ayude? —Dave me pasa la mano.

Con un poco de vergüenza, la tomo y me lleva a una de las camillas para que me siente mientras la enfermera me revisa. Si bien Dave es un chico amable, nunca tuve las agallas de hablar con él. Me gusta un poco la manera en que mueve su cabeza en el autobús al son de una canción que solo él puede escuchar por medio de unos gruesos auriculares. También el hecho de que siempre saca un sobresaliente en las lecciones que para muchos es imposible, me parece un chico brillante y llegué a notar también que suele ser bastante carismático.

—Creo que mi capitana necesitará un reemplazo —comento en medio de un silencio incómodo mientras la enfermera me busca alguna medicina para el dolor.

—¿Me hablas a mí? —pregunta Dave, confuso.

—Pues claro, ¿a quién más? —me rio de su reacción. Él desvía la vista.

—Es que nunca me dirigiste la palabra antes —se encoge de hombros.

Me quedo callada un momento meditando aquella afirmación. Sé perfectamente la razón del porqué no doy ese paso.

Dave suele ser molestado por nuestros compañeros de clase.

Para muchos, su inteligencia no es admirada, sino envidiada, sumándole eso a que tiene sobrepeso, es el blanco perfecto para las burlas de mis compañeros. La verdad es que cada vez que lo veo siendo la víctima en clases, me da mucha impotencia. Quiero ir a ayudarlo, pero eso me pondría a mí en una situación difícil, Abigail es una de las tantas que lo ataca con más frecuencia, el que no lo haya hecho hace unos minutos, fue debido a que estaba apurada. Si se llega a enterar de que lo defendí, podría expulsarme del equipo.

—Bueno... olvídalo —murmuro sintiéndome un poco como la mierda por ser parte de los que son indiferentes al acoso que recibe.

Dave se queda a mi lado por varios minutos mientras la enfermera me explica que solo fue un percance menor y que el dolor se iría pronto. Quiero saber por qué sigue aquí cuando ya fue atendido, pero no me animo. La respuesta a la pregunta me llega unos minutos después cuando la enfermera me dice que puedo ir a clases.

—Vamos, te acompaño.

—¿Te quedaste solo para esto?

Dave asiente como si hubiera sido obvio. Ahora me siento incluso más avergonzada que antes.

—¿Tienes problemas de la vista? —pregunto para evitar el silencio incómodo.

—Sí, creo que es porque me paso viendo películas en mi tiempo libre y estudio mucho por las noches —se encoge de hombros.

—¿Qué tipo de películas te gustan? —replico un poco fascinada, también tengo un gusto por ellas, solo que algunas no eran tan acordes a los que la mayoría de mis amigas preferían.

—Bueno... el otro día me vi la de Terminator —me dice dubitativo.

—¡Yo también! Fue tan emocionante, más cuando encontraron a John Connor y ¡zas! El T-800 y el villano pelearon, no me esperaba eso, quedé como ¡Ohhh! y ¡Ahhhh! Todo el tiempo —Sin darme cuenta, hablé muy emocionada y miro alrededor para saber si alguien me escuchó.

—¡Tienes razón! Creo que esta es mucho más buena que la primera, ¿la has visto también? —Asiento emocionada—. Incluso los efectos especiales son mejores, ya fui dos veces a verla, pero creo que iré una tercera vez...

Seguimos hablando mucho tiempo más, tanto que vamos al patio para poder terminar la conversación en vez de ir a las clases. Dave me dice que va a ayudarme si la lección de hoy es muy difícil. No sabía que fuera tan agradable su compañía hasta hoy, todo porque me privé de su amistad por mis estúpidos prejuicios. Luego de las películas, siguieron los libros, descubrimos que a los dos nos gusta Stephen King e Isaac Asimov. Sin darnos cuenta, el timbre de la salida suena señalándonos que ya pasaron horas.

—¡Nuestras cosas deben estar todavía en la clase! —me levanto y me sacudo la suciedad de mis pantalones.

Dave me ayuda, pero como dijo la enfermera, solo me dolió un poquito, ahora ya casi no siento nada.

Al llegar al aula, olvido un gran detalle.

—Sabrina, ¿qué haces con el puerquito Dave? —me regaña Abigail en tono de burla. Por inercia, me suelto de inmediato del agarre del chico.

Dave no dice nada y va hasta su lugar para sacar sus cosas y salir del aula, no sin antes tropezar cuando uno de los compañeros le pone un pie en frente. Una vez me pregunté por qué Dave no reaccionaba ante aquellas acciones, pero la respuesta me llegó un día cuando lo vi defendiéndose contra cuatro personas. En ese momento, supe la razón. No podía hacerlo solo. No contaba con ayuda de los profesores, pues decidían hacer oídos sordos antes las burlas, ni los demás compañeros que no formaban parte del grupo de abusadores porque ellos tampoco querían meterse con ellos.

Yo estoy incluida en el segundo grupo.

—No puedo creer que te haya traído hasta aquí, no puedes permitir que te vean con él —me regaña otra de mis amigas.

Yo sonrío con dificultad y un enorme nudo en la garganta, sin embargo, no suelto ni una sola palabra en defensa de Dave, lo que hace que me sienta como una completa cobarde.

A pesar de que me porté como una perra total con él, Dave me recibe con un saludo amistoso en la parada de autobuses, yo no respondo nada y solo bajo la mirada avergonzada por mi comportamiento y más por el hecho de no hacer nada para cambiarlo.

Días tras días la rutina es la misma. Con el tiempo, en vez de ignorarlo, le saludo con las manos mientras lo veo subir al autobús.

—Oye... solo quería decirte que esta es la última semana que Terminator está en cartelera —Dave me informa una de esas tardes en la parada.

¿Qué digo? ¿Le respondo? Me muerdo los labios sin saber qué hacer. Mis pies se enredan con nerviosismo y mis manos se cierran contra la correa de mi vieja mochila. Los segundos pasan y no digo nada, en cuanto se acerca el autobús de Dave, me levanto en un impulso repentino que lo deja perplejo, no lo culpo, a mí también.

—¿Quieres ir a verla conmigo hoy? —siento como toda la sangre se me sube al rostro. ¡Qué bochornoso!

Esta vez es Dave quien no responde y eso no hace más que ponerme más incómoda. Qué la tierra me trague ahora mismo, por favor.

—Los siento, me tomaste por sorpresa, pero claro que quiero ir. ¡Me encantaría! —Ver los ojos brillantes de Dave fueron suficientes para decirme que tomé la decisión correcta al invitarlo.

Juntos tomamos el autobús en sentido contrario y vamos al cine, Dave insiste en pagar las entradas, pero me niego, ya que fui yo la de la idea. Aunque nada pude hacer cuando compró los aperitivos para la película.

Me emociono por cada mínima escena de acción y Dave también, incluso lo escucho repetir algunos diálogos con entusiasmo. En las partes de suspenso acerco mi cabeza hacia la pantalla por inercia, en otras, me muerdo las uñas. En una de las más emotivas, siento a Dave carraspear a mi lado, giro la cabeza lista para burlarme de él pensado que esta llorando, pero resulta que es porque mi mano sujeta la suya fuertemente.

Le suelto de inmediato mientras una ola de calor me invade. ¿Cuántas veces voy a humillarme yo solita? ¿Y por qué mi corazón está latiendo tan fuerte? Debe ser la película.

Miro de costado a Dave con pena, pero él ya está concentrado de nuevo al frente. Lanzo un suspiro de alivio. Me fijo un poco en él y desde esta distancia, en realidad me parece un poco lindo. Su cabello negro es muy lacio y bien cuidado, sus pestañas son largas a comparación de las mías, sus ojos brillan en todo momento a pesar de su vida dura y sus mejillas tienen un ligero tono rosa que contrasta con su palidez. Además de eso, también es simpático, divertido, atento y muy interesante. Me gusta ser su amiga.

¿Aunque realmente lo soy?

Luego de salir del cine, hablamos de nuestras escenas favoritas. Estamos tan emocionados que dejamos de lado al mundo que nos rodea. Me rio un montón con su sentido del humor y él hace lo mismo con el mío.

—Creo que ya debo irme a casa —me dice cuando llega el momento de separarnos. Sorprendentemente, estoy un poco desilusionada—. Deberíamos venir más de seguido —agrega.

—¡Desde luego! Creo que sería genial.

—Sabrina, una amiga me dijo que te vieron el otro día con el puerquito —Abigail me acorrala unos días después de mi salida con Dave—. ¿Eso es cierto?

Justo en ese momento, el nombrado entra en la clase. No estamos muchos aún, por lo que su llegada llama la atención de Abigail.

—Hey, ¿podrías venir un ratito? —se separa un poco de mí para llamar a Dave. Él me mira dubitativo y yo no puedo hacer otra cosa más que desviar la vista.

—¿Qué pasa? —pregunta Dave llegando hasta nosotras.

—¿Es cierto que tú y Sabrina estuvieron en una cita ayer? —Al decir la palabra "cita" mi rostro comienza a adornarse de un matiz escarlata que Dave interpreta de la manera errónea, pues luce un poco desilusionado.

—No es verdad. Ni siquiera somos amigos, ¿cómo podríamos salir juntos?

Algo dentro de mí se quiebra al escucharlo. No fueron las palabras, sino el tono. Como si fuera algo completamente ridículo para él aquella idea. No sé cómo reaccionar, como tantas otras veces, solo me quedo ahí intentando descifrar qué es la sensación que tengo en el interior, es como si hubiera recibido una puñalada en el pecho.

Dave se alejó de mí después de eso. Ni siquiera intentó saludarme nuevamente en la parada de autobuses, eso me dolió. Tengo unas enormes ganas de llorar cada vez que lo veo y no sé por qué. Incluso en el entrenamiento me va fatal, razón por la cual ahora estoy caminando rumbo a la cafetería a tomarme un descanso por órdenes de la capitana. Privilegios de animadoras.

Ya cuando estoy relativamente cerca, me acuerdo de que dejé mi dinero en el casillero, así que me voy de nuevo, en el momento en que doy vuelta el pasillo, me encuentro con Dave. Mi corazón empieza a latir tan fuerte que me deja muy quieta en mi lugar, él en cambio, se desvía rápidamente en sentido contrario, grito su nombre muy tarde, ya no hay rastros de él.

Nuevamente triste, voy hasta mi casillero y lo abro para poder sacar mi monedero, pero sorpresivamente, un sobre blanco sale volando de él.

Extrañada, miro la carta sin ningún remitente y la llevo conmigo, junto con lo que vine a buscar, para leérmelo en la cafetería. Al hacerlo, mis pulsaciones se disparan, cada palabra, me pone un nudo enorme en la garganta y me obliga a sonreír como idiota.

Querida Sabrina:

                             Sé que probablemente esto sea muy raro para ti, pero no encontré mejor manera de hablar contigo sin que haya personas alrededor. Me divertí mucho el otro día, no recuerdo haberlo hecho desde nunca. Creo que eres una de las personas más increíbles que llegué a conocer, eres hermosa, interesante, a veces impulsiva, y en otras, tímida. Me gusta verte sonreír, incluso desde antes que habláramos por primera vez, tu risa es encantadora y aunque no lo quiera, termino horas pensando en ella, así como en ti. No sé cómo te tomarás esto, pero espero que no te molestes, sé que tienes mucho en riesgo por eso te distanciaste de mí, después de todo, yo soy solo un simple chico incapaz de levantar la voz ni siquiera para defenderse a sí mismo.

                               La razón por la que te escribo, es para decirte que últimamente ya no sonríes como antes y eso de alguna manera me hace sentir culpable. Yo estoy bien, a veces los compañeros me molestan, pero ya no les hago caso, sé que son unos tontos descerebrados que no tienen nada mejor que hacer que aprovecharse de los más débiles. Me gustaría que dejaras de lado todas aquellas cosas que te entristecen y vuelvas a ser la chica divertida y tierna que sé que eres.

Con mucho cariño.

Dave.

Dejo de lado lo que sea que estoy tomando y con la carta en la mano, voy corriendo a buscarlo. Siento que mis latidos van a consumirme. Por el camino, escucho a muchos gritar mi nombre, pero no les hago caso. Tengo algo más importante que hacer.

Lo encuentro en la esquina de la cancha donde suelen practicar las chicas. Unos estudiantes están molestándolo. Dave intenta librarse de ellos, pero estos son más que él, por lo que está en desventaja, como siempre. En un impulso, tomo el bote de basura más cercano y ante el asombro de todos, voy directo a los chicos a tirarles el contenido encima.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —grita uno de ellos.

—¡Déjenlo en paz! —respondo fuera de mis casillas. No sé quiénes están más sorprendidos, los demás estudiantes, los abusadores o el mismo Dave.

—Esto no tiene nada que ver contigo.

—¡Por supuesto que lo tiene! Ya me cansé de callarme y de aceptar lo que ustedes idiotas hacen todos los días con él y muchos otros, ¿quiénes se creen para hacerle daño a los demás? ¡Les tire la basura porque eso es lo que son! Unos desechos asquerosos de seres humanos. ¡Ya no voy a dejarles hacer lo que quieran! Voy a hacer lo que haga falta para que esto ya no vuelva a suceder. ¿Y qué hay de ustedes? —me refiero al resto. Estoy respirando con dificultad debido al enojo—. ¿Van a apoyarme o no? ¿Vamos a seguir permitiendo que nos molesten? ¿Qué nos digan quiénes deben ser nuestros amigos y quiénes no? ¿Vamos a hacerles caso y continuar fingiendo que no estamos colaborando a arruinarles la vida a personas que no se lo merecen?

—¡Yo te apoyaré! Estoy harta de hacer oídos sordos cuando molestan a las demás chicas que no son del equipo —para mi sorpresa, la que habla es una de mis amigas.

—¡Yo también! Solo porque soy bajo no les da el derecho de agarrarme y hacer lo que quieran conmigo —comenta un chico.

—¡Quiero traer el pelo del color que quiera sin tener que escuchar como ustedes me llaman puta! —grita otra.

Muchos siguieron gritando y protestando.

—Tienes razón, a partir de ahora y si cuento con todos, creo que yo tampoco me volveré a mantener callado —las palabras de Dave me llegan al alma. Voy corriendo a abrazarlo y depositarle varios besos en esas mejillas que me encantan.

—Leí tu carta, creo que nadie me había dicho nada tan hermoso antes y quiero que sepas que me siento de la misma manera —digo un rato después, cuando lo suelto.

—Todo lo que dije es verdad. Eres la chica más asombrosa que conocí y sí tú quieres, bueno, entiendo que esto pueda sonar repentino, pero si no te molesta, ¿te gustaría ser mi...?

No dejo que termine porque lo beso con ímpetu. Dave me corresponde de inmediato y siento como un cosquilleo cálido recorre todo mi cuerpo.

Muchas otras personas siguen gritando y dándome su apoyo, estoy contenta por haber levantado la voz. El enojo ya era tanto que solo hubo falta alguien que se animara a iniciar aquella confrontación para que los demás la siguiesen.

Abigail me mira desde lejos furiosa por no poder hacer nada ahora que muchos la miraban con desaprobación. Los que molestaron a Dave se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos.

Yo me quedo todavía abrazada a Dave, riendo por la felicidad de poder estar así con él libremente.

—Fue un momento hermoso, todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer —suspiro en el medio de la cena familiar.

—¿Estás segura de que fue así? No lo recuerdo con esa intensidad —Dave se queda pensativo. Le doy una palmada ligera en el brazo.

—¿Cómo no vas a acordarte? ¡Fue uno de los momentos más románticos que viví en la vida!

—La historia es muy bonita —concuerda Dominik—, pero si se querían tanto, ¿por qué terminaron?

—Es cierto, mamá, estás omitiendo muchos detalles —concuerda Fred.

Katy no dice nada, porque está muy atenta a mi historia, después de todo, se parece bastante al cuento del príncipe y la princesa que le solía contar cuando era más pequeña.

—Eso te lo puede decir él, fue su desliz —señalo a Dave a lado mío. Él carraspea y bebe un poco de jugo.

—No fue enteramente mi culpa, te pusiste como loca el día de nuestra graduación cuando te conté que mi papá tenía un amigo cuya hija me quería presentar.

Fred y Dominik se miran mutuamente cuando dejo los cubiertos sobre la mesa con enojo.

—Por lo que veo, te encanta borrar de tu mente las cosas importantes —le recrimino. Dave, cual cachorrito, mira dubitativo ante mi reacción, eso me da mucha ternura, pero necesito librarme de esa espinilla que tengo en el pecho desde hace años, por lo que me dirijo al resto —. El día de mi graduación, Dave vino hasta mí cabizbajo, yo como toda novia preocupada, le pregunté qué pasaba y me contó que sus padres y otro señor amigo de ellos, le iban a presentar a una futura candidata para que fuera su novia. En ese momento, me indigné y le recriminé el por qué lo harían si él ya tenía una, ¿y saben lo que me dijo? —todos me prestan atención.

—Creo que es todo por hoy, ¿a quién lo tocaba lavar los platos? —Dave intenta pararse de la mesa, pero le lanzo una mirada que decía que, si lo hacía, se quedaría sin el mejor postre esta noche.

—Me dijo que no le había contado a sus padres que tenía novia porque ellos querían que su hijo estuviera con alguien con más... futuro —la última palabra la suelto con desdén.

Todos quedaron boquiabiertos y miraron reprobatoriamente a Dave, incluso su hijo.

—Se los dije ese mismo día cuando vi lo mucho que te herí —Dave puso su mano contra la mía—, pero no volví a saber nada de ti después de eso. Me sentí como si hubiera perdido una parte de mi vida que jamás podría volver a recuperar.

Todos lanzaron un "aawww" colectivo y como buenos hijos que demuestran ser siempre, levantan las cosas y lo llevan a lavar para darnos privacidad a Dave y a mí.

—Lo siento, mis padres decidieron mudarse poco después de la graduación y ya no pude contactarme contigo. Te envié muchas cartas, pero no contestaste ninguna así que con el tiempo, dejé de hacerlo y empecé a olvidarte —mi voz sale un poco entrecortada.

Dave viene más cerca de mí y me abraza, haciéndome descansar la cabeza contra su pecho.

—Nunca recibí nada y puedo entender por qué. Lamento haberte hecho tanto daño, Sabrina, sabes que eres la mujer más importante para mí, antes y ahora.

Siento un poco de sonrojo que intento ocultar en vano, Dave sigue despertando sentimientos en mí después de tanto tiempo, incluso cuando ya somos adultos.

—Te amo —le susurro.

El me da un beso en la cabellera y me murmura lo mismo. Después de eso, vamos a ver que nuestros hijos no hayan roto ningún plato, los enviamos a dormir y damos rienda suelta a nuestro amor como no pudimos hacerlo durante años.


Cuenta la leyenda que la autora de esta historia prometió subir dos extras. ¡Pues aquí tienen una de ellas! Espero que les haya gustado, me sentí muy cómoda escribiendo esto, Dave y Sabrina son una pareja encantadora, nos vemos con el siguiente ❤

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