Capítulo 7
—Será mejor que prepares todas tus cosas para mañana. No te olvides de nada —advierte mi padre esa misma tarde. Al día siguiente, se supone que debemos ir a las montañas a acampar. No pude ganar ante él por lo que me toca ir a llenarme de picaduras de insectos, caminar hasta que me duelan los pies y, sobre todo, sin acceso a tecnología...
—Dominik —advierte mi padre. No me había dado cuenta de que me estaba quejando en voz alta—. Para empezar, es invierno, por lo que no hay mosquitos. No caminaremos tanto, solo un poco profundo para poder acampar y sobre lo último, los días restantes estaremos en una cabaña llena de comodidades. Deja de enfurruñarte por todo y junta tus cosas.
Cuando mi padre se ponía en aquella actitud de «yo soy el que manda» en verdad es insoportable. No obstante, obedezco. Ya después de que se haya ido, en mi mente se recrean miles de posibles réplicas que en ese momento no se me habían ocurrido, pero ya es tarde para añadir algo más. Él también fue a alistar sus cosas, después de todo, como es el encargado de los estudiantes del instituto, deberá acompañarnos con algunos padres que fueron seleccionados.
Con mala gana, sigo buscando algo de ropa para el viaje, ¿pero qué puedo empacar exactamente? No tengo idea de lo que uno debe llevar en este tipo de situaciones.
Aun pensando en ello, mi teléfono empieza a sonar. Miro el número desconocido y me debato si contestar o no. Al tercer tono, con renuencia deslizo la pantalla.
—¿Hola? —pregunto y desde el otro lado de la línea suena una voz conocida.
—¿Dominik? Hola, soy Greg.
—¿Qué quieres?
—Sé que estás enojado conmigo, pero te quería devolver la ropa que me prestaste ayer.
—No te preocupes por ella. Adiós —digo y cuando estoy por colgar, el chico insiste de nuevo.
—¡Espera! Vamos, no seas así. Sabes que estoy arrepentido, déjame al menos disculparme en persona de nuevo —noto un tono de inflexión en él y sé que habla con sinceridad.
—Bien, ¿dónde? —El chico prácticamente me restregó en la cara que Ash estaba muerto y ahora me pide que vaya voluntariamente con él, ¡y no puedo decir que no! ¿Qué rayos está mal conmigo? Lo peor de todo es que cada vez que me digo que debería estar más molesto con él, se me viene a la mente la mirada de cachorro que me lanzó en señal de arrepentimiento. Sé que no lo quiso decir de manera tan cruel, pero lo hizo. Y ahora estoy yo, rumbo a encontrarme con él pues por más que lo niegue, quiero verlo de nuevo.
Este chico me está a punto de volver loco.
—Papá, saldré un rato a comprar algo —digo a los gritos antes de atravesar la puerta. Si le digo que pienso reunirme con Greg solo va a aumentar las sospechas que tiene sobre nuestra supuesta relación.
El viento helado me eriza la piel y me arrepiento de no haber salido con algo más acogedor puesto, solo llevo unas mangas largas que no me protegen para nada y menos ahora que el cielo está a unos minutos de oscurecer. Greg había dicho que me encontraría frente a un parque ubicado a dos calles de mi casa. Debió haberlo visto cuando fuimos a llevarlo a la suya. Al llegar, todavía no lo encuentro por ningún lado, quiero marcarlo, pero dejé mi teléfono conectado al cargador. A todo esto, ¿cómo consiguió mi número? Solo se me ocurre una persona que pudo dárselo: Daniel. El chico debería ocultar un poco más las intenciones que tiene, es muy obvio que quiere emparejarnos.
—Como si eso fuera a pasar —murmuro. Solo lo perdono porque es mi amigo y sus intenciones no son malas.
Después de unos minutos, voy a buscar un lugar donde esperar al chico. Por fin, cuando estoy a punto de maldecirlo, veo la figura del chico que me revuelve la cabeza caminando como si no tuviera ningún apuro en esta vida.
—¿Me esperaste mucho? —pregunta apenado en cuanto me ve sentado en un banco con los brazos cruzados.
—¿Tú que crees? —respondo con agresividad.
—Lo siento, te juro que en cuanto colgué salí de casa. No es mi culpa que la tuya quede más cerca —se excusa. En partes, es mi culpa por salir ni bien había colgado. Estaba tan ansioso que no me percaté. Pero no admitiría esto en voz alta jamás.
—Descuida —logro decir después de unos segundos. Greg se sienta a lado mío y nuestros hombros se rozan. Su cercanía me da un poco de calidez por lo que no me opongo al contacto.
—La verdad es que...me tarde por otra razón —dice después de unos minutos de completo silencio. Hurga entre la bolsa que trajo consigo y me lo pasa—. Ten, espero que lo disfrutes y lo tomes como una disculpa por haber sido tan idiota.
Agarro el objeto y recién cuando lo tengo en la palma de la mano me doy cuenta de que se trata de una tableta de chocolates. Y no de cualquiera, sino de una marca algo costosa.
—No tenías que hacerlo —digo y a pesar de que lo ideal sería devolvérselo, lo abro ahí mismo para comer un poco. Greg sonríe un poco al notar que me lo devoro como si estuviera hambriento. Amo el chocolate.
—Gracias —digo después de darle dos mordidas—. ¡Son deliciosos!
—Me alegra que te gusten. Entonces, ¿me perdonas? —me dice y me dedica de nuevos los ojos de cachorro. Mi corazón se ablanda un poco por lo que asiento con la cabeza. Greg suspira de alivio y me dedica una sonrisa que me hacer latir el corazón aceleradamente.
—¿Quieres? —pregunto después de un rato. Yo aquí apunto de devorar toda la barra y ni siquiera le ofrecí un poco. La vergüenza me hizo hacerle aquella pregunta, aunque mis ganas de no querer compartirlo con nadie casi ganan.
—No gracias, en realidad no me gusta el chocolate —responde apenado.
—¡Qué! ¿Cómo pueden no gustarte? —exclamo.
Un recuerdo llega a mi mente en ese momento. Cuando lo encontré fumando en el baño. Esa vez puse una barra en mi boca y se lo ofrecí, Greg se acercó hasta mí y me lo sacó rozando mis labios y diciendo que eran deliciosos. Si no le gustaban los chocolates, ¿entonces a qué se refería? Una respuesta vergonzosa empieza a maquinarse en mi mente y la descarto rápidamente. A lo mejor solo no quiso rechazarlo por educación.
—También traje tu ropa —dice pasándome mis cosas. Las mismas estaban perfumadas y perfectamente dobladas dentro de una bolsa—. Realmente me has salvado ayer.
—No es nada. Por cierto, ¿qué pasó después con tus padres? ¿Te firmaron el permiso? —pregunto recordando lo que había dicho al mediodía. Su rostro se ensombrece y niega con la cabeza.
—Son unos cretinos egoístas. No quieren que vaya a distraerme con cosas innecesarias —afirma cerrando las manos en puños. Se nota que aquella prohibición lo afecta bastante. Me da algo de tristeza que sus padres sean tan cerrados con él. ¿Qué tiene de malo unos pocos días de diversión? No es como si estuviera haciendo algo ilegal o que interrumpa sus estudios.
—Hablaré con mi padre. Tal vez si habla con los tuyos, pueda hacerlos entrar en razón —menciono aquello que desde hace rato quise decirle. Solo que no me animé entonces porque aún seguía algo molesto con él.
—No creo que funcione. Los padres de Daniel ya lo hicieron esta tarde y no consiguieron nada —responde con los hombros hundidos. Verlo así me da una punzada de tristeza.
—No te desanimes. Te sorprenderías de la tenacidad de mi padre, él puede hacer todo lo que se propone —lo aliento. No suelo hablar mucho de mi padre, por lo que el haber dicho aquello fue algo que pocas veces me animaría a afirmar, aunque no fue para nada una mentira. Desde luego, nunca diría algo así frente a él. Sería un tanto vergonzoso. Greg agradece el gesto y nos quedamos unos minutos más hombro a hombro mientras devoro su ofrenda de paz.
—Dominik...tienes chocolate aquí —Greg me toca la esquina de la boca y ya después de sacar cualquier rastro de suciedad, sus dedos se deslizan sobre mis labios. Se nota nervioso y traga saliva. Yo estoy estático en mi lugar. La conversación anterior queda olvidada en un santiamén.
De a poco, se va acercando y es mi turno de tragar saliva y detener el aliento. Su mano libre toca la mía en el banco, mientras que sus ojos están fijos ahí en donde sus dedos están rozando. Inconscientemente, paso mi lengua sobre la zona para evitar tenerlos resecos. La respiración de Greg roza la mía y la ansiedad crece cada vez más en medio de ambos.
El grito de alguien nos separa repentinamente. Miramos desconcertados saliendo del trance en que estuvimos segundos antes. Mis mejillas se sienten algo calientes y al observar a Greg, él también las tiene ligeramente enrojecidas. De nuevo me entran unas ganas terribles culminar con lo que estaba a punto de pasar, pero otro grito me aleja por completo de la idea.
Bajo uno de los árboles del parque a unos metros de nosotros, unos chicos arrastraban a una chica a la fuerza.
—Solo vamos a jugar un rato, no somos malos —persuade uno de los chicos. Greg y yo nos ponemos de inmediato de pie y vamos donde están esos idiotas.
—¡Oigan! Dejen de molestarla —añade Greg ni bien se acerca al lugar. Los tres muchachos se asustan por la repentina intromisión, pero al ver que éramos solo dos contra tres de ellos, vuelven a relajarse.
—Déjennos en paz, par de maricas —dice uno de ellos—, recién los vi a punto de besarse. Qué asco —añade haciendo una mueca de hastío.
—Idioteces. No estábamos haciendo nada de eso —Greg niega rotundamente y eso por alguna razón, me enoja.
—Putos —murmuran entre ellos y empiezan a reír. Mi rostro se colorea en rojo por el enojo, en cambio los de Greg, por la vergüenza.
—¿Qué dijeron? —pregunto y voy hasta el que habló primero para darle un puñetazo. El tipo cae a lado de la chica que estaba siendo sostenida por otro. El rostro de ella se mantiene en el piso y me da la sensación de que está evitando mirarnos a Greg y a mí. El chico que la sostenía lo hacía tan fuerte, que por más que la chica forcejeaba, no podía liberarse.
—Uy, la señorita se enojó —se burla el otro que estaba libre refiriéndose a mí. Sin embargo, no pudo decir nada más porque Greg estampa su puño contra él. Se ve furioso. Se lanza contra el chico en el piso y sigue golpeándolo. Por más que su víctima intentaba contrarrestar el golpe, no pudo hacer nada contra Greg. Yo tampoco me quedo parado como si nada, voy en contra del que golpeé primero y vuelvo a rematar. La pelea era muy pareja, sin embargo, la de Greg parece pan comido para él. En un tiempo récord, el chico con el que lucha, cae adolorido sobre el césped y Greg viene a ayudarme. El último chico, quien estaba sosteniendo a la chica, al ver como sus amigos estaban siendo arrasados y él quedaba en desventaja, huye del lugar empujándola y haciéndola caer al piso.
Los dos chicos restantes también salen atrás de su amigo, aunque a duras penas y tropezando por el dolor. Greg respira con fuerza para recobrar el aliento cuando por fin termina el percance. Una gota de sudor se desliza desde su frente hasta el mentón. Mi mirada lo sigue involuntariamente. ¿Cómo puede ser tan sexy cuando pelea? Me pregunto con algo de enojo hacia mí mismo por ser tan consciente de él.
—Hey, tú. ¿Cómo estás? — Greg le pregunta a la chica que seguía en el piso. Sigo su mirada luego de recobrar la compostura. La víctima de los idiotas llevaba una falda con dobladillos que le llegaba un poco por encima de las rodillas junto con una blusa con diseño de flores. Su cabello rubio caía sobre sus hombros. En cambio, de su rostro no podíamos ver nada debido a que se rehusaba a levantar la vista.
—Estoy bien. Gracias —responde con una voz suave. Se levanta con dificultad debido a los pequeños tacos de sus sandalias. Greg, al ver esto, va hasta ella y la levanta del brazo. Una punzada molestia me lleva a fruncir el ceño ante tal acción. ¿Quién se cree? ¿Un caballero de armadura dorada?
—¿Puedes caminar? —pregunta de nuevo con gentileza. Estoy a punto de rodar los ojos, pero también estaba algo preocupado por la desconocida. Al estar de pie, me di cuenta que no era muy alta, apenas y le llegaba a Greg hasta la clavícula.
—Sí puedo —responde y lleva su mano hasta el rostro, deslizando un poco de cabello para ocultar la cara—. Ya debo irme a casa. Adiós.
—Espera —dice Greg y la agarra del brazo de nuevo.
Lo miro con incredulidad. ¿Qué piensa hacer? ¿Acaso va a coquetear con ella en frente de mí? Maldito imbécil, pienso a punto de rechinar los dientes.
—Déjala ir, ¿qué más quieres? —pregunto enfadado. La chica en cambio, si no me equivo, estaba incómoda y en alerta.
—Ella se me hace conocida —responde Greg con confusión.
—Pues yo no sé quién eres, por favor, suéltame —ruega la chica e intenta soltarse del agarre. Al hacerlo, levanta un poco el rostro y ahí es cuando también concuerdo con Greg.
—A mí también te me haces conocida, ¿eres del instituto? —pregunto y ella se pone más desesperada.
Greg finalmente la suelta no queriendo ser como los idiotas anteriores. Como la chica estaba ejerciendo fuerza y Greg la dejó libre de repente, la inercia hizo lo suyo y ella choca contra mí en consecuencia. La envuelvo en mis brazos por instinto y en cuanto se aleja, puedo ver de nuevo su rostro. Aquellos ojos verdes se encuentran con los míos y en un click de mi cerebro logro adivinar quién es.
—¿Fred? —pregunto consternado.
Greg me mira estupefacto y viene a lado mío para verlo mejor. Definitivamente es Fred. No solo aquellos ojos verdes y el rostro, que, aunque llevaba un ligero maquillaje encima, me lo decían, sino también la reacción que tuvo al empujarme con fuerza hacia atrás mientras unos temblores se manifestaban en su cuerpo. En menos de un segundo, gruesas lágrimas se deslizan por su rostro, completamente aterrorizado al ser descubierto.
—En verdad eres tú —añade Greg y se lleva la mano a la boca con incredulidad. Fred nos mira a cada uno y aprovecha nuestra estupefacción para salir corriendo.
Reaccionamos demasiado tarde. Él ya está a varios pasos de nuestro alcance. No obstante, tropieza de nuevo y cae el piso.
—¡Por qué tengo que ser tan torpe! —se lamenta y ahí es cuando aprovechamos para llegar hasta él. O ella. En estos momentos estoy muy confundido—. Si no fuera por Katy nada de esto hubiera ocurrido —solloza.
—Fred, tranquilo —digo por fin cuando la voz vuelve a mí. Greg todavía está mudo.
—No se lo digan a nadie. Por favor —dice desde el piso tapando su rostro y llorando. Sus hombros tiemblan incluso después de poner mi mano encima de ellos.
—Descuida. No se lo diremos a nadie —digo tratando de consolarlo. Me inclino a su lado y acaricio su espalda con suavidad. Después de unos momentos, finalmente se calma un poco y levanta el rostro lleno de lágrimas.
—¿Lo prometes? —pregunta dubitativo y asiento con la cabeza con una sonrisa tranquilizadora. Eso parece calmarlo más. Después de eso, mira a Greg como si estuviera esperando también una respuesta de su parte.
—Lo prometo —dice después de un momento—. Aunque...wow, creo que necesito recuperarme del shock —añade y le doy una mirada de advertencia para que no diga nada fuera de lugar, él levanta los hombros demostrando inocencia y luego mira a los lados nervioso.
—Lo siento. Debe ser incómodo para ustedes, entiendo si después de esto ya no quieren ser mis amigos. Después de todo, esto no es normal —dice lanzando una risa nerviosa.
—Eso no va a pasar, Fred —digo consolándolo—. Vamos, levántate. Aquí cerca hay un banco donde podemos sentarnos un momento para que te tranquilices, ¿sí?
Fred asiente con la cabeza y lo guio hasta donde estábamos sentados Greg y yo hace unos momentos. Mis cosas y el chocolate a medio comer aún se encuentran ahí. Menos mal ningún ladrón pasó por el lugar.
Tanto Fred como yo nos sentamos en el banco, en cambio Greg, estaba con los pies cruzados sobre el césped al no tener más lugar cerca de nosotros. En todo este tiempo, él permaneció completamente mudo. Sin embargo, sus ojos no se desviaban del chico que ahora estaba secándose los últimos rastros de lágrimas, cosa que no dañó su maquillaje, lo que me lleva a suponer que son a base de agua.
—Gracias por ayudarme —suelta Fred después de un momento—. Ya debo ir a casa.
Aunque dije muchas veces que no se preocupara, Fred lucía muy avergonzado. El sonrojo no solo se veía en su rostro, sino también en sus orejas y el cuello. Tenía un montón de dudas que me gustaría aclarar en estos momentos, pero Fred ya sufrió bastante tormento por hoy, mejor me aguantaré hasta mañana para no incomodarlo más. No debe ser fácil que tus amigos te descubran vestido de chica en medio de la calle.
—¿Tu casa queda muy lejos? Podemos acompañarte —dice finalmente Greg lanzando un suspiro como si se hubiera resignado a la idea de que la chica que acaba de salvar resulta ser un chico. Uno que no le agradaba.
—No es necesario, solo queda a unas cuadras de aquí —se apresura en añadir Fred quien no ve la hora de librarse de nosotros.
—No podemos dejarte solo. Puede suceder lo mismo de nuevo —apoyo a Greg. Después de mucho insistir, Fred finalmente acepta a regañadientes.
El camino se hace bastante raro. Fred camina con los hombros hundidos de la vergüenza haciendo ruido con los zapatos que lleva puesto. Greg al otro lado, no emitía ninguna palabra. Como no quiero disgustar más a Fred, tampoco añado nada más. Por lo tanto, estamos en completo silencio. Mi mirada se desvía al pequeño chico a mi lado todavía tratando de asumir lo que acabamos de descubrir. Su cabello rubio, que supongo es una peluca, lo hacen ver muy bella y eso añadiendo a su complexión pequeña, le da un aire tierno y llamativo. Si no fuera gay y no supiera que se trataba de mi amigo, probablemente también me hubiera llamado la atención.
Después de unos quince minutos, llegamos a su casa. Lo supimos porque en las escaleras de la entrada, una niña pequeña de no más de ocho años estaba sentada sobre los escalones con los brazos cruzados y mirando de un lado para otro con preocupación. Al ver a Fred, de inmediato se pone de pie y corre a abrazarlo.
—¡Freddy, pensé que te pasó algo malo! —exclama la niña sin soltar el agarre.
—Tranquila Katy. Lo que pasa es que me encontré con unos amigos —dice pasando la mano por la cabeza rubia de la niña. Esta se separa de él y a través de sus anteojos, nos mira a ambos con precaución.
—¿Qué clase de amigos? ¿Ellos saben que eres...?
—Sí así es y prometieron guardar el secreto —dice con una sonrisa—. Mira, te los presento. Este es Dominik —dice señalándome—, y el otro es Greg.
—Hola, yo soy la hermana de Fred, Katy —responde.
—Un gusto pequeña Katy —digo agachándome a su altura. Greg también la saluda con una sonrisa y ella le corresponde, luego vuelve su atención a Fred.
—¿Me compraste el helado? —pregunta esperanzada.
—Lo siento, no pude hacerlo —se disculpa el chico. Greg y yo llegamos a la conclusión de que en el camino, fue cuando tal vez se encontró con los tres idiotas de hace un momento—. No habrá helado por hoy.
—Ah —el ánimo de Katy decae un poco, pero luego vuelve a componer una sonrisa—. ¡Pero al menos cumpliste la misión de hoy! Te dije que no iba a pasar nada malo si también lo hacías fuera de casa —dice orgullosa.
—Katy, no digas cosas innecesarias —Fred mira hacia nosotros ruborizado y apenado—. Mejor entremos. Mamá no tarda en llegar y debo guardar todo esto —añade refiriéndose a su atuendo.
Fred se despide de nosotros disculpándose de nuevo y entra con su hermana a la casa. Cuando ya está por cerrar la puerta, su hermana le dice que espere y viene hasta nosotros. Al verla llegar con una sonrisa tierna para despedirse, también hago lo mismo. Sin embargo, sus palabras no fueron para nada lo que esperaba.
—Si me entero de que le hicieron algo malo a mi hermano, se las verán conmigo —amenaza para que solo nosotros lo oyéramos.
Atrás quedó cualquier rastro infantil. Greg y yo nos miramos asombrados por aquel cambio de actitud. La niña, al terminar de hablar vuelve hasta su hermano y lo abraza de nuevo como si no hubiera dicho nada hasta, luego el mayor cierra la puerta y salen de nuestra vista.
—Qué demonios pasa con esa niña —dice Greg anonadado—. Me ha dado escalofríos.
—Tienes razón —concuerdo. Aquella niña de inocente no tiene nada.
Greg y yo caminamos en silencio por la calle como si estuviéramos tratando de asimilar todo lo que acaba de ocurrir.
—No puedo creer que aquella chica terminó siendo Fred. ¡Fred! ¡Un chico! —exclama luego de unos momentos.
—Qué lastima, ¿no? Por eso no pudiste coquetear con ella —añado. Intento frenar mis palabras, pero ya es muy tarde—, ¡qué horror que fuera un chico! ¡Que nadie se entere o serías el hazmerreír de todos! —exclamo con sarcasmo.
—¿A qué te refieres? —pregunta enojado por semejante acusación.
—Sabes a qué me refiero —suelto sin poder guardarlo más—. Hace rato cuando aquellos idiotas dijeron que nos vieron juntos casi te mueres de la verguenza. Dime, ¿es embarazoso que te vean conmigo porque no soy ni remotamente parecido a una chica?
—Dominik, estas exagerando —suelta Greg tratando de defenderse—. No me molestó eso, sino la forma en que lo dijeron. Sé que no eres una chica, no soy un tonto. Eres Dominik Rusell y no cambiaría nada de ti.
Me quedo un poco estupefacto por sus palabras. Jamás imaginé que me respondería de aquella manera y ahora me siento estúpido por haber dicho todas aquellas idioteces.
«No cambiaría nada de ti» queda resonando en mi mente y me es imposible mirarlo a la cara después de eso. Aunque a él parece no importarle, su mente está en la luna.
—A partir de aquí puedo ir solo —digo cuando llegamos hasta donde se separan nuestros caminos.
—Te acompañaré a casa —sentencia Greg y solo me encojo de hombros como si no me importara, aunque por dentro la idea me alegra un poco. ¿Pero por qué me siento así? ¡Me estoy comportando como un tonto!
En completo silencio, llegamos hasta mi casa. Greg se despide de mí, pero no quiero dejar las cosas sin resolver entre nosotros por lo que lo retengo un rato.
—Escucha, sobre lo de hace rato. Lo siento. Tú no eres como aquellos cobardes.
—Esta bien. Espero que te vaya bien en el viaje, te desearé una oleada de mosquitos chupasangre desde aquí —dice en broma.
—Estas siendo infantil de nuevo —me burlo de él—. Bueno, adiós.
—Espera Dominik —dice una última vez y me estira hacia él. Voy a preguntarle qué le pasa, pero antes de eso y para mi sorpresa, me rodea en un abrazo y sus labios caen sobre los míos en un segundo. Su mano suelta mi espalda y va hasta mi rostro mientras que la otra baja a mi cintura. Los labios de Greg son suaves y llenos. Sin siquiera pensarlo, le devuelvo el gesto envolviendo mis manos sobre su nuca para atraerlo más. Es un beso lento, pausado y lleno de incertidumbre. Pero a la vez dulce. Cuando finalmente nos separamos, Greg lleva la cabeza hasta mi hombro y me susurra:— para que veas que no soy un cobarde.
Mi piel se eriza al sentir su aliento cerca del oido y sé que él también está sintiendo lo mismo que yo. Finalmente, se separa de mí, me sonríe y se despide con la mano. Ni una sola palabra sale de mí. Solo me quedo ahí mirando su espalda hasta que da vuelta en la esquina.
Después de recobrar la compostura a medias, vuelvo a entrar a mi casa. Voy directo a mi habitación y dejo la bolsa con la ropa y los chocolates en algún lugar. Me tiro de espaldas a la cama y miro al techo a la par que me toco los labios. Los mismos se curvan en una sonrisa de manera involuntaria.
El ruido en la cocina me devuelve de nuevo a la realidad. Al escuchar a mi padre, recuerdo lo que le había dicho a Greg sobre intentar conseguir el permiso para él.
—Papá tengo un favor que pedirte —digo al llegar a la cocina. El olor de la cena me abre por completo el apetito.
—Claro, ¿de qué de trata? —responde prestándome toda la atención.
—Es sobre Greg.
—¿El no-novio que te besa en la entrada de la casa? —dice y mi boca se abre y cierra sin saber que replicar. De inmediato me asalta una ola de vergüenza y recuerdo que las ventanas del comedor dan a la calle, lugar por donde mi padre me vio con él—. ¿Dé que se trata? —dice con calma como si no me hubiera dicho nada antes.
Si no fuera porque le di mi palabra a Greg, ya hubiera huido a mi habitación. En cambio, me quedo enfrentando a mi padre y pidiéndole el favor en nombre del chico. Ambos hacemos un excelente trabajo obviando lo que dijo al comienzo.
—Esta bien. Consígueme el número de sus padres y hablaré con ellos. Aunque no creo que pueda lograr mucho, después de todo, el viaje ya es mañana.
—¡Gracias, papá! —exclamo alegre y le doy un abrazo. Dave se sorprende por mi arrebato ya que hace años que no lo hago. Sin embargo, dice que no es nada y pronto nos acomodamos para cenar juntos.
Espero que pueda lograr hablar con los señores Foster así Greg no se pierde este viaje tan importante para él. Tal vez, su presencia me ayude pasarla mejor en lo que serían los tres más aburridos días que me esperan. Por otro lado, debo preguntarle a Fred qué rayos fue lo de hoy. Solo espero que con lo ocurrido, no intente alejarse de nosotros y vuelva a ser el mismo chico solitario de antes. No permitiré que eso ocurra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro