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Capítulo 3

Dmitri Pov

Una hora después me encontraba fumando junto a Kobyla cuando una pelirroja cruzo la puerta seguida de un hombre que había notado en el bar y no porque tuviera algo remarcable más allá de su mirada calculadora.

John, como se había presentado el gigante lleno de tatuajes con el que nos habían dejado nos hizo señas para que subiéramos a la furgoneta y tras incorporarse el recién llegado fuimos dejados a oscuras debido a la ausencia de ventanas, una gran idea si me preguntaban, si mis cálculos no fallaban la Zarina estaría en la mansión, que su padre siempre había tenido como la base de sus negocios a unos kilómetros de Moscú. Las curvas de la carretera y el tiempo que nos tomó llegar me indicaron lo correcto de mi hipótesis. Por lo que para cuando la puerta se abrió ya sabía dónde estaba y no podía negar que a pesar de los años esa casa nunca dejaría de sorprenderme. La fachada de ladrillo rojo y marrón remarcando los arcos de las ventanas con arcos de ladrillos de color rojo vino y un vitral central donde se reflejaba el escudo de la familia Marcov siempre fueron lo más icónico de la propiedad, pero los Marcov se aseguraron de dar comodidad y un lugar para quedarse a su guardia. La puerta principal fue abierta pero lejos de recibirnos la Zarina lo hizo una de sus chicas, la joven de unos 17 años, cabello cobrizo, piel blanca y ojos ámbar era claramente digna de admirar pero no quien estaba esperando analizar a profundidad, degustar de ser posible. Iba vestida con un pantalón corte militar, negro y una camiseta blanca cruzada por una funda con cuchillos y una UPS. Con paso firme se acercó al borde de los escalones y tras una sonrisa ensayada se dirigió a nosotros.

-Bienvenidos reclutas, la zarina les desea suerte en sus pruebas del día de hoy.

Pruebas, justo lo que esperaba de la calculadora Irina de quien tanto me hablo Anastasia, era obvio que estaba lista para asumir el mando tras Vladimir, pero nunca pensamos que fuera tan pronto, su madre contaba con que el hecho de la sucesión fuera ya inferido por las acciones de su hija dentro de unos años. Pero eso nunca llegaría a pasar por lo que tendría que hacerlo a pulso y en tiempo record si no quería perder su legado.
Fuimos guiados al campo de entrenamiento en un terreno al lateral de la mansión y aparecieron cinco de las muñecas sin armas algunas por lo que esto iba de lucha cuerpo a cuerpo, forme parte del segundo grupo por lo que tome mi tiempo para analizar los puntos débiles de cada una de ellas, decepcionándome grandemente al no ver a la asiática formando parte del grupo. Solo uno de los cinco primeros salió vivo del sector en el que estaba, muertes limpias, he de agregar. Para cuando mi turno llego la chica frente a mí tenía una delicadeza innata, ojos verdes vivaces y cabello negro, el sudor bañando su frente, pero aun así sabía que no podía frenarme, solo debía inmovilizarla, era rápida, pero había un movimiento repetitivo en ella, siempre apoyando todo el peso de su cuerpo en la pierna izquierda antes de golpear, luego de que la tuviera en el suelo, una llave sería suficiente.

-Listo grandote- me pico.

-Cuando tú lo estés enana- contraataque, si la ponía furiosa tendría una ventaja sobre ella y mi plan funciono magníficamente, solo tomándome siete minutos inmovilizarla.

Le ofrecí mi mano para levantarse y respiraba con un poco de dificultad pero aun así rio.  

-Pensé que serias un elefante en una cristalería, torpe por tu tamaño, pero eres bueno, estas dentro recluta- felicito.

-Un placer señorita, su rapidez es muestra de su buen entrenamiento- reciproque antes de unirme nuevamente al grupo al cual faltaban ya unos cuantos miembros.

Para cuando la medianoche llego todo el que no logró tocarlas estaba muerto, eran letales y ese era un hecho conocido.
Al salir de allí fuimos llevados al salón principal de la mansión, los pisos de mármol y techos abovedados con arañas de cristal eran obras de arte, Anastasia no escatimo en gastos cuando construyeron la casa, se dedicó de lleno a la decoración mientras estaba en los meses finales de su segundo embarazo, arrastrándome muchas veces en sus excursiones de compras por toda la ciudad, cargando en camiones desde muebles hasta pintura para los artistas que decoraban las habitaciones de sus hijas. Unos pasos se oyeron desde la escalera hasta que unas botas de tacón se hicieron visibles.

Vestida con pantalones de látex negro, una camiseta negra y un arma enfundada a medio muslo estaba frente a nosotros Irina Marcova. Pero lejos de lo que muchos pensarían ella aborrecía la ostentación al punto de vestir aun siendo la jefa como una de sus muñecas, que si bien sus camisetas diferenciaban sus rangos era algo que estos hombres desconocían. Pero que yo en la curiosidad de un momento me había encargado de preguntar hacía dos años.

¨ Habían acabado mis quince días de entrenamiento anuales cuando las vi llegar hasta el campo de entrenamiento corriendo desde el bosque, la gran mayoría estaba en sus dieciséis diría a simple vista, a excepción de una pequeña y dos en sus veinte. Vestirían igual de no ser por el color de sus camisetas, el rojo prevaleciendo sobre los otros dos colores, solo la menor llevaba blanco y las dos mayores negro, por lo que a priori pensé en una escala por edad. Me quede observándolas lo suficiente desde el salón para que Anastasia se parara junto a mí para analizar que había llamado mi atención.

-¿Hermosas, cierto?- intento.

-Jóvenes, sobre todo- corregí su línea de pensamiento.

-Lo sé, querido, pero ellas lo eligieron, mi hija les dio opciones- comento.

-¿De dónde vienen?- indague.

-Irina las trajo, pidió permiso a su padre para estar a cargo de una nueva  sección de la guardia, les llamó las muñecas- divago- Sabes que estamos subsanando cuentas pendientes con los burdeles, pues vienen de ahí, se les da a elegir, juran lealtad o regresan a sus casas, ellas- señalo al grupo- eligieron la lealtad.

-Estaban demasiado rotas para regresar- analizo.

-No tenían a donde regresar, querían ser más fuertes- menciono más opciones- es diferente para cada una de ellas, pero aun así pasan un largo entrenamiento para estar finalmente dentro de la sección.

-Clasificación por colores- mencione obteniendo al fin la respuesta a las camisetas y ella rio.

-Sí, las rojas son las que están en entrenamiento, las blancas las integrantes de la sección y las de negro podríamos decir que son las veteranas, el primer grupo y las encargadas de entrenar a las nuevas- concedió ¨

La voz de la Zarina me saco del recuerdo llevándome de vuelta a la realidad.
 
- Bienvenidos reclutas me alegro de que se encuentren bien, las chicas con las que realizaron sus pruebas son conocidas como las muñecas, entrenadas para matar, los soldados más letales con los que cuento, así que si han llegado hasta aquí, están capacitados para formar parte de las filas- dijo con una sonrisa- y los que no han llegado, lo siento por ellos- agrego con una mueca de desagrado tensando sus labios.

Todos los hombres presentes se irguieron orgullosos sin dejar de analizarla y las diferentes expresiones mostraban hacia donde se dirigía ese análisis, admiración, deseo, nerviosismo y así estuve observando uno a uno hasta que mi mirada cambio involuntariamente hasta el nuevo objeto de mi fascinación, la mujer más caliente y misteriosa que había tenido el placer de conocer, salió de la nada pero de inmediato estuvo ubicada a la derecha de Irina.

- Nikita - preguntó a la joven- ¿Está todo preparado para la última prueba de hoy?

- Si, Zarina- contestó la antes mencionada.

- ¿Cuantos de ustedes estarían dispuestos a jurarme lealtad?- Su tono fue autoritario, digno del poder que ostentaba.

- Yo- Todos respondimos casi al unísono y ella sonrió.

Su sonrisa era fría como el hielo. Macabramente ensayada, justo como la de su madre cuando tenía algún plan diabólico en mente y así fue.

- En la caja que ven a mis espaldas hay seis armas y ustedes son catorce, por lo que solo seis de ustedes integraran mis filas, la prueba comienza ahora -dijo subiendo tres escalones.

Como un relámpago uno de los hombres se abalanzó sobre ella saltando por encima de la caja, que rodo escaleras abajo desparramando su contenido, una de las armas cayó justo a mis pies. La tomo del cuello arrastrándola hasta el medio del salón, causando que todos se paralizaran menos las muñecas, el tipo que había estado sentado en la barra del bar y yo. Tome el arma y apunté a su cabeza, como los demás.

-Diles que bajen las jodidas armas, perra-  amenazo mientras le apuntaba a la cabeza con el arma que le había quitado del muslo. Este la superaba en masa muscular y dos cabezas de estatura, pero era lento en comparación con las muñecas que estaban más cerca de él. Un pequeño destello llamo mi atención más arriba en las escaleras, los pequeños pies descalzos y el arma agarrada fuertemente en las manos de aquella misma niña que había visto dos años atrás, la determinación en su mirada dándome seguridad para cumplir la siguiente orden de Irina.

- Bájenlas - ordenó un poco ahogada.

Mientras el chico miro como bajábamos las armas ella tomó su brazo derecho haciendo una llave que causo que la pistola cayera al suelo y él quedará inmovilizando, con uno de sus zapatos haciendo presión sobre el cuello de su atacante.

- Iván, Josef, Isaac- Llamó con voz calma a lo que aparecieron aquellas personas que estaba tan cansado de ver en el mercado y el casino. Los hermanos Komarov con el enojo marcando sus facciones.- Llévenlo al sótano- les ordeno y ya sabía que habría sangre, justo ahora- chicos sigan a Nikita.

Señalo a quien cuando pocos reaccionaron ante el nombre que había pronunciado y yo con gusto fui el primero en seguirla, dándole el banquete a mis ojos de deleitarse con el movimiento hipnotizante de sus caderas y me mantuve tan cerca que reconocería su perfume en una sala llena de personas. Aunque solo una pregunta se filtraba en mi mente, si la lamo, a que sabrá.  Los Komarov intercambiaron algunas palabras con la Zarina para luego llevarnos a la puerta junto a que esta entro. La sala era blanca, fría y se comunicaba con la otra mediante un espejo que dejaba ver a la que ella había entrado. El Ivan se acercó al espejo y haciendo presión en un botón al lado lateral nos hizo participes del más mínimo sonido en la otra sala.

Decir que vi u oí algo más que a Nikita seria mentir, la tortura ciertamente había sido sangrienta, muchos se desmayaron y vomitaron a mí alrededor, pero la sonrisa en su cara al verlos era incomparable. Aproveché mi tiempo allí para mirarla sin tapujos, sus rasgos mostraban claramente su ascendencia, pero no lo suficiente como para deducir el donde; su cuerpo delgado estaba proporcionado y tonificado por los arduos entrenamientos. La camiseta mostrándola claramente como una de las primeras reclutas de Irina, la elite de las muñecas. Una cintura delgada me llamaba a rodearla con mis manos, pero solo había algo que desentonaba, su cabello estaba recogido claramente con dos alfileres que podría utilizar como armas y aun así había una liga de pelo rodeando su muñeca izquierda.
En un instante analizo detenidamente la sala hasta fijarse en mí, pero lejos de alejar la mirada de la suya la mantuve justo en el mismo punto de mi recorrido, su muñeca. Rápidamente mordió su labio inferior con incomodidad y protegió su muñeca con la otra mano, ocultaba algo y de alguna forma sabía que tendría mucho que ver con algo doloroso. En ese momento sabía que estaba rota, pero no podía imaginar hasta qué punto, lo que no evitaría para nada que lo descubriera y quería que ella lo supiera aunque no lo admitiera en voz alta.

Estábamos tan concentrados en nuestra comunicación sin palabras que el simple hecho de que la puerta se abriera nos sobresaltó.

Cuando la Zarina entro a la sala donde estábamos vi el fuego en los ojos de Josef y a ella corresponderle, una sola frase vino a mi mente ¨Nunca vi que la locura fuera capaz de unir dos personas como Irina y Josef lo están, pero ciertamente su vínculo es irrompible ¨ había confesado la antigua Zarina una tarde cualquiera mientras me visitaba en el casino, algo a lo que no le había dado importancia hasta que me vi mostrando esa misma intensidad hacia alguien que acababa de conocer. Ella observo alrededor de la sala decepcionada, solo seis estábamos en pie, el resto se encontraba vomitando o desmayados y entendí sus causas, la otra habitación era una carnicería, pero había prestado tan poca atención y había visto tantas torturas que aquella me pareció un juego de niños. Irina solo había tratado de asustarnos y lo había conseguido, pero era conocido entre estas paredes que podía ser peor, mucho peor.

- Nikita, los que están en pie se unirán a la guardia, los que vomitan se encargaran de algún trabajo en Tailandia y de los desmayados- agrego mostrando decepción- Los tres últimos en caer pueden vender drogas en las calles, el resto...matalos, son inútiles. Bienvenidos a la bravta chicos- felicita antes de marcharse con la sangre salpicando sus mejillas.
-En cuanto cumpla las ordenes de la zarina les daré las instrucciones- informa Nikita sacando el arma que llevaba enfundada en su muslo izquierdo para disparar justo en la frente a los que se fueron al final de la sala antes de desmayarse, dejando vivo al grupo que se encontraba adelante con indecisión.- Josef - llamo la atención del más joven de los Komarov, mientras este miraba la sala de torturas con orgullo en el rostro, él la miro de inmediato- ¿Cuáles fueron los tres últimos en desmayarse?- cuestiono dudosa.

Mostrando esa sonrisa por la que era conocido y tras pensarlo unos segundos tomo el arma de su cinturilla y dejo solo esos tres vivos. Luego de terminar y deleitarse con su obra nos miró con una intensidad que causo escalofríos a muchos de los presentes.

- Ahora sí, la Zarina será tratada de ahora en adelante por ustedes con el respeto que la emperatriz de la mafia se merece, o tendrán el mismo fin que ellos- Tras la amenaza clara en su voz, señalo con el arma hacia los muertos y se giró para irse no sin antes dejar una orden clara a mi chica- Nikita, encargate del resto y llama a los chicos para que limpien este desastre, diles que si para cuando me levante mañana no está pulcro sufrirán las consecuencias.

-Sí, señor- contesto ella con respeto.

- ¿No es un jefe?- averiguó alguien sorprendido a mis espaldas con indiscreción.

- Es una jefa, ¿algún problema con eso?- demando ella desafiante, poniéndome caliente con esa actitud.

- No- negó el joven inmediatamente temiendo por su integridad física.

Al salir de allí, Nikita les dejo las órdenes de Josef a los dos hombres que cuidaban de la mazmorra, los que mostraron su respeto hacia ella para luego subir las escaleras a la cabeza del grupo.

- Mañana se les asignaran sus puestos, ahora síganme que les daré sus habitaciones- añadió al llegar a la cima.

Las habitaciones estaban en el primer piso justo al lado de las del servicio, eran individuales y solo a los miembros de la guardia se nos asignó una. Nikita me dejo para último.

-Esta es tu habitación- me comunico mirándome directamente a los ojos pero jugando casi rítmicamente con la liga de su muñeca.

-¿Y la tuya donde está, Kiska?-  la provoque.

-Donde no te interesa- me sonrió sarcástica- Y no soy ninguna gatita, mi nombre es Nikita- regaño alejándose.

-Creeme, lo sé- dije antes de que llegara a las escaleras.

Tras recuperar las horas de sueño perdidas nos reunieron en el campo de entrenamiento para el mediodía y nos integramos a las clases de lucha a las que asistía la parte de la guardia que no estuviera de turno, la busque entre la infinidad de personas que entrenaban pero no la encontré por ningún lado, mi gatita.

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