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Irina POV
Al alejarme del cuarto de torturas, me dirijo a mi habitación para revisar los vídeos, si bien sabía que había un espía entre nosotros, nunca pensé que fuese Daemon, confiaba en él, me había acostado con él, joder. Incluso había empezado a gustarme su insistencia por acostarse conmigo.
"No pienses en eso, si es un traidor hay que matarlo" me exigía mi subconsciente.
La única razón por la que insistía era para sacarme información pero definitivamente iba a pagar por su traición como todos los que lo intentaron.
*********
En la laptop el vídeo se repetía una y otra vez, aun no me creía que hubiese estado frente a mis narices y lo haya dejado jugar conmigo. Había caído tan bajo que llegó a tratar de sonsacarle información a una niña, a mi niña, la rabia crecía cada vez que recordaba su desfachatez al tratar de convencer a Milenka para que le diera información. En este momento me doy cuenta porque fue el único en sobrevivir al ataque cuando volvíamos de Tula, perdí a cuatro de mis mejores hombres, de seguro porque el abrió el pico y conto por donde volvíamos. Lo quería muerto ya pero mi subconsciente más presente cada día me ayudo a razonar.
"Necesitas atraparlo sin que se dé cuenta y necesitas matar a su jefe también, solo así acabaran los problemas ¿pero cómo obtener ambas cosas? Esa es la pregunta aquí."
Un plan un poco deforme surgía en mi mente, pero primero necesitó saber si ha logrado sacar información a alguien. Tal vez...
El sonido de la puerta al abrirse me alerta de la entrada de alguien y el cañón del arma bajo mi almohada es dirigido hacía la presencia en el umbral al mismo tiempo que cierro la laptop y la alejo de mi para ganar movilidad. Suelto un poco el arma sobre esta ante la ceja alzada con diversión y los ojos verdes dominantes que están fijos en mí, provocando que moje mis bragas, Josef, siempre él y su mirada que me hala como un imán desde antes que tuviera consciencia de que lo quería sobre mi o debajo, realmente eso no tiene la menor importancia.
- En serio pensabas dispararme, pequeña traviesa- Dice para luego tomarme de la cintura y ponerme contra la pared haciendo que el arma golpee el piso al soltar mí agarre de ella.
- Sabes que puedo querido- le replicó y este sonríe divertido- ¿Ya regresaron tus hermanos?
- Si reina, llegaron hace un rato. ¿Deseas algo?- pregunta con su picardía característica.
- Si, a los dos arrodillados en el cuarto de juegos en veinte minutos- digo firme.
- Si, amor- contesta algo melancólico al ver que no lo incluyo en el plan.
Pegó mi rostro al suyo para besarlo con pasión y morderle los labios hasta sentir el sabor metálico de su sangre en mis labios, no soporto ver esa expresión en su rostro.
- Ahora vete a avisarles que ya tuviste tu turno hoy- le acuso
- Dame más- pide besándome en una súplica voraz.
- Eres un glotón, pero tengo un trabajo para ti.- Le digo con la cabeza escondida en su cuello antes de besar todo el camino hacia su oreja.
-Haré lo que sea si me dejas estar contigo antes de ir a buscar a mis hermanos- me dijo poniendo esa cara de cachorrito regañado a la que no me podía resistir.
Y tras otra ronda de sexo salvaje, termino con sus manos rodeando mi cuerpo mientras mis nalgas siguen alzadas por dos almohadas que puso para levantar mis caderas y llegar más profundo dejándome loca y exhausta. Abro mis ojos de golpe al darme cuenta que me he quedado dormida sobre las putas almohadas y por suerte solo han pasado diez minutos. Tras lograr que me dejara ir le informe de su misión. Justo antes de que salga saco un nuevo parche anticonceptivo de la gaveta junto a mi cama y sustituyo el anterior para luego ir por un baño
**********
- Hola mis queridos - digo entrando al salón rojo.
Los dos estaban solo en ropa interior arrodillados con sus miradas bajas junto a la puerta.
- Buenas tardes, ama- contestan los dos al mismo tiempo.
- ¿Cómo les fue en su misión?- preguntó
- Excelente, mi señora, todo sucedió de acuerdo al plan- me informa Isaac.
- Eso me alegra, ahora vengan a besarme- les digo firme pero juguetona a la vez.
Ambos se turnan para besar mis labios con devoción y adorar mi cuerpo con sus bocas, me provocan besando un punto especial en mi cuello que me hace gemir pero eso no los detiene y siguen acariciando cada porción descubierta.
- Desnúdense - les ordenó excitada.
Sus cuerpos gloriosos están frente a mí, músculos marcados, abdominales perfectamente definidos, rostros con mandíbulas definidas y ojos que te excitan con solo una mirada, pero hoy no quiero adorarlos, quiero y necesito castigarlos hasta que el enojo salga de mí.
- ¿Que prefieren queridos, el látigo o una fusta?- les pregunto condescendiente.
Los dos se miran y cuando están tardando en responder les informo.
- Esta bien, se les acabó el tiempo, será lo que yo decida ¿Palabras de seguridad?- les cuestionó con voz dulce.
- Cactus- dice Isaac
- Azul- agrega Ivan.
Me acerco a sus cuerpos haciendo que retrocedan con una mirada que promete castigos, cuando sus cuerpos llegan justo al lugar en que los quiero, bajo las cadenas que cuelgan del techo.
- Paren- ordenó y ambos se quedan inmóviles.
Pasando las manos por sus esculturales abdominales subo sus brazos hasta que sus muñecas quedan apresadas a las esposas que cuelgan de las cadenas.
- Buenos chicos- los elogió
Ambos jadean cuando mis manos van a sendas erecciones y las acarician con avidez sacando gemidos, gruñidos y maldiciones de esos apetecibles labios. Cuando suelto sus miembros los gruñidos de decepción hacen acto de presencia. Con una sonrisa en mis labios me acerco a la colección de látigos que adornan la pared posterior de la sala de juegos y voy en busca de mi favorito, una trenza de cuero de tres tonos adorna el mango.
El gabetero de la otra esquina me llama para darles algo de placer. Un vibrador es retirado de su sitio.
La vibración los alerta de que me acerco a ellos, pasando el mismo de forma ligera rodeando sus caderas y acercándolo a sus miembros veo como un escalofrío recorre ambos cuerpos.
Alejándome de ellos hago el látigo resonar contra el suelo, sus espaldas se enderezan con la anticipación del sonido.
El primer latigazo da de lleno en la espalda de Isaac el que jadea ante el escozor. Ivan gime nada más que el látigo hace contacto con su piel.
Luego de los diez primeros latigazos, cinco para cada uno, juego con el vibrador cerca de sus miembros hasta llevarlos casi a su liberación para alejarme y comenzar a fustigarlos nuevamente. El proceso se vuelve un ciclo en el que cada diez latigazos juego con sus miembros con mis manos, la boca o el vibrador. A los cuarenta latigazos los permito correrse en mi boca.
Cuarenta latigazos les fueron propinados y las cacofonías del placer y dolor que sentían ambos eran un catalizador para la liberación de la ira que me inundaba.
Las esposas fueron liberadas y con ellas los amos sujetos a las mismas.
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