27
Josef POV
He pasado el tiempo desde que Irina encontró a esa niña preguntándome en que carajos estaba pensando, pero no necesite mucho para que ella misma me lo explicara. Realmente la chica se parece a Ana, así que entiendo su necesidad de ayudarla.
Sus ojos me muestran claramente la tormenta en su interior por lo que tomo acción de inmediato sin esperar a mis hermanos y ella responde ante mi exigencia de entregarse. Por otro lado no perdería una oportunidad de tenerla solo para mí por nada del mundo, puede sonar egoísta pero es algo que no puedo evitar y ella lo sabe.
Entro tras Irina a la sala de juegos y con tan solo dejar caer el albornoz me tiene a mil, pero de una forma u otra va a recibir su castigo. En otras circunstancias no me lo pensaría antes de tomarla luego de este tiempo pero sé que necesita una válvula de escape, esa que solo un castigo podría darle. Una idea que ronda por mi cabeza hace un tiempo ve la posibilidad de cumplirse, tal vez no hoy, pero en un futuro próximo.
- Intentas evitar el castigo, mascota- le señalo tratando de poner mi deseo a raya.
- No, amo- expresa bajando la cabeza en muestra de sumisión.
Me acerco a las cadenas que cuelgan del techo y se me ocurre una idea.
- Ven aquí- dictamino.
Llega a mi lado rápidamente y apoya la cabeza en mi pecho. Estoy seriamente preocupado por su actitud el día de hoy, sé que es fuerte pero está al límite de su capacidad. Necesita de la liberación que la sumisión le da y es tanto mi deber como mi placer dársela.
Acaricio su cabello rubio masajeando un poco su cuero cabelludo a lo que inmediatamente me regala un pequeño gemido de placer.
- ¿Cuantos azotes debería darte?- le preguntó para calibrar su respuesta.
- Los que mi amo desee- dice con una tímida sonrisa.
- Creo que diez estarán bien- Sopesó esperando su confirmación.
- Si, amo, estarán bien.
Con solo eso la tomo por la cintura y le regalo un beso dulce, de esos que amo darle cuando somos solos los dos, y vuelvo a recriminarme mi egoísmo al desear que fuera solo mía. Sus labios son suaves y los pequeños mordiscos en ellos la hacen gemir y pegar su cuerpo cada vez más al mío, subo las manos desde su cintura hasta sus muñecas y las levanto en el aire mientras ella sigue consumida en el beso, pongo ambas muñecas dentro de los grilletes y los cierro.
Sus ojos se abren al sentir el chasquido del cierre de los mismos. Me alejo de ella depositando un beso en su clavícula. Su piel suave como la seda pura me hace casi imposible alejarme de ella.
En el armario de la esquina del salón tomo una fusta de nueve colas, es de cuero perfectamente trenzado, sé que a mi princesa le encanta jugar con ella, y un cinturón que está colgado justo al lado. Dejo ambas cosas en una mesa auxiliar cerca de ella.
- Empecemos- le digo tomando el cinturón y acariciando sus glúteos generosamente antes de que el cinturón hiciera el primer contacto con su piel, un jadeo ahogado sale de sus labios y luego otro al recibir cada uno de los diez azotes, siendo estos alternados con gritos y gemidos.
Las lágrimas corren por sus mejillas acompañadas de una sonrisa que adornaba sus labios, esos labios rojos que amo besar. En ocasiones tendía a preocuparme la salud mental de Irina, a partir la muerte de sus padres su bipolaridad comenzó a asomar nuevamente la cabeza, pero necesito concentrarme en su liberación en este momento. Sus nalgas estaban de un precioso color rojo para cuando termine. Le regalo un caliente beso en los labios por portarse tan bien, seguido de una tentadora caricia por el interior de sus muslos que la hace suspirar de placer.
- Estoy muy complacido, reina, creo que es hora de recompensarte.
Cayendo de rodillas en el suelo frente a ella, acaricio desde sus tobillos hasta su cintura y reparto besos húmedos por toda la zona hasta alcanzar su pubis mordiendo suavemente, ante la dura caricia ella se retuerce pero los grilletes le impiden alejarse de mí. Tomo sus piernas y las coloco sobre mis hombros haciendo que su vulva quede frente a mi cara.
Mi respiración sobre su sexo hace que cada vello de su cuerpo se erice. Mi boca se pega a su sexo pasando la lengua por su centro y deleitándose con el sabor. Su cabeza echada hacia atrás y su espalda arqueada la hacen ver tremendamente sensual, chupo su clítoris más fuerte haciendo que se estremezca ante la succión, introduzco dos de mis dedos en su lubricado canal estimulando ese punto especial en su interior mientras con mi boca sigo mordisqueando y lamiendo su clítoris hasta regalarle otro orgasmo. Ella jadea, grita y se retuerce como posesa, su piel sudada bajo la luz tenue de la sala la hace ver como algo etéreo.
La descuelgo del techo y me dirijo hacia la otomana que hay en el centro del salón, sus ojos me miran con expectación y yo estoy más que dispuesto a complacerla.
- Brazos apoyados en el respaldo y culo en pompa, princesa, aún no hemos terminado- ordenó
Regreso con la fusta en mano y su posición es perfecta, como siempre, la perfecta sumisa, sus piernas sobre el mueble exhiben su perfecta retaguardia y sus brazos sobre el respaldo de la otomana la dejan como si estuviera a cuatro patas. Su sexo rosado y chorreante es visible.
Haciendo resonar la fusta contra mi palma veo como su cuerpo se tensiona por la expectación. El azote cae justo en la unión de sus glúteos con sus piernas y el gemido es sonoro, todo su cuerpo es fustigado de forma excitante, piernas, glúteos, sus jugosos senos e incluso su sexo, lo que la pone aún más húmeda y frenética.
- Por favor, amo- súplica
- ¿Por favor qué Irina?- preguntó
- Por favor folleme, amo- dice desesperada.
- A tus órdenes, amor.
De una sola embestida estoy completamente refugiado en su interior. Comienzo un ritmo lento pero castigador, sus gemidos y gritos de placer hacen eco en la habitación:
-Más Esta exigencia hace que valla más rápido y mi cuerpo comienza a temblar junto con el de ella tras unas cuantas embestidas
-Te gusta así, mi reina- pregunto aun sabiendo que le será difícil contestarme.
- S...s...si, mmm, si, a...mo- dice entre un gemido y otro
Una sonrisa de satisfacción recorre mi cara y en ese momento nuestros orgasmos estallan como un reloj, ambos juntos.
- Eres perfecta, reina.
Digo saliendo de ella y acostándola sobre mí en la otomana para luego recorrer su espalda con caricias.
- Gracias, amo- susurra somnolienta antes de caer dormida en mi pecho.
La abrazo fuertemente mientras me embriago en el olor a fresas y sexo que desprende su cuerpo.
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