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8

Las pestañas de los ojos de Dasha aletearon al sentir que unos cálidos y suaves labios repartían dulces y cortos besos por toda la extensión de su espalda. Casi podría apostar que el toque, de tan delicado, parecía el de una mariposa. Y eso sería imposible porque había pasado la noche en el ático de Christopher.
No estaba segura de que las mariposas podían volar tan alto. Mierda y ahora estaba pensando tonterías mientras su mente adormilada comenzaba a entender la realidad. Era Christopher que con sus labios la besaba. Era obvio ya, que los labios que tan deliciosamente la acariciaban eran los suyos. Se estremeció sutilmente. O al menos eso creyó porque él sabiendo que estaba despierta recorrió con su dedo toda la línea de donde la espalda perdía su nombre hasta su centro caliente y húmedo después de largos sueños eróticos que lo tenían a él de protagonista.
Nunca tardaba en humedecerse cuando se trataba de él y eso la hacía odiarlo aún más. El dedo de Christopher jugueteó un poco provocando su entrada rozando levemente el ya erecto nudo que era el clítoris. Sus labios ya hambrientos por los de ella acariciaron la suave piel de la nuca sintiendo el cuerpo de Dasha temblar debajo de él. Se sentía poderoso. Saber que él y solo él podía ponerla toda temblorosa y excitada lo hacía sentir como un Dios. Lo hacía querer gritar que ella era malditamente suya. Pero ya llegaría el momento para eso. Ahora debía complacerla. Cuando finalmente su dedo la penetró reprimió sus ganas de saborearla trazando con su lengua círculos y espirales en su cuello. Dasha jadeó bajo él, de éxtasis y sorpresa, y la polla de Christopher ya semierecta se endureció por completo.
Esta vez se trata sólo de ella, trató de convencerse mientras otro de sus dedos se unía al primero acariciando su interior. Dasha hundió la cabeza entre las almohadas ahogando sus gemidos. ¿Es posible desear tanto? razonó ella. ¿Es posible que algo tan malo sea así de bueno?
No podía pensar, ni hilar un pensamiento coherente con otro. Sus preguntas se deshicieron tan rápidamente como habían llegado mientras una nebulosa de placer la aturdía. Levantó las caderas para recibirlo una y otra vez quedando de rodillas y gimoteando por más. Todo lo que podía sentir y pensar era en la boca y dedos de Christopher acariciándola, enloqueciéndola. Estaba a punto de llegar al nirvana y lo sabía.
Sentía sus piernas débiles y el leve cosquilleo que nacía desde muy dentro de sí empezó a extenderse como fuego por su cuerpo. Estaba preparada para dejarse ir cuando las manos de él y su boca desaparecieron.
— Noooo. — suspiró entrecortadamente pero el sonido quedó ocultado por las almohadas.
— Christopher. — dijo alzando la cabeza y mirándolo por el rabillo del ojo. Se sentía toda temblorosa y frustrada y el sentimiento de enfado no tardaría en llegar.
— ¿Qué quieres Dasha? — le preguntó él acariciando suavemente el trasero respingón de ella. Como disfrutaba verla así. Toda agitada y sonrojada con la respiración acelerada por el deseo. Todas sus buenas intenciones se habían ido al traste cuando la sintió apretarse alrededor de sus dedos. Cuando supo que no tardaría mucho en gritar, esperando que su nombre fuera una plegaria.
Dasha agitó su trasero de forma provocativa. Su cabeza comenzaba a enfriarse y lo quería dentro de ella, bombeando sin parar. Lo quería ya y comiendo de la palma de su mano. Casi es el momento pensó al ver como él sacaba un condón de su cartera y lo rompía con rapidez.
— Estoy segura que lo mismo que tú. — dijo ella con un aleteo coqueto de sus pestañas abriendo aún más las piernas.
— Eso no es una respuesta, preciosa. — sonrió Christopher terminando de ponerse el condón y darle un rápido apretón a su polla que solo alentó sus ganas de ella.
— Quiero que me jodas Kit. Y muy bien. — Dasha mordisqueó su labio inferior y se maldijo una y mil veces porque su voz sonara suplicante y deseosa.
A ella no le dio tiempo ver la expresión complacida de Christopher cuando sintió como su pene se hundía de una ruda estocada dentro de ella.
— ¡¡¡Dios!!! — Dasha pensó que sus ojos se habían quedado permanentemente en blanco de rodar de esa manera. No podía evitar adorar la manera en que la polla de él la llenaba dejándola hita de placer. Pero se negó a pensar que era por ser Christopher en especial sino por ser buen sexo y una dura verga que la hacía recordar días enteros de placeres y hedonismo del que había salido hacía mucho tiempo. Creyó oír por lo bajo como Christopher maldecía y comenzaba follársela a un ritmo constante y fuerte.
— No preciosa. Soy solo yo. — rió suavemente él contra su cuello mientras movía una mano para que masajeara su clítoris henchido.
El ritmo se fue acelerando adquiriendo un tono desesperado. Los embates cada vez más rápidos, los sonidos cada vez más fuertes y las súplicas cada vez más seguidas. El coño de ella contrayéndose alrededor de él y él explotando dentro de ella. Llenándola de sí mismo provocando que los nombres de ambos se escucharan a gritos.

***

— ¿No te quedas a desayunar? — La voz de Christopher interrumpió la rápida huida de Dasha.
Después de que ambos se despertaran de forma tan placentera él había desaparecido en la cocina colocándose solamente como vestimenta unos pantalones vaqueros y Dasha había corrido a tomar una ducha. Tenía clases en la universidad y aun debía llegar a su casa a cambiarse pero al parecer Christopher deseaba que se quedara con él un rato más.
— No sé si tengo tiempo. Aún debo llegar a casa y cambiarme de ropa y ya pedí un taxi. — dijo ella mirando el reloj en su muñeca y haciendo una mueca al ver la hora.
— No te preocupes. Conseguí algo para ti. No tienes que apresurarte llamaré a Aldo para que nos recoja. — la mirada intensa de él se entretuvo mirando el largo cabello mojado de Dasha.
— Primero que todo: ¿me compraste ropa? No soy tu furcia Kit. Y segundo: en la universidad nadie nos puede ver juntos. — un tinte de amargura y molestia teñía su voz.
Christopher sonrió levemente acercándose a ella de forma lenta, como un rey que quiere que todos lo contemplen y admiren y su torso musculado era evidentemente digno de admiración. Él acarició suavemente, en un roce casi imperceptible la piel suave del cuello de ella y hundió la nariz en su cabello perfumado. Dasha se puso tensa en sus brazos. Su alumno se sentía complacido y nuevamente excitado. Lástima que no queda tanto tiempo, pensó él, pues el olor de mi champú en su cabello y mi jabón en su cuerpo es la fragancia más deliciosa que he olido alguna vez.
— Te compré ropa porque sabía que no tendrías aquí ninguna de recambio y posiblemente no nos diera tiempo llegar a tu casa. — dio un suave beso en la tierna piel detrás de la oreja. Dasha se estremeció y rodeó el cuello de él con los brazos. — No eres mi puta pero si mi amante y a mí me gusta cuidar las cosas que utilizan un pronombre posesivo en primera persona.
— ¿No crees que amante es una palabra que me queda demasiado grande debido al empleo del chantaje para mantener mi presencia en tu cama? — ronroneó ella, ufana. Kit soltó una carcajada alejándose de ella.
— Dasha, Dasha, Dasha... sé que el motivo principal para que estés en mi cama es el chantaje pero no puedes negarme que disfrutas mucho permanecer allí.
— No eres un adefesio entre las sábanas. — se limitó a decir ella secamente.
— Como decía preciosa... — le guiñó alegremente un ojo. — te conseguí algo de ropa y Aldo te dejará en una calle paralela para que nadie nos vea. Deja de refunfuñar y ven a desayunar conmigo. Tanto ejercicio tiene que dar hambre.
Christopher se dio la vuelta y caminó directo a la cocina donde se veía todo tipo de manjares que hicieron que el estómago de Dasha sonara, hambriento. Lanzándole una rápida mirada a Christopher para saber si la había oído y viendo la sonrisa canalla de él se dio cuenta de que así había sido miró con anhelo la puerta y la comida sin querer decir que si tan rápido.
— ¿Pero el taxi...?
— Ya me ocupo yo de ello. — respondió él con tono paternal.
— ¿Todo eso es para mí? — dijo ella ansiosa señalando aquel perfecto desayuno que le hacía la boca agua.
— Lo es. Ahora ven. — untándole a una tostada mermelada de arándanos y dándole un rápido mordisco.
— Está bien. — no se dio ella más de rogar y se lanzó por el desayuno más delicioso y más extraño que pasaría en su vida. Con Christopher.

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