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20

2 meses después
"Hermano, nunca había sentido tanta paz en toda mi vida."
Mensaje enviado a Adrik de Dasha

Golden Creek, Alaska era un pequeño pueblito de quizás 600 personas absolutamente encantador, donde amanecía aun siendo de noche y oscurecía con el sol en lo alto del cielo. Por no hablar de la nieve que cubría casi cada superficie de la ciudad. Dasha ya llevaba 2 meses viviendo allí y podía asegurar que se sentía como en su propio hogar. La pequeña cabaña a las afueras que Alabama y Leroy le habían prestado estaba lo suficientemente aislada para sentirse en paz y al tener dos cabañas vecinas nunca se sentía demasiado sola. Dasha había adoptado una rutina que adoraba.
Leía el Golden Creek News, el periódico local, donde sólo se hablaba de chismes y noticias de la localidad (con alivio Dasha se había dado cuenta de que Golden Creek era un sitio demasiado alejado para saber su historia con Christopher). Asistía al pequeño grupo que daba clases de yoga en el gimnasio del instituto local todos los sábados. Acostumbraba a sentarse en el pequeño porche para ver la aurora boreal. Cuando el tiempo lo permitía y la nieve no tapaba todo sitio posible cultivaba flores en la terraza. Había hecho amigos: Camryn y Rafe Fisherman sus vecinos de la izquierda (al de la cabaña de la derecha nunca lo había visto aunque sabía que tenía un perro y era el hermano mayor de Camryn), una encantadora pareja que esperaba su primer hijo.
Pero lo más importante de todo es que no faltaba ni una vez a las sesiones semanales que tenía con un psicólogo en Juneau aunque debiera asistir a ellas viajando en una avioneta. Todo pronosticaba que si seguía el tratamiento las visitas se reducirían a una vez por mes y se sentía orgullosa por ello.
Dasha se recogió el cabello en una apretada coleta y rió al leer el mensaje que su hermano le había mandado.
"Me encantaría verte como vas ahora. Envuelta como un tamal."
Le dio una rápida respuesta burlona y cerró la puerta trasera del auto donde acababa de guardar sus compras. Odiaba darle la razón a su hermano, pero realmente parecía un tamal de tan envuelta en abrigos que andaba.
Montándose en el auto pensó en lo agradecida que se sentía con su hermano por el apoyo que le había dado después de la destrucción de su anterior vida. Con su madre las cosas aún no se habían resuelto y Dasha no sabía si lograrían resolverse.
- ¡Hola vecina! - la saludó Camryn cuando Dasha se bajó del auto a la entrada de su casa.
La otra, una pequeña mujer de metro y medio y cabellos cobrizos, parecía que iba a explotar con su embarazo de gemelos.
- Hola ¿vas de salida? - le respondió sonriente Dasha abriendo su buzón y recogiendo el correo.
- Ah sí. Tuve un antojo de nueces y miel y no quiero molestar más a Rafe. El pobre a disminuido 10 kilos en lo que va de embarazo. - el rostro de pesar de Camryn se rompió en una alegre sonrisa. - Te juro que es como si estuviera robándoselas. El los pierde y yo los gano. Ya le dejé bien claro a Rafe que apenas suelte a estos parásitos, - se dio un suave golpecito en la barriga para dejar en claro a quien se refería. - saldré corriendo de vuelta para las clases de yoga y a hacer ejercicio. Es que yo, tan bajita como soy y además agregándole gorda pareceré una albóndiga.
- Ryn ¿sabes si Rafe podría ayudarme más tarde a picar leña? Es que ya me queda muy poca y adoro sentarme frente a la chimenea en las noches. - le preguntó Dasha divertida interrumpiendo el derrame sin fin que era la charla de Camryn.
- No te preocupes. Si andas muy apurada puedes tocar a la puerta de mi hermano y decirle que te mandé. Sé que parece que nunca está en casa, pero si le dices que es de parte mía seguro que lo hace. Por fuera parece un bloque de cemento, pero por dentro su corazón es un malvavisco. ¡Uyyy! - exclamó mirando el reloj de su muñeca antes de que Dasha pudiera objetar como interrumpir a un desconocido por leña estaba totalmente mal. - Debo marcharme ahora o no tendré tiempo para prepararme albóndigas luego. Hablar de ellas me dio hambre.
Camryn se despidió alegremente como el ciclón de confeti que era y Dasha no pudo evitar reír al pensar en la personalidad explosiva de su nueva amiga y cómo sería la de su hermano mayor. Entró a la casa y depositó las compras sobre la mesa, sacó un paquete de carne y lo puso a descongelar pensando en qué prepararía esta noche. Encendió su reproductor de música y puso algo instrumental para entretenerse mientras limpiaba el comedero de su nueva mascota: un hámster al que había llamado Pelusita.
Si unos meses atrás le hubieran preguntado si quería una mascota habría respondido rotundamente que no, pero al mudarse a Golden Creek, lejos de su hermano y sus pocos amigos había necesitado que alguien le hiciera compañía y no estaba segura de estar preparada para adoptar un perro así que en cambio, adoptó a Pelusita. Que resultó ser un macho.
Terminó su tarea y abrió las puertas dobles de cristal que daban a la terraza y se sentó a leer la correspondencia. Una sonrisa se extendió por su rostro sin poder evitarlo al encontrar una carta de Luke.
Poco después de su debacle y por consejo de su nuevo psicólogo tomó distancia de Luke y de su pasado íntimo que le recordaba constantemente como había sido ella. Hasta hacía un mes atrás no se había atrevido a hacer un acercamiento y lo hizo, para que de alguna manera fuera más personal, mediante una carta. Él le respondió y ella no pudo sentirse más feliz, pero ahora su corazón se apretó de tristeza por su pobre amigo al leer las primeras líneas de su carta.

Querida Dasha:

He conocido a una mujer maravillosa. Pero no creo que nunca vaya a volver a verla. Estaba apunto de casarse y lo más probable es que ya lo haya hecho. Por un segundo me sentí como más que un cuerpo atractivo.(...)

Con el corazón roto por la tristeza de su amigo pensó en la vida destrozada de una anterior amiga. Indiana. Por consejo de su psicólogo había redactado una carta, de expiación, podría llamársela y después de mucho pensárselo se la había enviado al señor York pidiéndole que por favor dejara de mentirle a sus hijos, que se perdonara a sí mismo y que se sincerara. Que se arrepintiera de lo que hizo porque finalmente el karma te alcanzaba.
Dasha lo sabía bien, por experiencia propia y por la de alguien más. Lo último que había sabido de Christopher era que continuaba en coma después de un terrible accidente. El karma se había cobrado su venganza el mismísimo día en que la vida de Dasha cambió para siempre.
Ella sentía que debía alegrarse, pero no lo hacía. No podía odiar el recuerdo del chico con sonrisa juguetona que le preparó su cena preferida incluso cuando este había roto su espíritu.
Tan adentrada estaba en sus ensoñaciones melancólicas que se sobresaltó al sentir como una criatura peluda se restregaba contra sus piernas. Al mirar hacia abajo se encontró con los ojos cálidos y bonachones de un perro labrador que movía la cola a la misma velocidad que se movía el aspa de un helicóptero.
- Hola tú. ¿Quién eres amiguito? - Dasha sonrió suavemente y acarició el suave pelaje de la cabeza del perro.
Este soltó un alegre ladrido y agitó la cabeza haciendo sonar su collar.
- ¡Vaya! Si que eres un chico inteligente. Te llamas... Lord. - leyó Dasha el nombre en voz alta haciendo que el perro diera un salto en reconocimiento. - Pues si, eres todo un caballero. Así que tú debes ser la mascota de mi escurridizo vecino. ¿Qué tal si me ayudas a ablandarlo para conseguir algo de leña y así echarle un buen vistazo? El misterio está acabando conmigo.
Dasha le rascó por última vez la cabeza a Lord y se puso de pie. El perro rápidamente se puso a trotar a su lado mientras caminaban hacia la cabaña más alejada de la suya. Dasha se sentía como cuando en Halloween se disfrazaba e iba a pedir dulces a casa de un desconocido. Su cuerpo lleno de curiosidad y expectación.
- Así que aquí vives amiguito. - dijo con admiración Dasha mirando la pequeña cabaña construida de forma tosca, pero de alguna manera artesanal. La casa para perros era una obra de arte. - Vamos, llamaré a la puerta...
El perro soltó un montón de ladridos eufóricos y salió corriendo a la parte trasera de la cabaña.
- Vaya por Dios. - Resignándose, Dasha comenzó a seguirlo.
El sonido de un hacha impactando en madera y de los resoplidos gruñones de un hombre la hicieron sonreír. Había llegado en el momento justo para pedir "casualmente" ayuda como una desvalida vecina.
Al llegar a la parte trasera de la cabaña se encontró con un Lord, acostado con la cabeza sobre sus patas delanteras, mirando fijamente a un hombre que parecía tener las espaldas más anchas que Dasha había visto en su vida. Al verla, el adorable animal, empezó a mover la cola como un metrónomo, pero se quedó en el mismo sitio.
- ¡Hola! - llamó Dasha poniendo una sonrisa amigable. El hermano de Camryn siguió en lo suyo, picando leña y apartándola a un lado hasta que Dasha se desesperó y volvió a llamar en una voz aparentemente alegre. - Hola, me llamo Dasha, soy tu nueva v...
El hermano de Camryn se enderezó y le lanzó una mirada de muerte. Pero esto no fue lo que hizo que Dasha se detuviera tan bruscamente. Si Camryn media metro y medio su hermano prácticamente la doblaba en tamaño. Con el color cobre de su cabello, unos ojos de un increíble color broncíneo y su piel naturalmente dorada parecía una estatua en honor al fuego y por más que Dasha intentó evitarlo quería averiguar si era verdad que podía hacerla arder.
Los huesos de ella prácticamente se derritieron al ver tan increíble masculinidad unida a unos labios tan sensuales que parecían casi femeninos enmarcados por una espesa barba rojiza.
- Sé quién eres. - se limitó a decir él, ahora sí que parecía un hombre completamente construido de metales. La frialdad del hierro perceptible en su voz.
- Así que tú eres el hermano de Camryn... - Dasha metió las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros y empezó a balancearse sobre sus talones cuando después de varios segundos se dio cuenta de que él hombre, "Magneto" en lo que a ella convenía, no se había percatado de la sutil manera en la que ella inquirió su nombre. - ¿Cómo te llamas?
- Cameron. - contestó él reticente en un bajo gruñido.
- Supongo que por eso Camryn eligió que le dijeran Ryn. - Dasha trató de parecer graciosa en un momento tan incómodo como aquel frente a la presencia de granito del hermano de su nueva amiga, pero no funcionó. - Bueno... Yo solo venía a traer al perro que se escapó hasta mi casa.
- Gracias y adiós. - se dio la vuelta Cameron, impaciente por volver a su labor.
Su hermana era una criatura especial que podía escupir arcoíris las veinticuatro horas del día. Esa no era una característica que el soportara, pero la toleraba porque ambos compartían sangre. Sin embargo esta mujer, por más fascinante y hermosa que le pareciera, interrumpiendo su momento de relajación hecho especialmente para tratar de recuperar la inspiración y volver a tallar, le parecía un incordio.
- ¿Quieres algo más? - le preguntó él aun sintiendo la presencia de ella a sus espaldas. La mayoría de las mujeres habían salido huyendo para ese momento.
- Es que... Camryn me dijo que me podrías ayudar cortándome un poco de leña. Y ahora que te veo en ello... - dijo ella armándose de valor. Al verlo aun inmóvil se apresuró a explicarse. - Es que cuando llegué a la casa aun quedaban suministros, pero ahora se acabaron y yo no le he cogido el tranquillo al asunto y Rafe está tan ocupado... No conozco a nadie más aquí.
- Ahora no puedo.
Dasha no estaba segura de sí era cierto, pero era casi como si la voz de Cameron se hubiera suavizado para darle una negativa tan tonta. Sacudiendo la cabeza pensó en que no podía obligar a nadie a ayudarla así que no trataría de insistir y mañana averiguaría en la ciudad si era posible encontrar un leñador.
- Bueno... Yo... Adiós. - se despidió con rapidez Dasha avergonzada por tener que haber molestado a un desconocido que era además muy poco amigable. A sus espaldas volvió a escuchar el hacha impactando contra la madera.

Esa noche cuando Dasha apoyó la cabeza en la almohada soñó con la aurora boreal iluminando unos cabellos color cobre, reflejando su luminiscencia en ojos del color del bronce y en unos labios sensuales pronunciando su nombre.
A la mañana siguiente Dasha se maldijo a sí misma por su debilidad. Ya había tenido una existencia lo suficientemente emocionante para desear que lo que viniera de ahí en adelante fuera el colmo del aburrimiento.
Quería paz. ¿Era eso mucho pedir?
Pero cuando salió al porche delantero a tomarse su primer café de la mañana todas sus decisiones fuertemente tomadas se tambalearon.
Una montaña de leños bien agrupados de aproximadamente un metro de alto descansaba frente a su puerta. Una nota clavada al leño más alto se movía al mismo ritmo del viento.

"Dije que en ese momento no podía hacerlo, no que no lo haría. Agradéceme luego."

La nota, aunque sin firma, dejaba claro a quien pertenecía. Ese lenguaje tan pragmático solo podía pertenecer a su duro vecino, Cameron.
De forma impulsiva Dasha corrió dentro de su casa sacó una barrita energética de almendra y arrancó una hoja de uno de sus cuadernos de notas y escribió:

"Desde ahora aprende a ser más claro. No soy adivina. Aquí está tu pago."

Sintiéndose dichosa de su suerte sonrió de forma deslumbrante al ver que el carro de Cameron no estaba en la entrada. Por lo tanto aprovechando que él había salido dejó frente a la puerta de la casa la nota y la barrita energética.
Volviendo a su cabaña Dasha pensó que quizá, después de todo, su emocionante existencia no había terminado.

***

Cuando al día siguiente encontró frente a su puerta una figura de madera en miniatura de un perro bellamente tallado (asombrándose al descubrir que esta era idéntica a Lord, el perro de Cameron) y una nota que decía:

"¿No se supone que las mujeres tienen un sexto sentido? Por cierto, gracias por devolverme a mi perro."

Dasha descubrió que tenía razón.

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