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13 (Parte I)

— Wow Dasha... Te ves deslumbrante. — halagó Christopher a la elegante y curvilínea figura de Dasha enfundada en un elegante vestido color bronce.
Christopher llevaba días insistiéndole para que saliera a cenar con él. Su palabras exactas fueron “Como una cita normal” y Dasha aguantó las ganas de ser mordaz y recordarle los motivos de su incipiente relación pero se abstuvo. De nada valía recordar sus comienzos si quería que siguieran avanzando y él olvidara la terrible amenaza que se cernía sobre ella y su familia. Así que después de tanta insistencia (y luego del comentario casual de una sorpresa que la dejaría literalmente sin bragas) Dasha aceptó con una creciente sensación de intriga y excitación.
Así que allí estaba ella, vestida con uno de sus mejores vestidos que había escogido preferentemente por el tono dorado que teñía a su piel y con el largo y oscuro cabello rizado cayendo en ondas como una cascada por su espalda desnuda. El vestido era recatado y sensual a la vez, como ella pensó él. Al frente el escote palabra de honor prometía a una mujer elegante y soberbia y la espalda, escandalosamente abierta daba la imagen de una mujer que sabía lo que se hacía con un hombre, y no tenía miedo de mostrarlo.
El contacto de la piel de ella con la de él la encendió de inmediato, y por la respiración entrecortada y casi jadeante de él cuando la tocó suavemente en la espalda para acercarla y darle un delicado beso en la mejilla, la reacción fue la misma para ambos.
— Tu también te ves muy apuesto Christopher. — dijo sonriente ella porque así era.
Christopher no era mucho más alto que Dasha pero su figura de nadador rellenaba a la perfección un traje que seguramente costaba más de 1000 dólares y evidenciaba ser hecho a medida. El cabello, revuelto como el de un niño, daba la imagen de haber hecho una travesura y rompía el esquema tan bien logrado de sobriedad. Dasha adoraba verlo romper esquemas casi perfectos, no importaba si era en la cama o en su forma de vestir y aunque no quería hacerlo la imagen de su hermano tan opuesto aparecía una y otra vez en su mente.
Con extrema cortesía Christopher besó la mano de Dasha. Sus ojos llenos de picardía y emoción no apartaban la mirada de ella ni un segundo, cosa que la halagó más que cualquier palabra que pudiese decirle.
— ¿Nos vamos? — preguntó ella.
— Sería un placer que me acompañara esta noche señorita Styles. — le sonrió él lleno de una intensa alegría la tomó del brazo y la ayudó a montar en el auto.

Dasha había pasado todo el viaje preguntándose donde la llevaría a comer Christopher pues no podía ser un lugar demasiado público debido a su clandestina y casi obligatoria (aunque satisfactoria) relación. Así que cuando el auto se detuvo frente a una pequeña casa a las afueras la situación la asombró. Sabía que debían ir a un lugar alejado pero no se imaginaba a Christopher teniendo una casa que parecía de muñecas con todo un amplio jardín bien cultivado lleno de flores y ventanas de cristal por donde se filtraba una suave luz.
— ¿Dónde estamos? — dijo ella interrogante mientras era ayudada por Christopher a salir del asiento del copiloto. Esta noche no había chófer. Esta noche solo eran ella y él.
— Por más que creas que soy un pijo mi abuela y mi abuelo maternos vivieron toda la vida en esta casa. Aparte del fideicomiso que se me permitió tener (no imagines que era algo tan grande) la heredé a ella. ¿Te gusta? — la miró él, nervioso por saber su opinión.
— Es absolutamente hermosa. — dijo con total sinceridad.
— Me alegra que te guste. — la sonrisa de él fue tan amplia y brillante que Dasha pensó que el sol quizás tuviese competencia y todo en un simple humano. La guió hacia la puerta. — Semanalmente viene un jardinero a arreglar el jardín y una asistenta a mantener la casa limpia. Deja que la veas por dentro.
— ¿De dónde sacas el dinero para todo eso Kit? Ya sé que eres rico pero se supone que aún estudias.
Dasha llevaba meses intentando pensar en como plantear la pregunta que se moría curiosidad por saber y hacer esta solo era el próximo paso. Quizás ella solo fuera una ingenua de clase media que para comprar el vestido que llevaba puesto y otra ropa de su armario debía recurrir a un salario escaso (más el extra que le pagaban por hacer consultas a parejas en vacaciones) pero tenía la esperanza, por tonta e ilusa que pareciera, que después de todo lo que Christopher le había hecho este no fuera un niño mimado como su hermano. Este la miró confundido.
— Pensé que lo sabías. Al fin y al cabo te di mi tarjeta de presentación. Por ahora, hasta que consiga mi certificado de graduado, brindó asesoramiento a empresas y a familias de las altas esferas en tema de arquitectura e infraestructura. Pagan bastante bien.
— Lo siento por no haberlo visto. En ese momento estaba... pendiente de otras cosas. — “Entre ellas tu chantaje” quedó implícito en el incómodo silencio que surgió entre ellos.
— Lo sé. Y lo siento.
Las palabras de Christopher cargadas de una sinceridad demoledora y sus ojos llenos de arrepentimiento hicieron que el corazón de Dasha se apretara en un puño. No quería sentirse así. No quería que por su debilidad lo perdonara tan pronto. No sabía si eso sería posible y aquello solo la hacía sentir más sucia a cada paso que daba con él. A cada segundo que se sentía cómoda a su lado. Si tan solo las cosas hubieran sido diferentes. Ella terminó asintiendo automáticamente expresión que no le dio a él ni un mínimo de esperanza. Finalmente el carraspeó y habló.
— Y también se me da bien invertir. Como conseguí una beca completa utilicé la mayor parte de mi dinero en un nuevo negocio y me fue bien. Ahora las ganancias son inmejorables.
— ¿Ah si? ¿En qué invertiste?
— Es una sorpresa. — ahora la sonrisa de él estaba cargada de oscuras promesas. A Dasha se le desbocó el corazón y apretó las piernas para calmar el creciente cosquilleo de excitación que apareció en su coño.
— ¿Y tiene algo que ver esa sorpresa con la de esta noche? — la voz de ella era nada más que un susurro enronquecido. Christopher se acercó a ella con 0, casi como deslizándose en el suelo del porche. Sus labios acariciaron la delicada piel de la oreja de ella hasta que finalmente murmuró:
— Puede.
Y con un rápido besito al cuello de ella, que la hizo estremecer, se alejó para abrir la puerta. Dasha se tomó ese tiempo para tomar una larga bocanada de aire y liberar la presión que causaba la sola presencia de Christopher en la zona sur de su cuerpo.
— Ya está.
La amplia sonrisa de él la hizo sonreír igualmente mientras entraba. La cálida luz que iluminaba la casa la hizo parpadear un par de veces. No podía creer lo hermosa que también era por dentro. La sala estaba compuesta por unos muebles cómodos y a juego de color azul que coninaban Lacón el suave verde de las paredes. Un amplio librero ocupaba prácticamente toda la pared norte donde una mullida alfombra y un sillón de cuadros escoceses invitaban a la lectura. Jarrones, cuadros y portaretratos por todos lados daban un aspecto hogareño y animado. La sala y la cocina estaban conectadas y había una empinada escalera que llevaba hasta el segundo piso. Desde ahí Dasha podía oler el maravilloso aroma de la comida caliente lo que le provocó un hambre instantánea.
Christopher se quitó la chaqueta del traje y se remangó la camisa mostrando sus fuertes antebrazos, un gesto que le pareció muy sexy a Dasha a la par que la confundió y que el no notó. ¿Qué iría a hacer él? Él se dirigió a la cocina sin dejar de hablar.
— No sabía que querrías. Así que preparé comida italiana.
— Cocinaste. — ella alzó una ceja en gesto incrédulo. Christopher se lo devolvió con un astuto guiñó y comenzó a ponerse un muy masculino delantal que dictaba al frente “A las mujeres también se las conquista por el estómago”. Con actitud profesional y metódica se lavó las manos.
— Te gusta la comida italiana.
— Esa no es una pregunta. — replicó ella tenaz y tuvo el placer de oír la risa de él mientras comenzaba a cortar un trozo de pan toscano con rapidez y agilidad.
— Si quieres puedes curiosear por ahí. — le dedicó él una sonrisa al verla inquieta sin saber si meterse en su cocina. — O puedes abrir el vino y servirnos un par de copas. Por aquí solo queda terminar la salsa que le voy a echar al spaghetti a la siciliana y sacar la pizza del horno. Mientras no te metas en mi camino me da igual.
Dasha respiró con tranquilidad y agradeció la tarea encomendada para mantenerse ocupada y prosiguió a cumplirla. Con aprobación notó que era un vino Chianti excelente y al ver el gesto de él sacó un par de copas de un armario y las sirvió. Ambos se miraron intensamente y brindaron sin decir una palabra. En silencio Dasha se sentó a contemplar como el trabajaba sintiendo un raro placer en ese simple gesto. Minutos después él ponía frente a ellos un plato con el pan que había picado, queso y aceitunas.
— Para que vayamos picando hasta que todo este listo. — dijo él sonriente. — ¿Siempre te ha gustado la comida italiana?
— Mi padre era americano y mi abuelo también pero mi abuela paterna era italiana así que mi papá aprendió de ella. La comida italiana en casa era como un premio de consolación por toda la comida rusa que mamá preparaba. Prácticamente se negaba a cocinar las cenas (costumbre de su país) — le reveló como quien dice un gran secreto. — así que papá siempre estaba preparando algo nuevo de su amplio repertorio ¿y tú?
— Aprendí a cocinar porque me gustaba este ambiente. Mi madre no es nada casera pero mi abuela materna lo era. Y muy buena. No pienses que tengo un amplio repertorio pero puedo defenderme en ese ámbito. — dijo riendo.
Su sonrisa desapareció al oír el gemido de placer que daba Dasha al probar la dulzura del pan convinada con lo salado del queso. Ese leve sonido lo tuvo duro en solo unos segundos. Esa era la reacción que Dasha siempre le provocaba.
— Voy a ver si todo está listo para preparar la mesa. — se puso él de pie bruscamente. No quería que la noche acabara antes de empezar.
— Sí quieres yo lo hago. — dijo ella extrañada. Él lo pensó un momento y luego asintió. Ambos se dispusieron a trabajar juntos en un tensó silencio.
Finalmente Christopher ayudó a sentar a Dasha y con orgullo trajo sus exquisiteces a la mesa.
— Bistecca a la fiorentina, spaghetti a la siciliana con salsa de Génova y una deliciosa pizza quattro stagioni. — Dasha notó a pesar de el cielo gastronómico donde se encontraba que el acento italiano de él era perfecto.
— Y por último... Aunque por este no me puedo llevar el crédito pues lo mandé a hacer... Parrozzo.
El aire de Dasha escapó de su cuerpo y la boca se le hizo agua mientras Christopher traía el delicioso postre con una mirada de plena satisfacción.
— ¿Cómo sabías era mi postre favorito?
— Recuerdo muchas cosas de ti Dasha. — la mirada de él era totalmente franca. Dasha se sintió extrañamente complacida.
Christopher pacientemente esperó a que Dasha diera el primer bocado de esa cena que tanto trabajo le había costado hacer y se vio recompensado por el mismo gemido que antes que parecía un gritito de placer.
— Acabo de tener un orgasmo culinario. — dijo ella con los ojos bien abiertos del asombro y el encanto. — Grazzie mile.
— No me agradezcas... aún. Espera a más tarde. — él le obsequió un pícaro guiño. — ¡Buon appetito!

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