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11

Las personas piensan que según qué carreras así es el material de estudio. Se equivocan, pensó Dasha cargada con un montón de volúmenes sobre sexualidad e investigaciones que debía revisar para elaborar los exámenes finales. El material de trabajo siempre es extenso. Los más de 15 libros pesaban en sus brazos en un alto montón que apenas le permitía ver por donde iba. Murmurando los títulos estilo diatriba para recordarlos todos Dasha caminó temblando en sus tacones de siete centímetros por los pasillos del área de profesores de la universidad.
Un murmullo de disculpa ofreció a quien quiera que era la persona con la que casi choca. Debía terminar todo con la mayor rapidez posible si quería verdaderamente disfrutar de las ultimas vacaciones luego de los próximos parciales del semestre. Distraída en su lista de tareas estaba cuando siente que algo desagradable y pegajoso se incrusta a la suela de su zapato.
— Jodida mierda — masculla ella tratando de despegar su pie de lo que podría apostar era un chicle. Bizqueando por el costado del montón de libros ve que mientras mas levanta el pie mas se estira la desagradable cosa haciendo prácticamente imposible deshacerse de él.
Maldiciendo los órganos sexuales de todos los animales existentes asha comienza a hcer equilibrio sobre una de sus piernas mientras agita la otra tratando de deshacerse de la cosa pringosa en su zapato y aprieta fuertemente contra su pecho la montaña de libros par que no se caiga. Agradeciendo al dios de los orgasmos que el pasillo esté absolutamente desierto porque su actuación rídicula y completamente sin sentido sería un buen acto de entretenimiento cómico y ganador de las burlas (que con tanto ahínco se había dispuesto a franquear) de sus alumnos y colegas. A Dasha no había nada que le apeteciera menos que convertirse en el payaso de la universidad.
En medio de las sacudidas el pie que seguía apoyado en el suelo se torció dolorosamente haciendo que el frágil y fino tacón crujiese estruendosamente mientras se partía y el precario equilibrio que mantenía a Dasha de pie se perdía por completo. Dasha gritó mientras caía en lo que parecía la parodia de una famosa película cómica, a cámara lenta. La montaña de libros cayó de sus manos, desperdigándose por el suelo con un sonido mas similar a la explosión de una granada que a la simple caída de viejos volúmenes.
La caída robó el aire de los pulmones de Dasha que se quedó sin respiración. Afortunadamente, como acto reflejo Dasha había extendido los brazos para frener la caída por lo que a pesar de que se llevó los codos magullados y los brazos adoloridos evitó un posible golpe fuerte al cráneo. Dasha respiró un par de veces, agitada. Sin saber que hacer o pensar. Ahora se encontraba en el suelo dando una imagen deplorable con los codos y antebrazos llenos de raspones lo mas posible sanguinolentos, con el tobillo latiendo tan fuerte como si tuviera un hierro candente por hueso y sin la energía necesaria para levantar la cabeza de donde la había apoyado mirando fijamente el techo y rodeada de libros desperdigados por doquier. Verdaderamente daba una imagen de pena.
El dolor, punzante y agudo, nubló su mente. Metafóricamente Dasha podía haber afirmado ver estrellas. Su pierna latía del dolor y las pequeñas heridas en sus brazos ardían. Mientras ella se concentraba en el malestar de su cuerpo no notó el tiempo, solo la presencia frágil de su carne herida y los compases constantes de su corazón.
Una mano larga de dedos finos de pianista o dibujante con las uñas perfectamente recortadas de forma pulcra se detuvo frente a sus ojos en una clara invitación de ayuda. Dasha se sentía tan cansada que ni siquiera había escuchado los pasos de Christopher acercarse, hasta que ahora, al alzar la mirada lo veía con una clara expresión de preocupación y compasión en el rostro.
— ¿Una mala caída? — preguntó él luego de que ella aceptara su mano a regañadientes y la levantara con dificultad.
Dasha no quería su ayuda, pero a pesar de todo su pie dolía intensamente y apenas podía mantenerse de pie mucho menos decir que lograra llegar a su oficina y luego todo el camino hasta su coche y un hospital para que revisaran lo que evidentemente era una fea torcedura en el tobillo. Necesitaba a Christopher por mal que le pareciese porque para colmo había dejado su teléfono móvil abandonado con su bolso en su escritorio y no tenía a quien más pedirle ayuda. Era o él o esperar a que apareciera alguien mas y la terrible hora de almorzar se acercaba. Dasha se resignó con evidente molestia.
— ¿Y tu qué eres? ¿Mi sombra? — respondió ella mordaz. Christopher sonrió divertido al ver como el malhumor de Dasha era contrarrestado por la necesidad de apoyo para mantenerse en pie y arrecostaba su hermoso cuerpo al suyo. Aprovechando la situación con agilidad le quitó los zapatos posibles causantes de la tragedia. Ella estuvo a punto de protestar pero prefirió mantener la boca cerrada.
Al sur del cuerpo de él las cosas se empezaron a poner “derechas” y es que no podía evitar cada vez que la veía las ganas de poseerla. Ni siquiera cuando se sentía tan preocupado por su salud. Cuando Christopher la vio allí, tirada en el suelo, apenas moviéndose, algo dentro de sí se apretó, lleno de angustia y temor. Tuvo ganas de correr hacia ella; abrazarla contra su pecho y despertarla a besos, pero cuando vio sus ojos abiertos y su respiración estable, el ritmo desbocado de su corazón se ralentizó y respiró mejor y mas tranquilo. Aun así, verla toda herida y adolorida le daban ganas de meterla profundamente en aquel espacio inocente y puro de su corazón que solo le pertenecía a los sentimientos que tenía por ella y guardarla hasta que se mejorara.
Pasándole el brazo sobre los delicados hombros de ella para conseguir que se apoyara en su cuerpo, Christophr bromeó:
— Me atrapaste. — sujetándola fuertemente le susurró al oído de forma sensual. — Ese es mi súper poder. Aparte de darte orgasmos alucinantes. Shhhh no se lo digas a nadie. Es secreto. — dijo abriendo los ojos grandemente con horror para darle importancia y cerrándose la boca con lo que debía ser un zipper imaginario.
A pesar de su enfado, Dasha curvó sus labios levemente en una pequeña sonrisa y se negó a decir palabra. Satisfecho de su logro Christopher continuó sonriendo hasta llevarla a su oficina. Christopher era paciente y cuidadoso mientras la guiaba lentamente por los pasillos aguantando todo el peso de su cuerpo contra él. El silencio en el que ambos se fundieron fue tranquilo y despreocupado.
Hasta que llegaron a la oficina de Dasha y se disponían a entrar para buscar la llave del coche y el rostro atractivo y sumamente horrorizado de Everett Johnson los interceptó.
— Dasha, ¿qué te ha sucedido? — exclamó el profesor tomándola por la cintura y alejándola del fuerte y delicado agarre que Christopher mantenía sobre ella. El alumno hizo una mueca de desprecio.
Dasha, notando prontamente el aire hostil de su alumno para con Everett decidió intervenir antes de que este la agarrara por la fuerza y entre ambos empezaran a tironearla como si fuera una marioneta. Lanzándole a Christopher una mirada de “Yo-me-encargo-de-todo.-No-debes-meterte.” dijo con calma para tranquilizar al alarmado profesor Johnson-viejo amante.
— Estoy bien Everett. Sólo fue un mal paso, creo que me lastimé el tobillo. Si no fuera por el señor Perkins aun seguiría tumbada en el suelo maldiciendo a todos los zapatos de tacón. — sonrió con lo que parecía fría amabilidad.
— Entonces debemos darles gracias al señor Perkins por su ayuda. — analizó Everett profundamente con la mirada a Christopher. Como calibrándolo. El estudiante le devolvió la mirada con temple. Finalmente Everett dejó de analizarlo y rodeó con los brazos a Dasha. — Ahora lo mejor será que te lleve al hospital y te revisen ese pie.
Sin mirar atrás, Everett comenzó a dirigir a Dasha a la salida sin dedicarle siquiera una mirada al ahora estupefacto Christopher que ahora apretaba con furia los puños de las manos a punto de salir y arrancar a Dasha de los brazos de ese cabrón que la alejaban de él.
— Pero... — trató de replicar Dasha mirando por el rabillo del ojo la reacción de su alumno.
— Pero nada. Lo esencial ahora es curarte. Lo demás vendrá después. — dijo Everertt quitándole importancia al asunto, interrumpiéndola.
Sorprendida Dasha miró el rostro de Christopher pidiéndole calma. Él mientras tanto vio como su corazón se alejaba con el imbécil por el cual nunca podría ganársela a ella.

***

El timbre de la casa de Dasha sonó cuando ella ponía un paquete de palomitas en el microondas. Su frente se arrugó pensativa. ¿Quién sería? Tenía constancia de que Joe, el portero, no permitía subir a nadie a menos que estuviera en la lista de visitas y sino lo estaba la llamaba. Joe no la había llamado. ¿Acaso sería Luke?
Le extrañaría que su amigo se presentara hoy cuando ayer, luego de que Everett la llevara al hospital y declararan su accidente como una torcedura leve (dándole un período de descanso de una semana), él se apareció por su casa cargado de palomitas de maíz, soda y un montón de películas de entre su colección de los clásicos de Hollywood para animarla y entretenerla. Así que a pesar de que Dasha sabía que estaba preocupado por ella al ver que no era nada más que un asunto sin importancia no aparecería hoy.
— Ya va. — gritó avanzando con lentitud hacia la puerta.
Pensó irónicamente que debía parecerse a la pata coja, caminando a brinquitos con una sola pierna pues apenas apoyaba la otra en el suelo un ramalazo de intenso dolor sacudía su pie.
Al abrir la puerta el rostro sonriente y preocupado de Christopher le devolvió la mirada.
— Hola Dasha. — dijo él observándola detenidamente. Se había sentido muy preocupado después de que el día anterior el canalla del profesor Everett la arrebatara de sus brazos y la llevara al hospital sin que ella dijera una palabra para negarse. Es por ello que a pesar de que había pasado la noche con el teléfono en la mano y locas ganas de llamarla su orgullo no se lo permitió.
— Christopher... ¿Qué haces aquí? — dijo ella, asombrada por su aparición mientras se apoyaba en el marco de la puerta más que para impedirle el paso que para sujetarse.
— Me tenías ayer muy preocupado y quise saber como estabas. — metió las manos despreocupadamente dentro de los bolsillos de sus vaqueros manteniendo a duras penas un tono de voz igual de informal que su pose. — ¿Me dejas pasar?
Dasha entrecerró los ojos, pensando sus posibilidades. Dejar entrar a Christopher a su casa era prácticamente como darle la llave al lobo feroz para que se comiera a los tres cerditos, la abuelita y a la mismísima Caperucita a la vez. Llegando a una conclusión asomó la cabeza por la puerta, mirando al pasillo y finalmente se apartó para dejarlo entrar.
¿Qué más da impedirle que entré a mi departamento cuando pasó por el portero con tanta confianza? Pensó Dasha amargada.
— ¿Qué demonios haces de pie? — preguntó Christopher con brusquedad al ver la mueca de dolor en el rostro de Dasha después que se tambaleó en una pierna y tuvo que apoyar la otra, con el tobillo herido, en el suelo para no caerse.
— ¿Y quién iba a abrir la puerta si no? — fue la seca respuesta. Dasha se giró dándole la espalda a Christopher en un claro gesto de “si  quieres me sigues. Si no, ahí te quedas.”
Lo próximo que Dasha supo es que se encontraba cargada en los fuertes brazos de Christopher que la llevaban directamente al sofá.
— Por el amor de Dios... ¿qué haces? — preguntó ella alarmada sacudiéndose en sus brazos.
— Impidiéndote lastimarte más. — gruñó él por el esfuerzo de cargarla. Esto sumado a que Dasha no se estaba quieta no le hacía las cosas más fáciles. — ¿Podrías parar ya? — la regañó él enfadado. — Sí sigues retorciéndose así te vas a...
— Auch. — gimió Dasha al darse un fuerte golpe en la pierna con una lámpara.
— Lastimar. — terminó Christopher de hablar resignado. Sacudió la cabeza, exasperado por su cabezonería.
Delicadamente la colocó recostada en el cómodo sofá beige que ocupaba su sala. Ante los ojos sorprendidos de Dasha, él se dedicó a acomodarle los cojines para que se mantuviera sentada de la forma más confortable posible. Tomó el pie con el tobillo vendado, lo alzó para mantenerlo en alto pero antes de colocarlo le dio un rápido beso encima de la venda.
El corazón de Dasha comenzó a latir desbocado y ni siquiera el dolor pulsante de su tobillo la hicieron ignorarlo.
— ¿Te duele mucho? — preguntó el levantando la mirada después de sentarse y apoyar el tobillo adolorido en su muslo. — ¿Necesitas hielo?
— Si por favor. — aprovechó ella para estar sola al menos unos minutos. Quería calmar a su agitado corazón que latía en su pecho como si fuesen las alas de un colibrí. Le señaló la dirección de la cocina.
Cuando Christopher se levantó, Dasha cerró lentamente los ojos y suspiró con algo parecido al cansancio y la amargura escrita en su cara. Se apretó el tabique de la nariz mientras analizaba el por qué últimamente estar cerca de Christopher, recibir ese trato dulce de él (los desayunos, la preocupación por su bienestar) hacían que mariposas danzaran en su estómago. No podía ser amor.
No podía amar a una persona que la chantajeaba para que estuviera con él. Si todo fuera diferente quizás, solo quizás, podría querer algo más con Christopher, pero sabría que eso no podría ser verdad pues todo el odio y tristeza que le traía la presencia de Garret se impondría en el medio de su relación inexistente. Y ahora no podría quererlo sabiendo que su vida estaba en sus manos. La vida de su hermano.
— Aquí. — apareció Christopher levantando triunfalmente un paquete de guisantes congelados.
La sonrisa en el rostro de él, tan orgullosa y alegre, era la más sincera que Dasha le había visto nunca. No pudo evitar devolvérselo. Christopher, henchido de orgullo por su hazaña se sentó frente a ella y colocó el pie de ella sobre su muslo.
— ¿Guisantes congelados? Estabas preparada para esta situación. — dijo él trasluciendo en su tono de voz una clara admiración mientras quitaba la venda que rodeaba el tobillo de Dasha y hacía  una mueca al verlo hincado y enrojecido. Con rapidez puso el paquete frío en ese sitio. La mueca esta vez fue de Dasha.
— Sí, supongo que uno siempre debe estar preparado. Además es mejor tener guisantes que no obligatoriamente tener que ponerse un trozo de carne cruda congelada. El olor es algo desagradable.
Christopher sonrió divertido al oír las mordaces palabras de Dasha distraído como estaba rozando con las puntas de sus dedos la suave curva del pie de ella. Como hipnotizado por el movimiento. Escalofríos de placer recorrieron las piernas de Dasha y agitó involuntariamente el pie dañado por lo que soltó un “Ay” contenido.
Christopher le dedicó una sonrisa sabedora pero apartó su mano del pie de ella y la subió por su pierna. Ahora rodeándole la pantorrilla, apenas tocando la blanda piel de detrás de la rodilla. Dasha tragó saliva de forma audible.
— No me gustó mucho que te fueras ayer con Everett. — dijo él por lo bajini.
— ¿Ah si? ¿Por qué? — preguntó ella con curiosidad.
— ¿Y tú me preguntas por qué?
— Lo hago. — respondió sinceramente a la mirada de fuego de él.
— ¿Acaso no recuerdas que te vi follándotelo? — la  rabia y los celos se percibían en su voz.
Que un gesto posesivo y animal como ese hiciera latir embravecidamente a su corazón estaba mal. Muy mal pues sabía a que conllevaban tales sentimientos y no era nada bueno. Así que habló secamente.
— Por supuesto que lo sé. Sino recuerdo mal es por ello que me estas follando.
— Lo habría hecho tarde o temprano. — la seguridad absoluta en sus palabras enfadó a Dasha. — Pero no me gusta que te siga marcando como suya.
Y sin dejarla decir una palabra en contra se inclinó hacia el cálido cuerpo de ella abriendo sus piernas tanto como podía sin hacerle daño y con suma ternura besó la delicada y tierna piel del interior del muslo sintiendo como el cuerpo de Dasha se estremecía y su respiración se agitaba. Subiendo con pericia el bajo del vestido de ella, Christopher imaginó las cientos de formas en que quería poseerla. Cuando Dasha sintió los dientes de él bajando sus bragas de sus caderas y mordisqueando la suave piel gimió bajamente arqueándose un poco. El mismo movimiento se repitió en el otro lado y Dasha hubiera podido apostar, sin siquiera verlo como involuntariamente los dedos de sus pies se encogían de placer.
Christopher, complacido, depositó un beso en la parte superior de su monte de Venus. La humedad aumentó entre las piernas de Dasha y aunque esta supo que Christopher no la había tocado allí para saberlo, la sonrisa victoriosa que sintió contra su piel le daban un claro asentimiento de que él podía oler su excitación.
— Aún no pienso castigarte por haberte marchado con Everett. Piensa en esto como en una bonificación. — dijo él intensamente levantando la mirada y mirando fijamente los ojos de ella.
La profunda claridad de los ojos de él, llenos de deseo enfermizo y posesión fue lo último que Dasha vio antes de que él  bajara la cabeza, la enterrara entre sus piernas y diera un largo lametazo a su raja.

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