10
Dasha no era muy fanática a ir al gimnasio varias veces a la semana, pero debido a su adicción al tabaco y al par de copas de alcohol que tomaba diariamente mientras planificaba sus clases se había propuesto no descuidar su cuerpo ni su mente. Así que comía regularmente alimentos sanos y dedicaba las tardes de los jueves a una clase de zumba que la mantenía en forma.
El atractivo profesor (al que ella se había zumbado pensó divertida por el juego de palabras) también era una buena motivación. Aunque hoy no habría manera de que ella mirara a Joshua como más que una muestra bonita del género masculino sin ningún que otro valor que para alegrarse la vista con él. Se sentía placenteramente adolorida entre las piernas mientras se estiraba. Christopher era un as en la cama. Y no solo en ella, el vil pensamiento apareció a la velocidad de la luz, colándose en su mente y desapareciendo sin tardanza.
Su desayuno en el departamento de Christopher se había repetido ya un par de veces más y le parecía... Agradable. ¿Por qué no admitir que esos minutos con él habían sido casi igual de buenos que sus folladas? Al menos no tenía que sentarse sola en casa y comerse una tostada casi quemada y un tazón de cereales de chocolate con leche.
Christopher había sido amable en esos momentos. Atento. Se preocupaba porque sus tostadas siempre estuvieran untadas con un delicioso jarabe de arce y de que nunca se le acabara en el vaso el jugo de naranja, que como él siempre recalcaba había sido sacado directamente de la fruta por él mismo. Despertarse y saber que al llegar a la sala Kit iba a tener listo su desayuno era un consuelo para su mente y alma que no se había sentido cuidada y querida desde la muerte de su padre.
El sexo solo era otro incentivo que le ponía la situación. Incluso en sus momentos más tontos creía posible que aquel chantaje había válido mil veces la pena, aunque finalmente terminara sacudiendo la cabeza, incrédula por su debilidad. Al menos Christopher tenía algo que lo hacía mejor que su hermano mayor durante el sexo, y no solo era la capacidad innata de saber como provocarle placer sino que Kit nunca había sugerido el sadomasoquismo. Incluso sus variantes más débiles como eran los azotes. Dasha sentía repugnancia de ellos. Haberle prometido a Garret intentarlo había sido un error. Dasha vomitó sus tripas hasta quedarse vacía y él quedó inconforme y decepcionado de que ella no pudiera darle lo que él necesitaba. Entonces, Garret se buscó otra mujer que si pudiera. Hasta ahí conocen la historia.
Lo que no conocen es que es un trauma de adolescencia. Un trauma que nació poco después de la muerte de su padre y que comenzó siendo lo que exactamente necesitaba para sobrevivir esos duros momentos. Durante los cuales nunca evitó que su profesor de Química de 34 años metiera las manos dentro de su falda y la acariciara íntimamente. Donde le permitió a aquel hombre, Nicholas, casado y padre de familia, poseyera cada parte de su cuerpo, tomado su virginidad.
Nicholas había sido su profesor favorito y cuando comenzó a tocarla y mirarla de manera diferente ella lo necesitaba. Necesitaba todo el calor humano que pudiera recibir así que Nicholas robó muchas de sus primeras veces, hasta que ya no lo hizo más. Dasha, joven como era y con solo la experiencia de un par de besos robados le había permitido hacer con ella prácticamente todo lo que deseara. El cuarto de suministros del laboratorio había sido testigo de toda clase de cosas sucias, donde se incluían los azotes y la dominación. A veces el bondage suave. Todo gozo y placer para Dasha que regresaba a su casa con el trasero enrojecido y ardiente luego del uso de la regla de Nicholas. Dasha años después había apostado porque su affair había sido motivo de liberación para el hombre aparentemente pulcro, suave y honrado que supuestamente era Nicholas frente a todos. Algo que él disfrutó grandemente, pero que su familia nunca iba a saber.
Después de años de experiencia y terapia había comprendido que aquel hombre se había aprovechado de ella y de la ausencia de compañía que sufrió luego de la muerte de su padre, cuando su madre se encerró en sí misma y su hermano volvió a la universidad. Supo con certeza que él la había utilizado como si fuera el lado oculto de la luna en su vida, y no precisamente porque la deseara sino también porque deseaba sentirse aun más hombre. Dasha incluso entonces ya no había soportado el asco por los azotes.
— Buenos días bellas damas. — dijo Joshua, el profesor de zumba entrando a la clase al lado de una mujer curvilínea y tonificada de cabello rubio y sonrisa dulce.
Dasha dejó de respirar. Ella conocía a esa chica. Ya no la joven de mirada tímida, sino la mujer segura de sí misma y alegre que siempre había deseado ser. El atractivo Joshua quedaba opacado por ella y los recuerdos desaparecieron como en una diapositiva.
Indiana York seguía poseyendo los mismos ojos dulces de color almendra de siempre. Su cabello excesivamente largo del color del oro estaba recogido regiamente en un moño alto y apretado. Pero habían otras cosas en su expresión que apenas se veían. El rastro de lo que su traición le había dejado. Desconfianza.
— Hoy les traigo a una colega que me sustituirá durante mis muy merecidas vacaciones. Esta chica tan atractiva que está aquí les aseguro que hace un trabajo excelente y es una profesional magistral. — dijo él con su sonrisa de un millón de dólares y sus dientes muy blancos destellando. El anillo de casado en su dedo también lo hacía.
Las otras alumnas de la sala expresaron su tristeza por su ausencia y dieron la bienvenida a la nueva profesora. La mirada de Indiana se encontró con la de Dasha y sus ojos expresaron una velada cordialidad, sorpresa y recelo.
— Gracias a todas por la bienvenida. Mi nombre es Indiana York y me ocuparé de sus clases durante dos semanas. Espero que les agrade mi trabajo. Aunque parezca recta puedo llegar a ser bastante flexible dependiendo de la situación. Pueden contar conmigo siempre que lo necesiten. — la voz de ella, suave y calma disparó un rayo de arrepentimiento más al corazón de Dasha. — La clase del día de hoy la impartiré yo para ver la capacidad de compenetración que podemos alcanzar como profesora y alumnas. Espero no resultarle muy fastidiosa, pero como ya vi hay algunas que ya se ocuparon de calentar y otras no así que empezaremos con eso.
— Bueno, chicas, las dejo en buenas manos. — dijo despidiéndose Joshua y saliendo del aula para dejar a Dasha y a las otras alumnas con Indiana.
Para dejar a Dasha reunida invariablemente con su pasado más oscuro.
***
Al terminar la clase Dasha se sentía sudada y pegajosa y aun así, complacida consigo misma. La presencia de Indiana al inicio le había provocado muchos nervios pues no sabía que podía esperar de ella, si una carga de tenso resentimiento en el aire o que volviera la clase mucho más dura de lo normal para castigar a su espíritu y a su cuerpo y aunque esta podría tacharse de exigente no de dictadora.
Al inicio de tan nerviosa como estaba. no había podido seguirle el ritmo, hasta que finalmente se relajó al ver que no iba a acercarse a hablar con ella con un mar de sentimientos entre los que figuraba el alivio y la decepción. Tomándonos sabía que quería. Se sentía indecisa entre el anhelo de hablarle a su ex mejor amiga o de huir de una carga que llevaba por años.
Tomando un trago de agua fría se dirigió hacia los baños para poder tomar una ducha rápida que la refrescara aprovechando que Indiana sonreía y conversaba muy entretenida con las otras estudiantes, entre las que se encontraban más madres y trabajadoras de familia que posiblemente en un colegio.
Cuando el agua golpeó su cuerpo su mente quedó vacía de preocupaciones, pero este estado de relajación no duró mucho. Cuando se envolvía en una toalla dispuesta a cambiarse y marcharse, Indiana estaba esperándola fuera. Dasha se detuvo instantáneamente viendo la tímida sonrisa en los labios de aquella que fue su amiga.
— No has cambiado nada. Te ves incluso más impresionante de lo que lo eras antes. — dijo Indiana, examinándola con un velado aire de admiración.
— Tú... has cambiado. — respondió Dasha insegura. Una sonrisita engreída tiró de la comisura de los labios de Indiana.
— Creo que para mejor. — se limitó a decir esta.
El silencio crudo y nervioso agitó el aire. Las palabras eran consumidas por un agujero negro dentro de la mente de Dasha. Ninguna era la adecuada a decir. Indiana también parecía insegura, se sentó. Finalmente Dasha se lanzó.
— Creo que debes saber que el karma me hizo pagar por lo que te hice.
— ¿Te engañaron? — preguntó intrigada Indiana sin un mínimo rastro de pena en la mirada.
Que estuviera conversando después de tantos años con Dasha no significaba que volvían a ser mejores amigas. El rencor a pesar del perdón ya dado hace tantos años era un bichito resistente al tiempo.
— Me iba a casar. — dijo Dasha planamente.
— Lo siento. — la voz de Indiana llena de clara simpatía.
— Yo también lo siento. Muchísimo. — el remordimiento teñía su voz. — No me voy a justificar, porque lo que hice no tiene justificación, pero si debo pedirte disculpas por la traición que te hice.
Indiana asintió con la cabeza mientras se ponía de pie. Al parecer dispuesta a marcharse. Dasha tenía ganas de detenerla. De pedirle disculpas una y mil veces por el engaño hecho. De recibir calma en ese espacio atormentado de su mente y corazón por el remordimiento y la culpa. Pero no lo hizo. La dejó marchar. Indiana se detuvo en frente de la puerta y miró hacia atrás.
— Hace años que te he perdonado Dasha. Me voy a casar. Con Robert. Hay veces en que las personas cometemos errores. El tardó años en volver a reconquistarme, pero finalmente le di una oportunidad. Porque me amaba. No sé si hay una posibilidad de que tu y yo volvamos a ser amigas, pero me gustaría que al menos fueras a mi boda. — la ya conocida sonrisa tímida de Indiana iluminó todo su rostro.
Hasta que Dasha no asintió con expresión estupefacta e Indiana se marchó, esta no sintió como el peso de la culpa abandonaba su cuerpo. Aunque el peso de las mentiras seguía allí. Posado como una gran roca aplastando su corazón. Porque no había manera en el mundo de contarle a Indiana la verdad y destruir su vida, construida perfectamente sobre las columnas que eran sus padres a los cuales adoraba.
Mientras Dasha se vestía volvió a recordar el pasado y lo que le había dicho a Alabama en una de sus terapias:
“Haberme acostado con Robert... Haber traicionado a Indiana creo que más bien de ser algo circunstancial fue una venganza contra ella y una forma de deshacerme de él. De mi profesor. Vengarme de ella por haber sido tan ciega y seguir adorando a un monstruo que se aprovechó de mi debilidad y deshacerme de él... porque yo sabía que si él se enteraba de que había herido a Indiana él nunca querría tocarme más. Y yo estaba cansada de que me tocara.”
Porque... ¿Cómo decirle a Indiana que el hombre que se había aprovechado de su tristeza y miseria para follarla y probar con ella todas sus fantasías sucias... fue su padre?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro