CAPÍTULO 2: LA AÑORANZA
Natalia aparcó su auto en el estacionamiento una vez que ingresó al edificio de apartamentos donde vive. Le había dado un aventón a Eduardo camino a casa, y mientras él conversaba sobre las implicaciones del caso que tenían en sus manos, ella no había dicho nada. Cuando Eduardo cerró la puerta del vehículo, ella pisó el acelerador sin despedirse de él. Su cabeza estaba llena de cosas que pensar, y en cuanto llegó a su puesto de estacionamiento, no se bajó de inmediato de su vehículo. Permaneció apoyada sobre el volante, recordando las facciones de aquél rostro que vio en la fotografía.
Por supuesto que el nombre del sospechoso no es Marcos. Era solo un alias. Ella recordaba aún su nombre perfectamente. Era Fabián Matamoros, el hombre que la había cautivado en la Universidad desde aquél momento que se conocieron en los cursos de actualización en criminalística. Todavía recordaba perfectamente como lucía Fabián cuando se acercó a ella para preguntarle los salones donde se dictaban los cursos. Era un poco más alto que ella, apenas por pocos centímetros, de cabello lacio y bien peinado que caía en un pequeño flequillo sobre su ojo derecho. Sus ojos eran vivaces, de color castaño, y su piel era blanca, tersa al tacto como recordaba. Aunque mantuvo la compostura en cuanto se le acercó, no pudo evitar sentirse abochornada ante la mirada que Fabián le dedicó. En ese entonces, pensó que podía leerle los pensamientos con tan solo verla a los ojos.
Natalia hizo una leve presión sobre sus ojos antes de despertar de su ensoñación. Fabián había sido cosa del pasado desde hacía más de nueve años, cuando tomaron caminos diferentes. Ahora ella tenía una feliz vida al lado de un hombre maravilloso, aunque predecible en sus maneras. Fabián era un objetivo de la policía, y debía actuar como tal.
Mientras se dirigía al ascensor para subir al cuarto piso, donde se encuentra su apartamento, recordó las múltiples oportunidades que tuvo de revelar el nombre de Fabián. Imaginaba la respuesta de Rentería apenas supiera que ella lo conocía: La apartaría del caso para evitar cualquier sesgo emocional en su actuación, y asignaría a otra persona junto a Eduardo para encargarse del caso. Podría haber sido un duro golpe a sus aspiraciones dentro de la División, sobre todo porque su nombre sonaba muy fuerte como futura comisaria una vez que Rentería pasara a retiro. Guardó silencio por el resto de la reunión hasta que Rentería los echó de la oficina, ordenando que continuaran su trabajo y obligándolos a guardar el secreto de la operación.
El apartamento estaba a oscuras cuando abrió la puerta. Otra vez estaba sola. El Dr. Fonseca, su pareja actual, era un hombre comprometido con su trabajo como nefrólogo de una clínica privada, encargándose de programar las diálisis de sus pacientes y entrenando a los residentes a su cargo. Lo mantenía alejado del hogar, pero la paga era buena y necesitaban el dinero para sus compras básicas. Natalia no ganaba mal, pero no era suficiente al ser una funcionaria pública. Sin embargo, las largas horas de ausencia hacían mella en su paciencia y su relación. Lo que daría por tener a su novio ahora mismo y abrazarlo para tener un poco de confort emocional.
La mejor opción era tomar una ducha caliente, y dejar que el agua arrastrara los sentimientos encontrados que estaba teniendo ahora.
¿Por qué tenía que volver Fabián de esta manera? ¿Por qué tenía que ser el sospechoso de un intento de magnicidio? ¿Qué lo llevó a unirse a una organización terrorista? Eran demasiadas preguntas que agolpaban su mente. No podía responderse a sí misma. Solo había una manera de hacerlo, y era cumpliendo su deber. Debía arrestarlo, interrogarlo como a cualquier otro criminal, y dejar que el sistema judicial se encargara de él. Tenerlo frente a frente era el único motivo por el que no dijo nada, y así mantenerse al frente del caso.
Hubo un tiempo en que era él quien la escrutaba con su mirada. En más de una ocasión, Natalia lo había sorprendido mirándola varios asientos tras de ella. Al principio se sentía incómoda, pero conforme se conocieron más al progresar el curso, ella lo encontró simpático, e incluso atractivo. Disfrutaba mucho de su compañía, de sus comentarios ingeniosos y sus respuestas acertadas a cualquier cosa que ella comentase. Era imposible no pensar en él, y lentamente, comenzaba a necesitarlo a su lado. Quien diría que varios años después, luego de que se separaran y ella rehiciera su vida con el Dr. Fonseca, tendría noticias de él de esta manera.
Mientras se duchaba con agua caliente, y dejaba que el agua recorriera su piel para relajar sus músculos, recordó aquella noche en que él le había invitado a cenar a un pequeño local de comida rápida. Natalia lo tomó como una simple salida entre dos amigos que estaban por convertirse en colegas criminalistas, así que se perdió en la conversación con él hasta que comenzó a llover, y no habían tomado previsiones contra la lluvia en el camino de vuelta. Corrieron un buen tramo de calle hasta que se resguardaron en el umbral de un edificio, empapados completamente, y él la abrazó dulzura para compartir con ella su calor corporal. Natalia reía divertida por la situación tan absurda en la que estaban, a lo que él, con su sonrisa encantadora y a la vez lobuna, correspondió a su risa. Estaban tan cerca el uno del otro, percibiendo el calor del otro bajo las ropas húmedas, que el beso inesperado no tardó en llegar. Natalia se sorprendió al principio, pero la seguridad con la que Fabián le sonreía le dio valor a ella para besarlo a él de vuelta. No interrumpieron su contacto aun cuando uno de los inquilinos les reclamó el escándalo que hacían en mitad de la entrada, pero en cuanto estuvieron solos, comenzaron a reír como adolescentes recién pillados en alguna travesura.
El la acompañó hasta la casa donde vivía en aquél entonces, y se despidieron con un rápido beso, pero él no se fue de inmediato. En cuanto ella subió a su habitación en el primer piso y se asomó, lo vio todavía de pie en la acera, empapándose completamente. Le hizo un gesto con la mano para despedirse y continuó andando. Ella lo vio alejarse por la calle hasta que lo perdió de vista.
Al día siguiente, no había acudido a la universidad por culpa de la neumonía que había pillado, por lo que ella había estado al pendiente de él por teléfono, dado que Fabián nunca le dijo donde vivía. No tardó mucho en recuperarse y volvieron a encontrarse en las clases.
Natalia sintió el agua fría golpeando su piel y se dio cuenta lo mucho que había tardado en ducharse, por lo que salió de inmediato para ponerse su pijama, preparar la cena y esperar que su pareja llegara a casa. Carlos Fonseca fue la persona que logró sacar a Fabián de su vida cuando se separaron. Correcto en sus modales, siempre pendiente de sus estudios más que en cualquier otra cosa, pero dándose el tiempo para galantear con ella poco antes de que se graduaran. Era el mejor amigo de uno de sus compañeros de estudio, y fueron presentados de forma casual. Lentamente, Carlos reemplazó a Fabián, y ahora vivían juntos como pareja. Natalia se sentía tan segura, que se dedicó a graduarse y empezar su trabajo como detective en la División Antiextorsión y Secuestro. Tan segura, que en ocasiones se sentía aburrida.
Carlos Fonseca, el ahora eminente doctor en Nefrología, que no poseía nada cercano a pasión desbordante como Fabián en el pasado. Solo una tranquilidad que resultaba insulsa según qué momentos. Natalia, ya acostumbrada a la adrenalina de su trabajo, se sentía a gusto en ese oasis de calma, pero la pasión que llegó a sentir por él se había extinguido ya, y solo quedaba la rutina de saber que siempre estaría allí para ella, así sea para desearle los buenos días como cada mañana.
Mientras comía su cena, miraba las noticias a lo lejos, en el televisor de la sala. El presidente tenía un verbo incendiario, acusando a quien quiera interferir en la cumbre de traidor a la Patria. Era irónico que el objetivo que debía proteger no era a este presidente, sino al de Francia, pero eso no era su asunto. Tenía una misión que cumplir, y al día siguiente, Rentería les indicaría el plan a seguir. Otros departamentos de seguridad se encargarían de los demás. No tardó mucho tiempo antes de retirarse a dormir, ocupando el mismo lado de la cama que tenía unos años ocupando desde que se mudó con su pareja. Ya no sentía el mismo placer ocupando el otro lado de la cama.
A mitad de la noche, abrió los ojos debido a su sueño ligero. Escuchó la puerta abrirse y los pasos de su pareja se escuchaban en la sala, pero no se levantó a saludarlo. Permaneció acostada sin hacer ruido, percibiendo su presencia tras de ella quitándose la ropa y colocándose su pijama. El peso de él se sintió en su lado de la cama, sin hacer ademán de acercarse a ella.
Natalia se dio la vuelta y lo vio sentado en la cama, dándole la espalda, luego él levantó un momento la cabeza y volteó a verla sobre su hombro.
- Disculpa si te desperté –dijo el Dr. Fonseca mientras se acomodaba para dormir-. Otra vez me tocó dializar por horas a un paciente. Ya sabes cómo es esto.
- Lo sé muy bien. Es tu trabajo después de todo, así que no te disculpes.
El Dr. Fonseca se acostó, dándole la espalda mientras le deseaba unas insípidas "buenas noches". Era igual como cada noche, y eso ya estaba incomodándola a ella, así que se acercó a él y lo abrazó, dándole unos besos suaves en el lóbulo de la oreja.
- Cariño, estoy agotado –replicó él a punto de caer en el sopor del sueño- mañana me toca otro turno.
Natalia suspiró frustrada, dándole la espalda para dormir.
- Igual yo. Que descanses-. Contestó ella de forma cortante, antes de conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, la rutina comenzó una vez más para ambos. Natalia se levantó temprano para preparar desayuno para ambos, y había tomado previsiones para cocinar almuerzos para toda la semana y no preocuparse desde el fin de semana, así que en cuanto su pareja salió de la habitación vestido de traje y corbata, ella ya estaba esperándolo con el desayuno listo.
- Estas elegante como para ir hoy al hospital –dijo Natalia arqueando una ceja. Él no le prestó atención al comentario y se acercó para darle un beso en la mejilla-. ¿No tienes que ir a una nueva guardia?
- Hoy no. Iré a dar una conferencia en el congreso de Nefrología. ¿No te lo había dicho ayer?
- No me dijiste nada de eso en toda la semana –replicó ella mientras finalizaba un vaso de jugo de naranja-. Es más, últimamente no me comentas nada de tus planes de la semana.
- No es algo que deba preocuparte, cielo. Solo es trabajo, como siempre.
- Sí, es lo habitual. Solo trabajo –contestó ella de forma amarga, cosa que no pasó desapercibida para él.
- Te lo compensaré, te lo prometo –él se acercó para darle otro beso, pero ella se apartó, dándole su lonchera con el almuerzo.
- Vete, que tienes trabajo, y yo también.
- ¿Estás molesta por algo?
- No estoy molesta, Carlos. Estoy apurada, y Rentería no me dejará en paz si llego tarde. Vete tú también.
Él se encogió de hombros y le dedicó una última sonrisa.
- Nos vemos a la noche –concluyó antes de salir por la puerta.
Natalia dejó salir otro suspiro de frustración. Saldría a arriesgar su vida protegiendo a un mandatario extranjero en poco tiempo, pero su pareja no parecía mostrar el más mínimo interés en ella. Podría morir como en cualquier otra misión, y solo imaginaba que él estaría de pie, dando palmaditas a sus familiares como señal de consuelo en el funeral.
¡Qué diferencia entre Fabián en sus años universitarios, y Carlos, que le había brindado una tranquilidad pasmosa!
El retorno de Fabián a su memoria la hizo volver a la realidad. No podía pensar en Fabián. Estaba siendo buscado por actos terroristas, y debía concentrarse en su deber. Luego lidiaría con Carlos y su insípida rutina. Si hay alguna forma de recuperar la chispa de su relación, la hallará, pero antes, debía encargarse de su misión. Tenía que encontrarlo y confrontarlo cara a cara, antes que el derramamiento de sangre se tornara inevitable.
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