El parque de diversiones
A la mañana siguiente varios estaban emocionados, otros no muchos. Los invitados de Ethan se estaban arreglando con lo que para ellos era ropa casual justa para poder desgarrar o manchar a su antojo, como blusas de Tommy Hilfigher, tennis de Louis Vuitton, y jeans de otros diseñadores reconocidos.
—Pensé que no irías hoy al parque de diversiones —le dijo Giovanna a Serena.
—Tengo que ir —aclaró, terminándose de abrochar los tennis L.V—. No puedo dejar mucho tiempo a solas a esa pueblerina con Ethan... Necesito saber qué es lo que le ve él para después hacer lo mismo, y entonces el encanto por Claire desaparecerá.
—Oye y... ¿Has sabido algo de Charles?
Serena se giró para verla a los ojos. Hizo una mueca de disgusto para después rodar los ojos. La verdad era que no sabía nada de Charles desde que tuvieron esa discusión en la preparatoria, y presentía que no lo vería por otros días.
—No, y la verdad es que no me importa mucho. De seguro está haciendo algún berrinche para que le vuelva a hablar. Pero Gio... ¿Por qué debería hablarle yo cuando fue él quien me engañó?
—De acuerdo, tranquila —la calmó su amiga—. Sólo lo decía porque hoy estaré todo el día con Adam —Suspiró profundamente—, y no quiero que estropees nuestra cita.
—Estropearé otra —dijo Serena, enarcando las ceja, sonriendo con malicia—. Por cierto, ¿dónde están Tiffany y Ashley?
—Tiffany debe de estar ya en camino al parque de diversiones con Carlo y Jared.
—Es una lata, ¿no lo crees? Me refiero a Jared —añadió la castaña—. ¡No los deja ni un segundo a solas!
—Tienes toda la razón...
Salieron de la casa de los Levinson. Serena estaba esperando que todo saliera a su favor, pero Giovanna sabía que no sería así porque ella sabía algo que su amiga no. Giovanna anhelaba ya estar con Adam, quería verlo y decirle lo guapo que se veía ese día...
Recibieron un mensaje de Tiffany, preguntándoles dónde estaban. Ella había llegado hacía media hora, y no le importaba mucho que no hubieran llegado más personas con ellos, pero Jared estaba a nada de sacarla de quicio.
—Me siento como un niño idiota vestido de esta forma. ¿Era necesario venir casi iguales? —le preguntó Carlo a su gemelo.
—¡Oh vamos..! ¿Me dirás que no extrañabas esto de vestirnos idénticos? —contestó Jared, acomodándose la blusa que traía puesta—. Lo único que nos diferencia son las sudaderas. Tú traes una color rojo y yo una negra... ¡Tranquilo!
Carlo no dijo nada más. Había algo que le disgustaba de lo que vestía ese día, pero a la vez le hizo recordar gratos momentos en los que Jared y él eran muy unidos y para todo querían usar la misma ropa, para que así los confundieran todo el tiempo.
—¡Ah, por fin llegas Ash! —exclamó Tiffany—. Estos dos no paran de discutir sobre cómo se vinieron vestidos hoy... ¡Son peores que nosotras de compras!
—Lo siento, mi papá utilizó el chofer hoy; y mi mamá no quería que condujera hasta acá porque le preocupaba la hora en la que me regresaría. Por fin la convencí y me vine.
—¿Trajiste el mini cooper?
—No, mi carro está en reparación. Me traje la camioneta Cadillac escalade de mi mamá. Por cierto, no he visto a Lily desde que nos bajamos de la camioneta.
—¿Trajiste a Lily Stewart contigo? —inquirió Tiffany, haciendo un gesto de disgusto.
—Ya sabes que mi mamá y la suya son amigas. Nos pidió el favor y acepté.
Ashley fingió que le llamaban al celular para no tener que decirle a Tiffany que no solo había traído a Lily, sino también a Lauren. Observaba con discreción a Carlo, y pudo ver que el rubio deseaba que colgara el teléfono para preguntarle por la pelinegra.
Mientras aquello pasaba, en el estacionamiento había ya llegado Adam y Charles, y justo unos segundos después vieron el mani cooper color negro de Ethan llegar. Se bajaron del carro y fueron con ambos chicos.
—Hola —saludó Claire, nerviosa.
—¡Hola Claire! —le devolvió el saludo Adam, muy animado—. Hace mucho que no hablábamos. ¿Cómo van las clases de inglés? ¿Ya le entiendes más? Espero que las tutorías que te di te hayan servido de algo.
—Sí, muchas gracias.
Charles estaba con los brazos cruzados, mirando a la chica con el ceño fruncido. No le gustaba nada que esto estuviera pasando. La Gran Élite se había empezado a modificar por su culpa; Serena la odiaba y por eso él también lo empezaba a hacer.
—¿Crees que vaya a venir Meredith? —le preguntó Charles a Ethan.
—No lo creo... De hecho acaba de hablar con ella Claire para preguntarle por su tío Eliot, el cual no vendrá porque tiene trabajo. Así que dudo mucho que ella venga si no tiene alguna motivación.
Se escuchó el rechinido de llantas, y al instante vieron entrar a varios vehículos con rapidez. Camionetas, carros deportivos, clásicos... Había de todo. La Gran Élite de la ciudad había llegado.
—Pues ahora que lo pienso sí que vino Meredith, sino ¿quién invitó a los demás?
Después de demasiados saludos se fueron a la entrada del parque de diversiones. Las inmensas filas ya se habían formado, pero para su suerte ellos con tan solo decir sus apellidos entraban en un segundo.
Entraron y empezaron a disfrutar del día. La Gran Élite no era una de esas cosas que podías ignorar, ya que sus miembros eran como esos personajes de perfecta apariencia que describen en los libros: cabellos de oro, largas melenas color chocolate, caras de porcelana... Habían pelirrojos, pelinegros, rubios y castaños. Ojos marrones, verdes y azules. Solteros y con pareja.
Y luego estaban los amigos de Claire, quienes les podían hacer competencia a los otros, más Tyron, quien le podía quitar el trono a cualquiera de esos engreídos.
—Creo que han visto algo que les gusta a las chicas de la Élite —dijo Lily, refiriéndose a Tyron.
—¡Qué pena que a mí no me gusten las rubias o las pelinegras! —contestó Tyron. Lily volteó a verlo—. Sino que amé el color zanahoria en el cabello de las chicas.
—¿Quieres ir a la gran rueda? —le preguntó Lily.
El corazón de Tyron se aceleró como nunca antes. Sus mejillas se pusieron coloradas y de un de repente se sentía nervioso. ¿Qué debía de decir? ¿Qué haría con Lily?
—Ya sabes... Para hacerles saber que no estas interesado y que te dejen. —añadió la pelirroja— Después puedes irte. Considéralo como un favor de amigos.
Ese revuelo en el estómago se paró. Aceptó ir con Lily ya que no dejaría que se fuera de su lado por el resto del día.
Ethan anunció que las tres de la tarde todos se reunirían en los lugares de comida rápida para comer y después seguir con lo suyo. Agradeció la grata bienvenida que tuvieron algunos con Claire. Tomó de la mano a su chica y se fueron.
—No. ¡Lily! Lily regresa —susurraba Lauren—. ¡No me dejes Lily!
—¿Qué te parece si me acompañas a algunos juegos? —le preguntó Ashley—. A mí también me han dejado sola. Giovanna está con Adam, Charles con Serena...
—Muy bien —la interrumpió la pelinegra, para que no tuviera que llegar a los nombres que no quería escuchar.
El plan que tenían Ashley y Lily bajo la manga serviría, de eso estaban seguras. Les darían el tiempo suficiente a esos dos tortolos para que resolvieran los problemas que tenían. Pero primero se divertirían un poco.
Lily seguía con Tyron, quien le coqueteaba con disimulo con cumplidos a los que la pelirroja le estaban gustando cada vez más. Una que otras veces se cruzaban con Ethan y Claire, quienes estaban de lo más felices tomándose fotos para el recuerdo; otras estaban acompañados por miembros de la Gran Élite.
—Vayamos por algo de tomar, ¡no quiero que te pase algo por estar deshidratada! —dijo Tyron.
Cuando estaban comprando las bebidas, a Lily le llegó un mensaje de Ashley. Le marcó y le explicó en dónde estaban. Era tiempo de que Lauren volviera a sonreír y de que Carlo dejara de fingir que le gustaban las rubias.
—Carlo está cerca, ¡ve por él!
—¡NO! Tú ve por él. Si lo hago yo Jared sospechará algo, ya sabes que tan observador llega a ser.
—Tienes razón... Ya regreso. ¡No se vayan de aquí! —Lily asintió.
La rubia de ojos azules empezó a vagar por el área en la que estaban, Carlo le había dicho que estaban por el área de comida rápida. Le marcó y entonces supo que estaban en los carritos chocones.
—¡Por fin te encuentro! —dijo Ashley, cansada de haber corrido a ellos al verlos.
—Ash, ¡creo que te equivocas! Soy Jared —Se quitó los lentes de sol y sonrió—. Carlo está con Tiffany por allá. ¿Qué pasa?
—No lo sé muy bien. Ethan me mandó a buscarlo. Es sobre algo que estaba tramando hacer para Claire.
—¡Ag, esa chica! Bien, supongo que mi hermano no tiene escapatoria —Señaló con la cabeza a la derecha. Ashley volteó y entonces supo porque los había confundido, iban iguales, y ahora que se habían quitado las sudaderas era imposible el identificarlos.
Ashley fue con sus otros amigos. Le pidió a Tiffany que los disculpará y volvió a explicarle la mentira que involucraba a Ethan.
—¿Qué pasa Ash? ¡Yo no tengo ningún plan con Ethan!
—¡Lo sé! Pero tenía que traerte aquí.
—¿Para qué? —preguntó Carlo. La rubia le señaló con la cabeza a donde mirar—. ¡Por los cupidos del cielo! Lauren... Ahí está Lauren.
Lauren alzó la mirada y también lo vio. Las emociones se le mezclaron, haciendo que quisiera llorar y a la vez suspirar de amor. Pronto, la pelinegra volvió a la tierra y se paró de su asiento con agilidad. Lily y Tyron la agarraron de las muñecas para que no escapara.
Ashley y Giancarlo se acercaron a ellos.
—Creo que ustedes dos tienen mucho de que platicar.
—Yo no tengo nada que platicar con Giantonto —imitó Lauren, a su amiga de cabellera castaña cuando se refería a Carlo.
—Lauren, espera —dijo Carlo, tomándola de la mano—. Necesito que me escuches. ¡Quiero que me escuches!
—Bueno, creo que nuestra participación acaba aquí. Yo me iré a vigilar a Tiffany y Jared.
—¡Te acompañamos Ashley! —habló Lily—. Seguro que a Tyron no le molesta en absoluto esto.
Lauren al ver que los otros tres se habían ido, supo que podía escaparse de esa situación en cualquier instante, pero no lo hizo.
—De acuerdo, te escucharé. Pero te advierto Giancarlo Mitman —Lo miró con los ojos cerrados— que nada de lo que digas me hará cambiar de opinión respecto a ti.
—Ya veremos eso —Carlo curveó los labios.
Empezaron a caminar sin ningún rumbo. Giancarlo por fin sintió que todo se podría solucionar, pero eso siempre sentía cada vez que Lauren le sonreía. No hablaron sobre lo que había pasado aquél día, sino que el rubio empezó a platicar con Lauren, como si nada hubiera pasado entre ellos.
Carlo no se perdía ni una palabra de la que decía Lauren, y amaba verla sonreír. Algo en sus adentros crecía cada vez que la veía hacerlo. Era amor. Lo que Giancarlo sentía por Lauren era amor puro, de ese que no necesitas fingir y que ya no se encuentra con facilidad en estos tiempos.
—En realidad no iba a venir. No me apetecía hacerlo. Pero al escuchar a Claire toda emocionada, diciéndome que sería un día maravilloso, no se lo quise arruinar cuando supiera que no había asistido.
—¿Pero por qué?
—¡Giancarlo! —lo saludó un chico de cabello ondulado y un poco más oscuro que el suyo—. ¿Cómo has estado?
—Hola Jayden. ¡Bien! ¿Cómo te ha ido a ti? Qué tal el concurso de snowboard que tuviste hace unas semanas.
—¡De maravilla! Quedé en segundo lugar, pero ya sabes cómo es mi padre. ¡Quería pagarle a los jueces para que me dieran el primer lugar! —Jayden soltó una risa—. Mi prima ha estado preguntando por ti, me dijo que ya no le dijiste cuando irían a Hawái.
La sonrisa que había tenido Lauren durante un buen rato se desvaneció. Carlo se dio cuenta de ello y contesto.
—Yo creo que no se podrá —Jayden entonces miró a la chica que estaba al lado de su amigo.
—¡Oh lo siento! Sí bueno, nadie quiere salir con mi prima, eso ya lo sabía. No te preocupes, le diré que has estado ocupado. Le diré a Jared, con algo más que suerte acepte. Me voy. Le dije a Ethan que iría por algo de beber, y ya me he tardado bastante.
—Adiós Jayden, cuídate —chocaron las manos. Jayden se fue—. ¡Hey! ¿Por qué quitaste esa sonrisa que me encanta?
—Yo creo que sabes porqué Giancarlo... Creo que es hora de que vuelva a la realidad y me deshaga de las ilusiones que tengo contigo. Espero que Tiffany sea el tipo de chica que te gustan —dijo Lauren, fingiendo una sonrisa.
—No te voy a dejar ir otra vez —Se cruzó en su camino—. Una vez lo hice por ser un completo imbécil, pero la segunda no me la perdonaría. Además, Tiffany nunca podría gustarme tanto como tú lo haces, porque, para ser sinceros, me vuelven loco las pelinegras. ¡Y adivina qué Lauren Cameron! Tú eres esa pelinegra que me deja con insomnios todas las noches, la que me saca una sonrisa con sus chistes malos. —Acercó a Lauren, esperando que ella no se distanciara—. Sólo hay una pelinegra en mi vida, y esa eres tú. Así que no te preocupes por las exuberantes rubias que hay dentro de la Élite.
—¡Vaya! Lamento arruinar el momento que te has creado Carlo, pero de igual manera no enmiendas lo que me hiciste al decir y negarme enfrente de Tiffany.
—¿Quieres que lo haga? —Lauren enarcó una ceja—. ¡ME GUSTA LAUREN CAMERON! ¿ESCUCHARON? ¡ME ENCANTA LAUREN CAMERON!
—¿Q-qué haces? ¡Baja la voz! —le pidió Lauren, apenada por lo que Carlo acaba de hacer. Miraba a todos lados y vio que algunos de los miembros de la Gran Élite se le quedaban mirando.
—No te niego, ni te negaré en un futuro. Porque sé que si lo hago sería un grandísimo idiota.
—¡Eres un tonto! —exclamó Lauren.
—Sí, pero sólo quiero saber que soy TÚ tonto —Carlo vio como la muchacha sonreía de oreja a oreja, y la abrazó. Después rodeó su cuello con uno de sus brazos y dijo—: Ahora vayamos a la gran ruleta, es algo que todos los enamorados hacen.
La luz del sol era mucha, Carlo se puso de nuevo los lentes solares negros que llevaba, justo como su hermano, pero se los quitó al ver que Lauren no llevaba algo que le protegiera la vista.
Lauren insistió en que él se los quedara, entonces cuando terminaron de ver todo el parque de diversiones desde las alturas de la gran rueda de la fortuna fueron a los suvenires Carlo le compró unos lentes solares, aparte de algunas otras cosas como playeras de los superhéroes favoritos de Lauren y golosinas.
Ellos nunca supieron que Ashley, Lily y Tyron habían perdido de vista a Jared y a Tiffany, que los últimos dos mencionados los habían seguido por más tiempo del que se podrían imaginar. Tanto así que la rubia escuchó cuando Carlo confesaba a todos de quién gustaba, y que nunca le podría gustar ella por ser rubia.
—¡Carlo es un imbécil! No sabe de qué se está perdiendo —la consolaba Jared, de una forma inusual—. Eres una chica hermosa, inteligente y divertida. ¡No sabe mi hermano lo imbécil que está siendo al dejarte por alguien como Lauren!
—¿Por qué siempre me tiene que pasar esto Jared? Primero con Charles, lo dejé porque supe que a Serena le interesaba, después con Erick Williams; un poco después supe que Jayden Taylor solo me estaba utilizando para darle celos a su exnovia... —chilló Tiffany, en el pecho de Jared.
—¿No quieres aunque sea vengarte un poco de todo el sufrimiento que te ha hecho Lauren?
—¿De qué hablas?
Jared le sonrió, y la jaló del brazo para que caminara rápido.
Mientras tanto, Lauren estaba esperando a Carlo en el juego de destreza en el que le había prometido ganar algún peluche para ella. El rubio le había dicho que la esperara por un momento, pero ese momento se había alargado a minutos. Nunca se le ocurrió mirar a sus espaldas, a varios metros de distancia.
—¿Ya quiere participar señorita? —le preguntó el hombre que atendía el juego.
—No gracias, estoy esperando al chico con el que vine.
—¿Se refiere a ese? —El hombre señaló a la derecha.
Lauren volteó, y se encontró con su peor temor vuelto verdad. Ahí estaba Tiffany besándolo. Y no podía decir que era Jared, porque llevaba los lentes negros puestos, y la misma ropa. El corazón se le estrujó aún peor de cuando Carlo le había dicho que no la podía ver ni como una amiga.
Las lágrimas empezaron a brotarle, así que decidió irse de ahí.
Claire, quien estaba escuchando la plática entre Ethan y Carlo, advirtió que una chica que se parecía a Lauren caminaba sin fijarse por donde iba.
—¿Esa no es Lauren?
—¿Quién? —preguntó Carlo, girándose para ver de quién hablaba Claire.
Ni siquiera dijo adiós al ver a la chica. Corrió hacia ella. La alcanzó y la detuvo agarrándola del brazo.
—¿Qué pasa? ¿Qué tienes?
—¡Suéltame! ¡Suéltame Giancarlo! —gritó Lauren, soltándose del agarre del chico—. ¡Eres el chico más falso que he conocido en mi vida! ¡Eres lo peor con lo que me he topado en mi vida! —recalcó—. ¡Deja de fingir que podría suceder algo entre nosotros y sigue besando a Tiffany.
—¡Pero de qué hablas!
—¡Y todavía eres cínico!
—Lauren, ¡yo he estado hablando con Ethan durante todo ese tiempo! —se excusó Carlo—. ¡Podemos ir con ellos para que te digan la verdad! —La abrazó mientras ella seguía lloriqueando. Miró a su alrededor y vislumbró entre la multitud dos cabelleras doradas—. Espera aquí. ¡Sólo espera!
Caminó entre la multitud hasta que quedó de frente a su hermano y a Tiffany. Ella se veía fatal, con los ojos rojos y poco del rímel corrido.
—¡Qué era en lo que pensabas Jared!
—Pensaba en cómo has dejado a Tiff... ¿No te avergüenza el salir con esa cosa en vez de con Tiffany?
—¿Qué dijiste?
—¡Eres un patán Giancarlo Mitman! ¡Me engañaste y me utilizaste! Hiciste todo lo que te había dicho que chicos anteriores realizaron conmigo, ¡sólo me usaste! —Tiffany aguantó el llanto y abofeteó a Carlo.
Ese golpe no le había dolido en absoluto. No tanto el saber que su propio hermano quería que fuera infeliz al lado de una persona que no le gustaba del todo. Carlo cerró su puño y lo estampó en la mejilla de su gemelo.
—El ser mi hermano no te libró de que te golpeara. Sólo tenlo en mente Jared... —Engulló saliva y se fue.
Después de ello llegó con Lauren, quien ya estaba acompañada de Ethan y Claire.
—Lo siento, tenía que hacerlo. Jared será mi hermano, pero llega a ser insoportable.
—Eso ha hecho de este el mejor día—añadió Claire. Vio que Ethan la miraba sorprendido—. Bien... Eso y que tú estés conmigo —rectificó.
—Bueno, entonces nos vemos en media hora en el área de comida rápida —se despidió Ethan.
Se fueron de ahí, dejando muy atrás a Giancarlo y Lauren. Siguieron su camino para ver a que otros juegos mecánicos se podían subir.
—¡Anda Claire! No me digas que te dan miedo las alturas.
—Pues sí Ethan... —contestó Claire, temerosa al ver lo alto que era el juego—. Le tengo miedo a las alturas.
—¿Entonces cómo es que te has subido a las sillas voladoras?
—Es muy diferente, son sensaciones distintas las que te dan estos juegos —Claire se cruzó de brazos, manteniendo su postura de que no subiría a ese juego—. ¡Mejor vamos a la cabina fotográfica!
—Y después iremos a la casa del terror.
Claire iba a replicar, pero recordó las veces en que se negó a subir a los juegos que desataban mucha adrenalina y les hacían soltar gritos.
—De acuerdo, iremos a la casa del terror después de las fotos.
Ethan le sonrió y la llevó a la cabina de fotos corriendo. Se tomaron varias fotos, unas en las que salían chistosos y otras en las que solo sonreían. Pero la sonrisa de Claire no se comparaba con la enorme que mostraba Ethan.
Había esperado ese momento desde que la escuchó cantar en el autobús de regreso a la escuela ese día de la excursión en el parque de diversiones... El parque, todo comenzó gracias al lugar en el que estaban y ella ni siquiera lo sabía.
Salieron de la cabina de fotos. Claire le enseñó las cómicas fotos que se tomaron, Ethan tomó una cinta y recortó con las manos la última de la cinta, en la cual salían haciendo caras graciosas. Le puso en su cartera.
Caminaban rumbo a la casa de terror con las manos entrelazadas. Saludando a uno que otro miembro de la Gran Élite. Ethan recordó que algunos de sus amigos le habían dicho lo linda que era Claire, y también lo graciosa que era.
Antes de llegar a su destino se detuvieron porque Claire quería desde que habían llegado, un algodón de azúcar. Cuando se los dieron retomaron su camino, y entonces Ethan dijo:
—¿Sabes qué es lo gracioso de todo esto?
—¿Qué? —preguntó Claire.
—Que todavía no te he dicho como es que me empezaste a gustar.
—Oh no... No quiero escuchar esa historia.
—¿Es en serio? Bueno, de igual manera te la diré. ¿Recuerdas esa excursión a este parque de diversiones de hace un año? —Claire asintió con la cabeza—. A la hora en la que no subimos al autobús y Ashley te puso a cantar, desde ese momento me fijé en que existías.
—¡Ah pues gracias por decirlo de ese modo!
—No espera —La detuvo—. No podía creer que preciosa voz tenías. Me quería acercar a ti para platicar sobre eso. Me hubiera gustado saber de dónde salía tan linda voz para cantar, pero Serena era ese obstáculo. Así que empecé a ver qué hacías, con la intención de que en alguna de esas veces te atrapara cantando y tuviera una excusa para llegar y hablar contigo. Me fui dando cuenta de lo simpática y divertida que eras, sin mencionar lo irónica y contestona. Y así fue todo ese barullo. Te veía y no podía dejar de hacerlo, y de inventarme absurdas excusas para chocar contigo y hablar. Cuando por fin entramos a este año fue cuando empecé a pensar que estaba loco, porque no dejaba de observar cómo te reías, o que haces esos gestos de disgusto en cualquier ocasión. Entonces, después de negármelo mil veces y decirme que no era posible, admití que me atraías de una manera sin igual.
>Claire, llegué al momento en donde ya no podía cerrar los ojos porque te aparecías de inmediato en mi mente; no lograba concentrarme por estar pensando en esos ojos verdes que me encantan. Ya no podía pensar en ti por la forma en la que empecé haciéndolo. Luego ya sabrás lo demás, porque tú has estado presente, pero ahora me invaden otras dudas. Es decir, yo ya te he dicho que me gustas y mucho, pero no creo haberte oído decirme algo como eso...
Claire se puso de puntitas y rozó sus labios con los de Ethan. Fue un beso tan fugaz que otros dirían que no existió. El muchacho de cabellos oscuros y pecas en las mejillas y el tabique nasal, se quedó pasmado por lo que había ocurrido.
—¿Crees que es necesario que te lo diga? Y si lo crees necesario está bien —dio unos pasos para atrás, abrió los brazos, aún sosteniendo el oso de peluche que el chico había ganado para ella y gritó—. ¡ME GUSTA ETHAN MILLER!
—¡ME GUSTA CLAIRE EVERLIN! —la imitó Ethan.
—Ahora vamos a la casa del terror. Me han dado ganas de salir asustada de ahí —dijo Claire, después de que muchas personas se les quedaran viendo.
—Más vale que me quede a tu lado, me disgustaría mucho ver como corres a escudarte detrás de otro sujeto —Rodeó su cuello con su brazo, un gesto muy distintivo de él, y le besó la corinilla.
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