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Capítulo 9

A la mañana siguiente, con el primer rayo de sol, Nerea se despertó. No porque quisiese, sino porque tenía un dragón en frente de su cara, el cual respiraba muy fuerte cuando estaba enfadado.

— ¡¿Se puede saber qué estás haciendo?! ¡Debemos ir ya a la playa para empezar el entrenamiento al alba! — exclamó el dragón, bastante enfadado

— ¿Cinco minutitos más? — preguntó Nerea medio dormida, por si colaba

Desgraciadamente, no coló. El dragón amarillo creó una pequeña nube encima de la cabeza de Nerea e hizo que empezase a llover. Nerea se levantó de golpe al notar la fría agua contrarrestando con su plácido sueño. Miró al dragón, con ganas de hacerlo a la plancha. Irónicamente, las únicas personas que no habían tenido ese pensamiento eran los que no lo entendían. ¿Casualidad? No lo creo...

— ¿Era necesario? — preguntó Nerea, ofendida, mirándose empapada

—Por supuesto. Ahora, vamos a la playa. Debemos entrenar. — indicó el dragón, algo borde

Nerea respiró hondo, intentando retener la rabia que sentía en aquel momento. Odiaba estar empapada. Controlaba el agua, en ese momento le tenía que servir de algo. Se concentró en el agua que estaba en su cuerpo y en el pijama. Se concentró en la nube que había creado. Tardó poco en poder controlarlo, secarse de una y mandar toda esa agua por la ventana. El dragón amarillo se sorprendió. Era mucho control para alguien que acababa de adquirirlo. ¿Acaso era sumamente especial esa chica? Estaba totalmente intrigado.

Nerea, medio dormida y enfadada, agarró lo primero que pilló de ropa deportiva y dejó aquella habitación. Aunque, antes de irse, miró a Sibila, recordando la escena de esa noche. "¿Cómo puede estar durmiendo tan profundamente después de lo que dijo?": pensó mientras la miraba, con cierta rabia. Sabía perfectamente que, si le preguntaba, Sibila no se acordaría, ya que era algo comentado en sueños. ¿En qué estaría pensando para decir eso? En fin, Nerea tenía mayores problemas, empezando por ese pequeño lagarto volador que se suponía que era una gran deidad. Hasta ese momento, estaba siendo un auténtico grano en el culo para Nerea, o a esa conclusión estaba llegando al haberla hecho despertarse a esas horas. Sin embargo, era el guía perfecto para nuestra protagonista.

Mientras se dirigían al coche para ir a la playa, observaron a Rubén y a Nanami entrenando ya, perfectamente coordinados. Entonces, Nerea sintió que ella era el problema, después de todo, ser vaga siempre había sido una de sus características.

Nerea no tenía muy claro cómo podía conducir tan dormida, pero consiguió llegar hasta una cala que sabía que no pasaría nadie. A esa hora, solían pasear los ancianos, no quería cruzarse ninguno y tener que dar explicaciones. Sin embargo, sí estaba demasiado dormida para haber cogido las cangrejeras, necesarias para cruzar hasta la playa. En fin, era de costa, a lo bruto...

Con los pies algo doloridos, llegó a la cala. Al llegar, miró al dragón amarillo, esperando su primera lección cuando, algo inesperado pasó. De la mismísima agua del mar, salió una figura con forma humana, aunque esa no era su forma original. Era Poseidón, parando con su tridente, como si fueran echarle una foto.

—Ni de coña— comentó Nerea al verlo, con la única neurona que le funcionaba

— ¿Qué haces aquí? ¡Tú no has metido en esto! — le exclamó el dragón amarillo, sin pelos en la lengua

—Mi vida está en juego. Voy a entrenarla. Además, ¿qué le vas a enseñar tú si tu elemento es la tierra y como mucho controlas el clima? ¿Cómo va a matar a sus enemigos? ¿Con una tormenta? — le reprochó Poseidón, con aires de superioridad

— ¿Perdona? ¿Con quién crees que estás hablando? — le contestó el dragón amarillo, alterado

—Con un ser formado con las sobras de otros — le dijo Poseidón, mirándole con asco

— ¡Soy símbolo de poder, sabiduría y riqueza, gilipollas! ¡Tú eres símbolo de violador y padre interesado! — le gritó el dragón amarillo, bastante ofendido. Tenía mecha corta.

A partir de ahí, empezaron a discutir. Nerea aprovechó este momento. Era la distracción perfecta para acurrucarse en un montón de arena y dormir las horas que ese dragón no le había dejado dormir. Con lo entretenidos que estaban con la discusión, seguro que ninguno de los dos se daba cuenta.

En cuanto puso el culo en la arena, ambos dejaron de discutir para mirar a Nerea directamente, llenos de rabia.

— ¡¿Qué crees que haces?! ¡¿Sabes todo lo que está en juego?!— le gritó Poseidón

— ¡Eso! ¡El honor de la familia, por ejemplo! ¿Cómo puedes pensar que sentarse es siquiera una opción? — le reprochó el dragón amarillo

Genial, lo único en lo que estaban de acuerdo era ir a por Nerea. Esta resopló mientras se levantaba. Ese día iba a ser muy largo... sobre todo, porque había empezado muy pronto.

En ese momento, en la casa familiar, Rubén y Nanami estaban combatiendo con espadas de madera. Nanami estaba emocionada y orgullosa de lo bien que lo estaba haciendo su hijo. Sin embargo, algo detuvo aquel momento. Pararon en seco cuando se dieron cuenta que Sibila, estaba asomada a la ventana, mirando el cielo, con los ojos totalmente en blanco. El problema de aquello es que Sibila estaba demasiado asomada a la ventana...

— ¿Qué está...? — empezó a preguntar Nanami, asustada

— ¡Sibila! ¡Aléjate de ahí! — le gritó Rubén, empezando a agobiarse. La conocía poco, sí, pero lo suficiente para no querer que se cayera por la ventana

Entonces, para su sorpresa, Sibila empezó a hablar:

"Muertes, muchas habrá.

Sangre, fuego, lluvia.

Las bestias, correrán.

Ellas se esconderán.

Nerea, las salvará.

El final no es ese.

La traición, es final."

Tras decir eso, Sibila siguió andando. Sin embargo, eso, lo que hizo, es que cayera desde la ventana. Rubén corrió hacia ella y, justo a tiempo, consiguió agarrarla entre sus brazos. La abrazó mientras lo hizo, sorprendido de lo que le preocupaba que se hiciera daño. Después de hacerlo, la separó levemente para preguntarle si se encontraba bien... Pero, Sibila, ya estaba completamente dormida y roncando una barbaridad. "¿Cómo puede ser tan hipócrita? ¡Si ronca más que yo!": pensó mientras la observaba dormida.

Nanami se acercó, sin entender nada. Se quedó más confusa mientras observaba lo profundamente dormida que estaba. Debía empezar a cerrar aquella ventana. Con tanto alboroto, Paula se despertó y salió para ver lo que estaba pasando. Se alegro al ver que Rubén tenía a Sibila entre sus brazos, ese era el primer paso para el plan que estaba planeando...

—Paula, amor, no es el momento— le dijo Nanami al observar la cara que había puesto al ver la escena. Se conocían demasiado bien.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó, para despistar

—Ha recitado una poesía extraña y se ha caído por la ventana. Menos mal que la he salvado a tiempo... — comentó Rubén, mientras la miraba aliviado por haberla salvado. Paula se tapó la cara para que no se notase que sonreía al ver la química que estaba presenciando.

— ¿Una poesía extraña? ¿Qué decía? — preguntó, para seguir disimulando

—Una que, hablada de Nerea, sangre, bestias, final... —empezó a recitar Nanami, que no se había enterado ni de la mitad

Entonces, Paula dejó de sonreír y quitó la mano de su rostro. Miró a aquella chica, que tenía literalmente la edad de su hija. Recordó las fábulas que le contaba su abuelo de pequeña. La abuela de Paula exilió a Grecia por la guerra civil española. Vivió allí el resto de su vida, aunque su padre volvió cuando España empezó a ser una democracia. Su abuelo paterno, era griego. Recordaba poco de él, pero sus cuentos y fábulas las solía recordar. En estas, había unos personajes que recitaban poesías en trance, en las que contaban el futuro. Aquellos personajes se llamaban sibilas. Igual que el nombre de esa chica...

—No puede ser... — empezó a decir Paula, mientras observaba lo dormida que estaba esa chica.

— ¿Qué pasa? — preguntó Nanami, preocupada

—Es una profeta. Las sibilas eran las profetas de la mitología griega. ¿Cómo no nos hemos dado cuenta si hasta se llama Sibila? — exclamó Paula señalándola

—Hay que joderse — fue lo único que pudo exclamar Rubén mientras observaba como dormía

Nanami respiró hondo, maldiciendo no haber atendido más a lo que había dicho. Esa casa siempre había sido una familia de locos, pero, ahora que distintas mitologías se estaban mezclando en su día a día... Aún más, para sorpresa de todos.

—Esto puede ser bueno, así podremos prepararnos mejor — comentó Nanami, intentando buscar el lado positivo de aquello

—Es verdad, ¿qué ha dicho? — contestó Paula

Entonces, Nanami y Rubén se miraron, buscando que el otro recitara lo mismo que había dicho. Ninguno de ellos había prestado atención ni se había quedado con lo que había dicho.

— ¿De qué nos sirve tener una profeta en casa si ni siquiera escucháis lo que dice en sueños? — les reprochó Paula, indignada— Voy a preparar un gran desayuno para todos. Necesito relajarme...

Con eso, Paula se fue a la cocina. Nanami la miró mientras se iba, preguntándose cuando le costaría la próxima cesta de la compra si seguía cocinando tanto. Respiró hondo, tenía razón. Su gran oportunidad no la había aprovechado y casi habían tenido un accidente. Tenían que estar más atentos.

—Hijo, ve a acostarla. Yo iré preparando la siguiente parte del entrenamiento— dijo Nanami, volviendo al lugar donde habían estado combatiendo

Rubén asintió y subió en volandas a Sibila hasta su habitación. La colocó con cuidado en su cama y, esta vez, cerró la puerta de la ventana con pestiño. No podía prometer que la siguiente vez tuviese la misma suerte y pudiese salvarla. No quería ni pensar en qué hubiese pasado si no hubiese llegado a tiempo...

El ruido del pestiño hizo que Sibila se despertara. "¿Se despierta con esto y no con saltar por la ventana? ¿Es broma?": pensó Rubén al darse cuenta. Sibila se sorprendió levemente al ver a Rubén en su habitación. Después, vio que estaba cerrando la ventana y abrió los ojos de par en par.

—He estado sonámbula, ¿verdad? ¡Siempre me pasa cuando ceno! — exclamó Sibila avergonzada. Rubén no sabía qué tenía que contarle o como asimilar eso...

—Sí... Casi te matas saltando por la ventana. Creo que lo mejor es que empecemos a cerrarla...

— ¿Qué? — exclamó Sibila horrorizada, mirando la ventana con miedo

—No pasa nada, te he salvado a tiempo. Voy a seguir entrenando... — contestó Rubén, que estaba deseando irse de allí. No quería desconcentrarse de su entrenamiento

— ¿Me has salvado? Gracias... — dijo Sibila, sorprendida y avergonzada por la situación

Entonces, Rubén se quedó mirándola. Un agradecimiento sincero, una mirada dulce y un cuerpo que había tenido entre sus brazos. Empezó a estremecerse. "¡Rubén! ¡Deja de estar tan salido!": se gritó a sí mismo. Carraspeó, abrió la puerta y se fue de allí. Tenía un entrenamiento en el que concentrarse.

Mientras tanto, en la cala, Nerea estaba haciendo bastantes avances. Tantos, que el dragón amarillo y Poseidón estaban sorprendidos. Nerea esperaba que así, al menos, la dejasen tranquila. Poseidón sonrió orgulloso, era el momento de conseguir el primer gran logro:

—Perfecto, ahora, es el momento de dar caza a la gran bestia marina...

—No, no voy a cazar nada. — le interrumpió Nerea— Estos poderes no van a ser usados para crear más muertes. Bastantes muertes has creado hasta elegirme.

— ¿Cómo? ¡Las muertes son necesarias para el ciclo de la vida! — le reprochó Poseidón

— ¿Para cuál? ¿La que diseñas tú? Me niego. Ni lo voy a hacer ahora ni lo voy a hacer en los juegos.

— ¿Qué? ¡Quién no mata, es matado! — le reprochó Poseidón, indignado

— ¡Pues matada, seré! — le contestó Nerea, con cierta rabia

Poseidón creó una gran ola, para demostrar su enfado. Nerea chasqueó los dedos y la ola bajó. "¿Cómo podía hacer ya eso? Tanto poder, desperdiciado..." pensó Poseidón mientras observaba como su elegida era una pacifista cabezota.

—Nerea, creo que es momento que te hable sobre medicina china. Además, estudiaremos el cerebro, para que, con el poder del agua, puedas dejarlos inconscientes hasta que estés lejos— exclamó el dragón amarillo, emocionado de transmitir su conocimiento

—Sí, me parece bien— asintió Nerea, contenta con esa opción

Poseidón se quedó mirando a ambos, pensando que esa era una opción bastante interesante. Usar el agua para dominar el cuerpo del contrincante... Nunca lo había pensado. En ese momento, se dio cuenta de que, en ese entrenamiento, el que más iba a aprender, era él.

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