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Capítulo Uno


Mi nombre es Kathe, una luchadora desde el día que nací. Mi madre tuvo gran cantidad de complicaciones durante todo el proceso de embarazo, y en aquellos años la ciencia no era tan avanzada como para evitarle tanto dolor. Aún así, ella siempre fue amorosa, paciente, fuerte, valiente, y junto a mi padre lograron que yo pudiese llegar sana y salva a este mundo. Ellos dicen que al verme por primera vez sabían que yo había nacido para "brillar". Lo que no sabían era cuál iba a ser el camino que iba a recorrer para lograrlo.

Me crié en una familia de siete hermanos, yo era la tercera del grupo de los mayores. Angel y Dave eran los más grandes, los gemelos de la casa y los que siempre nos protegían mientras mamá y papá tenían que estar ausentes en el hogar. Por muy toscos que resultaban ser, siempre sabían darnos todo lo que mis hermanos y yo necesitábamos. Luego estaba yo, y seguían Caitlin, Rose, Camile y George.

Aunque fuese una frase muy cliché, mi familia no era como otras. Nuestros padres tenían habilidades especiales. Éramos de las pocas familias que quedaban vivas en el pueblo de Nothing Hill con esos "poderes" extrasensoriales, los cuales estaban relacionados con los elementos.

Angel y Dave controlaban la tierra; Caitlin y Rose el fuego, como papá; Camile el agua; George podía manipular el aire como mamá; pero yo tenía algo más "especial", y era que a pesar de ser la tercera, por muy raro que pudiese ser, tenía el don de usar esos cuatro elementos más un quinto que todavía era desconocido para mí. Precisamente por eso mis padres decían que había nacido para brillar y hacer cosas grandiosas.

Mis hermanos no demostraban tener celos hacia mí, pero si resultaba muy extraño que ellos tuvieran que cuidarme más de la cuenta. Mi vida no había sido tan normal como la de ellos, que sí habían podido ir al colegio como todos en el pueblo. En mi caso, mis amigos eran mis hermanos, sólo conocía a mi familia y a mi maestro, quien acudía a casa a entrenarme todos los días desde que tengo uso de razón.

Ellos probablemente pensaban que todo era sencillo para mí, pero lo cierto es que eso estaba tan lejos de la realidad. Por dentro sufría mucho por lograr descifrar la razón de ser de mi existencia, luchaba día y noche por saber cuál sería mi misión de vida, pero hasta la fecha seguía sin respuestas a esa y otras preguntas que guardaba en mi interior.

Cuenta la leyenda que cada 100 años nacían sólo cinco niños con el don de usar no sólo los cuatro elementos sino también otro que iría variando de acuerdo al potencial de cada infante y a la nación que tuviese que proteger. Yo era una de esos niños, quienes llegaban al mundo para prepararse de una manera distinta que el resto de los jóvenes que manipulaban los elementos, porque nosotros seríamos parte de un grupo que protegería a la humanidad, rescataríamos a quienes merecían ser salvados llegado su momento, y pondríamos fin a una terrible guerra.

Desde que tengo uso de razón me habían educado en casa, poco salía al mundo exterior, mis padres me cuidaban como su tesoro más preciado. Se corrían rumores que esos oscuros días estaban por llegar y todos en nuestro pueblo parecían estar preparados para luchar, sabían qué debían hacer exactamente, pero todavía mi destino era incierto. ¿Cómo lograría salvarlos si todavía no lo sabía yo?

Para poder completar parte de mi entrenamiento debía emprender un viaje, en el que conocería a los otros cuatro jóvenes que nacieron el mismo día y año que yo. Mis padres y mi maestro me decía que el encuentro se realizaría pronto, faltaban tan sólo días, según ellos, por lo que habían salido a buscar más información, y cuando regresaran yo tendría que partir con mi maestro para comenzar ese viaje.

Mientras tanto me tocaba seguir recibiendo clases en casa con mis hermanos y sus respectivos maestros.

-Hey, Kathe... mira lo que puedo hacer con el agua- Me decía Camile desde el patio.

Yo simplemente observaba desde las escaleras traseras de nuestra casa, todo me resultaba aburrido, porque en cierta forma ya lo sabía hacer. Para mis hermanos era nuevo, pero al parecer yo había venido con un manual de instrucción y ya sabía dominar cada elemento, y lo que para ellos resultaba emocionante en cada lección, no resultaba ser igual para mí.

-Kathe... mírame.- Camile hacía una figura con agua en el aire, hoy esa era la lección para ella, estaba totalmente emocionada.- Whooooh.-La pequeña cayó al suelo en un intento de mantener su cisne de agua en el aire.

Levanté una de mis manos, la alcé y evité que el agua le cayera encima.

-Qué torpe soy. Por poco lo logro- Se menospreció ella sacudiéndose la ropa mientras se levantaba del suelo.- A veces desearía ser como tú.

-Créeme, no lo quisieras.

-¿Por qué no?, eres hermosa, inteligente, sabes dominar todos... absolutamente todos los elementos y...

-Tengo una extraña misión que cumplir. No lo sé todo, pequeña.- Alboroté su rubia y lacia melena.

Camile era menor que yo, mientras yo acababa de cumplir los 24 años, ella tenía tan sólo 15. A veces solía decir que quería ser como yo, era muy pegada a mí y era excesivamente amorosa, como nuestra madre.

-¿Cuándo tendrás que irte de casa?

-Cuando nuestros padres regresen.-Le dije.

-¿Volverás?

-Eso espero, pequeña.- Y al decirle esto me miró intrigada.

-¿Y qué harás?

-No lo sé, Camile. Por ahora lo único claro es que viajaremos lejos del pueblo. Luego nos encontraremos con otros como yo, y lo demás no está claro.

-Será difícil tenerte lejos de casa.

-Heeey, estaremos aquí para ti rubia.- Gritaron Rose y Caitlin al unísono.

Aquel par había salido de compras con Angel y Dave. Hacían falta algunas cosas en casa y fueron a buscarlas al mercado.

Caitlin y Rose se la llevaban tan bien como si fuesen gemelas, pero entre ellas existían dos años de diferencia; la primera tenía 20 y la segunda tenía 18.

Los que sí eran gemelos eran Angel y Dave, ambos de 26, pronto cumplirían los 27. Su altura había sido heredada de mi padre, su piel era tan blanca como la de mamá, pero el color rubio del cabello lo habían sacado de nuestros abuelos maternos, mamá se había saltado esa generación porque su cabello era como el mío, un color más cenizo y muy liso. La madurez de mis dos hermanos mayores era increíble, aún no tenían novias pero las pretendientes siempre andaban revoloteando por casa. Eran tan carismáticos que con sólo sonreír muchas chicas caían rendidas a sus pies, poco hablaban con ellas, pero sí lo hacían caían rendidas porque sabían tanto de cualquier tema porque su pasatiempo favorito era leer.

-Kathe... Venga, échanos una mano aquí.- Dijo Dave.

Me acerqué a él y tomé varias bolsas.

-Podría llevar esto a la cocina en un santiamén.- Murmuré tentando un poco a la suerte.

Mis dos hermanos clavaron aquel par de ojos azules en mí.

-No debes hacer nada que llame la atención Kathe, es peligroso. Aún más en la época tan difícil que vivimos.

-Cualquier indicio de actividad que no sea dentro de los entrenamientos haría que los guardias llegaran a nuestro hogar en cuestión de... milésimas de segundos.- Comentó Angel completando lo que acababa de decir Dave.

-Lo sé- Bajé la cabeza.- Es sólo un decir. Se las consecuencias.

Caminamos hasta el interior de la casa y dejamos las bolsas en el mesón de la cocina. Aquella noche cocinarían los gemelos, una vez más, junto a Rose, quien aprendería alguna de las recetas que el dúo dinámico sabía hacer. Además de ser encantadores también cocinaban delicioso. Algo sin duda maravilloso.

Puede que yo supiera manejar los elementos, pero había algo en lo que no era buena, y eso era la cocina. Aunque si se trataba de hierbas o pociones, en eso resultaba ser una experta. Pero no había sacado ni una pizca de los dotes culinarios de nuestros ancestros, casi todos en la familia sentían cierta pasión por la comida, en mí se habían saltado ese don.

Esta noche me tocaba meditar, me encerré en mi habitación antes de que estuviese lista la cena. Antes de comenzar me había dado un baño con rosas con distintos aromas, eso me relajaba. Una vez ya había colocado siete velas alrededor del lugar que había preparado, apagué las luces del cuarto, me senté sobre mi cojín, cerré los ojos y ahí comenzó todo.

"Corría, corría con todas mis fuerzas, sentía caer las gotas de sudor por todo mi cuerpo, por mi rostro, los brazos, las piernas, estaba totalmente empapada. El camino estaba oscuro, a mi alrededor todo se parecían, los árboles eran altos y con muchas ramas, ya me había lastimados parte de los brazos con algunas que se apoderaban de cualquier espacio aéreo disponible en aquel inmenso bosque.

No tenía ni la más remota idea del motivo por el que huía, pero el peligro rondaba muy cerca de mí. Caí al suelo por una de las raíces de un árbol que reclamaba más espacio. Volteé instintivamente hacia atrás, a los lados, arriba, incluso debajo de mí. Cuando sentí que se aproximaba levanté mis manos y alcé varias paredes de tierra, por lo menos en aquel estrecho lugar tenían de sobra y pude usarla para hacer un escudo. Sentí como algo se tropezó, rebotó con la improvisada pared, y luego cayó toscamente al suelo.

Si había tierra, tendría que haber agua debajo, pensé. Me concentré lo más que pude, cerré los ojos con fuerza imaginando el sector en el que podía encontrarse el agua, al visualizarlo moví mis manos tomando impulso de abajo hacia arriba, y en fracción de segundos el agua salió, me moví haciendo círculos a mi alrededor, se suponía que envolvería otra capa protectora con este elemento, lo cierto es que quizá en este punto las esperanzas de salvarme eran pocas, aún así no me rendiría tan fácil sin antes luchar.

Recordé el yesquero que me habían regalado Rose y Caitlin antes de partir de casa, según ellas era para cualquier emergencia siempre tener la posibilidad de hacer fuego donde no hubiesen elementos naturales. Si esto que me estaba sucediendo no era una emergencia, entonces no tenía ni idea de cuál lo sería.

Aquel ser había atravesado la capa de agua, en cuestión de segundos podría atravesar la tierra. No quería rendirme, saqué el yesquero y lo encendí, sentí el fuego arder en mis ojos, creció en mi interior, y cuando vislumbré aquella enorme figura lancé todo aquel fuego que sentía hacía la dirección en la que creía que se hallaba lo que me venía persiguiendo. Fallé una, dos, tres, diez veces, él o ella seguía acercándose a mi posición, me eché atrás, bajé las manos, invoqué a la tierra y le lancé una fuerte tonelada de ésta justo al frente. Nada, nada de lo que hacía parecía funcionar. "¿Qué demonios me sucedía?", pensé una vez más.

No sé cuánto tiempo estuve usando mis poderes. Poco a poco me iba debilitando, se me agotaban las energías, el aire, la tierra, el agua, fuego. Nada parecía funcionar contra aquel ser. Buscaba inhalar aire para seguir respirando hasta que sentí sus manos apretar mi cuello. Me alzó como si fuese una pluma, mis pies no tocaban la tierra, lo que me impedía usar aquel elemento. Con una de mis manos trataba de quitarme de encime las manos heladas que me impedían respirar, pero con la otra seguía luchando al usar el aire a mí alrededor contra el oscuro ser que tenía frente a mí, a quien todavía no conseguía identificar.

Escuché una voz muy lejos de mí que me decía "lucha, no te detengas, tú puedes". Las lágrimas comenzaban a resbalar de mis ojos sin mi consentimiento. La falta de aire me desesperaba. Decidí usar mis habilidades humanas, pateé y nada no funcionó.

-¿Qu...quién...eeee...eres?- Alcancé a decir.

Aquella enorme figura usó su mano libre para bajar la capucha que cubría su rostro, se la fue quitando lentamente, y ahogué un grito al ver a quien tenía frente a mí.

Esta vez no se trataba de ningún monstruo sobrenatural, no eran guerreros de otros pueblos, quien se hallaba frente a mí no era otra persona sino yo misma.

-¿Có...có...mo..?

-¿Cómo es posible que sea yo?- Me dijo evaluando mi reacción.- Malgastas tu último aliento preguntándome por qué soy... tú.- Musitó entre dientes con desprecio.

Cerré y abrí los ojos, no podía ni mover el rostro para asentir. Llevé mis dos manos a donde ella me tenía apretada la garganta. Ante este movimiento la mujer rió a carcajadas como si se tratase del chiste más gracioso del mundo, no, mejor dicho, como si fuese lo más cómico del universo.

-La respuesta está en tu interior, Kathe. Piensa. Vamos, te queda muy poco tiempo de vida.

-Yo...

-No puede ser, eres la más fuerte y... ¿no puedes hablar bien? Pareces una nenita de cinco años, toda débil, sin fuerzas, sin... aliento.- Dicho esto aflojó un poco la presión de su mano pero sin soltarme.- Habla, suelta tu teoría.

-Cuando salga de esta... te juro que acabaré contigo.- Dije.

Clavó sus ojos azules en los míos, sentí que quería decirme algo, verlos era como verme en un espejo, pero por muy parecida a mí que fuese en ella había algo distinto.

-La que se va a arrepentir de haber dicho eso eres tú.- Pronunció entre dientes.

A los pocos segundos me apretó con más fuerza hasta que se me agotaron las fuerzas, sentí mi cuerpo débil caer al suelo, cerré los ojos y el dolor desapareció".


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Muchachonas y muchachones, este es el primer capítulo. Espero les haya gustado y que dejen su huellita por acá, recuerden que para todo aquel que escribe ese simple gesto nos motiva a continuar.

Besos para todos!!!

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