Prólogo
Ciento cincuenta años atrás, en un pueblo ubicado cerca de Nueva York se esperaba una tormenta eléctrica muy fuerte. Katheryn tenía apenas veinte años de edad, y sus padres le habían ordenado buscar a sus hermanos menores que no regresaban de su mandado de ir a la ciudad. Los relámpagos ya se avecinaban junto con ráfagas de aire intensas, todos los árboles se movían con brutal fuerza casi arrancándose de la tierra. Katheryn corrió lo más deprisa antes de que un rayo se estrellara en un árbol detrás de ella.
-¡Katheryn!—la voz aterrada de su hermano menor la hizo sobresaltarse más. — ¡Estamos aquí!
-¡No se muevan, voy hacia ustedes!—gimió ella, se tiró al suelo y se arrastró hasta una cueva pequeña de musgo, cuatro ojos ambarinos y asustados la miraban aliviados. — ¿Están bien?—dijo, jadeante metiéndose con ellos en la cueva, que apenas había espacio para los tres.
-¡Estamos bien pero una tormenta se avecina!
-¿Por qué demonios no regresaron a casa?—exclamó molesta sin despegar la mirada del cielo nublado y negro.
-Charlie se torció el tobillo y no puede moverse, quise cargarlo pero un estúpido rayo casi cae sobre nosotros y tuvimos que refugiarnos. —dijo el mayor.
-Jack...—suspiró ella agobiada—tendremos que esperar a que pase todo esto, no podemos regresar.
-Si nos quedamos vamos a morir ahogados Katheryn, el agua cubrirá todo esto. —Agregó el más chico aferrándose a ella. —hay que llamar a papá y mamá Kath...
-No. —Dijo ella. —déjenme pensar que hacer, aun no llueve...
-No pensarás en salir ahora, ¿verdad?—ella se mordió el labio— ¡No! me opongo. ¡Un rayo nos partirá en dos!
-No tenemos otra opción, hay que intentarlo porque Charlie tiene razón, el agua subirá al borde y...
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-Ya, ¡Vámonos de una vez!—espetó. —ojalá no nos pase nada.
-¡Shh!—alardeó Katheryn de malhumor. —Jack tu irás detrás de mí y tu Charlie, te voy a llevar en mis brazos.
Ella se puso de cuclillas y cogió a Charlie en sus brazos, él se aferró a su cuello.
-Katheryn, tengo miedo. —le dijo, asustado.
-Tranquilo, no pasará nada. Confíen en mí. —mintió.
El agua comenzó a caer acompañada de fuertes relámpagos y rayos. Eso hizo que se aferrara a la absurda esperanza de llegar enteros a casa sin ningún rayo de por medio.
Susurró rogándole a Dios que la ayudara y salió bajo la estruendosa tormenta, cargando con fuerza a su hermano de diez años y con el otro de quince años que la agarraba de su espalda, muy asustado.
-Jack—dijo, escupiendo el agua que le caía en la boca y en la cara-intenta ir a mi paso por favor, los relámpagos están lejos…
En eso una luz cegadora la aturdió por completo seguida por el crudo azote de un rayo. Sintió una ráfaga ardiente detrás de ella. Dio la vuelta aterrada y Charlie soltó un grito de terror. Jack, su querido hermano de quince años había sido alcanzado por un rayo, su cuerpo inerte y calcinado yacía en el pasto húmedo, de su cuerpo carbonizado salía humo sin cesar. Estaba muerto.
Katheryn grito atemorizada y abrazó a Charlie con fuerza.
-¡¡Jack!!!—gimió desesperada.
-¡¡Katheryn tenemos que salir de aquí!!— Le gritó Charlie, quien lloraba pero intentaba ser fuerte—¡¡Corre!!!
Ella agarró fuertemente a Charlie y comenzó a correr entre el fango que se estaba formando a causa de la tormenta, los relámpagos eran más y más, los truenos sonaban muy cerca. Minutos más tarde un árbol fue partido en dos por un rayo, cayó justo enfrente de Katheryn, ella rodeó el árbol partido a la mitad y siguió corriendo, a lo lejos miro el pueblo con luces y jadeando corrió lo más que pudo pero antes de llegar sintió un calor infernal en la espalda, gritó de dolor y vio a su hermano Charlie carbonizado en sus brazos. Un rayo les había alcanzado. Intentó gritar pero todo a su alrededor se hizo borroso, sintió que sus piernas flaqueaban y cayó al suelo inconsciente.... Algo en ella había cambiado...
6
Al despertar ella se dio cuenta de que estaba en su casa, en su pequeño cuarto.
Suspiró aliviada creyendo que lo que había pasado había sido un mal sueño. De repente un llanto desconsolado y desesperado de su madre, le erizó los vellos de la nuca. Contuvo la respiración deseando que lo que había sucedido no era real.
Se levantó torpemente de la cama, tropezando con varias cosas en el suelo. Se sentía rara pero confortable. Su cabello que era negro ya no lo era, en lugar de eso, su cabello había tomado un color azulado con algunas mechas plateadas. Abrió los ojos como platos al notar que sus ojos habían cambiado también de color; después de ser ambarinos como los de su madre y hermanos, ahora eran grises. El viejo y roto espejo que había conseguido en la ciudad no podía mentirle, a pesar de estar en un pueblo, ella podía tener esas avanzadas cosas.
Salió de su habitación dando tropezones hasta llegar a la sala, donde había una multitud de gente rodeando un espacio.
Su padre la miró desolado, tenía los ojos rojos e hinchados al igual que su madre. Segundos más tarde todos giraron a verla, muy aterrados. Las velas se apagaron por completo dejando todo a oscuras pero ella podía ver perfectamente bien. Miró más allá de su madre y observó que había dos cajas grandes de madera, acompañadas de flores blancas.
-¿Q-Que ha pasado?—preguntó en un hilo de voz.
-Tus hermanos fueron alcanzados por un rayo...—la voz de su madre era llena de dolor. Pero en la manera de mirar a Katheryn reflejaba odio. — ¡Tú fuiste la culpable!!
-Yo no... Yo no quise...—titubeó alarmada.
-¡Basta, Rachel!—gruñó su padre encendiendo las velas. — ¡Ella estuvo a punto de morir también!
-¡Pero por qué no murió! ¡Ella llevaba a Charlie en sus brazos! ¡Debió haber muerto, Arthur!—gimió. Todas las personas del pueblo susurraban cosas sobre Katheryn, ella escuchaba perfectamente todo.
-¡No sé qué sucedió pero yo no hice nada!—exclamó.
7
-Mírate Katheryn, haz cambiado desde que el rayo cayó sobre ti. —dijo su madre dando vueltas alrededor de ella como si fuera un animal extraño recién descubierto por científicos—tu cabello, tus ojos y hasta tu forma de hablar...
-Mamá, te juro que yo quise protegerlos pero no sé qué sucedió...
-¡Quiero que te largues de mi casa, no te quiero tener cerca!—dijo irritada— ¡Debiste morir! ¡Un rayo no te deja viva! ¡Eres un fenómeno!
Katheryn retrocedió dando traspiés hasta llegar a su habitación.
Comenzó a llorar amargamente, su madre la culpaba de la muerte de sus hermanos y de ser un fenómeno por no haber muerto y en vez de eso, haber cambiado. Pero ella no entendía que es lo que había pasado.
Cerró con una tabla su puerta y sacó un enorme pedazo de tela; sacó sus pocos vestidos viejos y remendados y los puso encima de la tela, hizo un nudo con la ropa adentro y lo guardó debajo de su cama. Estaba lista de huir si era preciso. No quería pensar en lo que su madre le había dicho que se fuera.
Tenía que ser una pesadilla, una pesadilla.
Pasaron las horas, se asomó a la ventana y el sol estaba ocultándose de nuevo. El cielo estaba hermoso, hubiera dado todo para regresar el tiempo e impedir que sus hermanos salieran a ese encargo a la ciudad.
Su estómago comenzó a rugir de hambre, tenía cuatro horas desde que había despertado y no había comido nada. Las velas de su habitación era lo único que alumbraba, ya era de noche.
Afuera las personas hablaban sin cesar, diciendo cosas buenas de sus hermanos aunque solo fueran mentiras, su entierro de Jack y Charlie estaba programado para el día siguiente a primera hora. Le dolía el pecho de tanto pensar en que jamás los volvería a ver.
Se sentó abrazando sus rodillas para contemplar la noche, un ligero golpeteo la hizo girar la mirada a su puerta de madera atrancada con una tabla. Era su padre, de eso estaba segura.
-¿Quién?—preguntó sin ánimos.
-Soy yo cariño—respondió su padre con la voz congestionada—te traigo tu comida favorita Kath, abre.
8
El hambre la estaba matando así que se abalanzó hacia la puerta y abrió. Su padre entró con un enorme plato de gallina horneada con patatas, enseguida ella cogió el plato y comenzó a devorarlo. Su padre se sentó con ella en su cama cerrando la puerta detrás de él.
-Kath…hija...
-No quiero hablar de nada—su boca estaba llena y tragó con dificultad—yo no sé qué pasó, si eso es lo que quieres saber. Solo estoy viva, estoy aquí y nada más.
-Dime que pasó realmente princesa para que pueda defenderte contra tu madre—hizo una pausa mirándola—yo no quiero que te vayas, eres la única hija que me queda y...—su voz se quebró y se mordió los labios—te amo, hija y estoy muy feliz de que a ti no te pasó nada—extendió sus fuertes y regordetes brazos hacia ella, abrazándola.
Katheryn se sintió protegida por su padre. Terminó de cenar y lo miró.
-Mi madre tiene razón papá, yo debí morir al igual que ellos. —se acomodó su azulado y plateado cabello hacia atrás ocultando su tristeza.
-No digas eso, estás viva por algo. —La tomó de la babilla—tal vez fue porque no era tu hora cariño, así es la vida.
-¿Hay personas que se han salvado de un rayo?
-No que yo sepa pero tú eres la primera—la besó en la frente.
Una hora más tarde su padre salió de su habitación para seguir arreglando todo lo del entierro. Katheryn se sentía peor que nunca, sabía que su vida a partir de ese momento había cambiado para siempre. A la mañana siguiente fue el entierro, un carruaje de segunda mano trasladó a sus hermanos al cementerio, su madre quiso prohibirle la salida pero su padre se opuso y fue con Katheryn caminando detrás del carruaje fúnebre al igual que muchas personas.
Un aire extraño despeinó su cabellera exótica al grado de casi tirarla de bruces al barro.
-¿Estás bien?—su padre la había agarrado antes de caer. —el aire está muy fuerte.
-Estoy bien—dijo acomodando su vestido remendado negro.
9
Pasaron varios meses después de la muerte de sus hermanos, la madre de Kath estaba peor que nunca.
La maltrataba e incluso la golpeaba cuando su padre no estaba sin ninguna explicación lógica. A menudo le decía que le pegaba por respirar muy rápido o por ser tan torpe de no acomodarse bien su feo cabello.
Katheryn estaba harta de sus maltratos, deseaba poder gritarle e huir.
-¿Por qué no te vas?—le preguntó su madre un día a Kath cuando ella lavaba su ropa en el río sobre una roca, ella hizo como si no la hubiera escuchado—deberías irte querida, solo traes mala suerte desde que el rayo te perdonó la vida.
El sol estaba cálido y el cielo despejado. Katheryn no tenía ganas de reñir con su madre a las doce del día, así que la ignoró mientras parloteaba acerca de su cabello y de sus ojos.
-Te ves muy fea con esos ojos grises, y el pelo manchado de plata—dijo sulfurada—me das pena, Katheryn.
-Mira, yo hubiera dado todo porque Jack y Charlie hubieran salido con vida de aquel rayo; pero no pude hacer nada. No sé por qué me odias, yo no tuve la culpa. —dijo aburrida de decirle lo mismo.
-Te voy a tratar así hasta que te vea lejos de mi casa. No quiero tenerte cerca.-frunció los labios con repugnancia—no puedo creer que alguna vez te haya besado y abrazado. No sabes cómo me arrepiento, te odio.
Katheryn sintió un dolor en el corazón, sus ojos grisáceos querían derramar lágrimas pero en vez de eso cerró los ojos malhumorada. Sintió un suave aire en sus mejillas, abrió los ojos y miró a su madre con la cara horrorizada hacia ella.
Enseguida se miró a sí misma y gritó al ver que de sus manos emergía una luz chispeante parecida a un rayo.
-¡Aléjate de mí!—gritó su madre tirando la ropa al barro. — ¡Ayúdenme!!—se fue gritando hacia el pueblo. La luz de su mano desapareció, alzo la vista y el sol que minutos antes estaba reluciente ya no estaba, en lugar de eso había nubes grises
Katheryn ya sabía que todo se había ido por la borda. Su vida ya no era la misma y estaba segura que algo había sucedido con ella a causa del rayo.
10
Dejó a un lado su ropa húmeda para seguir a su madre que a pesar de ir varios metros lejos de ella, se escuchaba sus gritos. Para colmo de Katheryn, su padre había ido de casería ese día y no iba a estar hasta el día siguiente.
Al llegar a su casa se percató que su madre la esperaba con un cuchillo filoso en la cocina.
-Suelta eso por favor.
-¡Eres una fenómeno! ¡Aléjate de mí!—arremetió contra ella rasgándole el brazo, que enseguida comenzó a sangrar pero a Kath no le dolió. Segundos después la herida fue desapareciendo— ¡eres un mounstro!
Katheryn tampoco tenía idea de lo que estaba pasando.
-¡Vete de una vez! ¡Vete o no querrás que el pueblo te envíe a la hoguera por ser una bruja o un fenómeno!—la amenazó.
-De acuerdo, tu… ganas—dijo ella—me voy a ir muy lejos.
Se alejó de la cocina con un nudo en la garganta, sacó su bolsa de ropa debajo de la cama y sacó su suéter tejido que la navidad pasada su madre se lo había dado, cuando aún la quería. Lágrimas amargas de deslizaron por sus mejillas, pero era por su bien. No podía quedarse en un lugar donde nadie la quería, su padre la quería pero no iba a poder hacer nada, así que en silencio tomó sus cosas y salió de la casa. Escuchó el portazo de la vieja puerta de enfrente de su casa cerrarse. No miró para atrás y se adentró al bosque en dirección a la ciudad buscando una nueva vida lejos de su pasado.
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