Capítulo 20
-¿Desean un poco de té?—Paul se las ingeniaba para que los cuatro Elegidos probaran un poco de alimento, pues, desde su regreso de Katheryn, todos se mantenían distantes los unos a los otros.
-O sea que mi plazo de vida es en un mes. —los ojos grises de Katheryn ardían cada que recordaba las palabras verdaderas de Paul durante su estancia en el bosque. Estaban a primero de diciembre y faltaba exactamente un mes para el supuesto plazo, que, sin embargo, ya había sido cancelado. Ahora solo esperaba el momento para que Palmer ingresara a la iglesia y la matara. Pero eso, claro estaba, que ella no lo iba a permitir. Pelearía por su vida. Solo por ella.
-¿Estás de nuevo con eso?—Ethan rodó los ojos sulfurado.
-Paul, quiero ver a Juno. —Katheryn dirigió su mirada en el anciano, éste estaba preparando el té en las tazas.
-Juno sigue dormida. Despertará en unos días.
-¡Hemos estado aquí durante un mes y medio y no ha despertado!—gritó Luke, con sorpresa.
-Está cansada. —dijo Paul, dándose la vuelta con dos tazas en las manos. —espero no intentes ir a buscarla. Puede que mueras en el intento.
Katheryn no pudo evitar sonreír y Luke se encogió de hombros.
La frialdad con la que Katheryn miraba a Ethan, era predecible a una distancia razonable, sus gélidos y hermosos ojos que lo miraban le dolía a él. Infinidades de veces intentó sin éxito acercarse a ella. Las sonrisas sarcásticas y los comentarios llenos de veneno de parte de ella, eran cada vez más dolorosos.
Tres días después, todo seguía igual. Desprecios, miradas de odio y rabia. Ethan salió de su habitación a media noche y entró a hurtadillas a la habitación de Katheryn con la intención de arreglar las cosas. Pero para su sorpresa, ella no estaba. Su cama estaba bien ordenada y sus pertenencias estaban en el suelo. Con alivio, salió de ahí y la buscó por el extenso pasillo. El olor a humo de chimenea lo llevó directamente a ella.
Katheryn estaba sentada en el piso con la mirada fija en el fuego, su mente estaba lejana a todo lo que pasaba a su alrededor. Su suéter gris grueso y su pans del mismo color contrastaban con sus ojos grises y sus mechones del cabello, que los tenía sujetos con una liga.
En total silencio, Ethan se sentó detrás de ella y se dedicó a observarla desde lejos para no asustarla.
-Sé qué estás ahí, Ethan. ¿Qué es lo que quieres?—su suave voz de Katheryn lo sobresaltó. Ella seguía de espaldas a él, encorvada frente al fuego sin tener la menor intención de verlo a la cara.
-¿Seguirás enojada conmigo, a pesar de que ya te expliqué las razones?
-No estoy enojada.
-Si no lo estás, entonces ¿Por qué me evitas?—se llevó las manos a su sedoso cabello que había retomado el brillo de siempre, sus mechones dorados estaban ordenados. —no dejas que te abrace y tampoco que me acerque a ti.
Katheryn mantenía sus labios apretados.
-Me miras con amargura, desprecio, asco y con ganas de asesinarme. —Su voz profunda y delirante de Ethan la hizo estremecerse—Créeme que si me mataras, eso sería menos doloroso que estar soportando tu indiferencia.
-Yo no puedo pensar que todo lo que pasó no es verdad y que tú me quieres. Paul me contó toda la verdad y se lo agradezco. Gracias a él sé lo que soy, lo que eres y lo que seremos en un futuro.
-¿Y qué es lo que crees que nosotros dos seremos en el futuro?—tuvo la intención de tocarla pero se detuvo.
-Nada. Nosotros dos no seremos nada.
Esa respuesta era la qué Ethan temía escuchar. Asintió sabiendo que ella no lo miraba y se levantó.
-Eso cambia las cosas, Katheryn. —dijo con voz seria. Katheryn sintió una descarga eléctrica en su piel, Ethan había dejado de llamarla por su nombre semanas después de que se conocieron y se besaron. Le decía “Florecilla” como muestra de cariño pero eso ya había acabado.
Los pasos silenciosos de él, dejaron desconcertada a Katheryn.
-¿A dónde vas?—le preguntó.
-Voy a dormir. Ya no tengo nada que hacer aquí a estas horas. —dijo—buenas noches, Katheryn.
Esa noche fue la más fría de todas.
Katheryn regresó a la habitación y se metió debajo de las sabanas para poder dormir pero eso fue algo fallido. Esa noche fue la más fría y larga que ella había pasado jamás.
Su relación que tenía con Ethan había terminado y tenía que centrarse en Palmer.
Paul le había enseñado el viejo libro donde estaba escrito todo lo que ella quería saber.
Lo leyó de pies a cabeza, al derecho y al revés. Paul había escrito la muerte de él y la de Juno Weber solo por si el libro se extraviaba o lo leía alguien equivocado. El anciano le había prohibido leer más allá de las últimas páginas, pues, ahí estaban escritos sus pensamientos e inquietudes de él.
La mañana del cinco de diciembre fue la más cálida en el país. La nieve caía pero no estaba fría. El sol brillaba a todo esplendor y se colaba por la gran cúpula. Todos desayunaban en silencio. Becca tomó la tarea de salir por las compras de todos, Luke ya no quiso seguir saliendo desde que vio a Brenda vagar afuera y estaba en lo correcto de no salir, ya que, ahora todos peligraban por haber desobedecido a Palmer.
Heidi por su parte, estaba de lo más cómoda. Paul le había dado lienzos para pintar, su mayor pasión desde que era una niña era pintar, estaba por ser una de las pintoras más famosas de su época pero su transformación le arruinó su pasión y quería retomarlo.
Sin embargo, él que parecía estar muerto en vida era Ethan. Desde la charla de la noche anterior, no pudo dormir a gusto y tampoco tenía apetito esa mañana, ahora le dolía ver a Katheryn y se había puesto la tarea de ignorarla para no sufrir más sus ojos grises de ella sobre los suyos.
Un grito infernal y escandaloso hizo a todos quedarse petrificados a la mitad del desayuno. Paul rodó los ojos y Becca sacudió la cabeza y con una sonrisa dijo:
-La señorita Juno Weber ha despertado.
-Esto no es bueno. ¿Por qué ha gritado tan espeluznantemente?—alardeó Luke, con los ojos entornados. —apuesto a que está enfadada y no quiero estar presente cuanto nos mate… me iré a España y regresaré mañana.
-Que gracioso eres, Luke. —le dijo Paul, riéndose. —Juno no está enfadada. Esa es la forma en la que ella se despierta siempre. Está ahuyentando sus pesadillas, aunque nunca recuerda que grita, así que nadie diga nada. Le diré que baje.
El anciano salió disparado de la mesa junto con Becca en busca de la famosa Elegida más antigua que todos tenían curiosidad de conocer. Juno era la única Elegida a la que todos los Elegidos le debían obediencia, si en caso la encontraban, porque todos siempre pensaban que había muerto y solo algunos lograban conocerla.
-¿Creen que sea hermosísima?—susurró Luke sin dirigirse a nadie en particular. Heidi le dio un codazo. — ¿Qué?
-¿Podrías cerrar la boca? Juno puede oírte.
-¿Y qué si lo hace? No le estoy faltando el respeto.
Ethan retiró su silla con brusquedad y se alejó de la mesa en dirección a la puerta de la calle.
-Hey, ¿A dónde vas?—le gritó Heidi. Katheryn bebía un sorbo de su jugo de naranja mientras observaba a Ethan.
-No tiene importancia. Regreso en una hora. —dijo sin más. Abrió la puerta, pero antes de irse, se dio la vuelta y miró a Katheryn a los ojos. —no hagas nada estúpido, Katheryn.
La puerta se cerró y se colaron algunos copos de nieve.
Heidi arqueó las cejas y siguió desayunando, Luke eructó y llevó sus platos a la cocina.
Katheryn y Heidi quedaron solas en la mesa.
Un aire frío entró con sigilo por la cúpula y pasó deslizándose por el comedor. Las melenas de Katheryn y Heidi se alborotaron a tal grado de cubrirles todo el rostro.
-¡Estúpido cabello!—espetó Heidi.
Katheryn se lo amarró en forma de cebolla con una liga.
-Amárratelo. —le dijo ella. Heidi la miró titubeante. —ten esta liga.
Le ofreció otra que tenía alrededor de su muñeca y Heidi la tomó. Se hizo una cola y el aire ya no la despeinó.
Pero aquel aire no era natural. Alguien lo estaba manipulando.
-¡Adoro ver a las personas con cara de póquer!—chilló una voz parecida a la una niña en plena adolescencia.
-Juno, deja de hacer eso. —gruñó Paul.
Katheryn y Heidi se volvieron para presenciar por primera vez a Juno Weber.
Ambas parpadearon y abrieron la boca al ver a una pequeña chica de apenas un metro sesenta de un rubio cabello con mechones rojas, su nariz era pequeña y perfilada, tenía los labios delgados y rojos, pero lo que más les impactó fueron sus ojos. Sus ojos completamente violetas, sin pupila. Su apariencia física era distinta a ellas.
Por un duro minutos, las dos se quedaron sin habla.
-¿Por qué todos están en silencio…?
La voz de Luke se quedó en el aire. Él también estaba presenciado y admirando a la gran Elegida diminuta y fuerte.
Juno Weber estaba ante ellos en persona.
-¿Por qué se quedan callados? ¿No soy lo que esperaban?—dijo Juno, arrugando la nariz.
-Eres muy hermosa, ¿Qué edad tienes?—le preguntó Luke, sin dejar de verla.
-Tengo cerca de los 1558 años. —Respondió con naturalidad. —ustedes son unos bebés.
-Quedaste de quince años, ¿verdad?—le preguntó Katheryn. Juno sonrió ampliamente.
-Por supuesto. —Caminó lentamente hacia ella y se sentó a su lado. —tú debes ser Katheryn, ¿no?
-Sí.
-Mi abuelo me ha hablado de ti. Me dijo que eres la Elegida más fuerte que ha existido. —Sus ojos violetas tensaron a Katheryn. —yo creo que no se ha equivocado. Tienes casi la misma fuerza que yo. Solo que yo soy la más fuerte porque soy la primera, ¿captas? Puedo eliminarte si quiero con solo chasquear los dedos. Puedo eliminar a cualquier Elegido que me conozca en persona y planee con sus compañeros asesinarme. —Sonrió con dulzura. —Pero yo no haré eso con ustedes… tres…-frunció el ceño al darse cuenta que solo habían tres Elegidos. —abuelo, dijiste que eran cuatro.
-Ethan salió a respirar aire. —respondió Heidi.
-De acuerdo. —Prosiguió Juno mirando a Katheryn. —yo los voy a ayudar. Creo que ya es tiempo que la matanza entre Elegidos se suspenda hasta nuevo aviso. Aunque ustedes son la generación que ha vivido más.
Sus pequeños labios rojos de Juno se movían con elegancia al hablar y eso mantenía hipnotizado a Luke.
-Cuando me enteré que Palmer, una Elegida tan estúpida que he conocido, sacó una réplica del libro de mi abuelo, supe que no planeaba nada bueno. Y yo estaba en lo cierto. —Balanceó sus pies varias veces. —Y te juro que esa estúpida Elegida no les hará nada. —abrazó a Katheryn. —no te hará nada, Kath. De eso me encargo yo.
Katheryn sintió un gran alivio. Juno era una chica muy mona, inteligente, bella y de una corazón noble.
-Ahora ya conocen a Juno. —dijo Paul, sonriendo y acariciando el cabello de su nieta. —espero no se lo digan a nadie. Ningún Elegido debe saber con exactitud que ella vive y que está aquí. Si eso pasa, Juno tendrá que asesinarlos a todos. Ella está por encima de todos.
-Tranquilo abuelo. No dejaré que nadie entré a la iglesia, ya dormí lo suficiente y no volveré a dormir hasta dentro de un año.
Todos miraron a Juno con perplejidad.
-Lo que sucede es que yo no duermo nada durante un año. Luego que pasa ese tiempo, duermo seis meses, y luego el otro año no duermo y así sucesivamente. —aclaró, con una sonrisa. —Becca, tengo hambre.
-Enseguida, señorita. —dijo Becca yendo a la cocina.
-¿Becca sabe lo que somos?—preguntó Heidi.
-Sí, lo sabe.
-¿No le da miedo?
-Nah. Es que ella es viuda y no tiene hijos, y supongo que soy su consuelo.—dijo, sus labios rojos estaban algo resecos, los relamió y quedaron de nuevo rebosantes.—lleva a nuestro lado diez años. Aunque no lo sepa ella, yo le he ayudado a no envejecer tan rápido para que esté conmigo más tiempo. Pero no digan nada. —susurró, divertida.
-¿Puedes hacer que se me desaparezca la marca que todos tenemos? La tengo en un lugar poco normal. —dijo Luke, ruborizado. Juno rió.
-¿Dónde la tienes?—le preguntó, sin dejar de reírse.
-Ehh… en un lugar prohibido.
-¿En tu pene?
Aquella respuesta hizo atragantarse a Katheryn, estaba terminando de beber su jugo de naranja y lo escupió en el rostro de Heidi.
Las risas de Juno, Paul y Katheryn hicieron alegre el día. Heidi se unió segundos después, se limpió el rostro y se rió con ganas.
-No tiene nada de malo que lo tengas ahí. Mi marca la tengo entre mis senos, y es bonito poder verlo. —Juno se señaló el busto, el cual era poco.
-Yo lo tengo en la pierna izquierda. —Puntualizó Heidi. —y ahí está bien.
-¿Y tú, Katheryn?—le preguntó Juno.
-La tengo por el trasero. —se ruborizó.
-¿Y cómo lograste verla?—le sonrió ampliamente. Algo le decía a Katheryn que Juno leía la mente.
-Ehh…
-El otro Elegido, Ethan, ¿Él te dijo que la tenías ahí, cierto?
Y Katheryn estuvo en lo cierto. Juno sabía leer la mente.
Becca le dio de desayunar a Juno. Todos la observaron comer sorprendidos por la rapidez en la que engullía los alimentos. Paul salió a buscar a Ethan y traerlo de vuelta para que conociera a su nieta.
Katheryn se fue a duchar, dejando atrás a todos que aun observaban a Juno desayunar.
El agua estaba tibia y deliciosa. No tardó mucho en ducharse, se secó el cuerpo con una toalla y se vistió lo más abrigada posible, planeaba salir a escondidas de la iglesia y volver antes del anochecer. Estaba aburrida en aquel lugar, donde estaba prohibido salir por miedo a ser asesinados.
A paso apresurado pero discreto, entró por una puerta que daba al interior de la iglesia en sí. Había unas diez personas sentadas en las bancas, admirando las pinturas, imágenes y arreglos florales que había dentro. En silencio salió por la puerta de enfrente y el aire frío con varios copos de nieve se filtraron en su abrigo dandole escalofríos. Había amanecido con el sol radiante y resplandeciente, pero ahora ya no quedaba rastro de la calidez de una hora antes. El frío estaba de nuevo en la ciudad.
Antes de salir a las calles de Estocolmo, observó todo a su alrededor. Ningún rastro de ninguno de los Elegidos. Sonrió para sus adentros y caminó sobre la nieve que cubría el asfalto.
Las personas pasaban a paso lento abrazándose así mismas por el frio. Aunque algunas iban con una simple playera como si fuese primavera, pero eso se debía a que ya estaban acostumbrados a ese clima. A Katheryn le empezaron a castañear los dientes de solo pensar en tener solo ese pedazo de tela cubriéndola del frío.
Ethan también había salido minutos antes de que Juno se presentara, no dijo a donde iba, Katheryn trató de no pensar en él pero fue imposible. Quería saber dónde estaba y a dónde había ido.
Desde luego, la verdad azotó de nuevo su mente. Apretó los labios y los puños, sacudió algunos copos de nieve del cabello y siguió caminando. Eran las once de la mañana y ya todo el cielo estaba nublado y gris.
A cada paso que daba sobre el fino hielo, iba planeando algo para excusar su salida sin aviso de la iglesia. La catedral era su único refugio, pero si salía de ella, sería su final.
Sumida en sus pensamientos y sin previo aviso, chocó con una materia dura y a la vez suave. No era ninguna pared, ella lo sabía. Pero no podía saber qué era lo que la había hecho caerse de espaldas a la fría nieve.
Su cabello enmarañado le obstruía su campo visual, solo miraba una sombra que le tapaba el cielo, y una fría mano que la sujetaba de las manos.
Sintió pánico. Un pánico desenfrenado. Su corazón comenzó a latir con fuerza y retiró sus manos cálidas de aquellas fuertes manos frías.
-¡No me toques!—gritó ella. Se cubrió el rostro esperando algún golpe del Elegido que tenía frente a ella. Aunque Paul le había enseñado a pelear contra ellos, en ese instante no estaba preparada.
-Oh, hablas inglés. —dijo una voz lo bastante masculina con un tono de diversión.
Katheryn no respondió. Ni si quiera tenía intención de mirarlo.
-¿Qué haces ahí sentada en la nieve? Levántate. Chocaste conmigo y estoy esperando tus disculpas.
-No tengo porque disculparme. Y apresúrate a matarme, hazlo rápido.
-¿Matarte? ¿Por qué debería hacerlo?
Katheryn bajó sus brazos de su rostro y sus ojos grises divisaron a un chico rubio, de no más de veintitantos años que la miraba sonriente, sus ojos cafés la estremecieron. Su abrigo era verde y enorme, y sus pantalones celestes, se miraba ridículo pero gracioso. Tenía un lunar arriba de su boca y con su sonrisa se estiraba. No era un Elegido. Solo era un chico.
-¿Aun quieres que te mate?
-No.
A cuestas, Katheryn se levantó y se sacudió toda la nieve que tenía en el trasero. El rubio no dejaba de verla con anhelo y sorpresa.
-Lamento esto. Vete con cuidado. —le dijo ella antes de retomar su camino.
-¿De dónde eres?—le preguntó el chico, trotando detrás de ella.
-Soy de Nueva York…
-Interesante. ¿Y qué haces aquí?
-Vine de vacaciones. —Lo miró, irritada. — ¿No tienes algo mejor que hacer, pequeño?
-Tengo 23 años, y no, no tengo nada mejor que hacer que seguirte. —su sonrisa se hizo más amplia de lo que ella imaginaba. —planeaba ir a vagar por ahí, pero chocaste conmigo y te vi. Nunca había visto una persona tan elegante y tan radiante como tú.
-No soy nada elegante.
-¿Bromeas? El look que tienes es genial, tus ojos más que nada.
-¿Intentas coquetear conmigo?
-Sí. —Sus mejillas se tornaron rojas y rompió a reír. —lo sé, soy patético.
-Lo que deberías hacer es ayudar a tu familia en algo y no ir detrás de cualquier persona.
-No tengo familia. Así que siempre estoy libre.
Katheryn no tenía idea de por qué estaba hablando con él. Lo que quería era estar sola y no conocer más personas.
-De acuerdo. Pero yo si llevo prisa, cuídate.
Dobló una esquina tratando de perder de vista al rubio y para su sorpresa, él la seguía de lejos. Lo único que tenían en común era que tampoco tenía familia el chico y lo peor: estaba solo.
Katheryn se dio la vuelta, el rubio tragó saliva e intentó escabullirse entre las personas.
-Ya te vi, no huyas. —le gritó. — ¿Cuál es tu nombre?
-¿No me golpearas por seguirte?
-No. Solo dime tu nombre.
-Me llamo Owen Kennedy. —su timidez hizo sonreír a Katheryn.
-Katheryn Levis. —le dio la mano y Owen enseguida se la estrechó. No parecía una persona de sentimientos malos, era puro.
-Es un nombre muy interesante al igual que tú.
-Gracias. Y el tuyo es más norteamericano que sueco.
-Ah, se debe a que yo nací en Florida pero no sé exactamente cuando me mudé aquí. Es una larga historia que no me gusta recordar y tampoco contar.
-Y no tienes por qué contarla. Es muy personal. —ahora más que nada le agradaba Owen.
Si iba a estar en Estocolmo, al menos tenía derecho a tener un nuevo amigo que fuese normal.
Eso le hizo recordar a Clara y a Brenton. Sus fieles amigos que la quisieron tal y como era ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro