Capítulo 19
Los días pasaban con lentitud, Ethan se sentía desesperado, en cambio Luke y Heidi estaban de lo más tranquilos, pues, la señora—de nombre Becca—se hizo cargo de los tres durante la ausencia de Paul y de Katheryn.
Con plumón rojo, Ethan había marcado cada día transcurrido en el calendario que tenía guardado Paul en un cajón viejo. Treinta días exactamente desde que vio por última vez a Katheryn y al anciano, y no había tenido ninguna noticia sobre ellos.
Él salía a todas horas tratando de perder tiempo y regresaba esperanzado de encontrar a Katheryn sentada en el sofá viejo y desgastado esperándolo con los brazos abiertos.
Estaban a mitad de noviembre, y Palmer estaba acechándolos a los tres. Se mantenía alejada de la catedral pero al pendiente de ellos. Ellos eran la presa y ella el depredador.
-Acabo de ver a Brenda vagando a dos calles de aquí. Ya me estoy poniendo nervioso. —dijo Luke, acababa de llegar con dos bolsas llenas de comida. Su abrigo estaba totalmente blanco de la nieve y su nariz roja como un jitomate. Heidi estaba dormida en su habitación y Ethan mantenía su mirada fija en la chimenea. —sí, ignoren todos a Luke… de nada Ethan. Aquí te dejo tu estúpido té que tanto te gusta, no me des las gracias.
-Lo siento, pero Brenda es lo que menos me importa. —respondió, aun con los ojos sobre la chimenea ardiendo en llamas.
-Ellos tienes que volver tarde o temprano, entiéndelo. —se sentó a su lado dejando en el suelo las bolsas.
-No solo por eso estoy ansioso.
-¿Por qué otro motivo lo estás?
-Paul dijo que Juno Weber está viva y es su nieta. —Apretó la mandíbula. —si está con vida, ¿Dónde carajos está ella?
-¿Quién?—terció Heidi, adormitada. Llevaba unos pans holgados y una sudadera gruesa. Su cabello estaba tan alborotado que parecía una escoba vieja reciclada.
-Juno Weber. Si está viva, ¿en dónde está?—repitió.
-Yo pensé que la primera Elegida había muerto en la hoguera. —dijo Heidi.
-Todos creíamos eso—Luke dejo escapar un suspiro estresante. — ¿Por qué no le preguntas a Becca? Ella siempre está aquí y debe saber algo.
-No creo que sepa…
-No pierdes nada con preguntarle.
-¿Y dónde está?
-Está en la cocina.
Con paso titubeante y algo vacilante, Ethan fue a la cocina. Becca estaba limpiando con naturalidad la cocina, ni si quiera se percató de la presencia de él, hasta que lo vio. Saltó del susto y tiró una gran sartén llena de comida al suelo.
-¡Cielo mío! ¡Lo siento!—exclamó Ethan, tratando de ayudarla.
-No te preocupes, muchacho.
-No quise asustarla, solo quería preguntarle sobre…
-¿Sobre la nieta del señor Paul?—lo miró a los ojos mientras recogía los restos de comida del suelo.
-Sí, sobre ella. ¿Usted sabe dónde está?
-Está en la parte alta de la iglesia.
-Gracias.
Se dio la vuelta pero sintió la mano de Becca sobre su hombro.
-Juno no quiere que nadie la moleste. Espera a que regrese el señor Paul y podrás hablar con ella.
-¿Te dijo cuándo volvería el anciano?
-No. Pero ya pasaron treinta días y ya debe de estar por regresar. Espéralo.
Luke se estaba dando un buen festín de lo que había comprado en la calle, Heidi lo acompañaba tratando de que le dejara un bocado a Ethan, pero este no estaba de humor para comer. En silencio se sentó frente a los dos.
-¿Qué te dijo?—preguntó Heidi.
-Juno está en la parte alta de la iglesia y que espere a que regrese Paul. —resopló.
-Ahora entiendo por qué Palmer no se ha decidido para entrar. —objetó Luke. Sus labios estaban embarrados de nutella y no tenía ninguna intención de limpiarse.
-¿Es posible que Palmer sepa que Juno Weber sigue viva?
-Por supuesto, Heidi. Es por eso que nos está acechando afuera.
-No puedo hacernos nada mientras estemos aquí con Juno.
-¡Quiero verla! De seguro Katheryn no volverá pronto y quiero hablar con Juno cuanto antes.
-Ethan, cuando Katheryn regrese… será mejor que huyas. Ella sabrá todo y querrá asesinarnos, pero más a ti. —Dijo Luke, lamiendo sus labios. —más porqué tú fuiste el que se ofreció a matarla, ¿recuerdas?
-¡Eso fue antes! Todo ha cambiado.
-Sí, pero ella no lo sabía.
-Yo no quiero seguir hablando de eso. Katheryn tiene que entender todo. —dijo él, irritado. —iré a dormir un poco.
Con los pies arrastrando, Ethan se dirigió a su habitación que le había tocado para descansar.
Se quitó ambos tenis y se tumbó en la fría cama individual, se llevó la sabana rasposa hasta el inicio de su garganta y se dedicó a contemplar el techo, apagó la lámpara y todo quedó en penumbras. Eran las nueve de la noche de un sábado, sus ojos verdes esmeraldas estaban rojos e inyectados de sangre por la falta de sueño. Treinta noches sin poder dormir a causa de la ausencia de Katheryn, y eso lo tenía de malhumor y lleno de nerviosismo.
-¿Puedo pasar, Ethan?—la voz de Heidi traspasó la puerta.
-Pasa.
La puerta se abrió y un resplandor de luz se coló por toda la habitación. Ella entró en silencio y cerró la puerta.
-¿Por qué no hay luz? No se ve nada.
-Estaba por dormir, ¿Qué querías?—le preguntó de manera brusca.
-Tampoco te comportes como un idiota. —encendió la lámpara y una tenue luz iluminó la habitación. Ethan se percató de la incomodidad de su amiga.
-¿Qué querías?—repitió.
-¿Quieres un poco de té? Luke lo está sirviendo, anda. No has comido bien en todo el mes, vamos. —Lo jaló del brazo, pero él puso resistencia. —si te niegas a ir por el té, te juro que te golpeo. Y sabes que no bromeo, Quin.
-No tengo ganas de nada, déjame dormir. —Musitó y se envolvió entre las sabanas. —cierra la puerta cuando salgas.
Heidi quedó en absoluto silencio. Por un instante, Ethan pensó que se había ido pero ella seguía sentada detrás de él con la mirada perdida. Poco a poco una sonrisa genuina atravesó sus rosados labios de su amiga.
-¡Ya está aquí! ¡Ya está aquí!—chilló alegre.
-¿Qué?
-¡Katheryn! ¡Ya está aquí!—salió disparada de la habitación.
Ethan miraba la puerta abierta con los ojos desorbitados. Katheryn había regresado y él todavía no estaba preparado para hablar con ella. A decir verdad, jamás lo estaría.
Como pudo, se levantó de la cama y se puso su tenis con cierta rigidez. Respiró profundo un par de veces, encendió la luz de la habitación y se miró al espejo que había al lado de la puerta, su rostro era un desastre, pasó de tener un rostro muy atractivo a uno igual o peor que un zombie. Se acomodó su cabello con los dedos, algunos mechones dorados se erizaron más de lo que estaba.
Resopló y salió para darle la cara a Katheryn.
Katheryn se sentó en el sillón viejo y polvoriento, se dejó abrazar por Luke y Heidi durante varios segundos. Mientras que Paul entablaba una charla animada con Becca.
Luke le ofreció un panecillo a Katheryn, pero ella no tenía hambre. Sus ojos grises buscaban a Ethan por todo el lugar pero no estaba.
-Ethan está descansando. De seguro despertará mañana. —le había dicho Heidi en cuanto la vio, pero sus palabras no sonaron del todo ciertas.
Y sí que Heidi estaba mintiendo, pues, un minuto después, Ethan apareció por un gran pasillo. Su aspecto era distinto, tenía los ojos rojos con bolsas azuladas debajo, su cabello alborotado y su ropa de más de dos días de uso lo hacía lucir fatal. Pero Katheryn quería interrogarlo, quería exigirle una explicación a todo lo que Paul le había dicho sobre él.
-Hola, Ethan. —dijo Katheryn.
-Es hora de hablar, Florecilla—dijo él. Su rostro cansado mostraba seguridad, con gesto en la cabeza, le indicó a Katheryn que lo siguiera.
Ella lo obedeció.
-No seas dura con él, pequeña. —le susurró Paul antes de seguir a Ethan.
Heidi le sirvió té a Luke, pero este solo se dispuso a observar a sus amigos caminar a la puerta del caos.
Ethan condujo a Katheryn hasta las escaleras que daban con la primera azotea de la iglesia. Donde el aire frío acompañado con nieve corría por las calles y les helaba la sangre. Tanto él como Katheryn, estaban bien abrigados para soportar el frío.
-Paul ya te dijo todo, ¿no es así?—Ethan mantenía sus ojos verdes en otra parte, lejos de ella.
-Sí.
-Te escucho entonces. Todas tus dudas que tengas, dímelas. —hizo una pausa para exhalar. —te responderé con la verdad.
-¿Es cierto que quisiste asesinarme?
-Todos queremos asesinarnos. Así es esto.
-No, no me refiero a eso. —se abrazó a sí misma. —me refiero a qué, si… tú te ofreciste voluntario para asesinarme con tus propias manos…
Las últimas palabras le quebraron la voz pero se mantuvo firme.
-Sí. —respondió sin emoción. Sus ojos seguían fijos en algún punto lejano. —me ofrecí voluntario para matarte de una vez por todas. Ya no soportaba más presión. Quería que todo acabara de una vez.
-¿Y por qué no cumpliste con tu cometido? ¿Por qué no me dejaste morir cuando aquel idiota entró a saquear mi departamento?—chilló, sus labios le temblaban. — ¿Por qué lo evitaste?
-Yo le pagué a ese hombre para que te matara. —sus secas palabras le traspasaron el pecho de Katheryn como finas agujas. —pero luego, sentí una ligera necesidad de protegerte. De esa estúpida idea de protegerte, comenzaste a gustarme y no pensé que me llegaría a enamorar de ti. Y enamorarme de ti es mi muerte asegurada. Pero arriesgué mi vida por ti y la seguiré arriesgando para que nada te pase.
-Lo que estás haciendo es empeorarlo más.
-No es verdad. Esta leyenda absurda de Diez Elegidos que se matan entre ellos debe terminar. No podemos morir sabiendo que otros como nosotros sufrirán lo que estamos sufriendo.
-Eso es lo que menos me interesa. —espetó ella. Sus ojos ardían de rabia. —yo seré la que se salvará de los diez elegidos. Ya estoy preparada para matar a Palmer y a los demás que se interpongan en mi camino.
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