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Capítulo 18

Eran las cinco de la tarde. Katheryn seguía sola en el hotel.

De tanto llorar, se quedó dormida sin miramientos.

Cuando por fin despertó, el sol estaba menos fuerte, ya había pasado varias horas y ellos aún no regresaban.

Se desperezó y se levantó. Fue al sanitario y regresó de nuevo a la cama.

Dos horas antes había visto a Luke por última vez, corriendo por las calles como un demente.

El teléfono de Ethan estaba en el suelo, al lado de su mochila. Con pereza, alargó el brazo y cogió la pesada mochila, fisgoneó entre sus cosas de Ethan y entre uno de los compartimentos encontró la pulsera de plata que él le había regalado semanas anteriores, recordó que ella misma lo había dejado en su maleta el día que fue a cenar con él en el restaurant donde vendían carne de serpiente.

Sonrió ante el recuerdo de aquella noche, donde por poco vomita en la mesa de tanto asco y Ethan no le decía nada, solo se puso perplejo y algo sarcástico.

-¡No es posible! ¡Son las cinco quince de la tarde y apenas nos dará tiempo de largarnos!—gritó Heidi desde afuera de la habitación.

Katheryn guardó su pulsera en sus bolsillos y dejó a la mochila en el suelo. Se levantó y abrió la puerta antes que ellos.

Ethan traía la mayoría de bolsas del supermercado y Heidi reprendía a Luke.

-Luke, ¿Por qué te fuiste ese rato?—le preguntó Katheryn, cruzada de brazos.

-¿Yo?

-Me dejaste sola aquí. Y no volviste.

Ethan paso junto a ella y Heidi negó con la cabeza y entró detrás de él. Luke se rascó su cabeza, incómodo por los ojos grises de Katheryn, que lo fulminaban sin piedad.

-Fue algo urgente, lo siento.

-No importa. —Rodó los ojos. —ya regresó Ethan y eso es lo que a mí me interesa.

Se dio la vuelta y se acercó a Ethan por detrás. Lo sorprendió dandole un gran abrazo lleno de cariño.

-Florecilla, ¿A qué se debe ese abrazo?

-Solo quiero tocarte.

A un metro de ellos, Heidi hablaba con Luke en voz baja.

-En el avión podrás abrazarme más, Florecilla. —le acarició los brazos con sus pulgares.

-Espero que en Suecia nada cambie entre nosotros, Ethan. —susurró.

-¿Por qué tendría que cambiar?—tragó saliva.

-No me hagas caso. Solo yo me entiendo. —deshizo el abrazo y se dedicó a ver el contenido de las bolsas.

En menos de veinte minutos, los cuatro ya estaban montados en el matiz directo al aeropuerto. Katheryn cogió una barra de chocolate para devorarla en el camino, porque la mayoría de las cosas estarían guardadas con el resto del equipaje en el avión.

Mientras recorrían las calles transitadas, sacó de su bolsillo la pulsera de plata que Ethan le había dado y se la puso.

-Oye, ese brazalete está muy bonito. ¿Dónde lo compraste, Kath?—le preguntó Heidi desde atrás.

-Es una pulsera de plata. —dijo ella, mirándosela. —Ethan me la obsequió.

Ethan clavó sus ojos verdes en ella y sonrió abiertamente.

-Ya veo que la tienes de nuevo, Florecilla.

-La dejé en la maleta que me regalaste y me olvidé. Apenas la encontré entre tus cosas.

-Esperaba a qué me preguntaras por ella, pero no lo hiciste. —arqueó las cejas.

-No tenía cabeza para recordar la pulsera.

-Pensé que te gustaba. —apretó los labios.

-¡Me gusta! No he dicho lo contrario.

Luke y Heidi intercambiaron miradas de indignación.

-Esto no es motivo de una pelea. —dijo Luke, malhumorado.

El aeropuerto de Nueva York era grande. El estacionamiento estaba lleno de autos. El matiz iba a quedar por una larga temporada en aquel lugar, Ethan al principio no quería pero tuvo que aceptar dejar su preciado medio de transporte.

-Heidi, tendrás que transformarnos a los tres. —le informó Ethan, mientras estacionaba el auto.

Del matiz, cuatro personas morenas y de cabello castaño bajaron cargando muchas cosas.

Todas las personas que pasaban junto a ellos, los observaban con fascinación, pues, sus ojos lo mantenían en su color de siempre. Ver personas de piel morena y ojos tan claros, era algo sorprendente.

-En vez de pasar de desapercibidos, estamos llamando más la atención, Heidi. —dijo Katheryn entre dientes.

-Es obvio, no somos normales. —rió.

Tuvieron algunos problemas al abordar. Ethan hizo pasaportes falsos y los encargados no querían creer que ellos eran los de las fotos pero al final, Luke los llevó de paseo a Florida. Si hubiera sido una situación menos difícil, Heidi lo hubiera reprendido pero esa vez sonrió con ganas ante la acción de él.

Los cuatro eligieron lugares separados. En la parte de atrás se sentó Luke para poder descansar y detrás de él se sentó Heidi.

En medio de todos los pasajeros, Ethan y Katheryn tomaron su asiento para poder descansar en silencio y en paz.

-¿Estás bien, Florecilla?—le preguntó él al notar el nerviosismo de Katheryn, que no dejaba de jugar con sus dedos y de mirar por la ventana, que desde ahí se podía ver a los demás pasajeros que faltaban por abordar.

-Nunca me había subido a un avión. —confesó.

-¿En serio?—negó con la cabeza. —no es la gran cosa. ¿Te da vértigo, así como en la estatua de la Libertad en Nueva York?—le pasó el brazo por encima de los hombros de ella.

-Un poco.

-Pero estás a salvo. Aquí. Conmigo. —hizo énfasis en la última palabra y la abrazó con fuerza, luego se dedicó a acariciarle el brazo de arriba abajo. —no te pasará nada.

-Eso espero. He oído de accidentes aéreos donde explotan sin explicación. —se encogió en los brazos de Ethan, temerosa. —de solo pensarlo, me da nauseas.

-Por eso yo no veo las noticias. Porqué luego me sugestiono y pienso que lo mismo me pasará. —Dijo, con una sonrisa. —te recomiendo que en vez de noticias espeluznantes, veas películas o series y si no te parece, lee libros. Eso ayuda.

-¿Quién te dijo que no leo? He leído infinidades de libros.

-¿Así? ¿Cuáles?—arqueó las cejas.

El ruido de las hélices y del motor asustó a Katheryn.

-Tranquila. Ya vamos a despegar. —le dijo él, tranquilizándola.

Y así fue. Mientras despegaban, el piloto anunció que la próxima parada era en Estocolmo, Suecia y sería un largo viaje de más de cinco horas. Luego de eso, el avión quedó en silencio salvo ellos dos.

-¿Qué libros dijiste que has leído?—Ethan retomó la charla para que ella no siguiera asustada por el despegue. Ahora por las ventanas se veía una que otra nube y el sol metiéndose por las colinas lejanas.

-Romeo y Julieta, Cuidados angelicales, Maten al mensajero, Besar a un ángel…

-Solo leíste uno clásico. Los otros libros son recientes. —dijo él, riendo. —no se vale.

-Te dije los que leí, más no me dijiste que dijera los clásicos que he leído. —le sacó la lengua.

-Vale, vale. —Alzó ambas manos mostrando las palmas en señal de tregua. —tu ganas.

-¿Qué libros clásicos o no clásicos has leído tú?

-No me gustan los clásicos. —suspiró.

-¿Por qué? son buenos.

-Por qué algunos y en su mayoría, han sido escritos en nuestra época, Florecilla. Y yo lo que quiero es olvidar aquellos años de sufrimiento y agonía.

-Tal vez es por eso que yo leo los actuales, aunque ahora la lectura, los adolescentes la están haciendo algo mundial, antes era precioso leer pero ahora todos se creen cultos pero lo que están haciendo es darle seguimiento a una breve moda por la lectura. Solo leen por leer y lo peor es: Leen solo para impresionar a otros que también leen.

-Es curioso que sepas tanto de eso. ¿A caso tú también estás en esa moda?—bromeó.

-Nah. Pero me encantaría estar en ella. Solo para saber qué es lo que se siente ser alguien joven, libre, y estúpido.

-Eres joven, libre, pero no estúpida.

-Te equivocas.—se recargó en el asiento, Ethan hizo lo mismo y prosiguió: —Puede que nuestra apariencia sea de jóvenes menores de treinta años rebosantes de vida, pero por dentro somos unos ancianos que hemos vivido tanto y que queremos seguir viviendo, pero algún día tal vez nuestra larga vida finalice. Algún día otros como nosotros surgirán y sentirán lo que estamos sintiendo. Dolor, sufrimiento, miedo y angustia. Somos estúpidos. Somos los mayores estúpidos en el mundo. Ni si quiera sabemos con qué fin fuimos creados, solo estamos aquí. Esperando nuestra muerte lentamente.

Las palabras quejumbrosas y muy acertadas de Katheryn, dejaron boquiabierto a Ethan. Ni si quiera pudo hablar. Tenía la garganta seca de la impresión, sin decir nada, la abrazó de nuevo y ella se dejó abrazar también.

Aquella conversación que había iniciado por el despegue pasó a los libros y de los libros a toda la verdad en pequeñas municiones de palabras.

Una hora más tarde, la cabeza de Katheryn estaba recargada sobre el hombro de Ethan. Ella se había dormido quince minutos después de la dura charla y él no quiso hacer ningún movimiento para despertarla.

Su apariencia de los cuatro seguía intacta. Cuatro atractivos morenos con ojos claros abordaban el avión como todas las personas. Nadie los miraba con curiosidad, solo con asombro. Nadie sospechaba que todo era un truco fácil.

-¿De qué será que hablaban, —Heidi se estiró hacia adelante y le preguntó a Luke, señalándole a Katheryn y a Ethan que estaban siete filas más adelante. —crees que sea sobre Palmer?

-No tengo idea. Pero si hubiera sido sobre ella, créeme que Ethan estaría ahora cayendo de picada del avión. —rió. Heidi le regaló un zape en la base de la cabeza. —es la verdad. Katheryn es muy ruda cuando quiere.

-Debería decirle que te de una paliza cuando andas de coqueto. —Rugió ella. —como ahorita, que le estás sonriendo a esa chica de hormonas alborotadas.

-Es linda. —respondió, dandole de sonrisas a la rubia que estaba a dos asientos de ellos.

-¡Ugh! ¡Qué asco!

-¿Qué?

-¡Esa chica está pensando obscenidades contigo! Te daré hasta cinco para que dejes de excitar a esa rubia, Luke. Sus pensamientos son más fuertes que una película pornográfica.

-¿Qué tan fuertes?—rió.

-¡Uno!

-Ni si quiera pienses que me vas a intimidar.

-¡Dos!

-Heidi…

-¡Tres!

-¡Por favor!

-¡C.u.a.t.r.o!

-¡Ya, ya! Ya no la estoy mirando. —resopló. — ¿Feliz?

-Feliz. —repitió ella con una gran sonrisa.

-Ahora que estás feliz, ¿podrías decirme por qué rayos te sentaste atrás de mí y no a mi lado?

-Por qué hay un anciano sentado a tu costado. No podía sacarlo.

-¿Eso crees?—se dio la vuelta y le dio un beso en la mejilla a su amiga.

-¿Qué harás?

-Nada. Solo esto.

Se puso de pie y cargó al anciano con facilidad, el viejo estaba en un sueño profundo que no sintió el cambio de lugar. Las personas solo observaban la escena con indiferencia.

-Ahora ven y siéntate aquí. —le ordenó.

-A la orden, jefe. —le respondió, riéndose.

Las horas pasaron lentamente. Tan solo faltaba tres horas y media para llegar. El cielo estaba en total oscuridad, salvo la estrellas. Katheryn se enderezó, le dolía el cuello y la espalda. Dormir por varias horas sentada en una posición poco cómoda no era lo suyo. Alzó la mirada para ver a Ethan y lo vio dormido. Su cabeza estaba recargada en el cristal y tenía una de sus manos entrelazada con la de ella, dormía en una posición más incómoda.

Soltó la mano de él y este se movió del lado de la ventana y siguió durmiendo. Katheryn alzó la cabeza y miró a todas las personas durmiendo y algunos con sus libros o tabletas. Al final de la fila, divisó a Heidi y a Luke forcejándose algo de las manos. Rodó los ojos exasperada y se volvió a enderezar en el asiento.

Era el colmo que ese par peleara en vez de estar durmiendo como todos. O tal vez ya habían dormido tanto como ella y apenas se acababan de despertar y se empezaron a pelear por algo.

Quedaba solo unas horas para llegar a su destino. Pero a ella lo que le preocupaba era ver a aquel anciano, Paul.

Tenía bastantes cosas que aclarar y saber con exactitud. Si ella era la Elegida y la más fuerte que todos los elegidos que existían, ¿Por qué tenía que ser asesinada tan brutalmente, en vez de vivir en paz con todos? ¿Qué fin tenía aquello de morir en manos de otros de su misma “especie”?

Pero aquellas respuestas a sus preguntas, ella no lo sabía y lo averiguaría al llegar a ese país.

Tres horas y quince minutos después, todos los pasajeros se estaban abrochando sus cinturones. Ethan se acomodó su “castaño cabello” hacia atrás pero algunos cabellos saltaron de nuevo, dejándole una seña de que había dormido en la parte derecha del avión.

Estaba por dar las tres de la mañana, según el teléfono de Ethan. Pero en Suecia ya estaba aclarando. La diferencia de horario era muy avanzada.

Con la mirada, Luke les recordó lo que tenían que hacer al bajar: Salir lo antes posible del aeropuerto. Tomar un taxi y dirigirse directamente a la Catedral San Nicolás antes de ser identificados por la policía.

Al bajar del avión, cogieron todas sus cosas—que en realidad eran bastantes—y salieron disparados hacia la calle.

Sin embargo, Heidi quedó atorada por una multitud de personas que ansiaba por entrar al aeropuerto. A pesar de que estaba amaneciendo, las personas tenían prisa.

-¡Paren a un taxi! ¡Luego los alcanzo!—chilló entre la multitud. —sé cómo llegar.

-No podemos dejarte aquí, intenta pasar. —dijo Ethan, exasperado.

-Váyanse ustedes, me quedaré para ayudarla. —se ofreció Luke.

-No. Ella se viene ahora. —terció Katheryn, y a paso decidido alargó la mano y sujetó a su amiga del hombro, la jaló con fuerza y esta logró salir tambaleándose de la multitud que seguía empujándose en la entrada.

-¡Olvidé mi mochila!

-Te golpearé si vuelves por ella. —espetó Katheryn, de malhumor.

Ninguno dijo nada al respecto. Las mejillas de Heidi ardían de tanto bochorno pero poco a poco se le enfriaron, pues el aire sueco era frío y helado.

-No trajimos abrigos.

-Paremos un taxi, luego veremos qué hacer. —se adelantó unos pasos para tratar de ver a la distancia algún taxi.

-Al parecer Katheryn se ha convertido en la verdadera líder del grupo. —Susurró Luke en la oreja de Heidi. —eso me agrada.

-Palmer querrá asesinarla con mayor razón…

-¿Podrían cerrar la boca? Por si no se han dado cuenta… ¡Katheryn está a solo dos metros de ustedes y los puede oír!—bramó Ethan, rojo de cólera.

-Dentro de una hora o dos, ella lo sabrá. Supéralo.

-Sí, pero no se adelanten.

Un taxi se dio abasto en el aeropuerto y quedó vacío. Katheryn se adelantó antes que una familia y logró tomar el auto primero. Le dio algo de pena ver a esas personas que llevaban un bebé en brazos pero ella también tenía necesidades.

-Hey, vámonos. —le gritó. Los tres corrieron torpemente hasta donde ella estaba. — ¿Qué dirección?

Le dieron la dirección al señor que conducía y se adentraron en la reluciente ciudad, donde el sol estaba por salir de entre las nubes.

-Paul… espero que ese tonto anciano nos ayude en algo. —protestó Luke.

-Así se llama la persona que buscan, ¿no?—preguntó Katheryn, con sarcasmo.

-En efecto, Florecilla.

-Quisiera hablar con él a solas en cuanto lo veamos.

-De acuerdo, Florecilla. —la miró.

-¿Por qué hablarás con él a solas? Digo, ni si quiera lo conoces.

-Heidi, recuerda esto, guapa: Ya sé cómo hacer una barrera mental a tu poder y ahora no sabes lo que pienso y tampoco lo que sueño. —le sonrió, con orgullo.

Al llegar a la gran catedral, pagaron al taxi y se quedaron lívidos frente a la iglesia. Algunos faroles seguían encendidos, el sol ya estaba afuera por completo y el frío lo acompañaba. Su aspecto de los cuatro cambió en un segundo y se sintieron mejor.

-¿Qué hay que hacer?

-Llamar a la iglesia.

-¿Ahorita?

-No, mañana. —espetó Ethan.

-Pues yo entraré. —agregó Katheryn. Cogió su mochila y dos bolsas y cruzó las calles. Algo en su interior le guiaba a donde ir. Los tres venían detrás de ella sin decir nada.

Al llegar a la puerta principal, Katheryn se detuvo de golpe y alzó la cabeza para admirar la altura de la cúpula.

>>Por aquí, Katheryn. Rodea la iglesia. Encontrarás una puerta negra de madera, toca tres veces. Los estoy esperando. <<

La voz de Paul sonó de repente dentro de su mente.

A pasó desenfrenado, echó a correr por toda la anchura de la iglesia con el fin de llegar a la puerta trasera que le había indicado Paul.

-¡Katheryn, espera!

-¡A dónde vas!

Le gritaron pero ella no volteó. Siguió corriendo. Rodeó por completo la iglesia y encontró la puerta de madera color negra. De aquella puerta salía una mujer de edad promedio, se puso su abrigo y se echó andar por la dirección opuesta de la que había venido ella.

Tocó tres veces y esperó.

Las manos y la espalda le dolían.

Seis segundos más tarde, la puerta se abrió y apareció Paul con una gran sonrisa.

-Pensé que eras igual a como te vi en mi cabeza. —dijo ella. —no creí que midieras más de un metro ochenta, Paul.

Paul rió con ganas y la invitó a pasar.

-Faltan otros tres.

-Eso lo sé, pero entra. Te estás congelando.

Katheryn entró y sintió un cálido ambiente abrazador. Por algún lado había una chimenea, de eso estaba segura. El anciano le indicó que sentara en un sofá algo viejo, la televisión estaba encendida y pasaban noticias matutinas.

-¡Al fin en persona, pequeña!—le sonrió abiertamente y se colocó sus gafas. —es muy temprano todavía para desayunar, ¿quieres un poco de té?

Katheryn asintió y no perdió el tiempo en vacilar. Sus ojos grises barrieron toda la estancia. Era un convento abandonado y ahí vivía el anciano.

Tres minutos habían pasado cuando comenzaron a aporrear la puerta con desesperación.

-Ethan. —susurró Katheryn.

-Ese debe ser Ethan. —dijo Paul, suspirando. Pero su sonrisa seguía. —iré a abrirle o derribará mi pobre puerta.

Y no estaban equivocados. Oyó la puerta abrirse y un Ethan entró corriendo con los ojos entornados buscándola.

-¿Qué demonios te pasa? ¡Te grité que te detuvieras! ¡Pensé que algo te había pasado! ¡Te perdimos de vista!—balbuceó él, sin poder respirar. La abrazó tan fuerte que ella sintió que iba a explotársele un pulmón.

-Hey, Quin. La estás asfixiando. —le dijo Paul, de lo más relajado.

-¿Cómo pudo saber ella donde estabas realmente?—le preguntó Luke a Paul, con los ojos achicados.

-Le indiqué con la mano desde afuera. —mintió y le echó una mirada rápida a Katheryn, esta solo asintió y siguió hablando con Ethan.

-No te vi. —Heidi estaba cruzada de brazos fulminando al viejo. Él, por su parte, servía las tazas de té para los cuatro.

Diez minutos después, los cuatro bebieron su té en silencio. Paul no despegaba los ojos de Katheryn y eso a Ethan le incomodaba.

-Ya que estamos aquí, quiero hablar contigo. —dijo Ethan, cortando la mirada del anciano.

-Eso tendrá que esperar, Ethan. —le respondió con suavidad. —tengo una charla pendiente con Katheryn.

-¿Qué?

-Tenemos mucho de qué hablar. —Repitió Paul. —ustedes saben de qué.

-Yo me di a esa tarea. Yo debo decírselo.

-No. —Interrumpió Katheryn. —de que finalice la charla con él, hablaré contigo, Ethan.

-Así que, tienen bastante tiempo para recorrer todo el país. Katheryn y yo hablaremos y no será una charla breve, será larga. Incluso durará días, semanas o tal vez el mes entero, ¿Quién sabe?—rió el anciano. Ethan, Luke y Heidi abrieron los ojos como platos.

-¿A qué te refieres, estúpido viejo?—musitó Ethan.

-Será mejor que empieces a pensar en cómo explicarle todo a tu novia.

-Vinimos solo a preguntarte si sabes sobre Juno Weber, no para que raptes a mi novia.

-Lo sé, pero es necesario y ella está de acuerdo. —Miró a Katheryn. — ¿verdad, pequeña?

-Sí.

-¿Qué?

-Quedamos en hablar y eso haremos.

-¿Cuándo quedaron?

-No te incumbe.

Luke sostuvo a Ethan antes de que se le fuera encima al gran anciano de más de metro ochenta de altura.

Paul alargó su arrugada mano hacia Katheryn y ella la cogió. Pero antes de salir por la puerta, el anciano se dio la vuelta mirando a Ethan.

-Y Ethan... Mi nieta, Juno Weber está viva. —dijo, con una sonrisa.

Segundos después, el anciano desapareció junto con Katheryn de la vista de ellos tres.

Paul la llevó al mismo bosque donde ella lo había soñado. El bosque a fin de cuentas era real, pero ella nunca había estado ahí para haberlo soñado. Pero el caso era que ese detalle no era importante.

-¿Qué hacemos aquí?

-Hay que aclarar todas tus dudas y tienes que entrenar duro. —le respondió, mientras pateaba una piedra.

Lo de las dudas estaba feliz de aclararlas, pero eso de “entrenar” no sabía a qué se refería con eso.

-¿Qué es eso de “entrenar”? ¿Jugaremos soccer o baloncesto?—sus preguntas inocentes hicieron reír al anciano.

-No, no. Tienes que entrenar para poder salvar tu alma.

-¿Mi alma?—frunció el ceño. — ¿A caso aún tengo?

-Todas tenemos una.

-¿Quién es Juno Weber?—le preguntó de repente.

-Es mi nieta.

-No puede ser tu nieta. Se supone que tú eres de hace siglos y ella no debe estar con vida.

-Lo grandioso de estar en este lugar es que aquí solo pasarán algunas horas y en Suecia habrán pasado semanas enteras. —suspiró. —por eso te traje aquí para hablar sin interrupciones.

-¿Este lugar no es real?

-No.

-¿Qué es?

-Es algo que está hecho de tu mente. Aquí no existe la hora, el tiempo ni el año.

-De acuerdo. Ya nada me sorprende, solo quiero respuestas.

-Empezaré por lo que no sabes. Porque casi todo te lo dije la vez pasada, ¿recuerdas?

-Sí.

-Verás, Juno Weber es mi nieta. Ella fue la primera elegida en todo el mundo, cuando a ella le tocó el rayo, yo estaba junto a ella y ya sabes… a los dos nos dio un fuerte torrente de electricidad pero no fallecimos. Al contrario, nos hizo fuertes. Yo era un anciano que apenas podía andar por si solo y después de eso ya no. —se acomodó las gafas. —pero después de un tiempo, nuestra aldea comenzó a temernos. Mi apariencia no cambió en lo absoluto, pero Juno sí. Ella dio un giro radical en su persona y todos pensaron que era una bruja.

>Nos condenaron a los dos a la hoguera. Pero lo que ellos no sabían era que Juno podía controlar el fuego. Nos ataron a un palo gigante de madera y nos prendieron fuego sin miramientos, no te niego que sentí terror, pero cuando mi nieta me susurró que no me preocupara, me tranquilicé. Ella fingió gritar de dolor y yo la imité.

Fue asombroso. Ella manipuló las llamas convirtiéndonos en ellas. Éramos fuego. Las personas pensaron que nos habíamos desintegrado, pero lo que había pasado era: Que nosotros éramos el fuego. Esperamos un largo tiempo a que todos se fueran para poder huir de ahí. <

-¿Ella puede controlar el fuego?—preguntó, sorprendida.

-El fuego y los demás elementos.

-¿Y usted?

-¿Yo, qué?

-¿Usted puede hacerlo también?

-No. Ojalá pudiera pero no. Yo solo tengo inmortalidad pero ningún poder.

Hubo un lapso de silencio. La mente de Katheryn trabajaba a toda máquina y procesaba aquella información tan gloriosa. Pero sus pensamientos se toparon con las palabras de Palmer “Ethan fue el primero que se ofreció para asesinarte”.

Tragó saliva y miró al anciano, que la miraba a su vez.

-¿Ethan intentó asesinarme?—preguntó, con voz temblorosa.

-Sí, pequeña. Así es.

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