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Capítulo 11

Después de que la camioneta se marchara, Ethan cerró furiosamente las ventanas y la puerta principal del departamento.

-¡Qué demonios están haciendo aquí!—gritó, exasperado.

-Luke me invitó a venir, dice que la décima es agradable y quiero conocerla. —Heidi sonrió y volvió a su apariencia normal al igual que Luke.

-¿Qué están planeando ustedes dos?—Ethan se sentó frente a ellos y achicó los ojos.

-Nada, solo queremos conocer a Katheryn así como tú lo has hecho. —Se encogieron de hombros. —nosotros no la mataremos, si eso es lo que intentas averiguar.

-Llame a Palmer hace unas horas y dijo que estaba en el Caribe.

-¿Lo ves? nosotros nos largamos a Francia para simular descansar lejos de esa playa. —Sonrió con beneficencia y Heidi soltó un respiro. —pero en vez de ir a Francia decidimos venir, y eso fue justo después de que estuve en Central Park con ella.

-Creí que estabas de su lado, Heidi.

-No estoy del lado de nadie, Ethan. Yo solo quiero vivir.

-Y entonces, ¿Por qué siguen a Palmer? Ya saben que sucederá al final.

-Por mi parte estoy con ella para ganar tiempo. —respondió Luke, con gesto aburrido.

-Yo estoy con ella para que me deje al final y poder matarla yo, pero es un secreto entre nosotros. —Volvió la mirada hacia la puerta. —alguien viene.

-Lo hemos escuchado.

-Heidi has tu estúpido truco y ayuda a Luke, creo que es Katheryn.

-¿No la habías dejado dormida?—preguntó Heidi y para la sorpresa de Ethan era cierto. Katheryn estaba bajo su efecto y no podía despertarse a menos que él quisiera.

-Es ella, puedo oírla. —Tragó saliva. —hagan lo que les dije.

Dos minutos después, Luke y Heidi quedaron transformados y Katheryn abrió la puerta de un portazo. Sus ojos grises estaban enrojecidos y con ojeras. Ni si quiera se percató de la presencia de los demás, pasó junto a Ethan y se encerró en su habitación.

-¿Es normal que haga eso?

-No, Luke, no es normal. —Su tono era de preocupación. —debemos dejarla descansar, vengan a mi departamento y allá hablamos.

Katheryn despertó simultáneamente a las cuatro de la mañana. Sus ojos ya no tenían sueño. Estaba en su habitación y todo estaba en total silencio, Clara no estaba junto a ella y tampoco Ethan.

-¿A qué horas llegamos anoche?—se preguntó, aturdida.

Salió a la sala y se sentó en el sofá, dio un bostezo exagerado y volvió la mirada al balcón. Después de un largo viaje, añoraba su departamento, aunque muy pronto lo abandonaría para poder irse a Nueva York y empezar desde cero—otra vez—.

Agudizó el oído y escuchó voces en el departamento de Ethan. Él no estaba solo.

-¡Jesús! ¿Y si son los amigos de Luke los que están con él?—susurró sorprendida. —Ethan Quin… no te lleves la diversión. —sonrió maliciosamente.

Salió cautelosamente al balcón con intención de escabullirse al departamento de él, sin que nadie se diera cuenta. Pero la suerte no estaba de su lado. Se tropezó con sus propios pies y cayó de bruces al balcón de Ethan haciendo demasiado ruido. Las voces de adentro de callaron y la puerta se abrió.

-¿Katheryn?—Ethan la ayudó a reincorporarse. — ¿Qué estás haciendo?

-No te lleves la fiesta a tu departamento, Ethan. —Le sacó la lengua. —quiero ver a los amigos de ese tal Luke Greenwood.

-Hola de nuevo, Katheryn. —salió él, con una gran sonrisa, seguido de una joven bellísima y adorable.

-¿Qué haces aquí? se suponía que tus amigos vendrían.

-Hubo cambio de planes. —se acercó a ella pero Ethan le bloqueó el paso. —tranquilo.

-Ahora que estás presente, Luke, quiero que me digas de donde conoces a Ethan. —espetó.

-Somos amigos desde hace mucho tiempo. —le respondió y Ethan estaba inmóvil al lado de él.

-Él no tiene amigos.

-Sí los tiene, somos nosotros, querida. —terció la joven con acento francés.

-Pero él no puede. —protestó. —Ethan es diferente.

-Los cuatro somos diferentes, cariño.

-¿Qué?

-Ethan, ¿Por qué no le has contado que somos más?—los ojos de la joven serpentearon hasta los de él.

-No tiene caso decírselo.

-¿Decirme qué?—alzó la voz, indignada.

-Katheryn, Ethan y tú no son los únicos a los que un maldito rayo les cayó y les dio belleza e inmortalidad. —dijo Luke, Ethan tragó saliva abrumado. —somos diez en total y tú fuiste la última.

-¿Qué?—de nuevo sintió que iba a colapsar.

-Es verdad, pero no te preocupes. —La sostuvieron del hombro. —todos somos amigos porque somos iguales.

-¡Están locos!—gritó y miró a Ethan. — ¿Por qué les dijiste todo? ahora están jugando con nosotros.

-No Florecilla, odio darles la razón pero es verdad. —Se llevó ambas manos al rostro. —Somos diez pero solo conozco a ellos dos y a ti. —volvió la mirada a ellos, advirtiéndoles.

-¿Y por qué me dijiste que solo éramos los dos?

-Por qué nunca pensé que ellos vendrían.

Hubo un largo silencio.

-Si ellos son como nosotros, ¿Por qué lucen diferente?—inquirió.

-Por qué yo puedo camuflajearme. —dijo la joven. —mira.

En un segundo ella quedó totalmente distinta, su cabello se hizo negro azulado con mechones blancos y sus ojos azules. Y Luke se hizo más alto y los mechones blanquecinos salieron de su cabello.

Los dos eran parecidos a ella y a Ethan.

-¡Cielo santo! ¿Cómo lo hiciste?—exclamó Katheryn, maravillada.

-Cada uno tiene un don diferente, él mío es leer la mente, camuflajearme y hacer el camuflaje en las personas. —respondió con orgullo. —Luke puede hacernos desaparecer y aparecer en otro lugar en cuestión de segundos. —miró a Ethan. —y Ethan tiene el don de hacer dormir a las personas por mucho tiempo y tiene bastante fuerza.

-Y yo tengo el don más patético del mundo. —bufó.

-¿Qué don tienes?—terció Luke.

-Puedo atraer a los rayos a mis manos, pero solo lo hice una vez. —Se encogió de hombros y clavó los ojos en la joven. — ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Heidi Delorme…-sus ojos se agrandaron. — ¿puedes hacer eso?

-Quedé tan sorprendido como tú cuando lo supe. —Dijo Ethan, y abrazó a Katheryn. —ella es genial.

-Ni que lo digas. —agregó Luke, sonriendo.

A las seis en punto, Katheryn volvió a quedarse dormida pero esta vez Ethan no interceptó en nada. Ella había caído rendida por tanta información que había recibido, aunque tuvieron que mentirle en algunas cosas para no alarmarla.

-Fue un error que vinieran, lo digo en serio.

-Oh vamos, Ethan. —Heidi lo abrazó y él se estremeció. —estamos con ustedes. Palmer es una loca y confía en mí, así que debes tranquilizarte. Aún falta tres meses para que pase lo que tenga que pasar. No le diremos nada a Katheryn.

-¿Y sí Palmer los busca y se entera de que están aquí?

-Eso no pasará.

-Por Dios, Luke, ¿Por qué estás tan seguro?—espetó.

-Palmer confía en Jake, y Jake es mi primo de verdad. —Sonrió, complacido. —y él se está haciendo cargo de no levantar sospechas.

-Comienzo a pensar que hubiera sido mejor que Jake hubiera muerto junto contigo. —Ethan se dejó caer en el sofá.

-Fue una suerte haber estado con él, mi única familia. —suspiró. —pero después pelearemos a muerte para vivir.

-Qué suerte la tuya. —sonrió, con sarcasmo.

-Ethan, el caso es que debes tranquilizarte.

-Bien, pero si Palmer pisa este departamento los mataré a los dos. —dijo, de manera amenazante. Ellos sonrieron. —no bromeo.

Al día siguiente, Katheryn despertó sobresaltada. Se tranquilizó al ver que Ethan estaba de espaldas a ella durmiendo y los dos sujetos de anoche estaban sobre el sofá, pero no estaban dormidos, estaban despiertos mirando la tv con bajo volumen. Estaban en el departamento de Ethan.

-¿Por qué aún siguen aquí?—se levantó y ellos volvieron los ojos a ella. — ¿Cuál es el propósito de su inesperada visita?

-Solo pasar el rato con ustedes. —respondió Heidi, con ligereza.

-¿Ustedes conocen a los demás?—preguntó con cierto interés, Luke clavó los ojos en Ethan. —él está dormido, pueden decírmelo.

-Se puede decir que sí. —titubeó. —pero no del todo, preferimos estar solos.

-¿Cuánto tiempo tiene que les sucedió el accidente?

-Yo tengo doscientos cuarenta y cinco años de antigüedad. —respondió la joven, ruborizada. —tenía veintidós cuando cambié.

-Yo doscientos treinta años. —Luke sonrió, orgulloso. —tenía veintitrés.

-Ya veo. —asintió automáticamente.

-Tú apenas tienes ciento cincuenta, eres muy joven.

-Sí, y tenía veinte años recién cumplidos. —Se encogió de hombros. —al menos me alegra saber que no soy la única desdichada en el mundo.

Heidi y Luke intercambiaron miradas de expectación.

-Oye, tu amiga Clara estaba furiosa con nosotros. —Luke sonrió ampliamente.

-¿Qué les dijo?

-Nos gritó que nos largáramos porque no creyó que éramos tus familiares. —Heidi optó por bostezar. —en sí, la odié. Al igual que él rubio, su pareja. Son idiotas.

-Ellos solo estaban protegiéndome, no los culpo de que se hayan portado así. —dijo Katheryn, a la defensiva.

-Pero Ethan entró en acción, les dijo que éramos sus primos. —terció Luke. —pero eso tampoco la chica se lo creyó pero no pudo protestar, solo dijo que la llamaras después.

-Mierda.

-¿Qué pasa?

-Mi teléfono no tiene batería, debo llamarla. —caminó dando traspiés hasta el balcón. —le llamaré desde mi departamento.

-Usa el teléfono de Ethan, vas a romperte el cuello si intentas pasar por ahí. —la joven le tendió el teléfono inalámbrico del departamento. —anda.

-Bien. —cogió el teléfono y marcó, pero Luke la detuvo. — ¿Qué?

-Debes fingir que de verdad somos familia de Ethan.

-¿Por qué? a ella no le interesa en lo absoluto.

-Por supuesto que sí, leí su mente y quiere saber más de nosotros porque al parecer la atracción que siente por Ethan terminó cuando vio a su supuesto primo.—señaló a Luke.—le ha gustado Luke y quiere saber más de él, aunque es algo hipócrita de su parte porque ella tiene al rubio como pareja.

-Wow, le gusté a esa chica rebelde, que locura. —sonrió de oreja a oreja, pero su sonrisa se esfumó al instante. —debes hacerle creer que somos su familia y si te pregunta algo más invéntale alguna cosa. Ella no debe saber nada de nosotros y menos de ti. No debe saber lo que somos.

-Ya, lo que sea. —rodó los ojos y se alejó de ellos para hablarle a su amiga.

A los dos segundos, Clara contestó. Su voz estaba congestionada y ronca, estaba adormitada a las once de la mañana, típico de ella.

-Hey, soy Katheryn.

-¡Por todos los cielos Katheryn Levis!—chilló, y se oyó otra voz distorsionada a su lado. Era Brenton. — ¿Dónde demonios estabas anoche? El idiota de Ethan llegó sin ti y dijo que esos sujetos eran sus primos, que por cierto…-bajó la voz. —su primo Luke no está tan mal.

-Estás loca, deja de pensar en violar a cualquier chico que conoces. —rodó los ojos.

-No lo haré, ya sabes que es lo que pienso. —rió por lo bajo. —pero ya en serio Kath, ¿Dónde estabas?

-Estaba durmiendo en el auto de Ethan. —se mordió el labio y miró por encima del hombro que Heidi intentaba someter a Luke, él quería hablar con su amiga por teléfono.

-¿Estarás bien sin mí? Regresé a vivir con Brenton.

-No hay problema, disfrútalo. —resopló. —te hablo luego.

-Adiós. —colgaron al mismo tiempo.

Ethan ya estaba despierto, sus ojos verdes esmeraldas la observaban en silencio. Heidi le dio una bofetada a Luke y él sonrió con malicia.

-Tu amiga me agrada, Katheryn. Es muy sexy. —dijo, después de unos segundos del golpe de Heidi en su rostro.

-Tiene novio.

-¿Y eso qué? le soy atractivo y un buen polvo no me caería mal.

-Eres un idiota. —lo reprendió Heidi. —ni si quiera lo escuches, Katheryn, siempre tiene las hormonas alborotadas.

-Katheryn, vamos a tu departamento. —dijo Ethan, con los ojos ensombrecidos.

-No traje mis llaves. —miró a su pies descalzos.

-Puedo abrir la puerta, Florecilla. —la jaló de la mano y les envió una mirada áspera a Heidi y a Luke. —no quiero nada fuera de su lugar, estaré un rato con Katheryn. Quiero todo como está.

-Lo que digas, aparte quiero ducharme. —susurró Luke. —apesto a mierda.

-Nunca te duchas, es obvio. —siseó Ethan. —nada de juegos, ¿les queda claro?

-Ya, vete. —espetó Heidi, malhumorada.

Ethan abrió con facilidad la puerta del departamento de Katheryn. Ambos entraron en silencio. El balcón estaba abierto tal y como ella lo había dejado horas atrás.

-Adelante, di lo que tengas que decirme. —Dijo ella, con exasperación. —estoy preparada para lo que tengas que decir.

-¿Qué te tengo que decir, Florecilla?—la miró con perplejidad.

-Sabes a lo que me refiero.

-No, por eso quiero que me ilumines.

-Vas a regañarme por haber ido a tu departamento.

-No lo haré.

-Entonces, ¿Para qué viniste a mi departamento?

-Solo quiero asegurarme que desayunaras algo. —se encogió de hombros. —porque en mi nevera no hay nada.

-Ah. —se sintió como una tonta. —Tampoco en la mía.

-Entonces tendremos que ir a comprar algo de comer porque muero de hambre. —vaciló. —iré a ducharme, paso por ti en veinte minutos.

-De acuerdo.

Él se fue de su departamento y ella aprovechó a darse una ducha rápida. Toda su ropa estaba sucia y no tenía nada que ponerse. Buscó por todas partes y logró encontrar una blusa y un short de Clara, era demasiado provocativa la blusa. Pero no tenía nada que ponerse.

Se delineó un poco los ojos y se pintó los labios con puro brillo, quería estar al natural y relajada.

En veinte minutos exactos, Ethan tocó la puerta.

-Pasa, está abierto.

-No tengo nada de ropa, con suerte encontré esta playera…-dejó la frase a medias al ver a Katheryn con esa escotada blusa. — ¿Irás con esa mini blusa?

-No tengo nada que ponerme al igual que tú y esto es de Clara. —se ruborizó. — ¿Te gusta cómo me queda?

-Te ves hermosa. —le sonrió. —pero no puedes salir así. No es correcto. —frunció los labios con desaprobación.

-¿Qué tiene? Es solo un escote, supéralo.

-No saldrás así, Florecilla.

-¿Qué harás?—lo retó. — ¿vas a quitármelo de encima o qué?

-Si es necesario sí. Ahora quítatelo, le pediré alguna blusa a Heidi que pueda servirte.

-No.

-Hazlo. —le ordenó, sus labios eran una fina línea tensa.

-Es mi cuerpo, Ethan. Y yo decido como vestirme. —espetó.

-Ponte algo encima pero no saldrás así. —apretó la mandíbula.

-Soy libre de hacer lo que quiera. —abrió la puerta para salir. —adiós, iré por comida.

-Soy muy celoso, Florecilla. —Musitó saliendo detrás de ella. —si alguien te mira el escote, no esperes que yo me quede con los brazos cruzados.

-¿Los golpearás?—rió.

-Los haré pedazos. —le dio un pequeño beso en la mejilla. —andando, Florecilla. No hagas que me arrepienta y te ponga una sudadera gruesa encima.

El matiz vino recorrió las calles de California. Era la una de la tarde y todas las personas paseaban. Era sábado y era un excelente día. Katheryn llevaba el cabello suelto y húmedo, sus mechones plateados se alborotaban con el aire y Ethan tenía el cabello seco y sedoso, sus mechones dorados estaban en orden.

-Tu blusa me distrae. —dijo entre dientes.

-No mires y ya. —dijo entre risas.

-Cúbrete un poco, por favor. —insistió, apretaba el volante con fuerza.

-Bien. —se cruzó de brazos y fue mala idea. En vez de cubrirse, hizo resaltar más su busto. Ethan ahogó un grito.

-No tienes remedio.

-¿Qué hice?—se hizo la inocente, luego sonrió con sorna.

-Eres tan rebelde, Florecilla. —rió y sacudió la cabeza. Aceleró un poco más para apurarse. —no sé si podré resistirme por más tiempo.

-¿Resistirte a qué?—quiso saber con mucho interés.

-A desgarrarte la ropa y a poseerte en mi cama.

A Katheryn se le fue la respiración. Ethan la deseaba pero no pensó que él hubiera tenido el valor de decírselo de esa manera tan salvaje y excitante. Ella se mordió el labio, abatida y lo miró fijamente. Estaban en un semáforo en rojo. Él tragó saliva, estaba arrepentido de haberle dicho algo así, pero Katheryn pensó que él estaba pensando en ella mientras que la poseía si piedad en su sensual cama. En cierta forma la mente de Katheryn despegó y se fue muy alto.

-Perdón, en serio no debí haber dicho eso en voz alta. —Se disculpó, pero Katheryn seguía en sus fantasías. — ¿Florecilla?

-¿Qué?—frunció el ceño. Estaba distraída.

-Dije que lo siento.

-No lo sientas.

-Fue espantoso, soy un imbécil. —Se pasó las manos por el cabello. —hablo sin pensar.

-Uhm.

-Tú tienes la culpa, Florecilla. —masculló, enfadado.

-¿Yo? Pero, ¿Por qué?—dijo, sobresaltada.

-Esa jodida blusa es una maldita distracción.

-Bien, me la quitaré para que estés feliz. —se pasó la diminuta blusa por encima de su cabeza y se la arrojó a Ethan en el rostro. Ethan piso el freno de golpe.

-Pero, ¿Qué estás haciendo?—la miró, horrorizado. — ¡Póntela!

-No, ahora no. —se volvió a cruzar de hombros, ahora solo estaba con su sujetador negro de encaje. Los ojos de Ethan evitaban a toda costa ver más debajo de la barbilla de Katheryn.

-¡Póntela!—se la arrojó.

-Nadie me da órdenes, Ethan. —Lo desafió, sus ojos grises mostraban diversión. —te veo luego.

Estiró la mano y abrió la puerta. Ethan se quedó con la boca abierta al verla bajar con solo su sujetador encima, su short no le ayudaba en nada y poco a poco todos los hombres de los autos comenzaron a silbarle y a decirle de obscenidades, ella solo reía y miraba a Ethan mientras caminaba.

-¡Maldita sea, Katheryn!—gritó, enfadado. Se bajó del matiz y la siguió entre las filas de los autos. Ella iba bailando y cada salto que daba su busto se movía, un par de hombres de unos veintiochos años se bajaron de sus autos para seguirla. —ni se les ocurra seguirla, ella es mi novia. —los amenazó.

-Para ser tu novia es algo zorra, ¿no?—dijo uno de ellos, riéndose.

Ethan se volvió hacia él y lo golpeó con fuerza en la nariz, este gritó de dolor. Su nariz estaba rota y burbujeaba sangre de ella.

-¡Mide tus palabras, imbécil!—escupió y se dio la vuelta para alcanzar a Katheryn.

Ella estaba del otro lado de la calle, mirando a Ethan detenidamente con los labios entre abiertos. Él no mentía cuando le dijo que los haría pedazos si alguien la miraba de forma obscena.

-¿Qué haces ahí parada? Ven y ponte esto. —exclamó Ethan, lleno de cólera. En sus manos tenía la blusa de Clara.

-Lo siento. —se acercó a él y pero no se la puso. Ethan tenía los dientes apretados y no la miraba.

-¿Viste lo que me obligaste a hacer? Por tu culpa ese sujeto tiene la nariz rota.

-Dije que lo sentía, ¿Qué quieres que haga? No pensé que fueras tan idiota de golpear al pobre chico solo por verme.

-Sube al auto. —le ordenó. Sus ojos verdes estaban ensombrecidos, a Katheryn le dio miedo verlo de esa manera. Le obedeció sin protestar.

Ethan con solo una mirada de irritabilidad obligó a Katheryn ponerse la pequeña blusa de Clara. Ella se la puso en silencio.

Solo faltaba algunas calles para llegar al supermercado y ninguno de los dos había hablado en los quince minutos que habían pasado.

-Dije que lo sentía, ¿seguirás enfadado?—le preguntó, sin mirarlo.

-¿Por qué hiciste eso? ¿Te volviste loca?

-Solo quería hacerte saber que yo mando sobre mí, y tú no tienes derecho a nada.

-No mando sobre ti, pero eres mi novia y hacer semejante espectáculo frente a todas esas personas no lo iba a tolerar. —frunció los labios.

-Nunca he dicho que sea tu novia. —rodó los ojos.

-Desde el momento en que nos besamos nos hicimos novios, o al menos para mí lo eres. Esa es mi regla. —puso su mano en la palanca de velocidades. —si beso a alguien, prácticamente se convierte en mi pareja.

-Me alegra saber eso. —una diminuta sonrisa atravesó su rostro de ella.

- Por favor, ya no hagas que me enfurezca de esa manera.

-Siempre y cuando me dejes usar lo que se me venga en gana todo está bien.

-Espero que “usar”, no te refieras a vestirte como Clara.

-Odio su ropa, es horrible.

-Llevas puesta una de sus prendas. —le señaló su blusa con la barbilla mientras apretaba el freno para estacionarse detrás del supermercado.

-Por qué no tengo ropa limpia. —resopló.

El supermercado estaba lleno de gente, haciendo fila para pagar y escogiendo sus alimentos en todos los estantes de la tienda. Ningún rostro conocido—pensó Katheryn—.

Ethan se adelantó por un carrito, Katheryn se adelantó en el área de carnes y lácteos. Amaba la carne roja y la leche, podía pasar toda su larga vida viviendo solamente de eso.

Por otro lado, Ethan se tomó la tarea de llevarse piernas de pavo congeladas, enormes piernas de pavo retozaban sobre el carrito acompañadas de carne de soya y algunos mariscos.

-¿Te gusta los crustáceos?—le preguntó Katheryn con un gesto de desaprobación mientras metía dos botes de helado al carrito.

-Son mariscos y saben deliciosos.

-No creo que sean sabrosos, huelen mal.

-Cocinados ya no huelen mal. —resopló.

-Si algún día te llevan al hospital por dolor de estómago, les diré que te atragantaste crustáceos crudos.

Él rodó los ojos y luego sonrió.

-¿Por qué tanta carne roja y leche?

-Amo comerlo.

-Ya sé de dónde sacaste lo agresiva e impulsiva. —arqueó las cejas y dio un suspiro.

Llevaron el carrito de compras repleto de comida hasta las cajas, los cajeros estaban tratando de cobrar lo más rápido que se les permitía pero había bastantes personas. Y a lo lejos, Katheryn logró divisar a Luke y a Heidi haciendo fila en la primera caja.

-Luke y Heidi están por allá.

-¿Dónde?

-Justo en la primera caja. No pensé que vendrían.

-Ellos son aparte, Florecilla. —sus ojos verdes no se despegaron de la pareja aparentemente normales.

De regreso al departamento, un Chevy de placas mexicanas los iba siguiendo a una distancia moderada. Katheryn desempaquetó una barra de chocolate para devorarla en el camino.

-¿Sabes? Tus amigos me agradan.

-¿Luke y Heidi?

-Sí.

-Solo te agradan porqué son como nosotros…

-Te equivocas. —le sonrió mientras masticaba un buen trozo de chocolate.

-¿Entonces…?

-Son buenas personas, solo eso.

-No conoces a Luke. —sacudió la cabeza, fastidiado. —es un demente.

-Ja, Ja, Ja, ¿Por qué lo dices?

-Cuando lo conocí pensé que tenía algún tipo de retraso mental, porqué estaba conduciendo una avioneta recién construida y no sabía nada. —Sonrió, divertido. —la cosa cayó de punta desde más de cincuenta metros de altura, Luke salió ileso del accidente con una gran sonrisa.

-A eso se le llama divertirse, Ethan. —Le dio un pinchazo en la sien derecha—a mí me encantaría lanzarme desde un avión en paracaídas.

-Tienen bastante en común, saben que eso es peligroso pero les gusta.

-No soy fan de la adrenalina pero lo del paracaídas es grandioso.

-¿Grandioso?—arqueó las cejas, ella asintió. —le llamas grandioso a lanzarte de un avión con un débil paracaídas.

-No es débil, eso es la protección.

-¿Y si esa cosa no abre, qué harías?

-Moriría. —embozó una sonrisita inocente, Ethan arrugó la frente consternado. —bien, nunca saltaré de un avión, ¿feliz?

-Aunque quisieras hacerlo, no lo permitiría.

-No te obedecería. —le sacó la lengua. —no me gusta que me prohíban nada, no pensaba tirarme de verdad de un avión pero…

-¿Pero qué?

-Le diré a Luke que nos lancemos de uno.

-Ni si quiera lo digas de broma.

-Ethan, será divertido. —lo animó.

-Odio las alturas…-resopló.

-Iremos juntos, ¿Qué puede pasar?

-Lo hablaremos cuando lleguemos al departamento.

-De acuerdo.

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