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Capítulo 02

En toda la determinada noche Katheryn y Clara se la pasaron viendo la televisión sin dejar de reír, el chico de al lado ya había apagado su música y había bastante silencio en todo el departamento y en las calles. Eran las tres y media de la madrugada.

-Clara... muévete...—susurró Kath entre sueños, su amiga no la dejaba respirar. —muévete...

Pero su amiga no se movió y Katheryn comenzó a asfixiarse de verdad. Abrió los ojos y todo estaba oscuro, logró divisar a su amiga a un metro de distancia profundamente dormida, se enfocó en ver al techo y se percató de una sombra que estaba arriba de ella, sintió unas manos cernirse en su cuello.

-Si gritas te mataré, a ti y a tu amiguita. —dijo una voz ronca y seca. Katheryn no podía ver su rostro por la oscuridad y porque tenía una máscara puesta. Era un ladrón.

Enseguida recordó que había dejado el balcón abierto.

-Toma lo que quieras pero no nos hagas daño, por favor. —jadeó entre susurros, aquel hombre no la soltaba del cuello. —no gritaré, suéltame y llévate lo que quieras.

-Si intentas gritar o haces un movimiento extraño, te disparo. —la soltó y le enseñó su arma, era una pistola con silenciador. —y nadie sabrá que te disparé... no hará ningún ruido mi pequeña. —acarició la punta del arma.

-Te lo juro. —insistió y le rogó a Dios que Clara no despertara porque estaba segura que ella si gritaría.

El hombre comenzó a indagar en el departamento, sacando las cosas de valor de Katheryn, mientras que ella permanecía inmóvil junto a su amiga.

-¿No hay dinero en efectivo, niña?—preguntó irritado. Katheryn tragó saliva, recordó que su dinero estaba guardado en algún lugar lejos de su alcance y era todo el ahorro de toda su excesiva y larga vida.

-N-No. —titubeó. —me he gastado el dinero en golosinas esta noche. —le señaló los botes de helados que estaban en el suelo.

-Estás de suerte, niña. —Se acercó a ella. —Regresaré por el dinero dentro de un mes, ¿de acuerdo?—ella asintió. —Ni una sola palabra a nadie...—le rozó la punta de la pistola en la mejilla. —porque si lo haces, lo sabré... te tengo vigilada.

-No te preocupes, tendrás mi dinero sin preocuparte. —espetó enfadada pero intimidada. —ahora largo de aquí...

-¿Me estás echando?—gruñó.

-Por favor, no grite y váyase de aquí. —imploró.

El ladrón la tomó del cuello con rudeza, Katheryn intentó gritar pero la estaba apretando muy fuerte.

-¡Suéltala, idiota!—gritó una voz muy varonil y familiar, Katheryn jadeaba intentando respirar ya que aún no la soltaba.

-¿Quién eres tú, niño?—quiso saber el hombre, soltó a Katheryn y la tiró al suelo. —te me haces familiar pero por la penumbra no te asimilo.

-¡Lárgate de aquí o llamo a la policía!—le espetó el vecino de Katheryn enfadado.

Katheryn respiraba bocanadas de aire, le ardía la garganta y todo le daba vueltas. Clara estaba despierta abrazándose a sí misma en un rincón.

-Nadie me dice que hacer y menos un niño como tú. —le apuntó con el arma.

El chico se acercó lo suficiente al hombre y le quitó con facilidad el arma, la tiró al suelo sin dejar de observarlo.

-Mira, yo no quiero pelear contigo. —dijo con firmeza. —solo vete y no vuelvas.

-Este no es tu asunto niño bonito. —intentó coger su arma pero el chico lo impidió empujándola en la oscuridad.

-Es asunto mío.

-¿A caso es tu novia o tu hermana la que vive aquí?

-Eso no te incumbe, ahora largo. —le señaló el balcón.

-Oblígame.

De la nada el chico lo tomó del cuello y lo alzó del suelo, lo llevó directamente al balcón.

-¡Bájame!

-¡Largo!—lo soltó fuera del barandal, se oyó un quejido de abajo. Aquel hombre había caído en el contenedor de basura. —espero que no regreses dentro de un mes, idiota.

Katheryn corrió a abrazar a su amiga.

-¿Qué fue eso? ¿Estamos muertas?—preguntó Clara, con los ojos cerrados.

-No, no creo...

-¿Por qué no gritaron en cuanto vieron a ese tipo?—la voz del vecino de Katheryn resonó en la sala.

Todo seguía oscuro y Katheryn lo lograba ver a la perfección pero Clara no.

Él estaba vestido diferente que horas antes, ahora andaba deportivo y despeinado.

-Me estaba asfixiando. —espetó Katheryn. —pero gracias por salvarnos...

-¿Gracias?—soltó una carcajada irónica. —yo no las salvé, salvé mi reputación nena, no quiero que sepan que vivo al lado de una chica que tiene problemas.

-Que genio. —Dijo irritada Clara. — ¿Quién eres por cierto?—se paró del suelo y encendió la luz, al ver al vecino de Katheryn se quedó sin habla. —eres el nuevo inquilino...

-En efecto. —asintió él con aire de pureza, eso resaltó más sus ojos verdes.

-Gracias de todos modos, ahora vete. —dijo Katheryn.

Los ojos verdes del chico se postraron en los ojos grises de Katheryn. Por casi seis segundos sostuvieron ambos la mirada.

-¿Cómo te llamas?—preguntó de repente sin dejar de observarla. Su voz mostraba interés.

-Katheryn Levis.

-Ah. —Ladeó la cabeza. —interesante...—y miró a Clara. — ¿Y tú?

-Me llamo Clara Ponce, pero dime Clary. —le sonrió.

-Interesante...—repitió.

-¿Y el tuyo?—preguntó Kath interesada pero él no respondió. — ¿No tienes nombre, o qué?

-Ethan Quin. —dijo sin más. Sus ojos no dejaban de verla y ella sentía algo en el estómago parecido al hambre pero no era hambre, era algo que le provocaba ver sus ojos verdes esmeraldas postrados en los de ella.

Los días siguientes después de aquel incidente, Katheryn actuaba de manera diferente y ausente, Clara estaba preocupada por ella ya que no quería probar ni un bocado de alimento.

-¡Katheryn que rayos te sucede! tuve que pedir permiso por las dos para no ir al trabajo...—gritó su amiga exasperada tirando el plato de comida de Katheryn, su intento fallido de darle de comer la había estresado. —llevas cuatro malditos días sin comer, ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que ese idiota que nos atacó hace unas noches vuelva?—Katheryn no respondió. —pues si es eso Kath, tu vecino lo dejó más que advertido y sé que no volverá.

-No es eso, Clara...—susurró frustrada. —No sé qué es lo que me pasa realmente, desde que pasó todo eso del ladrón algo cambió en mí. —Se levantó de su cama y fue a la sala, Clara la siguió con el ceño fruncido. —Ese chico, Ethan Quin...—señaló la pared que dividía su departamento con el de él. —me tiene de este modo.

-¿Ethan?—su amiga apretó sus perfectos labios rojos, estaba lista para salir a dar una vuelta pero prefirió quedarse con Katheryn. — ¿Por qué piensas eso? si desde esa noche no lo hemos vuelto a ver.

-No entiendes...—se frotó las sienes.

-Si me explicas, entenderé. —se acomodó en el sillón y alargó su mano para coger el brazo de Katheryn—toma asiento y habla.

-De acuerdo.-resopló y se sentó.

-Adelante...

-Bien, pues... desde que nos presentamos los dos y él me miró a los ojos sentí algo extraño dentro de mí, mi estómago sufrió un calambre o algo por el estilo, y al sentir su mirada acoplándose con la mía... sentí que ya lo conocía desde antes, me resultó muy familiar...—postró su grisácea mirada a ningún punto en particular.

-Eso es raro. —dijo Clara, sorprendida. — ¿Por qué no intentas hablar con él? tal vez sea algún compañero de la infancia que tuviste.

-Puede ser...—mintió Katheryn. Eso era absurdo, ya que sus compañeros de la infancia tenían más de un siglo de haber muerto y era imposible.

-Ahora hazme el favor de comer. —le dijo seria.

El teléfono de ambas sonaron al mismo tiempo y ninguna quiso coger el suyo. Querían pasar el día juntas y sin disturbios y para eso Clara ya estaba preparada.

-Son las cinco de la tarde Kath, iré a la casa de Brenton a traer toda mi ropa. —le avisó metiendo su teléfono en su bolso. —no tardaré nada y de pasó iré a rentar películas.

-De acuerdo y ten cuidado con Brenton. —le aconsejó mientras devoraba su helado de vainilla sentada en la alfombra y jugando con su consola.

Su amiga se fue y ella quedó sola. En todo el departamento no se oía ningún ruido, ni si quiera de su nuevo vecino, Ethan.

-¿Qué demonios me pasa?—se dijo así misma. —es solo una persona equis, no lo conozco de ningún sitio...

Pero de nuevo sintió aquella sensación que tuvo cuando Ethan la había mirado. Se abrazó así misma al sentir un aire frío proveniente de su balcón, pero ella recordaba haberlo cerrado.

Volteó la cabeza hacía al balcón y dio un respingo de sorpresa.

Ahí estaba él, Ethan Quin estaba parado en la puerta de su balcón con una sonrisa dibujada en su rostro. Sus ojos verdes esmeraldas también le sonreían a ella.

-¿Qué haces aquí?—le preguntó ella, de mala manera aunque su corazón latía a mil por hora, quiso levantarse pero él se lo impidió sentándola de nuevo en la alfombra. Él tomó asiento junto a ella. —tú mismo pediste privacidad y ahora eres tú él que entra a mi departamento.

-Hola, estoy bien gracias. —dijo con sarcasmo pero su sonrisa no se desvaneció.

-¿Se te ofrece algo?—preguntó ella, con cierta desconfianza.

-Quisiera charlar un rato con mi vecina que atrae problemas, ¿A caso no puedo?

-Para eso está la puerta, pudiste tocar. —Bajó su mirada a su bote de helado. — ¿Quieres un poco?—al preguntarle eso, se ruborizó y se sintió tonta por ese gesto de indignación de su parte.

-No gracias, yo prefiero el de fresa, es mi favorito. —ladeó la cabeza y sus mechones dorados se agitaron brevemente.

-De acuerdo. —Katheryn estaba al borde de decir estupideces al tenerlo tan cerca. — ¿De qué querías hablar?

-¿Tu amiga y tú viven juntas?—preguntó interesado.

-¿Qué?—Katheryn se quedó absorta, ¿A dónde quería llegar con esa pregunta tan fuera de lugar?

-Oíste perfectamente lo que dije, Katheryn.

-Sí, pero no entendí a qué te referías con esa pregunta tan incoherente de tu parte, eso no es de tu incumbencia, Ethan. —le respondió tajante.

-Uhm. —Dijo, pensativo. —tu amiga me agrada, es muy linda.

De repente Katheryn sintió ganas incontrolables de estrangularlo ahí mismo, una oleada de ira y celos se apoderó de ella.

-¿Y por qué me lo estás diciendo a mí? en ese caso habla con ella y se lo dices, ahora largo de mi casa. —Le escupió con frialdad. —pero tendrás que venir en la noche porque ella no está.

-Lo sé, la vi salir hace unos minutos a la calle. —Observó la puerta y luego dirigió su verdosa mirada a Katheryn. — ¿No sabes a dónde fue?

-Mira, Ethan...—respondió dócilmente, ocultando la ira en su voz. —Sé que Clara es bonita y linda pero si quieres ligártela hazlo, pero habla con ella, no conmigo ¿vale?—al decir esas palabras sintió un dolor en su corazón, sentía que él era suyo, que le pertenecía. Y aunque solo lo conociera apenas de hacía cuatro días sentía una conexión fuerte hacia él y no sabía la razón, y la mera idea de imaginarlo al lado de su amiga la enfurecía.

-Es guapa obviamente pero no quiero ligármela, no quiero compromisos ahora. —se recargó sobre sus rodillas. —solo quería romper el hielo contigo, no tengo un tema de conversación interesante para hablar y para no aburrirte pensé que sería interesante hablar de tu amiga, pero veo que eso no fue correcto porque te enfadaste y estás celosa de que estaba interesado en ella y no en ti.

-No estoy celosa y tampoco enfadada. —se ruborizó. Había sido una tonta al imaginarse semejante tontería.

-A que sí lo estás, por eso estás sonrojada. —rió divertido. Su risa fue como música para los oídos de Katheryn.

-Ni que estuvieras tan bueno. —Katheryn se cruzó de brazos y puso los ojos en blanco.

-¿Piensas que soy feo?—preguntó él, con la voz vacilante. —tú amiga piensa lo contrario...

-Esta conversación va hacia un rumbo sin sentido. —Se levantó del suelo y caminó hasta la cocina. — ¿Dónde estuviste estos cuatro días después de que me entraron a robar?—sacó un bote de helado de fresa de la nevera.

-Estuve vagando por la ciudad, es aburrido estar todo el día dentro del departamento.—se acercó hasta a donde Katheryn estaba y se sentó en la isla de la cocina.—que bien, tienes helado de fresa.

-Sírvete. —le lanzó un plato especial para helado al aire y Ethan lo cogió con facilidad, algo que nadie excepto ella había podido hacer ya que Katheryn había lanzado el recipiente a una altura elevada y a una distancia algo grande y nadie había sido tan capaz de tener aquellos reflejos.—buenos reflejos...

-Gracias. —dijo, comiendo ya el helado.

-¿Te puedo hacer una pregunta?—inquirió ella, lamiendo su cuchara a un lado suyo.

-Por supuesto.

-¿Por qué te mudaste a la ciudad?—Ethan volteó a verla. —es curiosidad.

-No tengo ningún lugar fijo donde vivir, suelo mudarme a otra ciudad cada seis o cinco años, me cuesta adaptarme. —su voz estaba apagada por el helado que tenía en la boca.

Katheryn sintió escalofríos, él también se mudaba cada determinado tiempo de ciudades al igual que ella.

-¿Puedo saber la razón?

-Es complicado de explicar, pero estaré los próximos seis años aquí, así que tal vez pueda contártelo más adelante cuando nos conozcamos mejor y no me tomes a loco.—sus ojos recorrieron el rostro de Katheryn sin pena alguna, y se quedó mirándole su cabello.—nuestros cabellos tienen un ligero parecido, ¿no te parece?

-Hasta ahora que lo dices me doy cuenta, no lo había notado. —dijo con sarcasmo, él rió.

-Mi cabello es así desde hace tiempo y no puedo teñirlo o rapármelo ya que siempre vuelve estos mechones dorados. —jugó con sus cabellos.

-Qué raro. —frunció la nariz incómoda. Ethan la estaba asustado mucho, parecía que le estuviera contando su propia vida de ella.

"Ding, Dong"

El sonido del timbre indagó en todo el departamento, Katheryn nunca había estado tan feliz de oír ese sonido. Así podría liberarse un poco de la tensión de Ethan y de ella.

-Yo voy. —se ofreció él, dejando su plato vacío sobre la isla de la cocina.

Katheryn aguardó en la cocina.

-¿Ethan?—la voz de su amiga se hizo presente. —hola, ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí?—su tono de voz tenía un grado elevado de coquetería.

-Vine a visitarlas. —respondió Ethan, la incomodidad en su voz sorprendió a Katheryn. —pero ya es hora de que me vaya.

-Pero, ¿Por qué? apenas acabo llegar, quédate. —le pidió Clara. Ethan soltó una carcajada vacilante.

-No puedo.

-Aguafiestas. —espetó Clara riéndose.

Ethan fue a la cocina a ver a Katheryn, seguido por Clara.

-Katheryn debo irme, gracias por el helado. —Le sonrió amistoso. —Espero volver a charlar contigo como hoy. —Hizo una pausa y señaló al balcón. —cierren bien esa puerta.

-De acuerdo. —asintió ella titubeante. —no te preocupes...adiós.

-Adiós. —se despidió de ambas agitando la mano y se fue.

Katheryn ya estaba preparada para soportar el interrogatorio de su amiga. Pero estaba de lo más estresada para contarle los detalles de aquella inesperada visita de su vecino atractivo, así que decidió fingir cansancio y se fue a la cama aunque eran las ocho de la noche. El plan de ver películas por la noche se pospuso hasta nuevo aviso.

Esa noche Katheryn tuvo un sueño fuera de lo común.

Ella estaba en un bosque y era de noche, no había ninguna luz solo la tenue claridad de la luna sobre su cabeza, estaba sola y no sabía dónde estaba ni porqué estaba allí. Pero sentía la presencia de alguien, y ese alguien la estaba asechando desde muy cerca.

-¿Quién está ahí?—gritó llena de valor en dirección a los enormes pinos llenos de oscuridad. Pero nadie respondió.

Unos pasos zigzagueantes se oyeron a solo unos metros de ella y se pararon en seco para cambiar de dirección. Katheryn estaba inmóvil en aquel claro donde la tenue luz de la luna la iluminaba y la dejaba algo absorta de la oscuridad de aquel bosque de mal gusto.

De repente una fulminante luz la cegó por completo, no podía ver nada, solo silueta de unas diez personas rodeándola.

-¿Quiénes son ustedes?—dijo alarmada, tratando de verlos a través de aquella luz sobre su rostro.

-Ella es la última. —oyó aquella voz tan varonil que recordaba a la perfección, sintió que iba a desfallecerse. Era Ethan. Katheryn retrocedió varios pasos y tres siluetas avanzaron a ella. —no la toquen, yo lo arreglaré.

-¿Qué es lo que quieres de mí, Ethan?—al fin aclaró su vista y lo vio frente a ella con su sonrisa vacilante, a pesar de que podía ver a la perfección en la oscuridad, en aquel instante era lo contrario.

-Todo. —le respondió de modo tajante, su rostro ahora estaba contraído. —esto es peligroso Katheryn y debes venir con nosotros. —la tomó del brazo.

-¡Aléjate de mí!—gimió dándole de patadas y puños pero él no se movió y tampoco la soltó.

-Es por tu bien, sino vienes tendremos que asesinarte. —dijo otra voz, pero era una voz de chica.

-¿A qué se refieren?—inquirió Katheryn aferrada a la mano de Ethan.

-No eres la única diferente querida, así como tú sobreviviste a un estúpido rayo, también sobrevivimos nosotros…

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