Yrene XXVII
No conseguía dormir.
En la mañana todos partirían hacia Londres pero no era lo que la mantenía despierta ni ansiosa sino su conclusión: pondría fin al compromiso después de su viaje.
Aún no había comentado aquello con nadie. También le generaba conflicto el ir a ver a Krystal después de tantos años, la amaba, tanto como a Sienna, tanto como a Dahlia. En su corazón siempre sería su hermana.
Se levantó de su cama y se sentó en el borde, había aceptado que no encontraría descanso. Miró a su reloj de pared: once con treinta y cinco.
Caramelo saltó a la cama y lo acarició, un par de gatos permanecían dormidos sin preocuparse por el movimiento de su dueña. Despertó a Clavo al acariciarlo y este se levantó para acercarse y recibir más cariños.
—Pronto nos vamos a ir, ternuras —acarició entre las orejas a Clavo y después a Caramelo que se acercó también—. ¿Que les parece Iulius?¿Les gusta?
Sabía que si, los gatos de manera constante se frotaban contra él y se trepaban en sus piernas, caso contrario a Jill, de quién huían con insistencia.
Quizá eso debió ser una señal temprana de que Jill no era para ella.
El timbre. Se le ocurrían pocas personas que tuviesen tan poco decoro y sentido común como para ir a tocar su puerta casi a la media noche. Seguro era un Mærsse.
Bajó con prisa y se encontró con Emilie en la puerta.
—Pasa, me alegra tener compañía en esta noche de insomnio —dijo y dejó a Emilie entrar.
—Yo tampoco podía dormir y quería conversar pero Iulius duerme como una roca —respondió.
Eso lo sabía. También que a veces hablaba dormido y discutía si alcanzaba a oír una respuesta.
Llevó a Emilie a la sala más grande en el piso de arriba y ambas se pusieron cómodas.
—Isaak ha hablado de matrimonio —comentó—. Iulius considera que debería aceptar.
—¿Que te hace dudar?
—Iulius me necesita aún, hay demasiado que hacer —contestó.
—Siempre hay muchas cosas que hacer, supongamos que pasado mañana por la noche se firma la paz —dijo, pensando respecto a esa respuesta—. Después sigue reconstrucción y levantar un país tarda más de una vida.
—Lo sé y aún así me siento en deuda, ¿si no estoy yo a su lado, entonces quien? —Emilie la miró a los ojos.
Entonces tendrían ese tipo de conversación.
—Sé que aún hay mucho que hacer pero no puedes poner tu vida y tus deseos en pausa hasta que todo termine —respondió—. Iulius lo mató para que fueras libre de hacer lo que quieras.
—Él me salvó, Yì Rén —argumentó—. ¿Como podría casarme y dejar que alguien más cuide la espalda de mi hermano? ¿Cómo podría tener un bebé cuando él tiene su vida personal detenida?
Emilie era demasiado vieja para parir, había detenido su tiempo a los cuarenta y cinco años pero se dijo que probablemente ese no era un comentario adecuado para hacerle.
—Creo que a Iulius le encantaría sostener a su sobrino en brazos —aseguró—. Y repito, Iulius mató al capitán para que tu ya no tuvieras que ser nada que no quisieras ser y él no está solo ni lo estará, voy a estar ahí.
—¿Eso significa que no te casarás con Jill de Rais? —preguntó.
—Significa que busco apoyar a Iulius y a ti —aclaró—. Pero si, significa que voy a cancelar mi compromiso y los alcanzaré en Islandia dentro de un par de meses.
—Será un placer tenerte con nosotros otra vez —contestó pero podía ver que aún tenía dudas.
—No es sólo que no quiero que Iulius esté solo —Emilie se pasó una mano por su corto cabello rubio—. Es que a veces pienso que ya soy demasiado mayor para esto, casarme y tener una familia propia.
—No creo que haya una edad para casarse, sin embargo, no sé si podrás embarazarte —contestó.
—Ese barco ya zarpa pero si me gustaría adoptar un bebé o un niño, la guerra deja muchos huérfanos —respondió, Yì Rén se sintió aliviada de que su comentario no fuese mal recibido—. Tu no haz tenido hijos pero ya estuviste casada.
—Mi anterior esposo y yo lo buscamos pero nunca se nos dio concebir —respondió—. Él ahora tiene un hijo, sólo le llevó casi un milenio conseguirlo.
—Supongo que tú no deseaste bebés pues podrías haberlo intentado con otros hombres.
—Supongo tienes algo de razón, Emilie —No quería hablar de que después de Darius tuvo cierta aversión por los hombres—. Igual no lo descarto, siempre digo la mentira de que detuve mi tiempo a los treinta y dos pero lo hice a los veintiocho, no quería perder la posibilidad de tener hijos pero tampoco quería tenerlos en ese momento.
Emilie giró el anillo en su dedo.
—Aún es extraño esto, detener el tiempo —dijo—, luego dejarlo correr a placer.
Lo era. Pero era aun más extraño detenerlo de forma permanente.
—Yrene, no tengo intención de vivir por siempre.
Ese era un comentario peculiar. ¿A dónde quería llegar Emilie con la conversación?
—¿Cual es el punto al que quieres llegar? —preguntó, era mejor que divagar.
—No sé, desde que perdí la pierna me di cuenta que no he hecho mucho de lo que deseo —respondió—. Pero cuando miro la posibilidad de vivir como tú, la odio, quiero envejecer con Isaak, quiero un tener canas y hornear pasteles para nietos, no soy como tú o como Iulius.
No lo entendía. Ella adoraba vagar por el mundo, verlo transformarse, descubrir nuevos inventos, nuevas personas, sabía también que Iulius compartía esa fascinación por el cambio y la novedad, no conseguía entender que alguien aceptara morir. No comprendía pero podía respetarlo.
—¿Estás preguntando si yo me quedaría con Iulius por siempre?
—Si.
—No es una pregunta correcta, Emilie Mærsse —contestó—. Primero tendrías que preguntarle a él si le gustaría pasar la eternidad conmigo, tengo entendido que eso son muchos años.
—No necesito preguntar las cosas que sé, Yì Rén, no necesito preguntarle al océano si es peligroso ni al cielo si es azul, solo necesito ojos y un poco de sentido común —aseveró con una sonrisa amplia—. ¿Recuerdas cuando se conocieron?
—Por supuesto, recuerdo que tu me convenciste de viajar a conocerlo —respondió.
De eso hacía casi tres décadas pero lo recordaba con claridad, pocas veces se había sentido impresionada al conocer a alguien y aún más con él, pues la experiencia fue peligrosamente cercana a mirarse en el espejo.
—¿Alguna vez te ha dicho su impresión de ti?
Lo había hecho pero en cierta medida consideraba que Iulius era cortés y muy generoso respecto a su impresión inicial. Le había dicho que la primera vez que la vio, con el cabello tintado en rubio y sus ojos grises, había tenido la impresión de tener al sol ante sus ojos.
—Alguna exageración halagadora ha dicho al respecto, si —respondió.
—Bueno, te diré lo que me dijo a mi, hace muchos años, mucho después de que vivieran juntos pero lo recuerdo bien —La vio mirar hacia arriba, haciendo memoria del momento—. Dijo que cuando te vio sintió como si el sol hubiese bajado del cielo para ayudarlo y que después de conocerte lo confirmaba.
—Aduladores, los dos —bromeó—. Sé que me tiene aprecio, el aprecio es muy distinto a lo que te lleva a casarte y buscar una vida con esa persona.
—¿No eres tu la que piensa que el amor puede llegar después del matrimonio?
—Touché —respondió, siempre era agradable conversar con Emilie—. Y aún así, no soportaría casarme con él pensando en que no me ame.
—No puedo obligarlos a hablar de sus sentimientos entre ustedes, no puedo presionarlos a estar juntos pero me preocupan en gran medida —Emilie parecía cuidar sus palabras—. No entiendo que mierda están haciendo, de verdad y por favor, no vayas a decirme que lo que sea que hay entre ustedes es una amistad y que no necesita ser más, ni que no se arregla lo que no está roto, sé lo que detiene a Iulius pero no sé que te detiene a ti.
¿Qué la detenía?. Yì Rén guardó silencio.
—¿No lo amas?
—No me preguntes eso, Emilie, hay cosas más importantes a las que poner atención, una de ellas que los principados pretenden emboscarlos en su vuelta a Islandia —El cambio de tema era una medida desesperada, después de todo, Iulius ya lo sabía.
—Eso está cubierto con un cambio de ruta, que a propósito no conoce toda la tripulación, la información no es nueva Yì Rén, no quieras escapar de la pregunta —afirmó—. ¿No amas a mi hermano?
—Dices que no necesitas preguntar lo que tus ojos y tu sentido común te pueden responder —No estaba lista para decirlo.
—Espero vivir lo suficiente para escuchar a ambos verbalizar lo que ya todos sabemos.
Entonces Iulius tampoco había respondido a esa pregunta.
—Los principados tienen un aliado entre ustedes, Lilja Johandóttir me parece una opción obvia pero no sé, también podría ser alguno de sus partidario, sea cual sea el resultado es el mismo, al menos tenemos gente entre ellos, infortunadamente no me pude hacer con el contenido de la propuesta para Iulius —Se volvió a desviar—. Tengo piezas verbales pero no una copia del documento.
—¿Discutiste eso con Iulius? Ciertamente él no me contó nada.
—Lo discutimos, si, tal vez le ofrezcan el principado de Islandia —respondió—. Es una buena oferta, una posición de poder absoluto junto a los otros príncipes y princesas, riquezas, un titulo pero Iulius no se va a vender por eso.
—Pero Lilja si, lo pone en la trampa y le valen ese trato —concluyó.
—Yo les dije que la ejecutaran hace veinticinco años pero no me escucharon —contestó.
—Quizá debimos escucharte.
Quizá, pero si la hubiesen escuchado habría dejado a cuatro niños huérfanos y un tercio de la rebelión habría desertado, al final Lilja era demasiado influyente como para simplemente ejecutarla, no, para ella habría de preparar algo especial.
Jill de Rais no había hablado casi nada en el camino, estaba molesta por alguna razón que se escapaba del entendimiento de Yì Rén.
Su aún prometida sólo había expresado una ligera sorpresa al hecho de que poseyera un auto, como si no fuese algo obvio para alguien de su posición. Estaba decida a no desposarla pero no lo había comentado con nadie que pudiese decirle nada, así que la distancia y frialdad de Jill de Rais encendía una pequeña alarma en ella. Cómo si a través de esa distancia pretendiera obtener atención y pensar eso no le gustaba.
Finalmente detuvo el auto y ambas bajaron.
La casa era preciosa, como todas en Mayfair, era una propiedad grande y lujosa, pese a ello fue Krystal Belcourt quien les abrió la puerta.
—Yì Rén, no te esperaba tan temprano —dijo—. Pasen.
Permitió a Jill entrar primero y luego ella. Krystal iba vestida de un exquisito azul celeste y el cabello recogido en un peinado sencillo.
—Jill de Rais, te presento a mi hermana, Krystal Belcourt.
—¿Esta es tu prometida? Es hermosa —Krys extendió su mano a Jill, quien la estrechó con fuerza—. Eres realmente muy bonita, ¿les apetece té? Lo preparé en la mañana, Sienna lo está calentando de nuevo.
No quería nada, menos extender su visita pero suponía que algo de té no le haría ningún mal.
Las tres se dirigieron a la sala de visitas, un piano, varios libreros y sillones constituían el mobiliario, Yrene recordó haber comprado algunos. Las tres tomaron asiento y pronto se les unió Sienna que llevaba el té.
—Dime, Yìyì —dijo Krys—. ¿Cuál es el asunto que deseas tratar?
—No me llames Yìyì, sabes que no estás autorizada —Le contestó y dio un sorbo a su té, el cual consideró que era repugnante—. Déjanos beber tu exquisito té y después conversemos, ahora que lo pienso, Jill podría encontrar interés en tu preciosa galería.
Esperaba que el mensaje de que no iba a discutir finanzas ni asuntos personales frente a Jill de Rais ni frente a Sienna quedara claro. Eran asuntos delicados y que sólo interesaban a las dos.
Jill la miró de reojo y no supo descifrar que había detrás de esa mirada pero no lo había visto antes, enojo, molestia o algo que se le asemejaba pero parecía estarle quemando por dentro.
—Tienes razón, Yì Rén —Krystal bebió de su té—. ¿Ya han puesto fecha a la boda o se demorarán cinco años?
No debía pero le hizo gracia, al menos conservaba algo de carácter y sentido del humor.
—Pretendemos fijarla pronto —aseguró Jill, un poco a la defensiva—, aunque no queremos apresurarnos.
Pensó en contradecirla pero encontró interesante esa iniciativa.
—Exactamente, no vamos a apresurarnos —Esa vaguedad hizo que Sienna le diera una mirada de extrañeza—. Una boda es un evento importante.
—Si, sería lamentable que resultara como la última vez.
Lo primero había sido gracioso, este no tanto. Krystal siempre sabía como enfadarla, no sabía si debía ignorarla o jugar su juego, sin embargo esa no era la actitud que esperaba, Krys, así como podía ser muy dulce y apacible, también podía ser muy cruel y agresiva pero Yrene no le había dado motivos para esa hostilidad.
—¿Por qué tan hostil, Kyung Soon? —inquirió, usando su nombre de nacimiento, aquel que tan desesperadamente había querido borrar—. ¿Tuviste una mala mañana?
—¿Podrías mostrarle la galería a la encantadora prometida de nuestra hermana, Sienna?
Sienna asintió y se levantó, Jill tuvo la sensatez de no protestar, cuando ambas se fueron del salón Yrene vio la sonrisa de Krys desplomarse.
—No te basta con tu dinero, también quieres el mío —sentenció Krystal—. ¿Qué es esa tontería de que quieres poner bajo un sólo nombre nuestros negocios?
Entonces eso era.
—Si, bajo el tuyo —respondió—. No necesito tu dinero, sólo quiero hacer el papeleo y traspasarte todo.
—¿Cuánto?
—Repito, tal vez no fui muy clara, no necesito tu dinero, necesito que firmes los papeles que te llegarán en cuatro días con mi abogado —contestó—. Mejor agradece, que con dinero no podrías pagarme los siglos que tardé en conseguir los fondos para estas empresas ni las pérdidas que yo absorbí por tu bien financiero.
—¿Es un reproche?
Quizá, pero algo de derecho tenía a eso.
—Quizá, aún estoy decepcionada de ti, llegué y de inmediato pensaste que vine a quitarte algo —respondió—. Nunca he sido así y me duele que hayas llegado a concebirme tan mezquina.
—Me disculpo, con todo lo que está pasando y las cosas que dijo Dahlia, me he puesto de nervios.
—Entonces te visitó —contestó, había esperado poder evitar el asunto de Dahlia tanto como le hubiese sido posible—. ¿De qué hablaron?
—Tus padres van a desheredarte, sé que no te importa mucho el titulo pero ello implica pérdida de mucho de tu poder político y las ganancias de Industrias Adler, tomando en cuenta que industrias Adler crea maquinaria para fábricas y trenes sé que te dará problemas la ausencia de ese capital, dependiendo del resultado de mañana podrían levantar cargos contra ti por traición e incautar muchos de tus bienes.
Tenía dos años y medio de haberse retirado de Industrias Adler pero al parecer esa información no había corrido ni llegado a Dahlia.
—Mis padres no van a desheredarme.
—Me temo que no hay elección, es una indicación real, fue nuestra princesa, Isabel, quien envió a por Dahlia —contestó—. No vas a negarme que tenía motivación para pensar mal.
—Lo concedo, igualmente tu agresividad estuvo fuera de lugar.
—No me engañas, te hizo gracia en algún nivel —respondió—. Y, ¿exquisito té? Es el peor té que he hecho en esta semana.
—Te creo, a veces con tus preparaciones llegué a sentir que para mi se abrían las puertas del infierno —bromeó—. Pero tenía que ser decente frente a Jill.
—Parece agresiva.
Lo era, en ella había ira contenida que esperaba por una excusa para salir a la superficie.
—Fuiste muy poco amable, igualó tu tono —afirmó—. ¿Entonces firmarás los papeles?
—Si pero igualmente quiero enviarte ganancias a alguna de tus cuentas en el extranjero, creo que es lo justo —contestó—. ¿Cómo lo está tomando Ginny?
—Krys, no soy imbécil, sé que están juntas o al menos que quieren estarlo y que a veces van de viaje juntas —respondió—, ya háganlo público o lo que sea, la frustración está acabando con Genevieve
—¿Lo aprobarías?
—No necesitaron mi aprobación para acostarse antes y eso que era prometida de Ginny, no la necesitan ahora —bromeó—. Aunque una disculpa no me vendría mal.
—Lo lamento, sé que traicioné tu confianza y nuestra amistad.
No se sintió mejor pero había algo muy liberador en escucharlo.
—¿Puedo usar tu tocador, Krys?
—Adelante.
Yrene se levantó y al abrir la puerta que daba al pasillo se encontró con Jill de Rais, quién tenía culpabilidad en su expresión.
—¿Nos escuchabas?
—Yo, si, lo lamento —confesó—. No era mi intención ser indiscreta pero pasé por aquí y tuve curiosidad.
—¿Qué tanto escuchaste?
—Sólo cuando le preguntaste por el tocador —mintió.
Era lo último que necesitaba, que una mujer con la que no iba a casarse tuviera conocimiento de muchas de sus intimidades.
Nota: Estamos en la recta final de esta historia, quedan trece capítulos y esto va a comenzar a irse a la mierda. Aquí la infame Krystal y Jill con esta nueva información. Veamos que pasa.
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