Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Jill XIV

Cubrió su boca con su mano derecha, mientras sus dedos exploraban su interior. Conjurando la fantasía de que fuesen los delgados dedos y las suaves manos de Yrene Adler las que estuviesen dándole aquel placer y no las propias.

Quería gritar pero no podía arriesgarse a que Nini la escuchara. Movió los dedos en su interior, de adelante hacia atrás, de adentro hacia afuera.

Tembló, sintiendo el orgasmo recorrer su cuerpo. Terminó sintiéndose cansada y lista para dormir pero igualmente se levantó, se limpió y se preparó para salir.

Separó su cabello en cuatro partes y lo trenzó con prisa; tomó su abrigo y salió de su casa para encontrarse abrazada por la oscuridad.

Necesitaba pensar. César no le había dado nada de información, había esperado que durante la conversación se le escaparan las piezas del rompecabezas que ya poseía, algo que le dijera que podía hacer.

Caminó por la calle con las manos en los bolsillos; era una noche cálida y sentía que el abrigo comenzaba a sofocarla, únicamente lo abrió, dando vuelta se sintió tentada a sentarse en una de las bancas metálicas pero al final cedió al deseo de sus pies de seguir caminando y así opacar la insatisfacción.

Tenía lo que deseaba, la mujer de sus fantasías, a su sobrina y estas dos se llevaban bien, incluso Yrene había llevado a Liu Ning de paseo durante todo el día. Tenía una casa hermosa, un auto de lujo y una posición que cualquiera habría matado por poseer pero un asunto seguía girando en su mente: las flores marchitas.

Sus fantasmas aún podían arrebatarle todo y no podía permitirlo.

Le disgustaba pensarlo pero entre más miraba el panorama, más se convencía de que solo tenía una salida.

Elegir un culpable, escribir un cuento.

No debería ser difícil, todos en Celestial Vale tenían secretos, desde infidelidades y apuestas hasta abusos sexuales y corrupción. A Jill le parecía increíble lo mucho que la gente contaba y decía cuando creía que no había nadie escuchando, pero ella siempre lo hacía.

Pasó frente a la casa de la viuda Sallow, había visto a la dama en múltiples ocasiones y lo mejor que podía sentir hacia ella era asco. Ese sentimiento le sugería que buscara en ella a su culpable, pero no le parecía lo más inteligente.

A Sallow le fascinaba hacer alarde de su poder y fechorías, mostrar que podría salir intacta. Hasta Jill podía admitir que no cuadraba, la señora Abigail era violenta y muy poco discreta, no tenían nada en común.

Siguió caminando y observando las casas de sus vecinos, repasando mentalmente la información que poseía de cada uno.

Llegó al final de la cuadra y se detuvo frente a una hermosa casa de piedra blanca y puertas doradas. Grande como pocas y propiedad de una de las pocas personas verdaderamente respetables de Celestial Vale.

El Barón Godwin, a quien le gustaba vestirse de mujer podría ser una posibilidad, pensó Jill. Hiló en su mente la idea, después de todo, Godwin era un hombre profundamente frustrado por no poder ser una mujer real. Jill de Rais consideró que era una opción perfecta, empezó a montar y profundizar el argumento en su cabeza: al cansarse de jugar con vestidos y maquillaje buscaría entretenerse con los cuerpos de las cortesanas, damas con curvas, piel tersa y la capacidad de crear vida.

Sonaba creíble, casi razonable. El problema sería traer la historia a la vida.

Le gustaba la posibilidad pero sabía que podía estar caminando en hielo delgado si tomaba esa ruta, había quiénes le tenían un profundo aprecio y que incluso compartían su fantasía y lo llamaban Baronesa, así que existirían muchas personas renuentes a comprar su historia. Tendría que ser muy hábil.

Se preguntó si acaso era una mala persona pero reprimió las preguntas, diciéndose que era necesario para liberarse de la carga que representaban sus errores, la maldad no tenía nada que ver. Buscó los puntos en común, tenían una estatura similar, si acaso unos tres o cuatro centímetros de diferencia y Godwin era delgado, si se esforzaba y se dejaba ver podría inculparlo, solo tenía que aguardar por el momento adecuado para levantar la sospecha.

Su camino continuo en la oscuridad. Decidió pensar en algo más placentero:

La invitación a un exclusivo baile en Londres.

Yrene se la había mostrado como si fuese un tesoro, de un papel grueso y con grabados en dorado.

Ese sería su primer evento social juntas, donde de verdad serían vistas como una pareja.
Incluso ya habían acordado como se vestirían, solo faltaba encontrar las prendas y hacer los ajustes necesarios.

Con su vestimenta harían tributo a Maeve y Eloïse, la trágica pareja que marcó el final de la era de la luz, junto con la masacre de los celestiales.

Se sabía la historia de memoria, cada palabra del libro dónde lo estudió.

Era la historia de amor más dulce que conocía y también la de peor final; eso no le pasaría a ella e Yrene, vivirían juntas por siempre.

El placer desgraciadamente nunca dura para siempre y supo que a ese maravilloso evento iría también un amigo de Yrene. No es que se sintiese disgustada por ello pero le molestaba lo que escuchaba de las personas.

Que Yrene e Iulius tenían una hermosa hija, que Yrene había soportado el tiempo en prisión de él y que eran una pareja excepcional. Su adorada no había prestado oídos a aquello y tampoco había dicho nada al respecto, si era honesta consigo misma tenía que admitir que el silencio le resultaba aún más inquietante.

Quería pedirle a Yrene cada detalle de su relación con él, si se habían tocado o habían llegado más lejos pero era imposible.

No tenía derecho a preguntar al respecto, Yrene le diría lo que fuese necesario cuando fuese el momento indicado.

Desde luego sintió curiosidad y buscó en viejos periódicos alguna fotografía del hombre. No se sintió muy impresionada, Iulius Mærsse no era un hombre particularmente atractivo, por lo que pudo observar, ella lo habría superado en estatura y probablemente en peso, era un hombre raquítico y pálido, de mandíbula afilada y nariz aguileña, sus únicos atractivos parecían ser una espesa cabellera negra ondulada y sus grandes ojos oscuros.

Pese a ello, era la primera persona que atraía la atención en la imagen, con su ropa asimétrica perfectamente planchada y su postura erguida. No tenía un semblante amistoso tampoco, sino que delataba su Inflexibilidad.

Podría estar sobrepensando, quizá él e Yrene realmente eran solo buenos amigos y el resto eran habladurías de gente desocupada y aburrida. Sin embargo existía la posibilidad de que hubiese algo de verdad en la malicia de los comentarios, después de todo Yrene ya había visto ochocientos años pasar y al menos debieron pasar por su cama un centenar de amantes, más bellos, más inteligentes y poderosos, más adinerados. Mejores.

Ya no deseaba pensar al respecto, ya no deseaba pensar sobre nada; el calor la abochornaba y comenzaba a ponerse de mal humor. Se giró sobre sus pasos para volver y enunció a sus vecinos: 

—Barón Elliot Godwin —murmuró—. Será usted, no es personal.

Pero lo era, le tenía asco. Tenía el suficiente cuidado de llamarlo Baronesa Elle Godwin en público, sabía que la gente no apreciaría su opinión y no tenía el menor interés en caer de la gracia de nadie por polémica minucia como aquella, tampoco le interesaba discutir, en especial con Yrene que parecía empecinada en tratarlo como a una mujer e integrarlo a los eventos sociales de las mujeres del vecindario, Jill se preguntó si acaso sentía lástima por él y su desequilibrio mental.

—Viuda Sallow, usted los mantendrá distraídos un rato por mi —continuó—. Doctor Henry, usted es un pésimo cliente.

El hombre era un ludópata y agresivo bajo la influencia del alcohol, solicitaba servicios y lujos que después no podía solventar y hacía el ridículo frente a Celestial Vale, Jill aún tenía una pequeña cuenta pendiente con él y consideró cobrarla usándolo como cortina de humo mientras hilaba su plan para inculpar a Godwin.

—Scrooge, maldita serpiente, ni aunque quisiera me servirías —afirmó entre dientes.

Observó un poco la casa de Evanna Scrooge, el lugar parecía a punto de caerse a pedazos, nadie con un gramo de cerebro creería que esa avara gastaría una sola moneda en cortesanas, mucho menos movería un dedo para matarlas, aunque probablemente si a Evanna le hubiesen preguntado, aquellas mujeres estaban mejor muertas y la ciudad estaba un poco más limpia de enfermedades de transmisión sexual, pobreza y niños mal alimentados.

—Solo tengo un problema, ninguna de estas personas tiene ningún problema con Yrene.

Aquel hecho la golpeó como el viento de una tormenta, si bien César no había dicho que creyese que los crímenes estuviesen ligados a Yrene, no tardaría en unir los puntos; él no era Genevieve Oh, él vería la verdad como quien veía al paisaje.

—Algo surgirá.

Tenía que darse prisa para pintar una verdad que César pudiese colgar como una obra maestra, el hombre le había resultado agradable, era astuto y trabajaba duro, el poder no lo había corrompido y el afecto no lo cegaba, veía en él cualidades que también encontraba en su adorada.

Lo que haría, lo haría también por él, él sería el héroe de la ciudad, él entregaría al culpable a su destino y recibiría una medalla, con suerte una promoción y hasta su anhelada oportunidad de estudiar, también el respeto de cada persona de Lone Iland y ella podría estar con Yrene, Nini y formar la vida que siempre deseó sin tener que mirar atrás.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro