Genevieve XXVI
Se arrepentía un poco de haberlo citado, todo el mundo los observaba y se sentía pequeña y cuestionada. El ministro se sentó frente a ella con seguridad pese a que realmente no conocía su rostro.
―No eres lo que esperaba ―Se atrevió a hablar primero, sin presentaciones, sin formalidades.
Él sonrió con amplitud, mostrando una dentadura preciosa, de las pocas cosas que podía ver en aquel rostro, alargado y anguloso, además de cicatrizado por las batallas y la mutilación.
―La decepción es recíproca, pensé que sería más alta ―afirmó él, aunque Ginny no lo consideró apto de aquel comentario, pues él era más bien bajo para el estándar islandés. Si lo pensaba con cuidado, Iulius parecía más británico, a excepción de sus ojo oscuro y los bucles negros en su cabeza.
―Eres viejo ―comentó―. Cuando en una ocasión Sienna me dijo que siempre haz sido tu la persona para Yrene, imaginé a un hombre joven y muy apuesto.
Si el comentario le afectó, no lo hizo obvio.
―Supongo que no me citó para intercambiar insultos o infligirnos violencias personales, Genevieve ―respondió―. Vaya directo a lo que nos concierne.
―Yo no sé porque te cité, en parte me habría gustado ver un hombre joven y apuesto porque eso me diría que a Yrene le importas lo suficiente como para mantenerte joven y con vida por mucho tiempo ―contestó, insegura de a que quería llegar―. Pero creo que nadie le importa tanto...
―Está enfadada porque Yrene no le dio juventud eterna ―supuso él.
―Claro que no, solo que ella dijo que quería algo para siempre pero me iba a dejar envejecer y morir, mientras ella tendrá la eternidad ―contestó, no la enfadaba, la decepcionaba―. Me consuela ver y saber que no es solo a mi a quien no quiso lo suficiente y que no soy el problema.
El ministro apretó los labios y luego dejó escapar un suspiro, ajustó el parche sobre su ojo y se hizo adelante en la silla.
―Esta es una conversación muy decepcionante y no pretendo continuarla si no pregunta lo que quiere saber de una vez ―Era tajante y claro, podía respetar eso.
―Ustedes estuvieron juntos ―dijo por fin―. ¿Por qué no se casaron? ¿Por qué no están juntos ahora?
Él se recargó en su asiento.
―Porque yo no puedo darle a Yrene lo que quiere ―contestó, se veía incomodo con esa respuesta que a ella le pareció honesta―. No puedo ofrecerle un para siempre, podrían asesinarme en cualquier momento, aún tengo mucho por hacer antes de poder pensar en romance.
Tenía sentido y a la vez era absurdo.
―Esta es la pieza de información más ridícula que he recibido hasta ahora ―confesó―.No puedes darle lo que quiere pero ella te ama aunque no dejarías todo por ella y yo si y no me amó lo suficiente ni como me lo merecía.
―Yrene nunca pediría que alguien deje sus sueños por ella, jamás, señorita Oh ―contestó―. Ella la amó pero usted está molesta o herida porque no recibió amor como lo quería, pero algo sé y es que Yrene siempre trató de impulsarla, nunca pidió ni lo mínimo de usted y siempre se lo dije, eso era muy humillante, verla esperando por usted, por su presencia, por su interés, no se atreva a decir que usted era la dispuesta a dejarlo todo cuando fue Yrene quien recibió los desplantes, la apatía y la deslealtad.
Mentira. Una absoluta mentira.
―Ella solo me dio sus sobras, no me abrazaba, no me decía que me amaba ni que estaba orgullosa de mi ―contestó―. Yo no quería sus malditos regalos, ni el apartamento, ni que pagara mis cuentas.
―No los quería pero lo aceptó, tomó el dinero de Yrene, permitió que ella se hiciera cargo de sus deudas y gastos ―increpó―. Es cierto, no me atrevería jamás a negar que Yrene es poco afectuosa de manera física y verbal, que podría pecar de fría pero, ¿por eso usted buscó calidez en los brazos de otra mujer? Que para más inri, era la hermana bruja de su prometida.
―¿Ella te lo contó? ―Le sorprendía que Yrene hubiese hablado de aquello que consideraba tan vergonzoso.
―¿Su infidelidad? Desde luego, Yrene se siente lo suficientemente cómoda conmigo como para contarme cosas personales.
―¿Y te contó que ella me fue infiel también?
―Así es, no puedo decir que lo apruebo pero lo comprendo y usted lo merecía ―Él no parecía totalmente investido en la conversación, buscaba con ahínco la atención de un mesero que finalmente se acercó a tomarles la orden.
Él pidió cerdo salteado con verdura, lo que Yrene pedía cuando iban a ese lugar, ella sólo pidió un pastel de fresa, no tenía demasiado apetito.
―¿Comprende que? ¿Qué me puso en ridículo ante toda la ciudad? ¿Qué hizo que me dieran miradas de lástima y me hiciera ver como estúpida? ―Se sentía indignada, él no tenía ningun derecho a juzgarla.
―Dígame, Genevieve ―Iulius desabotonó los botones negros de su saco níveo―. ¿Cree que Yrene no se sintió estúpida cuando las descubrió? ¿Qué no se sintió ridícula por no ver antes lo que sucedía?
―Y claro, lo reparó siendo infiel y dejando que todos lo supieran porque la diosa prohíba que Yrene Adler sea vista como una humana a la que le pueden fallar y que puede sufrir.
Iulius rio, con aspereza y burla.
―A nadie, salvo quizá a usted, le gusta el papel de la víctima, Genevieve.
―¿Entonces le parece mejor un monstruo que una humana normal?
―Hay un monstruo en cada persona normal, como usted dice, solo que algunos estamos en contacto con el y otros lo niegan ―Por supuesto que él pensaba algo así―. Todos hacemos lo que tenemos que hacer para protegernos.
―Dices que me hizo daño para sentirse segura y protegerse ―Hizo eco de su interlocutor―. ¡Eso es aún peor!
―¿Por qué? Usted se protege con la imagen de víctima, de la señorita mendiga que sufre y merece la compasión del mundo ―inquirió Iulius―. Yrene se protege con su monstruo, ¿por qué lo suyo está bien y lo de Yrene, mal?
―Si actúas como un monstruo sin sentimientos, el mundo pretenderá que no los tienes pero si muestras lo que hay en tu corazón, la gente te extenderá la mano.
Ni ella se creía aquello, no esperó que él lo hiciera.
―¿Usted cree entonces que todos debemos ir con nuestro corazón sangrante en las manos y nuestras debilidades expuestas al mundo? ―contestó, parecía entretenido.
―Cuando lo dice así, suena absurdo, lo que digo es que Yrene prefiere mantener su imagen de mujer poderosa e intocable antes que admitir que le pueden hacer daño, era agotador para mi, al ella ser tan perfectamente razonable y fuerte, todo me hacía ver débil y como una desquiciada y no lo soy.
―No lo es y entiendo a la presión que usted se sintió sometida, pero sus sentimientos no son los únicos con validez, usted le falló a Yrene en incontables maneras y aún así, la única que recibe apoyo es usted ―informó él.
―¡Eso es porque Yrene no deja entrar a nadie! Hay un lugar en el corazón de Yrene Adler que nadie puede alcanzar, al que yo no pude llegar con mi esfuerzo, porque simplemente ella no tiene interés en abrirse.
―Todo es sobre usted, ¿no es así? Todo es sobre lo que usted siente, sobre lo que usted piensa y quiere y está tratando de que yo simpatice con usted porque usted piensa que merece toda la compasión y amor del mundo ―respondió al tiempo que llegaba la comida.
―Yo merezco todo lo que tengo y recibo, la vida ya me maltrató demasiado en mi infancia.
― Y el monstruo narcisista es Yrene ―Ese había sido un comentario más para sí mismo que para ella pero no iba a dejarlo pasar.
―No te atrevas, Iulius, yo no estoy mal, merezco cosas hermosas, usted e Yrene las han tenido siempre ―contestó, dejando que su indignación se apoderara de ella―. Ustedes no saben lo que es mendigar, robar para medio comer y medio sobrevivir, no saben lo que es tener frío y miedo de que se te acerquen, el ver morir a otros niños y amigos en la calle...
Él dio un bocado y pareció no gustarle el alimento, pues se forzó a tragarlo.
―Usted quiere ser la eterna mendiga, está bien, déjeme compartirle una pieza de información desde mi posición que usted asume de un hombre privilegiado ―comenzó, molesto―. ¿Reconoce este anillo?
Un fino aro de plata con un diamante pequeño incrustado, muy delicado y poco masculino. Con ese anillo Yrene le había pedido matrimonio y ahora estaba en el poder de Iulius, la única joya que llevaba.
―¡Eso era mío!
―Así es, lo era y por débil lo perdió, está resentida por lo que Yrene no le dio sin ver que usted ya lo tenía, temía envejecer y morir cuando Yrene ya le había puesto el amuleto que les daba la posibilidad de la eternidad juntas ―Le informó―. Ahora es mío, me retiro Genevieve, mi curiosidad ha sido saciada y la comida es repulsiva, gracias por esta experiencia.
Cuando él se levantó también lo hicieron sus guardias, él se marchó no sin antes dejarle dinero para pagar la cuenta.
―Antes de que se vaya, por favor, evite que se case con Jill de Rais.
―¿Qué sabe usted? ―preguntó pero no volvió a sentarse.
―Necesito indagar más pero viajé a Jersey y me encontré con algunos archivos peculiares que involucran a Jill de Rais en dos asesinatos ―No estaba segura de porqué le compartía aquello―. Aún debo indagar respecto al juicio y las conclusiones pero no hablo sólo desde mi resentimiento cuando le digo que esa mujer no es quien dice ser.
Él sopesó la información por un instante.
―Debería entregar esos archivos al oficial Taylor e Yrene, este caso no es suyo y debería apartarse, si está en lo cierto, Jill de Rais buscará seguir desacreditándola y con su pobre temperamento, lo conseguirá ―Parecía ofrecerle un consejo genuino―. Y quizá presumo algo que no debo pero puede estar tranquila, ellas no se casarán.
―¿Puedo hacerle una última pregunta, ministro?
Él asintió.
―¿Usted la ama? No sé si ella lo ame, pero si puedo decir que usted llega a lugares donde los demás no ―Necesitaba saberlo―. Usted se beneficia mucho de ella, sólo quiero pensar que no la está usando.
―Así es, me beneficio de ella, sería yo un mentiroso, un necio y un ingrato si dijera que no obtuve mucho de mi amistad con Yì Rén pero no la uso, jamás lo hice ―Iulius tomó aire―. Respecto a su pregunta, sé una cosa, que quisiera de verdad poder ser la persona para ella pero no lo soy.
Eso era un si.
Aquella respuesta la mandó muy lejos a sus pensamientos, tan lejos que no detectó por completo la despedida. Quizá él tenía un poco de razón y debía tomar algo de responsabilidad entre todo aquello que había salido mal, Yrene no había sido adecuada para ella ni ella para Yrene y quizá era hora de admitirlo, no había sido su mejor versión, incluso pensó en que quizá estaba siendo mala amiga con César y mala policía para Lone Iland, sus sentimientos aún se resistían a aceptarlo pero se dijo a sí misma que el considerarlo era un paso hacia adelante.
El panorama comenzaba a despejarse, no sólo tenía algo sobre Jill de Rais sino que comenzaba a hacer la paz con Yrene y eso por un día, era victoria suficiente. Sólo tenía que seguir avanzando.
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