
Prologo
—Te está usando.
Las palabras salieron frías, estridentes e inflexibles. Todoroki Shoto no mostro ningún ápice para dejar el tema a discusión, sus puños se apretaron con demasiada fuerza como para dejar marcas sobre sus palmas, su mirada fue hielo puro, demasiado helada a pesar del calor que empujaba dentro de su interior y deseando destruir todo a su paso.
Era una advertencia, más que un hecho, cualquiera sentiría miedo ante el desplante lleno de desdén y odio puro.
Pero Bakugo no lo hizo, en su lugar solo rio, divertido, sus labios tiraron hacia arriba mostrando una sonrisa de lado, sus dientes blancos brillaron a contra luz de la lámpara, al igual que sus colmillos, sus ojos, rojos como la propia sangre, se clavaron contra los suyos, mientras un brillo singular se estaciono en el bermellón.
—¿Quién usa a quién? —sus palabras resonaron con diversión propia, el brillo permaneció en sus ojos, al igual que la sonrisa en sus labios, sus manos cayeron dentro de los bolsillos de su pantalón, ocultas, sin pista alguna de la nitroglicerina exudando en sus palmas lo que permitió reconocer a Shoto que no hubo ira, ni mucho menos resentimiento con sus palabras, en cambio sus labios tiraron con mayor fuerza, la boca de Bakugo se contorsiono en una extraña mueca que pretendía ser una sonrisa llena de sorna, mientras la risa crepito en una enorme carcajada— ¿Y no has pensado tal vez que yo lo esté usando a él? —escupió con veneno, y hubo un pequeño cambio en su mirada que a simple vista no podría notarse si no fuera por el entrecejo fruncido en su rostro— La gente como tú, demasiado metida en su propio trasero para reconocer a alguien, cree que los demás son simples idiotas incompetentes solo porque tienen un mejor quirk ¿No es así?
Los labios de Shoto se apretaron con fuerza, una línea recta demasiado tensa enmarco su boca, mientras su mirada se concentró en el chico que tenía al frente, a simple vista, Bakugo Katsuki, -supo su nombre con el paso del tiempo- era un chico común y corriente de su misma edad, su cabello, una maraña desordenada y sin control como lo que comprendió su personalidad al entrar en contacto con él, le recordó todo lo que confería a ese hombre, ese despreciable hombre que era su padre a pesar del contraste de su cabello claro como la propia paja. Físicamente no encajaba con el perfil Todoroki, sin embargo, el chico se hallaba en medio de una de las tantas habitaciones que se encontraban abandonadas de la finca. Y no planeaba irse.
Sus dientes chocaron entre sí, Todoroki pudo sentir la bilis alrededor de su lengua y como el rencor afloraba en sus entrañas tratando de escapar de su cuerpo, las palabras fueron lanzadas con rencor.
—Si crees que ese hombre te ama estás viviendo una ilusión.
Bakugo permaneció firme ante él, la sonrisa casi se había borrado de sus labios desplazándola hasta volverse solo su sombra, la satisfacción recorrió el cuerpo de Shoto por un momento, y al igual que la felicidad esta no duro lo suficiente como para abrazarla -aferrase a ella- cuando Bakugo volvió a sonreír, de esa forma fea y de mal gusto que solo podía ofrecer él, sus dientes brillaron en dos filas horizontales, sus labios se empujaron con fuerza volviéndose cada vez más delgados y pálidos, el bermellón de sus ojos parecieron haberse inyectado de sangre y estos brillaron de una forma espeluznante que le hizo mantenerse en guardia.
Una nueva carcajada resonó en sus tímpanos, Bakugo nunca hablo demasiado desde que llego a la residencia Todoroki, sin embargo, cuando lo hacia su mal genio era lo primero que destacaba para luego sumirse en el silencio estridente como el que pareció estancarse en la finca desde hacía años, como un hechizo del cual no se podían deshacer los Todoroki aún.
—Pensé que eras estúpido, pero no tan estúpido —escupió con gracia, sus manos siguieron dentro de sus bolsillos, mientras acortaba la distancia, Bakugo Katsuki solo era un par de meses mayor que él, aun así, su presencia imponía algo que casi rayaba entre el miedo y el respeto, por supuesto a Shoto no le agrado nada darse cuenta de ello, solo una muestra más del innegable parecido entre ese hombre y él. Sus pasos rebotaron contra el piso raso como un eco estridente, martillando con fuerza, burlándose de él con su sonrisa de comemierda hasta que el ruido de la puerta le hizo saber que el chico había salido dejándolo una vez más solo.
Sus puños se apretaron con fuerza, y sus cejas se arrugaron, mientras sus dientes rechinaron al chocar entre sí, un solo pensamiento recorrió su cabeza, mientras el odio reverbero por cada centímetro de su cuerpo.
Detestable.
Bakugo Katsuki era una persona detestable. Algo que simplemente no podría ni mucho menos quería comprender.
Porque como un parasito se había adentrado en su hogar infectando cada pequeña herida a su paso hasta volverla suya, como si algo de él perteneciera al nombre Todoroki además del hecho de que ese hombre al cual alguna vez llamo padre lo trajo a esa casa.
Bakugo Katsuki solo era un intruso, una alimaña, una escoria, la razón del divorcio de sus padres.
Después de todo él era ▯▯▯▯▯▯▯▯▯▯▯▯...
Y aun así se había enamorado.
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