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Capítulo 36.

Seguramente no lo parecía, pero esa situación le estaba afectando más de lo que creía.

Siempre le fue fiel a la naturaleza, nunca deseó su mal, y luego de convertirse en una guardiana se encargó de cumplir con todas sus obligaciones sin hacer ningun tipo de réplica. Poco a poco dejó a un lado las vulnerabilidades para hundirse ella misma en la banalidad de su vida. Finalmente, luego de más de un siglo logró aceptarla, y estuvo así por mucho tiempo.

Pero llegó David para alborotar sus sentimientos de una forma inimaginable. Verlo llorar de aquella forma entre sus brazos realmente le dolía. Su corazón se encogió al sentirlo tan endeble, frágil. ¡Y todo por su culpa! Ese pútrido sentimiento estaba comenzando a causar estragos en su juicio. «No olvides lo que eres —Le dijo una voz maliciosa, su consciencia—, un monstruo, siempre lo serás. Éste es el tipo de daño que le causas a las personas»

Cerró sus ojos con fuerza; temía que se notara demasiado la culpa en ese instante. David tenía un rato que había dejado de llorar, mas seguía apretando la tela de su vestido con fuerza, aún le dolía. Las dos gemas reposaban a su lado; él no lo había notado, las había soltado para poder corresponderle el abrazo y hacerlo más duradero.

Seguía manteniendo los ritmos cardiacos de David a raya. No sabía que tenía ese poder, supuso que todo se debía a su capacidad para aliviar el dolor en los seres moribundos.

No quería que tuviera una recaída como las veces anteriores. En ese caso el abrazo era contacto suficiente para crear una burbuja invisible de su aura, su poder; le transmitía calidez y paz para que su organismo no se acelerara, y a la vez le permitía desahogarse por completo.

Ya había tenido un contacto igual de privado con David, pero ese momento era especial. Él realmente lo necesitaba, esa opresión en su pecho debía ser liberada. Inconsciente, acarició sus rulos con dulzura. «Huele a limón, igual que él...» Abrió sus ojos con rapidez.. Otra coincidencia más. ¿Por qué?

Recordó las palabras de David sobre las flores, un momento que para ella fue más que una coincidencia. Dejó un momento al joven de rulos y su pesar, para empaparse del pasado y recordar a su amado Dairev.

Su recuerdo todavía persistía, tan claro y brillante como lo real que fue una vez. Una vez le preguntó a Vida el porqué continuaba manteniendo los recuerdos de su pasado, ella le explicó que era porque los dioses creados no debían olvidar de donde provenían, pues así se les era más fácil superar su destino y agradecer por la bendición de convertirse en personajes omnipotentes en su área; ella era de la naturaleza.

Sí, fue tan ingenua de creer que podría ayudar simplemente porque desde pequeña sintió afecto por la naturaleza, pero no era fuerte, nunca lo fue, y por ende no soportó su trabajo. Terminó deseando morir horrorizada por los crímenes humanos, buscar las maneras de dejar su cargo sin pedirle consejo a Vida, su fiel consejera, y así fue como terminó atraída por las insinuaciones de la diosa de la maldad.

—David... —susurró mientras cerraba sus ojos. Inclinó su cabeza hasta enterrarla en el cuello del joven, completamente encantada por ese olor a limón que se unía con el sudor del chico de forma sensacional. Deseó por un momento quedarse así por un buen tiempo; simplemente ellos dos, ambos llenos de un pasado turbado.

—Lo siento. —Escuchó que él contestaba mientras buscaba la forma de separarse. Al hacerlo observó su tierna expresión. Su nariz estaba enrojecida, el resto de su rostro permanecía pálido, a excepción de sus ojos que habían enrojecido del llanto. Al momento de que sus miradas chocaron, él se sonrojó—. L-Lo lamento, humedecí tu vestido... —Ella soltó una pequeña y casi imperceptible risa.

—¿Y eso qué importa? Quería que te desahogaras. —Él logró sonreír, a medias.

—Perdona si te hice sentir incómoda, yo sólo... me duele que ya no estén. —De nuevo, una punzada de culpa atravesó su vacío pecho.

—Yo... no tuve opción David. Pero... en parte me alegra porque gracias a ellos y-yo te pude conocer —murmuró muy bajito, algo apenada. Mas era verdad, se alegraba inmensamente de haberlo conocido. Por primera vez no se le dificultaba sonreír, o reír. «Él poco a poco se está convirtiendo en un amigo —pensó—. No, en algo mucho más íntimo que eso. Como un... hermano»

—Es extraño, yo también me alegro mucho de haberte conocido Forest. —David sonrió, logrando que sus miradas se encontraran en un bonito y agradable momento. Percibió cómo el corazón de David se aceleraba, quizá producto del nerviosismo «¿Por qué está nervioso?» se preguntó, curiosa.

El ambiente se tornó extraño, quizá muy dulce para su gusto. Sí, se sentía muy halagada por el comentario de David, y feliz por saber que ambos coincidían en eso, pero habían muchas cosas de las qué preocuparse. Y la primera de ellas era tomar la decisión y contarle a David sobre ella.

—No puedo hablarte sobre todo por lo que he pasado recientemente —comenzó, destruyendo la conexión visual que ambos habían establecido. El viento se arremolinó receloso alrededor de Forest, mas ella ya había tomado su decisión—. Te comentaré por qué fui desterrada de mi cargo como Diosa de la Naturaleza.

David abrió sus ojos sorprendido. No se lo esperaba, mas no se negó. Parecía muy interesado en el tema, así que asintió y volvió a acomodarse en la grama; sólo que esta vez no se sentó. Se acostó rodeado por el mar de flores a su alrededor. Forest sonrió, así que hizo lo mismo que él. Ambos quedaron mirando el azul cielo, lleno de nubes con formas extrañas. Las mariposas pululaban junto a las abejas, pero ninguna de ellas fue partícipe de la profunda conversación que se avecinaba.

—Después que morí mi alma se separó de mi cuerpo y ascendí al cielo. Todo era oscuridad, no había luz alguna. No me formulé preguntas, ni siquiera sabía en dónde estaba. Luego muchas luces me rodearon. —Recordó perfectamente cuando llegó a la "frontera", así se llamaba ese vacío eterno. Era el lugar al que iban las almas después de morir y allí el dios del cielo y del inframundo tomaban la decisión del sitio al que debía ir según sus acciones terrenales. También existía para casos especiales, como el de ella—. Los dioses estaban presentes, incluyendo el Creador. Me hicieron una propuesta. «Ve al cielo y reencuéntrate con las almas de tu familia o renace como una Diosa con el labor de cuidar y proteger la naturaleza»

»No comprendí nada de lo que ocurría, así que Vida me explicó. Si aceptaba la primera opción no reencarnaría porque ya no tenía ninguna cuenta pendiente en el mundo humano, simplemente iría al cielo, el "paraíso", en donde todas las almas puras residen. Yo no era pura, pero fui invitada a ir... y lo rechacé.

»Pensé que ya había hecho mucho por estar con mi familia; no había vivido todo lo que planeaba, no estuve suficiente contacto con la naturaleza como deseaba, a pesar de que siempre estuve cerca de ella. Nunca hice nada que ayudara a alguien mas, me sentía incompleta. Vida me habló sobre los terribles problemas por los que la Tierra estaba pasando, una historia tan aterradora como la realidad. En el mundo humano el caos estaba haciendo estragos; las brujas habían comenzado a arrasar pueblos enteros, y...

—¿Brujas? —interrumpió sin poder ocultar su sorpresa ante la mención de estos seres—. ¿Existieron?

—Sí. Las brujas fueron seres que nacieron de la maldad de la Tierra. De toda la rabia que les tenía a ustedes, los humanos. Nunca fue su intención, y de sus sentimientos ellas nacieron. En ese entonces la Tierra no era justa ni generosa con ustedes, así que dejó que su ira consumara sus pensamientos, hasta que de estos nacieron las brujas. El deber de estos seres era llevar calamidades a donde quiera que fueran. Gracias a ellas la evolución del hombre fue tardía, porque las ciudades eran consumidas, e incluso, los pueblos, por pestes atroces que obligaban a la población a esconderse y no hacer nada, pues nada podía detenerlas. Su rencor era natural hacia ustedes, y los humanos no tardaron en entender que ellas traían maldad y desgracia al mundo, así que comenzó una guerra entre ambos.

»No eran inmortales, pero a diferencia del hombre, poseían el poder de la Tierra para defenderse. En estas épicas batallas, la Tierra continuaba siendo lastimada. Los humanos comenzaron a darles caza, lo que enfureció más a la Madre. Era una guerra que no tendría fin; ese fue uno de los motivos por los que acepté ser una Diosa.

»Me pregunté el por qué el Creador no hacía nada, y luego la respuesta llegó. La Tierra se le había salido de las manos. No quería destruirla ni dañarla, porque el daño a ella sería llevado a los humanos, así que simplemente aguardó esperando encontrar una solución a sus problemas. Fue allí, cuando él y el resto de dioses importantes ocuparon su atención en mí.

»Luego de que comprendiera por todo lo que estaba pasando la naturaleza, acepté. Renací en el cuerpo de una niña que creció a medida que sus conocimientos sobre la magia aumentaban. Vida me asesoró en todo; me hizo conectarme espiritualmente con el poder que corría por mis venas, y gracias a ello pude ayudar a la Tierra. Erradiqué a las brujas, a cada una de ellas. Apacigüé los dolores de la Madre con palabras, con caricias y actos que le devolvieron la alegría por un tiempo. Sané millones de árboles, sembré millones de semillas y le di vida a muchos bosques que morían con lentitud. Purifiqué el inconmensurable mar salado; protegí especies de animales acuáticos y terrenales; purificaba el aire que los humanos respiraban; mantuve limpia la atmósfera. Creí que era fácil, pero no lo fue; en donde yo daba vida, la muerte se acercaba en forma de un mortal con grandes y filosas hachas; arcos, cuchillos, desechos, codicia.

»Los animales comenzaron a sufrir; toda la naturaleza comenzaba a sufrir. Era parte de mi trabajo, lo sabía, nada era perfecto. Pronto comencé a ser lastimada con más frecuencia. La peor época fue la industrial, esa fue la gota del vaso que colmó por completo mi cordura. Estaba pasando por un momento de confusión, a pesar de ya haber tenido casi un milenio de experiencia. Estaba en muchos lugares, me gustaba conectarme con los animales de forma individual, que sintieran que estaban protegidos por alguien, pero lamentablemente el tiempo no era suficiente.

»Esa época, en el que las personas dejaron los campos para ir a ciudades, construir edificaciones y destruir árboles, fueron los peores como Diosa; mas cumplí con mi trabajo. Sanaba a la Madre con palabras, le imploré por ustedes; sembré y sembré sin descansar por muchos días, hice que los árboles crecieran de nuevo, mas el ciclo se repetía. Las tierras se volvieron infértiles y por órdenes del Creador, no podía intervenir en la evolución humana. Para él, ustedes fueron la obra más preciada, no quiere hacerles daño, ni detenerlos, pero... ¿Qué hay de la Tierra? Siempre fue descuidado en ese aspecto. No me da miedo decirlo porque él mismo lo sabe.

»Los dolores me estaban consumiendo hasta el punto de creer que yo no era inmortal. Sin embargo lo era, el dolor fue eterno, así que deseé un descanso. Me di cuenta que no estaba hecha para eso. Sí, fue mi error, me equivoqué de la peor manera, porque dejé que mi subconsciente infantil e inmaduro tomara decisiones por mí, debí... debí irme por la opción más segura, mas me empeñé en ayudar a la Tierra, en ayudar a pesar de no ser recordada, y al final, ella terminó por hacerme dudar.

»Vida me advirtió que no me dejara llevar por los malos sentimientos; esas inseguridades, el rechazo, la duda de no ser suficiente... ¿Qué es un Dios sin su seguridad? Si permiten que sus miedos decidan por ellos entonces el trabajo es deficiente. Yo me convertí en una Diosa de la Naturaleza deficiente, inservible. Dejé que mis inseguridades jugaran conmigo y eso me hizo creer que para todo había una solución. —Suspiró ante el amargo recuerdo—, la diosa de la Maldad me persuadió, y caí en sus garras.

»Me dijo que había una forma en el que yo podía morir. No le creí al principio, mas ella insistió, me dijo que alcanzaría mi más grande anhelo, un descanso después de tantos años llenos de sufrimiento. Dejaría de ver tanto caos en el mundo y me reencontraría con mi familia. Me dijo que la única forma de morir era que mi corazón dejara de latir. —Se detuvo, llena de frustración por dentro al recordar lo ingenua que había sido—. Los dioses no tienen corazones en sus pechos, es la marca de la inmortalidad, los creados sí tienen, sólo que se les arrebatan al ser creados y la diosa de la Vida los conserva. Me negué al principio, sería engañar a mi mentora, no sería capaz de hacerlo, pero tales fueron mis deseos de acabar con mi vida, que lo intenté.

»Mal terminó engañándome. Sí, es la forma de morir, sin embargo los Dioses Naturales son más poderosos que los creados, tienen más cualidades, y Vida es la segunda diosa más poderosa. Descubrió mis intenciones después que el Creador lo hiciera. Fue una gran ofensa y decepción para todos los dioses. Rechacé el honor más grande que cualquier alma pudiera tener; desistí de mi cargo, deseé dejarlo y el Creador me condenó a vivir en este lugar, eternamente cuidando de él; alejada de los dioses, de los humanos, de todo. Renací nuevamente como una niña sin recuerdos algunos, y cuando supe manejar con totalidad mis nuevas cualidades, se me fueron regresados con el único objetivo de que fueran una carga en mi conciencia, que me recordara a cada instante lo estúpida que fui, los errores que cometí y que no debía volver a cometer.

»Así que desde ese entonces protejo este bosque con todo mi poder; es muchísimo menor al de un Dios, pero suficiente para el poco terreno que me toca cuidar.

—¿Hay otro Dios de la naturaleza ahora que ya tú no estás?

—No.

—¿Por qué? —preguntó curioso. No sabía si responderle, primeramente porque Vida ya le había contado que revelarle demasiada información sobre los dioses podía ser peligroso.

—Los dioses creados no son escogidos al azar; hay dos señales que los hacen especiales y que hacen que se diferencien de los nacidos. El primero es que sus pasados sean... trágicos. —Tragó saliva consciente de las interminables preguntas que haría David con respecto a la última palabra, mas le hizo saber que no le diría nada con una mueca de disgusto. El chico cerró su boca—. Y con ello no me refiero a personas con problemas familiares. Usualmente mueren de forma prematura; no cumplen el ciclo de vida humano y por ende sus almas caen en la perdición. Esto no es el ámbito que yo manejaba, o manejo; tiene más relación con Vida y Muerte; ambas se encargan de las famosas "almas en pena". Son las que caen en la perdición debido a sus cargos de consciencia, o el trastorno que les causa su pasado; pueden ser varias las razones, no las conozco del todo.

»La mayoría se vuelven almas en pena, mas están aquellas que no lo hacen, que se mantienen puras al llegar a la "frontera". Estos casos son los "especiales", son los espíritus que sienten remordimiento, pero no rencor, hacia nada o nadie. Normalmente piensan en lo que pudieron hacer y no hicieron. Esta es la segunda señal, que tu alma no sea perfecta, y que en su mayoría sea inmaculada. Ellos estuvieron observándome y notaron mi profundo amor a la naturaleza. Vieron que en mi alma reposaba un gran cariño hacia ella, una conexión que no cualquiera posee, así que me dieron a elegir. Y yo escogí.

»Actualmente no han podido encontrar un alma que sea similar o tan siquiera se acerque a la mía. —Miró hacia los lados, algo avergonzada por hablar de sí misma como un ser perfecto, cuando era todo lo contrario—. En el mundo ha crecido la semilla del mal por todos lados; la Diosa de la Maldad está causando un daño irreparable y no hay forma que se detenga, porque la "maldad" ha comenzado a formar parte de la naturaleza de la humanidad. En algunos crece más rápido que en otros; en muchos no llega a desarrollarse tanto, pero todos lo tienen, sin excepción.

—Es como el cáncer... —musitó David.

—No sé que es, si tiene relación con la semilla del mal entonces tiene sentido.

—Es una enfermedad mortal. Todos... lo tenemos, son células, y en muchos no se desarrollan —explicó.

—Algo así resulta ser. Las almas que se mantienen en su mayoría puras al llegar a la frontera son esas en las que la semilla no termina de crecer, por lo tanto, los malos sentimientos no surgen, o no en gran magnitud.

—¿Es posible que no haya pasado ningún alma pura?

—Sí, así como también es posible que lo haya hecho, pero, ¿tendrá el mismo apego hacia la naturaleza? Es una pregunta relevante al escoger un alma para convertirla en un ser tan todopoderoso como un "Dios" Vida me ha contado que en la actualidad no hay muchas personas que veneren a la Madre.

Se detuvo cuando un pensamiento escalofriante le recorrió la mente. Y si todas sus preocupaciones con respecto al joven se hacían realidad, David caería en ello más temprano que tarde.

—No, la tecnología ha avanzado mucho...

—¡David! —exclamó Forest de repente. Se volvió a él tomando ambas manos con brusquedad. Sus ojos estaban completamente abiertos, siendo testigos de la sorpresa del chico. Esos ojos azules seguían enrojecidos, aunque al parecer la tristeza se había ido de él—. Por favor, hazme una promesa.

—C-Claro... ¿cuál? —No estaba segura de ello, quizá sólo eran simples indagaciones de su mente, pero debía evitarlo, a toda costa. Era un error, y no podía permitir que él cometiera una locura.

—Si... si llegas a morir antes de tiempo —lo que espero que no sea así—, y aún no encuentran una solución para esto, por favor, no aceptes ser el nuevo Dios de la Naturaleza. —David abrió sus ojos, notablemente conmocionado por aquella mención—. Sólo no lo hagas.

—No entiendo —admitió—. ¿Solución?

—David, si no hay un dios capaz de controlar la naturaleza y proteger a la Tierra, ¿qué crees que pasa con ella? —Él pareció captar a lo que se refería la guardiana, comprendió finalmente la gravedad del asunto «Y eso que aún estás ajeno a todo lo que sucede más allá de eso. Es mejor que no lo sepas, querido David»

—¿Por qué no aceptaría? —preguntó de repente, parecía consternado, y de repente aturdido. ¡Se había equivocado por completo! Sin quererlo había sembrado la duda e incertidumbre en él. Y lo menos que quería era que sintiera que morir era una solución más viable que vivir bajo el tormento de su enfermedad.

—Porque... yo... —«No quiero que sufras como yo lo hice, no quiero que la historia se repita contigo» Dejó de aprisionar sus manos entre las de él—. La inmortalidad no es el camino. Los dioses naturales están atados a su trabajo, lo adoran, pero los creados llegan a sentirse atrapados por ellos, llegan a... confundirse. No quiero que cometas el error de rechazar el cielo para descender al infierno.

—¿I-Infierno? —Seguramente no había entendido la alegoría, mas no se la iba a explicar. ¿Y si Aido la escuchaba? Demasiada fue su osadía como para haberlo dicho tan alto. ¡Vaya error!

—Olvídalo, disfruta tu vida, eres muy joven, tienes mucho porqué vivir. Estoy segura que no morirás antes de tu momento. Lograrás cumplir el ciclo, lo sé. —Él asintió inseguro.

—Quiero visitarte, siempre. —Dijo al rato de un silencio incómodo. No pudo ocultar su sorpresa ante las palabras de David, había sido tan tierno que de cierta forma conmovió su corazón—. Quiero conocer más de este lugar, quiero venir en otoño, invierno y primavera. Permíteme estar contigo y disfrutar de todo lo que nos rodea —Sintió una punzada en su pecho vacío. Dolor, remordimiento ¿Qué le contestaría?

«Oh David, no es que no quiera. Si tan solo nos hubiéramos conocido antes... si tan solo la Madre...» Se forzó a sonreír, no quería lastimarlo, no más de lo que ya lo había hecho. Deseaba que disfrutara de la vida como ella no lo había hecho, que amara con todo su corazón; que creciera y tuviera una familia.

«La familia que yo no logré tener»

—Claro —musitó en un hilito de voz. El escozor en sus ojos regresó, queriendo que de ellos surgieran lágrimas. Tragó saliva con dificultad, intentando romper aquel nudo que se había instalado en su garganta—. Disfrutarás mucho en este lugar, lo sé, pero también debes de disfrutar afuera, en tu mundo. —Tomó las manos de David para apretarlas con dulzura. Subió su mirada hacia él con una sonrisa—. Debes formar una familia, incluso si yo no... —«Si yo no llego a sobrevivir»—, llego a verlos por las razones que ya sabes.

—No te preocupes —contestó, de repente más emocionado que antes—, si ellos no pueden venir, entonces te traeré muchas fotos para que los veas, y te contaré muchas anécdotas. —David comenzó a soñar despierto, contándole a Forest posibles situaciones futuras, en los que él tenía una familia y era feliz.

Se sintió personalmente abrumada, pues ella no tendría una vida, no obstante se sentía alegre por él. El positivismo era una buena señal, una que le indicaba que David sería alguien muy distinto entre la humanidad que se alzaba.

Duraron toda la tarde conversando animadamente, hasta que llegó el momento en el que él se fue. Se sintió sola nuevamente, le agradaba la compañía de David, le hacía sentir muy distinta a como era. Un ente desdichado en un pequeño paraíso.

El ocaso le dejó paso a la oscuridad de la noche, en el que la luna llena se ciñó sobre el horizonte. La luz que emitía era reflejada en la copa de los árboles, y abajo la oscuridad se mantenía debido al gran ramaje. Se preocupó especialmente por esa noche; estaba experimentando muchos cambios preocupantes. Sus cuernos, y ahora su cabello; algo estaba cambiando en ella y eso le aterraba.

Recordó el momento en el que no pudo percibir la presencia de David, una clara señal de que su poder se estaba acabando. En su cuerpo se veía, ella era la representación del bosque y de todo el poder que corría por sus venas, pero a medida que era absorbido, su cuerpo cambiaba. «Últimamente me siento más débil que antes... me pregunto si podré seguir protegiendo este lugar»

Suspiró, no queriendo mortificarse por lo obvio, así que se permitió observar la luna en su máximo esplendor. Llevaba un sencillo vestido de seda blanco que caía sobre sus piernas al estar sentada sobre una gran rama.

Abrió sus ojos cuando comenzó a oler una fragancia a orquídeas. Miró al frente, para ser testigo de cómo se materializaba su madre, su mentora. Pequeños destellos de luz blancos y púrpuras surgieron, como luciérnagas, hasta que se unieron y formaron la figura de Vida.

—Mi niña —dijo en el aire. Se acercó a ella y la envolvió en un tierno abrazo. Forest no dudó en corresponderlo, completamente encantada por su llegada. La había ansiado tanto.

—Vida —musitó su nombre llena de alegría—, por fin viniste.

—Oh, lo sé, tardé mucho. ¡Cuánto lamento no haber podido venir ese día! —Se lamentó la diosa, notablemente triste—, debió ser duro.

—Sí —admitió aún entre sus brazos—. Dolió mucho Vida, y cuando vi mis cuernos... —El picor en sus ojos regresó de nuevo, todavía no lo superaba. Ahora sus preciados cuernos reposaban entre un pequeño almohadón de hojas y ramas.

—Es cierto, ya no los tienes. —Vida acarició con gentileza el lugar en el que antes estaban. Se separó de Forest para observarla mejor, luego, se sentó a su lado. La diosa llevaba un hermoso vestido de terciopelo morado, con las plumas que no podían faltar. Sus ojos café miraron a Forest, inspeccionándola por completo—. Y tu hermoso cabello ya no es tan voluminoso.

—No... —Suspiró con tristeza—. Ha comenzado Vida, ha comenzado. Mi poder... mi fuerza... No sólo es mi aspecto físico. Mis sentidos se han afectado, ya no puedo percibir la presencia de las personas en el lugar. Si no fuera por el señor viento no sé qué haría.

—Oh, mi pequeña y dulce flor. —La diosa apretó la mano de Forest con dulzura, indicándole que tenía todo su apoyo. Miró con una sonrisa a la guardiana, una llena de compasión—. Pronto acabará todo. El Señor ya está buscando soluciones, si la encontramos antes...

—¿Viviré? —preguntó sorna—. ¿Cómo puedo ser la guardiana de este lugar, cuando apenas y puedo percibir la presencia de un dios en mis dominios? No me quiero imaginar cuando el Señor encuentre una solución, ¿podré seguir escuchando los árboles? ¿Entenderé a los animales?

—No sabría decirte...

—No sabe. —repitió, férrea—. Lo supuse. —Soltó una pequeña risilla sin gracia alguna—. ¿Qué será de mí si el Creador consigue una solución antes de que mi fuerza sea absorbida por completo?

—Lo será. Hablé con él —explicó Vida. Forest miró de soslayo a la diosa; notó la inseguridad en ella—. Yo... le llevé tu caso, y le expliqué los motivos para tu último deseo. Lo aceptó. Me dijo que permitiría que tu poder fuera totalmente absorbido por la Tierra. Dijo que si encontraba una solución antes esperaría hasta tu último momento. Luego permitiría que tu alma quedara en manos de Muerte, aunque ambas ya sabemos lo que hará.

—Sí, ella desea ese momento. Me lo dijo muchas veces. Aún me pregunto el porque me odia.

—No te odia, sólo siente resentimiento hacia ti. Desde que te dejaste engatusar por Mal ella dejó de mirarte de la misma forma.

—Decepción —musitó triste—, está decepcionada de mi. Es eso.

—Probablemente.

—Quisiera decirle que lo lamento, pero dudo que cambie de parecer. Lo poco que llegué a conocerla me dejó claro que era una diosa terca.

—Sí, no es mala. Sólo cumple con su deber —agregó Vida. Forest inhaló y exhaló, intentando asimilar todo lo que le había dicho Vida. Finalmente estaba decidido, nada podría cambiar las cosas.

—Finalmente... pude perdonar —dijo con un ápice de alegría. Juntó sus manos sobre su regazo, algo nerviosa—. He entablado una amistad con David.

—¿De verdad? ¡Que bueno! —exclamó Vida totalmente satisfecha—. Te lo dije, conocerlo te haría bien. Claro, Aido me estuvo contando ciertas cosillas, mas quería escucharlo de tu boca. ¿Cómo te sientes con él?

—Su compañía es bastante agradable, nostálgica, y es tan extraño —suspiró con una pequeña sonrisa. Miró a la Luna, pensando en él—, ha pasado por más cosas de las que creí; es bondadoso, amigable y divertido. Me ha traído regalos, le ha salvado la vida a varias flores. Creo que le he tomado cariño.

—Eso es muy bueno. ¿No te sientes más calmada con él a tu lado? ¿No sientes que finalmente tu alma se liberó de un gran peso?

—Sí, es exactamente como me siento. —Miró a Vida con una sonrisa mucho más amplia que la anterior—. Muchas gracias Vida, de nuevo me has ayudado.

—Eres mi hija, siempre te ayudaré pequeña flor. —Ambas se quedaron mirando fijamente. Vida le rozó la mejilla con dulzura, notablemente feliz por los avances de Forest—. ¡Mírate! Ahora sonríes mucho mejor que la ultima vez, ¿eh? ¿Acaso David te enseñó cómo hacerlo? —bromeó alborotando el cabello de Forest.

—Lo hizo —admitió desviando la mirada. Comenzó a juguetear con un mechón de su cabello —, sólo un poco —Vida rió.

—Me alegra muchísimo. —La diosa se detuvo al mirar la expresión de la guardiana. Forest había fruncido su ceño, justo en el instante en el que cayó en cuenta de otros detalles. Comenzaba a hacerse preguntas extrañas.

—Vida... Aido vino a visitarme un par de veces, antes y después de perder mis cuernos. Pero una de sus visitas me dejó intrigada.

—¿Intrigada?

—Sí. Aido de alguna manera sabía que David continuaría viniendo, y me aconsejó lo mismo que tú. Me dijo que le diera una oportunidad. Le pregunté el por qué lo hacía, y me contestó que en sus manos no estaba el contarmelo. También mencionó algo que tú debías explicarme, una historia.

—¿Qué? —preguntó la diosa, aparentemente confundida—, ¿Qué fue lo que te dijo Aido antes de eso?

—Comparaba a David con... bueno, con él —enfatizó Forest, incómoda ante el recuerdo—. Le dije que David era distinto y me dijo que aún había muchas cosas que yo no sabía. ¿Qué debo saber Vida? —preguntó frunciendo su rojizo ceño. La diosa ladeó la cabeza, incómoda.

—Aido habla demasiado —Se quejó por lo bajo—. No deberías tomarle importancia son sólo...

—¿Mentiras de un dios? —Forest negó; algo estaba ocurriendo, algo sucedía y necesitaba saber qué era—. Recuerdo perfectamente ese día. Él me habló sobre su trabajo y mi pasado como humana. Me contó el por qué mi conector se rompió, me dijo que había sido mi culpa. Eso no me causa remordimiento, ya no; no puedo regresar al pasado y remendar mis errores. También le pregunté quién era el predestinado de David, pero su reacción fue burlesca. Su actitud fue muy sospechosa... —murmuró consternada. Poco a poco comenzaba a comparar muchas cosas; a notar detalles que antes había pasado por alto. Sus indagaciones podían ser erradas, sin embargo, ¿y si llegaba a lo correcto? Su respiración se volvió irregular al pensar en otra referencia—. Y David... él hoy me dijo aquellas palabras, esas que solo él me decía. —Abrió sus ojos por completo aterrada. Miró a Vida exigiendo una respuesta. Su cabeza comenzó a doler, algo andaba mal.

—Hija... necesitas tomar esto con calma. —Forest negó sabiendo ahora con seguridad que algo andaba mal.

—¿Qué es, Vida? ¿Qué ocurre conmigo? —Sus ojos se movían de un lado a otro escrutando el rostro culpable de la diosa. Frunció su ceño sin poder disimular el temor ante la pregunta que formularía—. ¿Qué relación tienen David y Dairev?

El viento se movió inquieto entre ambas, consciente del desenlace preocupante de la situación. La luna se mantuvo en su punto más alto y por fortuna el Árbol Padre todavía no llamaba a Forest, lo que la guardiana agradeció mentalmente, pues necesitaba escuchar todo lo que Vida tenía que decir.

Los búhos ululaban en las ramas bajas de los árboles, y los grillos cantaban una melodía que no llegaba a los oídos de Forest. El ambiente se volvió tenso, incluso las mismas aves lograron sentirlo.

—Mi pequeña flor, no te lo había querido contar por miedo a tu reacción... pero fue por tu bien. Todo ha sido por tu bien. —Comenzó la diosa. Forest sintió un vacío en su estómago causado por el miedo que tenía. ¿A qué se refería Vida con ello?—. Cuando tu conector se rompió no serías feliz con tu predestinado. Supongo que Aido también te contó que él tampoco halló la felicidad ¿No es cierto?

—Sí, pero ¿Qué relación tiene todo eso con David? —Vida se relamió los labios dejando escapar un suspiro de ellos.

—Nunca te conté cómo murió Dairev ¿Cierto? —Ella negó.

Nunca quiso saberlo porque siempre pensó que había muerto de vejez, y después de saber que no sería feliz porque su conector había roto, tal vez lo habría hecho solo. ¿no fue así? Vida, como contestando sus pensamientos, negó.

—Él nunca fue feliz porque el remordimiento carcomió su alma. Jamás se perdonó el no haberte salvado. Se reprochó incontables noches tu muerte; siempre se dijo que él pudo hacer algo. Se odió así mismo por su pecado, se repudió por no haber cumplido su promesa. Forest, él te amó de verdad, pero le tuvo tanto temor a la muerte que no pudo salvarte, no pudo hacer nada para alejarte de las llamas. ¿Y qué habría podido hacer él? Cuando rechazaste su mano aquella noche escribiste tu destino y te alejaste ¡No digo que fue malo! Tus sentimientos eran verdaderos, quisiste a tu familia por encima de todos, y eso es bueno, no obstante acabó con tu vida... y con la de él.

—¿Con la de Dairev? Él vivió luego de eso, ¿no? —Sentía como su corazón comenzaba a palpitar con fuerza en el lugar en el que estuviera, estaba latiendo rápido, lleno de miedo al igual que ella.

—No por mucho. Se sintió tan culpable de tu muerte que él... —Vida inhaló y exhaló con pesadez—... se suicidó.

El ambiente se volvió tan pesado que hasta los animales nocturnos pararon su canto. Los búhos dejaron de ulular; los grillos se detuvieron temerosos de la reacción de su guardiana. Era algo común, si ella estaba bien, todos estaban bien, pero si ella se alteraba inevitablemente todos lo hacían. Después de todo ella era la vida del bosque; su diosa.

Forest sintió cómo sus músculos se tensaban; algo en ella presintió que esa no era toda la historia, empero más allá de eso no pudo pensar en más, únicamente en todos esos momentos alegres que vivió con él, junto a él. Las sonrisas, las tristezas, e incluso los amargos momentos que parecían desaparecer con alguna de sus ocurrencias. Todo pasó al frente de ella y al final la imagen alegre de ese chico se quebró, cual vidrio que cae al suelo sólo para dejar el vestigio de aquella felicidad en fragmentos de cristal.

—Es... es mi culpa —murmuró llena de terror. Vida negó con rapidez envolviendo a su pequeña flor en un abrazo.

—No, no es tu culpa, fue su decisión.

—¡Pero yo lo impulsé a eso! —bramó separándose con brusquedad de Vida—, es mi culpa, si yo hubiera aceptado su mano todo habría sido distinto. Si tan sólo...

—No tiene caso que te mortifiques ahora. —La diosa de la vida suspiró cansina. Entendía el sufrimiento que estaba pasando la joven, mas esa no era toda la historia.

—Sufrió mucho... —musitó Forest. Ignoró el escozor en sus ojos, esta vez para volverse hacia ella con brusquedad. Finalmente había caído en cuenta de un detalle que se estaba saltando—. Su alma... ¿Qué ocurrió con ella?

—Cuando llegó a la frontera estaba corrompida por el mal; la semilla en él había crecido y eso le llevó al suicidio. Muerte y yo nos debatimos sobre qué hacer; claramente debíamos llevarlo al averno para que pagara por su pecado. Mas no pude hacerlo, porque esa alma pedía otra cosa.

—¿Qué pidió?

—Estaba suplicando perdón. No a nosotros los dioses; pedía el tuyo pequeña flor. Se sentía culpable de tu muerte y cuando llegó allí sólo anhelaba encontrarte y disculparse contigo por incumplir con su promesa. —La guardiana se tapó la boca conmocionada. No podía creerlo; después de todas las veces que había creído que él la odiaba, que no la salvó porque no aceptó su mano en aquel entonces. «Todo este tiempo su alma quiso un perdón»

—Su alma aún tenía cosas pendientes que podían purificar su espíritu. Así que se convirtió en un caso más de reencarnación. Él, después de siglos, volvió a nacer con el deber de remendar sus errores. Como ya sabrás, no mantiene ningún recuerdo de su vida pasada, pero inevitablemente siempre mantendrá algún tipo de relación con ella, vestigios que se harán presente en su actual vida. Él, después de tanto tiempo te encontró; tienen un lazo que todavía los une.

—Y... no puede ser. —Ya lo había entendido, todo. ¿Cómo era posible? ¿Acaso era obra del destino, o de los dioses? Forest cerró sus ojos mientras se abrazaba a sí misma; no supo en qué momento el frío se intensificó tanto, pero fue capaz de que su piel se estremeciera ante el más mínimo soplido del viento.

Si hubiera tenido lágrimas hubiese llorado allí mismo. Sentía una incontrolable presión en su pecho, un dolor incomparable. No podía pronunciar algún tipo de palabra, el nudo en su garganta se lo impedía completamente. «¿Por qué todo terminó así? ¿Por qué no pudimos cumplir nuestros sueños Dairev? —Cerró sus ojos recordando momentáneamente el sabor de las lágrimas—. Teníamos tantos planes juntos... y al final tu terminaste en otro cuerpo, y yo... en este bonito infierno»

—Veo que ya lo has entendido, pequeña flor. —Ella asintió hundiendo su cabeza entre las piernas, queriendo que todo fuera una mentira; una espantosa mentira, y que una casualidad en realidad fuera eso y no el guión escrito por sus anteriores actos—. Así es. Dairev reencarnó y ahora su nombre es David. 


N/a:

Forest con su cabello liso. 

¡Hola chicos! Espero que hayan disfrutado este milagro de navidad, :D ¿Que tal les pareció el capítulo? Si yo les colocara títulos este se llamaría "Amor que traspasa fronteras"  Porque vaya que si lo hicieron.

Aprovecho para desearles una feliz navidad y un próspero año nuevo. Seguiré mis actualizaciones el año que viene (Dah little, queda menos de un día de este año) Lo sé, lo sé, pero de todas formas, intentaré que este año la diosa finalmente termine de ser actualizada. Quiero decirles que... ¡¡¡ LLEGAMOS A 20K!!! Cuando lo vi casi salto de alegría y pensé que la ocasión se merecía una actualización. 

¡En fin! espero que lo hayan disfrutado, me encantaría leerlos en los comentarios, así que ya saben ;) Les quiero un montón y ¡Feliz año nuevo! 

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