Capítulo 26
Luego de haber escrito lo que había ocurrido, entró su madre con una expresión de preocupación en el rostro, como si de alguna forma se hubiese enterado del desafortunado episodio.
—¡David! ¿Te encuentras bien? —preguntó asustada. Al ver su estado se alteró un poco más. Se acercó en grandes zancadas hasta que tomó el rostro de David en sus manos. Él miró su triste rostro—. Lo siento tanto cariño ¿Cómo pude quedarme dormida? —Se reprochó—. ¿Te tomaste la pastilla? ¿Qué ocurrió?
—Me desperté porque sentí que me ahogaba —explicó algo incómodo—. Las almohadas se me habían caído, y no me tomé la pastilla de las tres y media. Como me quedé dormido... es mi culpa.
—No —Se apresuró a decir Cristal—. Es mía. Yo entré y te vi durmiendo tranquilo, así que fui a ver la tele en la sala, pero también me quedé dormida y se me olvidó levantarte para que te tomaras tu pastilla. Me desperté por un sonido extraño, me costó comprender que era. Subí lo más rápido que pude al suponer que eras tú. Lo lamento tanto... —De sus ojos escaparon pequeñas lágrimas que secó con suavidad, luego abrazó a David con ternura—. Si te sientes mal avísame, así llamo al doctor, si quieres podemos ir al hospital y...
—Estoy bien. No te preocupes mamá, no volverá a pasar. Anotaré todos los síntomas que tenga, y estaré pendiente de mis pastillas. Lo prometo.
—Está bien. No insistiré en llevarte al hospital. Dormimos demasiado, y tú aún no has almorzado. Te prepararé un aperitivo ligero para que te llenes un poco el estómago y soportes hasta la hora de la cena ¿De acuerdo?
—Sí mamá.
—Genial. —Depositó un tierno beso en su mejilla, se separó, tomó la bandeja con los dos platos intactos y salió de la habitación.
David se quedó mirando cómo se alejaba, hasta que finalmente la puerta se cerró. Dejó escapar un suspiro de frustración, bajó la mirada al suelo mientras apretaba con fuerza ambos puños «Maldición... sigo siendo un inútil en todo. Si tan solo no sufriera de esta enfermedad podría ayudar y no me tratarían como un muñeco de trapo»
Ya había aprendido a vivir con su enfermedad, sí, mas esos pequeños eventos desafortunados, de manera inevitable le hacían formular muchas preguntas y reproches hacia esa condena. «Aprender a vivir con las cadenas no significa que debas amarlas»
Se sentía sucio, así que se propuso a dar otro baño, esta vez de agua normal, y no tibia. Necesitaba enfriarse la mente, y eso fue lo que hizo. Entró a la ducha y dejó que las gotas frías recorrieran su cuerpo. Inmediatamente se sintió más relajado, pero los recuerdos llegaron a su mente como estrellas fugaces en una noche a la deriva.
El sueño fue traumante. Todavía recordaba las voces guturales, amorfas que resonaban en aquel lugar. Las expresiones de decepción y de tristeza de ambos amigos, al igual que el miedo que experimentó. Fue todo tan real que por un momento creyó que quizá no era un sueño. Su cuerpo sintió un escalofrío, y prontamente su expresión se endureció lleno de preocupación. Al verlos estar al borde de la muerte y no poder hacer nada para salvarlos, no sólo era frustrante sino que también triste.
Siempre envidió a todos los niños que jugaban pelotas, y corrían como si fuera lo más natural de mundo. Quizá lo era, algo natural ¿Que podía saber él de eso? Caminaba, andaba en bicicleta y hacía los ejercicios que el doctor le recetaba, nada más. De pequeño jamás llegó a sentir la adrenalina de caer y lastimarse una pierna, pero levantarse y seguir corriendo hasta que sus pulmones se quedaran sin aire, teniendo que detenerse a hacer pequeños descansos. Sólo era un espectador más de la vida que siempre deseó y que jamás obtendría.
Recordó los gritos de súplicas de Xavier, y sus puños volvieron a formarse. Subió su rostro para que el agua de la regadera pegara directamente en él, mientras dejaba escapar un gruñido de frustración. «Si esa ocasión se hubiera presentado en la vida real, no hubiera hecho nada, no podría hacer nada, y el destino de ambos irremediablemente sería el mismo. —Golpeó las baldosas, todavía con el agua recorriendo su cuerpo—. Vería como morirían, mientras sus gritos romperían mis tímpanos y me harían llegar a la locura»
No le agradaba esa palabra, tampoco depresión. Tuvo que pasar por cinco largos años para poder olvidarla, mas no superarla, y ahora que ellos no estaban sentía que regresaba. ¿Era eso posible?
Cuando salió del baño ya su aperitivo estaba en la cama. Un vaso de leche con bananas rebosando en él. Al lado habían galletas diuréticas que su madre siempre tenía en la despensa. Se sentó al borde de la cama, se cambió de ropa y comió lo que tenía. El día siguiente sería lunes, no podría ir al bosque, aunque no estaba plenamente seguro de querer regresar. Sólo se encontraría con un rechazo por parte de la guardiana. No le agradaba sentirse rechazado, no cuando una buena parte de su vida la había experimentado, pero si no lo hacía era como abandonar a sus amigos. «¿Nos abandonarás? —preguntaron varias voces en su cabeza—. ¿Lo harás?»
—No —contestó a la nada. Suspiró al notar que estaba completamente solo. Incluso así, no planeaba detenerse.
«Debe existir una forma... algo que pueda hacer que la guardiana me tome confianza. Quizá pueda lograr que... que su corazón se ablande y me regrese sano y salvo a mis amigos. Ella lo hizo, debe existir alguna forma de remediarlo» Terminó de comerse la última galleta, miró la hora y se tomó otra pastilla, una que ayudaba a que el corazón bombeara mejor. No podía descuidarse de nuevo.
Luego de que tomara la decisión de que regresaría al bosque, debía pensar una manera de convencer a su mamá de que estaba bien, y al lugar que iba no era peligroso. No era tarea fácil, mentirle en algunas ocasiones se tornaba complicado, agregando que no tenía ni idea de qué decirle para que estuviera tranquila.
Sopesó muchas posibilidades. ¿Amigos? No los tenía, no que su madre conociese. No había vuelto a hablar con Gadné desde aquel día, y tampoco quería tener algún tipo de amistad con ella, sólo supondría una distracción en su objetivo: buscar una forma de traer a sus amigos de vuelta, y no quería involucrarla con lo que ocultaba el bosque; definitivamente no quería que desapareciera. «Tal vez si... si le digo la verdad a medias pueda estar más tranquila. Quizá, si le digo que voy al bosque buscando paz... puede que lo logre»
Esperó que el tiempo pasara. Su hermana ya estaba en casa, al igual que su padre cuando bajó a comer. Todos estaban comiendo sándwiches con jamón, queso, tomate y lechuga, a diferencia que todos tenían kétchup, menos el suyo. Para David la comida debía ser distinta, e incluso el jamón, debían escoger uno que no fuera demasiado salado. Controlar su consumo era uno de los trabajos más importantes que conllevaba su enfermedad.
—Papá —llamó luego de tres mordiscos a su comida. Sorpresivamente había salido a comer junto con su familia. Manuel subió su mirada por detrás de los cristales de sus gafas. Sus ojos azules se postraron sobre los de su hijo, al igual que una mirada inquisitiva.
—¿Si?
—¿Me prestas algunos libros? —preguntó. Su madre comenzó a toser con brusquedad, mientras que Mérida ahogó con sus manos un pequeño gritico. Él se sonrojó un poco, no entendía demasiado aquellas reacciones tan exageradas, en su opinión «¿Por qué tanto escándalo?» Su padre por en cambio se mantuvo inexpresivo, hasta que su ceño se frunció.
—¿Es una broma?
—¿Qué? —preguntó estupefacto por la mención—. ¡Claro que no papá! Sólo... quiero leer un poco.
—Tú nunca lees —inquirió Mérida con un tono acusatorio.
—Por eso esta vez pienso hacerlo —repuso a la defensiva. Miró a su madre y notó en sus ojos el típico brillo de curiosidad que él había heredado «Sí, eso... cae en la trampa»—. Supongo que no tiene nada de malo, ¿no es cierto, mamá?
—No... claro que no. Aunque no entiendo, David ¿Por qué ahora? Creí que preferías otro tipo de cosas...
—Sí, pero... encontré un lugar muy agradable, en el que puedo relajarme y quizás ocupe mi tiempo leyendo algo allí. Lo único que sé es que iré con más frecuencia, sólo ahí puedo estar en paz.
—¿El lugar en el que has estado este fin de semana? —inquirió frunciendo su ceño. Sabía que ese fin de semana no precisamente había sido el mejor en su vida, quizá sí el más ajetreado, y Cristal lo sabía. Manuel se recostó en el espaldar de su silla mientras cruzaba sus brazos y suspiraba.
—¿Qué ocurrió? —preguntó subiéndose las gafas—. Conozco esas miradas, no me gustan cuando me ocultan las cosas.
—Tú hijo ha ido a algún lugar, y sus síntomas se han manifestado con más frecuencia.
—¡Mamá! Exageras.
—No lo hago. Lo de hoy fue un motivo suficiente como para alterarme.
—Ya cálmense los dos —repuso Manuel con un tono apacible—. David, ten más cuidado ¿Sí? No es bueno que nos preocupes. Antes de darte los libros, creo que es buena oportunidad de que nos digas cuál es ese lugar que te "tranquiliza" tanto —Él hizo silencio, para escrutar los rostros de sus padres. «Llegó el momento. Esto será decisivo»
—El bosque de la ciudad, el que queda al frente de la plaza central —expuso con tranquilidad, mientras mordía de nuevo su pan.
—¿El bosque maldito? —preguntó Mérida, sorprendida.
—No está maldito —reprochó.
—Ese bosque no tiene buena reputación, David. Nadie va. Se cuentan historias tenebrosas de ese lugar. No es un buen sitio para relajarse.
—¡Por Dios, mujer! —exclamó Manuel mientras reía—. Te quejas de que yo paso más tiempo metido en historias de fantasía que en la vida real, pero mírate, ahí estas, creyendo en fantasmas —David vio como su madre miraba asesinamente a su padre, lo que logró una carcajada más por parte de él «¡Sí! Gracias por ayudarme papá —Tenía que usar eso como una ventaja—. Continúa así, por favor»
—Papá tiene razón. Además, ya fui ayer y no me topé con ningún fantasma, es un bosque normal.
—Los animales...
—No son peligrosos —Interrumpió a su madre—, son ardillas y uno cuantos insectos, ¡ah! Y mosquitos, molestos mosquitos. De todas formas no es como si me fuera a atacar un oso, o un león. Encontré un lugar bastante agradable para leer recostado de un árbol. Por favor mamá, déjame continuar yendo, es el único lugar en el que el ruido de la ciudad no me afecta en nada.
—No lo sé hermanito, dicen que quienes entran no salen —susurró Mérida, con una expresión de picardía.
—¡Cállate Dari! —exclamó David, pronunciando el diminutivo que él le había hecho a su hermana. A ella no le gustaba, por eso se ocupaba de decirle así todas las veces que podía.
—Si le dices al muchacho que no, entonces nunca más me hables sobre la moral —agregó Manuel por un lado, regresando su atención a su plato. Cristal se sonrojó enojada.
—De acuerdo —aceptó entre dientes. David sonrió, completamente complacido por los resultados de su plan—. Podrás ir, pero con una condición —asintió de acuerdo en hacer lo que sea—. Te llevarás todas tus medicinas del día para que te las tomes por allí, y cuando llegues a casa tendrás que asearte bien y anotar en la libreta todas las anormalidades que detectes en el día. ¡Ah! Y llevarte aunque sea una fruta, así te la comes en el camino.
—¡Claro! —exclamó terminando su comida con una notable alegría. Se levantó y besó a su madre y le dio un abrazo a su padre—. Son los mejores papás del mundo. Como recompensa, fregaré los platos.
Todo había funcionado tal y como lo había planeado, y la ayuda de su padre fue indispensable para la victoria que obtuvo. Ahora podía ir cuando quisiera al bosque, sólo debía encargarse de no realizar muchos esfuerzos, y así mantener su corazón a raya. Además de mirar siempre el reloj para saber cuándo tomarse y cuando no las pastillas diarias. Terminó de fregar los platos con una sonrisa en el rostro. Subió a su habitación y se acostó a dormir.
La semana pasó más lento de lo que hubiera querido. Y en toda ella no pudo ir al bosque, siempre regresaba a casa agotado por el día y lleno de tareas que prefería hacer a tiempo, ya que así no se le acumularían. Quizá si las hacía todas en la semana, le quedaba sábado y domingo libres. Días especiales.
Los temas en las clases eran interesantes, mas ansiaba que el reloj marcara la hora de salida para llegar a su casa y ver si podía ir a ese lugar, o no. Al final de cuentas estaba en una semana de parciales y no podía distraerse si quería sacar buenas notas en ellas, así que no tuvo de otra que dejar a un lado la guardiana y concentrarse en su realidad.
Mientras escribía despreocupado en su libreta las respuestas de las asignaciones de ese día, se preguntó si la guardiana estaría pensando en él «¿Qué tan concurrido puede ser ese bosque? —Se detuvo, llevando la goma del lápiz a sus labios—. Seguramente soy el único humano que ha entrado y salido vivo. O por lo menos el único en un buen periodo de tiempo. ¿Le haré falta? ¿O se sentirá alegre de que no haya ido esta semana? —Suspiró agobiado—. Por supuesto que no le hago falta, odia a la humanidad ¿Por qué sería la diferencia?» Miró el reloj, eran las nueve de la noche, tenía que tomarse la pastilla, el eplerenona* un medicamento que ayudaba a mantener estable su presión arterial, indispensable en su vida al igual que el resto.
Luego de tomársela continuó escribiendo, aunque ya no estaba prestándole atención a lo que hacía; su mente la ocupaba el bosque, la guardiana y sus amigos. Le aterraba la idea de tener ese tipo de sueños de nuevo, no sabía si podría soportarlo. El tan solo recordar sus voces, sus rostros lánguidos y la decepción que tanto le dañaba; era un puñal en su pecho. Intentó vagamente fijar su atención a lo que el lunes tendría que entregar, mas fue imposible. «¿El lunes? —pensó volviéndose con brusquedad al almanaque que guindaba de su pared—. ¡Hoy es viernes! Mañana puedo ir un rato» Una sonrisa surgió de la comisura de sus labios. Estaba de nuevo emocionado, aunque no hubiera razón para estarlo. Era arriesgarse a ver a la guardiana, y aguantar sus malos tratos. ¿Tenía otra opción? Probablemente sí, aunque se negó a tomarla, reacio a vivir su vida sin Hernesto y Xavier.
Terminó sus tareas un poco más de las doce de la madrugada. Ya no tenía más nada que entregar, salvo estudiar para unos parciales que tendría en la semana. «Ya no queda mucho, sólo veinte días más y saldré de vacaciones» Apagó la luz de la lámpara que descansaba en su escritorio, y luego se acostó en su cama. Se cercioró de que las almohadas estuvieran bien apiladas y en su lugar, no querría repetir lo mismo de unos días atrás. Sentir que te ahogas y que no tienes nada que te pueda ayudar puede resultar preocupante, haciendo que tus emociones actúen como una espada de doble filo
«Si te alteras, pierdes —analizó mirando la oscuridad que embargaba su habitación—; pero si te calmas y no haces nada... pierdes. Debes actuar rápido, buscar la pastilla, o el inhalador, sin alterarte. Hacerlo puede empeorar las cosas» Eso le había ocurrido unas cuantas veces en su vida, de niño era mucho más frecuente, agregando todos los problemas que tenía junto al asma.
Cerró sus ojos con lentitud, inhaló y exhaló con pesadez. Cuando los volvió a abrir ya era de día. Los rayos del sol se colaban por las aberturas de las ventanas, cual atrevidos halos de luz rozando la fina tela marfil. Toda su habitación estaba iluminada. Miró sus manos ¿Era un sueño, o de verdad había amanecido? Sintió que el tiempo había pasado demasiado rápido, pero su cuerpo estaba relajado. Se volvió a su mesita de noche, y tomó el reloj. Marcaba las ocho y veintitrés de la mañana. Unos minutos más y sonaría la alarma de su primera pastilla. «Hoy es sábado —pensó—. ¡El bosque!»
Se levantó y se dirigió al baño para ducharse. Como era costumbre midió su peso. Por suerte no había cambiado en los últimos cuatro días, así que estaba bien. Se duchó lo más rápido que pudo, y con agua fría despertar todos sus sentidos. Al salir se tomó la pastilla que le tocaba, una que evitaba la formación de coágulos en la sangre. Comenzó a vestirse como la vez anterior con la diferencia de que la camisa en ésta ocasión era negra, y su short blanco. Se colocó sus tenis viejos y una gorra con la marca adidas en él. Buscó un pequeño bolso y se equipó con las pastillas que tenía que tomarse hasta las dos de la tarde. Empacó uno de los libros que le había prestado a su padre y salió.
Al pasar por la sala, dejó la típica nota diciendo a donde iría; no estaba seguro de que su madre lo aprobara por completo, pero estaba durmiendo y no podría detenerlo. Buscó unas manzanas en la nevera, las colocó en la mochila y se fue.
Mientras iba en el bus, sólo pensaba en llegar y entrar al bosque. Eran las nueve y media, ya debía de estar abierto. Ese día las personas concurrían mucho más las calles que usualmente, aunque eso fue lo menos importante. Al frente de su asiento se había sentado una madre y su hijo; un niño de cinco años de cabello rubio que hablaba sobre algo. En su mano llevaba una bolsita de plástico de helado. La mujer veía por la ventana cuando su hijo la llamó:
—Mamá, ya me comí la paleta. Toma —David se inclinó un poco entre las aberturas de los dos asientos de al frente, para observar mejor. No es algo que fuera de importancia, mas la expresión en el rostro de la señora al recibir el paquete y la paleta fue extraño. Una pequeña sonrisa.
—Ven, bótalo por la ventana —Tomó al niño de los brazos, y lo acercó al ventanal. Luego hizo lo que su madre le había dicho. David miró todo con sus puños cerrados. Se recostó de nuevo en su asiento lleno de indignación.
«Las personas han perdido los valores —pensó repugnado—. Quizá no soy un ambientalista, pero sé cómo usar un bote de basura» Tal vez una sola persona no hacía la diferencia, él no podía salvar la naturaleza de las garras de la humanidad, Aunque de lo que sí estaba seguro, era de que ella no necesitaba un humano más que la contaminara. Mientras estuviera en sus manos haría lo que pudiera para mantenerla.
Llegó a la plaza y allí se detuvo frente a la verja del bosque. Atrás de ella se podía escuchar el dulce cántico de los pájaros en un día de verano. Algunas flores de colores que no había visto antes posaban elegantes en las copas de los árboles: amarillas y rosas. Se acercó al mismo guardia y se repitió el protocolo: su nombre; la inspección de su bolso, y listo. La reja fue abierta y él pudo entrar.
Su cuerpo se estremeció de nuevo. Tenía una semana sin ir y temía que el bosque volviera a atacar, que de repente se viera atraído por las esmeraldas que estaban en los troncos de los árboles, brillantes y hermosas. El halo de luz verde hacía contraste con los rayos del sol, pero no se detuvo a observarlo más, sólo continuó por el mismo sendero. Caminó espantando a algunos mosquitos, observando a los pájaros que se detenían a mirarlo, como si se preguntaran «¿De nuevo aquí?» Sonrió. Sí, estaba de nuevo en ese lugar y no planeaba irse.
«¿Debería buscar a Esmeralda? No sé si le agrade, mejor camino al jardín y me siento al frente del árbol a leer un poco» Siguió el camino que recordaba; vio el poste y luego el sendero que ascendía directo al jardín. Notó que no en todos los árboles habían piedras preciosas, de hecho, solo las había visto al entrar. Se detuvo a inspeccionar unos cuantos de ellos, para comprobar lo que recién tenía en cuenta. Debía existir una explicación que hallaría con tan pocas pistas, así que continuó su camino.
Llegó a la pequeña reja que dividía el jardín con el resto del bosque. El aroma de las flores inundó de nuevo sus fosas nasales. Era agradable, tanto que sólo quería quedarse allí parado e inhalar todo lo que pudiera. Caminó el pequeño sendero admirando las mariposas de colores, y las abejas que se posaban y salían de las distintas flores.
Reconoció muchas, como las rosas, girasoles, margaritas, claveles, hortensias, tulipanes, entre otras. El resto le fue totalmente desconocido. «Debe haber miles de especies en este lugar —pensó—. Son demasiadas, me encantan» Se acuclilló para oler una orquídea. Su aroma era exquisito. Cerró sus ojos; se permitió llenarse por completo del paisaje y todo lo que le brindaba. Ignoró el hecho de que justo en ese momento el viento se agitó, para que una figura detrás de él se materializara.
Abrió sus ojos al escuchar un crujido. Se volvió encontrándose con la silueta de la guardiana del bosque. Llevaba un vestido blanco con encaje y perlas decorando los bordes. Las mangas eran cortas, también con encaje de flores. Eldiseño permitía que se viera parte de su pecho, siendo así perceptible lapresencia de varias pecas. Su iracundo cabello le daba un porte formidable al igual que los cuernos que se alzaban y ondulaban, imponentes.
—¿Tú otra vez? —espetó. Sus cejas estaban fruncidas—. Creí que no vendrías más.
David abrió la boca para contestar, mas no lo hizo. ¿Le daría el gusto a la persona que lo rechazó verlo feliz de nuevo? No. Tenía que demostrar que tenía orgullo. Se levantó igualando su expresión a la de ella, esa llena de ira y odio. Le dio la espalda en un giro ágil, luego continuó caminando por el sendero, directo al árbol.
—¿Me estas ignorando? —preguntó ofendida. David abrió levemente sus ojos, sorprendido «¿La guardiana me está siguiendo? ¿Por qué?» Se detuvo cerrando sus puños. No lo entendía, todo ese tiempo tratándolo como una escoria, como lo peor que podía existir en el mundo sin conocerlo ni saber de sus pesares ¡Ni si quiera estando consciente de las repercusiones que podía tener a su persona! Y aun así él lo había soportado; fue decidido a familiarizarse con el bosque y escapar de su realidad tan incómoda, en la que sus dos amigos ya no estaban. Su alrededor era lo único que le recordaba a ellos. Podía escucharlos en las flores, sentirlos en el aire... pero ella jamás lo entendería. Se volvió con brusquedad. Apretó tanto sus puños que sus nudillos blanquecieron.
—No. Te estoy evitando —corrigió apretando su mandíbula—. No quiero sentir tu odio de nuevo hacia mí. No le he hecho nada a este bosque; te he dicho todas las cosas y todos los motivos del porqué quiero estar aquí, pero lo único que has hecho es intentar alejarme de este lugar, como si no perteneciera a él- —Ella iba a refutárselo, mas él continuó esta vez decidido a saciar todo el rencor que llevaba dentro—. ¿Quién lo decide? ¿Tú? No, no puedes decidir por mí. Ya la vida lo hizo, cuando permitió que naciera con esta enfermedad que me aleja cada día de lo que me gusta hacer. No pienso dejar que tú también me alejes del único lugar en el que puedo estar en paz.
»¿Sabes? Cada día de mi vida sueño sobre cómo habría sido todo si no hubiera nacido con esto, o si no me lo hubieran diagnosticado. Pienso en qué tipo de ejercicios haría ¿Natación? ¿Ciclismo? ¿Maratones? Todo se esfuma cuando recuerdo que debo tomarme más de ocho pastillas en tan solo un maldito día. Soñando con las preguntas de «¿Qué habría pasado si esto hubiera sido distinto?» Fantaseando con momentos alegres... ¿Dime, hay algo que deseas con todo tu corazón pero que no puedes lograr? ¿Sabes la frustración que se siente al saber que jamás podrás obtener lo que tanto anhelas?
Inconscientemente, tenía varias lágrimas desplazándose por sus mejillas. No eran de tristeza, sino de rabia. Se las secó con rapidez sin dejar de mirar el rostro de la guardiana. Sus ojos verdes como las hojas de los árboles ya no emanaban odio o frustración. Esta vez estaban perdidos, vacíos. Bajó su mirada, y juntó sus manos sobre el vientre sin mediar palabra. Pensó que no le iba a contestar. Sentía que la ira poco a poco dejaba de manar de sus entrañas, así que se dio la vuelta soltando un leve bufido.
—Sí —contestó la voz de la guardiana; tenue, débil. Se volvió a mirarla, incrédulo—. Lo sé, y también sé lo que se siente.
—¿Entonces por qué? —preguntó en un hilito de voz, lleno de reproche. Luego alzó su voz lleno de ira—. ¿Por qué intentas alejarme cuando sabes que esto es lo único que me queda? —Notó como la respiración de la guardiana se agitaba.
—Miedo... —murmuró. Su voz gruesa y firme había desaparecido, ahora solo era un tenue susurro. Subió su mirada hacia David con brusquedad—. Forest.
—¿Forest? ¿Qué es eso?
—Es... mi nombre. —David comenzó a mirarla con incredulidad. Escrutó su cuerpo de arriba abajo, deteniéndose en el leve rubor de las mejillas de la guardiana. Parecía apenada, nunca la había visto así, siendo... tierna. Ella bajó la mirada, colocando con rapidez su cabello hacia adelante, como si pretendiera ocultar lo evidente.
David miró su rostro, y no pudo contenerse. Comenzó a reírse sonoramente por lo que ella le había revelado. Cualquier rastro de furia fue aplacado con ese simple gesto.
—¿Es en serio? —rió—, ¿Forest? Eso es muy literal —Siguió carcajeándose, mientras la guardiana volvía su mirada hacia él, confundida.
—No... comprendo.
—Forest, significa "bosque" en otro idioma —explicó mientras secaba unas mínimas lágrimas de risa. Se detuvo para mirar su rostro de nuevo, sólo que esta vez sonrió dejando a un lado sus diferencias—. Me gusta, es bonito.
—Lo lamento —Se apresuró la guardiana, notablemente nerviosa. La frase tomó por sorpresa a David, quien frunció su ceño, incrédulo—. Yo... no debí... por el Creador... —musitó por lo bajo, «¿Eso fue una maldición?» se preguntó. Ella inhaló y exhaló, luego se volvió a mirar a David, enarcando sus cejas rojizas. El verde de sus ojos pareció brillar tan solo por un momento—. A lo que me refiero es que, quiero pedirte disculpas por... todo el mal trato que te he dado. Sé que... no estuvo correcto pero... yo...
—¿Tenías miedo? —completó. Era lo único que se le ocurría al ver su expresión y el brillo de tristeza que embargaron sus ojos—. O... ¿Tienes miedo? —La guardiana no respondió. No fue necesario, su rostro lo decía todo. Desde sus cejas enarcadas, hasta la mirada esquiva hacia diversos lugares; e incluso, la posición de sus manos. Se enterneció al verla de esa manera, «quizá la he malinterpretado. Quizá no es lo que aparenta ser»—. Yo también lo siento mucho. Siento todo el daño que te ha hecho la humanidad, no sólo a ti, sino al bosque. No es correcto lo que hacemos. Lamentablemente yo no puedo hacer algo para evitarlo, es... simplemente algo natural en nosotros. Lo lamento, de verdad. —Subió su mirada hacia Forest. Hicieron contacto visual, a diferencia de que ella la desvió por completo con un leve rubor en sus mejillas.
—No se puede hace nada —dijo finalmente. Miró a David, esta vez con su ceño fruncido. Al parecer la antigua Forest había regresado—. Quizá nuestras diferencias se hayan aclarado, pero no permitiré un insulto a mi bosque. Si lo haces, lo pagarás caro. —David sonrió. Subió su pulgar en señal de acuerdo.
—Por supuesto. Si lo llego a hacer estaré contento que me conviertas en algo necesario para este lugar. A cambio tendrás que acompañarme cada vez que venga —sonrió con picardía—. ¿No has notado la ironía de la situación? Ambos nos malinterpretamos —rió rascándose la nuca.
—Supongo que sí...
—Entonces te llamas Forest. Me gusta mucho más que Esmeralda. Es un placer Forest, yo soy David —Extendió su mano—, aunque supongo que ya lo sabes. ¡Nah! no importa, ¿podrías considerar esto un nuevo inicio, Forest? —Miró esperando algún tipo de reacción por parte de la guardiana. Esta era su oportunidad de empezar de nuevo y hacer las cosas distintas. Ella titubeó en algún punto, parecía que aún no le tenía la suficiente confianza.
—No puedo estrecharte la mano —dijo—, eso sería un acto de amistad. Y nosotros no somos amigos —expuso. Su tono no fue frío ni malicioso, por en cambio, parecía justificar su acción para que no fuera malinterpretada. David sonrió de nuevo, esta vez retirándola.
—Está bien, supongo que tendré que trabajar en eso.
—¿En qué?
—En nosotros —El viento silbó entre ellos, como si estuviera celoso por la insinuación de David que dejó completamente perpleja a la guardiana. Le agradaba esa otra actitud de ella, una más... ¿humana quizás? Y no la frívola con la que se mostraba ante él con frecuencia.
«De todas formas, ya no importa. Este es el inicio de algo, lo sé. Puede que si llego a convencerla, me devuelva a mis amigos —Sonrió para sí mismo—. Xavier, Hernesto... espérenme que pronto estarán de regreso»
N/a:
¡Hooooooooola! ¡Adivinen quien ya tiene internet! ¡Yoo!
Lo primero que hice fue venir a actualizar, ya les debía algo. Quiero darles las gracias porque en todo este tiempo he aumentado más de 400 leídos :D ¡7.7k de leído y 1k de votos! MILES DE GRACIAS.
Les doy la bienvenida a los nuevos lectores. Gracias por embargarse en la historia de la diosa del bosque, espero que les esté gustando la historia. Acepto comentarios, observaciones y críticas constructivas ;) y con fundamentos.
¡Por fin hay avance entre David y Forest! ¿Quién más está feliz por ello? 7u7 ¿#Darest o #Foresvid? ¡No me decido!
Espero ansiosa sus comentarios y/o impresiones. ¡Los quiero! ¡Miles de gracias!
-Little.
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