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9. La grieta en el camino.

Alexandret salió del despacho varios minutos después de que su tío lo dejó. En realidad se sentía bastante abrumado, preocupado por las repercusiones que la salida de Thomas Daft podría brindarle a la corte de los Dotados, porque lo que menos se podían permitir en esos momentos eran desacuerdos entre los suyos. Trató de contener toda la frustración dentro de sí, pero apesar de sus esfuerzos se sentía como si fuera a explotar en cualquier momento.

Caminó hasta uno de los enormes baños de la planta baja, los que usualmente estaban destinados para los invitados, y se encerró ahí. El tema de Los Monte Ruiz era muy delicado y desestabilizaba a Alexandret de formas que el muchacho odiaba. Cuando escuchaba ese apellido, cuando alguien hablaba de ese ejército, todo lo que Alexandret sentía era un remolino de odio creciendo en su interior.

Ellos le habían jodido la vida a muchas personas, pero, por egoísta que sonara, lo que más le molestaba era que le habían arruinado la vida a él. Que aún recordaba las noches de insomnio que le habían causado a su madre, que aún podía sentir el sabor de su propia sangre después de los golpes brutales que le habían dado durante su cautiverio, que a veces, al cerrar los ojos seguía recordando los días de tortura.

Cerró los ojos con fuerza, con las manos aferradas a ambos lados del lavabo. No podía permitir que la ira se apoderara de él, no podía dejar que el sentimiento de venganza nublara su juicio. No se iba a rebajar al mismo nivel que ellos.

—Con el poder, viene la oscuridad —se dijo frente a el espejo y se lo repitió al menos 5 veces mientras contenía esa oscuridad que lo acechaba desde niño. Mientras hacía su mejor esfuerzo para ignorar aquella voz que le llamaba a lastimar a aquellos que lo herían, mientras acallaba esa voz que clamaba justicia o por lo menos venganza.

Los nudillos se le pusieron blancos por la fuerza con la que agarraba el lavabo. Cuando finalmente abrió los ojos, su perturbado reflejo le devolvió la mirada. Ya estaba más calmado, pero aún así había una sombra que empañaba sus ojos azules y una línea en su frente que delataba su preocupación. Se lavó el rostro con la intención de despejarse un poco y se acomodó el cabello. Cuando se convenció de que lucía íntegro, salió del baño y al hacerlo chocó con Nolan.

—¿Pero qué...? —se calló al ver la expresión de Nolan—. ¿Pasó algo?

Nolan parpadeó con sorpresa y se quedó viendo brevemente a Alexandret, como si hubiese estado tan centrado en sus propios pensamientos que apenas estuviera captando la pregunta.

—No, solo... estoy un poco nervioso.

—¿Nervioso? —preguntó. La expresión de Nolan era de pesar, sin embargo, tenía un brillo extraño en los ojos que inquietaba a Alexandret.

Nolan arrugó el ceño con desconcierto.

—Por la demostración de poderes —aclaró—. Hace unos minutos avisaron que todos los miembros tendrían que participar en la demostración de poderes. —Se pasó una mano por el corto cabello castaño, con inquietud—. Honestamente, no tengo ganas de participar en el espectáculo, pero quien más me preocupa es Lee, esta muy nerviosa y sabes que cuando se pone tan emocional...

—Las cosas tienden a salírsele de control —completó Alexandret.

Nolan asintió.

—Me preocupa —confesó—. Sé que es poderosa, el doble de poderosa que muchos de los que estamos aquí, pero no sabe cómo canalizar su poder, cómo llevar todo ese potencial sin que una avalancha de emociones la aplaste.

—Lo sé. Quizá haya una forma de que no se presente, tal vez si hablo con mi tío...

Alexandret ni siquiera había terminado de hablar cuando Nolan ya estaba negando con la cabeza.

—Eso solo resultaría contraproducente para ella. De inmediato se comenzarían a escuchar rumores, dirían que ella no pasó porque es... —se calló de golpe—. No quiero ni decirlo ni pensarlo. Solo espero que no pase nada.

—Yo estoy seguro de que le irá bien —trató de animarlo Alexandret—. Siempre nos patea el trasero en las clases.

—Sí —respondió Nolan sin sonar convencido del todo—. Le tiene que ir bien porque si no le va bien no estoy seguro de que pueda hacer para tranquilizar a mi madre.

—Yo hablaré con ella si intenta hacer sentir mal a Lee —se comprometió Alexandret. Miró a Nolan de arriba abajo, prestando especial atención a ese brillo en sus ojos que le parecía sospechoso y la inquietud de su mirada—. ¿Y tú cómo te sientes? Te juro que yo no tenía idea de que mi tío planeaba esto, no sabía que todos los miembros tendrían que presentarse en la demostración de poderes.

Nolan se encogió de hombros.

—Estoy bastante nervioso, si soy honesto, pero también resignado. Daré mi mayor esfuerzo y esperaré los resultados. No me queda más por hacer.

—¿Seguro que estas bien? —preguntó Alexandret porque notaba a su mejor amigo un poco raro.

—Perfectamente. —Alexandret se fijó en un se removía en su lugar con incomodidad, sin embargo, no le dio tiempo de hacer más preguntas porque un soldado les dijo que la demostración estaba a punto de comenzar y que era mejor que regresaron al salón de baile.

Ya en el salón los dividieron; Nolan se formó en la fila de los que iban a participar en el espectáculo y a Alexandret no le quedó más remedio que tomar su asiento en el palco junto a su tía, que era la única que estaba por ahí. En cuanto Alexandret tomó asiento, su tía le preguntó:

—¿Pasó algo entre tu tío y tú?

—¿Por qué lo dices?

Tina señaló con la cabeza la mesa en la que Robert estaba hablando con un montón de gente; parecía poco dispuesto a tomar su lugar en el palco y Alexandret supo inmediatamente que era porque no quería enfrentarlo. No quería escuchar más cuestionamientos de Alexandret, ni los problemas que la destitución de Thomas Daft traería. Alexandret apretó los labios.

—No, no ha pasado nada. Todo va de maravilla —mintió sin despegar la vista de la de su tío, quien no se percataba de las miradas de Alexandret—. ¿Por qué anunciaron tan abruptamente que este año todos podrían participar en la demostración de poderes?

—Robert me dijo que todos merecían una oportunidad —respondió con un encogimiento de hombros.

—¿Y? —la alentó a continuar porque sospechaba que había un trasfondo.

—Y que eso serviría para calmar los ánimos. Si te soy sincera, no supe a qué se refería, ¿para qué se necesitan calmar los ánimos en una fiesta? Pero supongo que es para mantener a todos contentos.

Alexandret si sabía a qué se refería Robert con "calmar los ánimos". Él esperaba que con esa táctica la gente prestara menos atención al asunto de Thomas Daft, pero Alexandret no estaba igual de seguro.

El espectáculo comenzó a medida que los nervios dentro de Alexandret iban creciendo. El orden fue el mismo de siempre: primero los miembros de las 7 familias originales, aquellos que además de las habilidades convencionales que poseía cada Dotado, contaban con un don extra, concedido por la diosa Monehet.

Los primeros en pasar fueron la casa Daft. Los tres miembros de esta prominente casa de Dotados se enfrentaron para ver quién podía duplicar mayor cantidad de oro en un minuto, miraban la pequeña pila de oro que había en el centro y hacían un esfuerzo por duplicar este oro dentro de un cuenco que había sido dispuesto frente a cada miembro. Los tres duplicaron una buena cantidad, pero el bulto de Thomas Daft era considerablemente mayor que los otros dos.

Los siguientes fueron Lara y los hermanos Jamerson, representando a la casa Jamerson, cuya familia tenía la capacidad de transformarse en cualquier otra persona. Robert pidió que se transformara en una versión de él. Nolan fue el primero en conseguirlo, en un tiempo récord, luego siguió Lara, y hasta el final Lee, la cual se había presionado tanto que había convertido la nariz de Robert en el pico de un pelícano. Lee se sonrojó ante las burlas y regresó con la cabeza gacha hasta una de las mesas, con su hermano siguiéndola por detrás.

Le siguieron los Sallow, con la capacidad de controlar la luz y, por tanto, las sombras. Después fueron los Duskind, que podían leer el pensamiento. Los Endler, capaces de ver el futuro. Y se guardó un minuto de silencio por la extinta casa de los Bissett y de los Chadborne.

Después de que las familias originales hicieran su demostración, comenzaron a pasar todas las otras familias, que hicieron alarde del control del fuego, habilidades en combate o capacidad para transformar objetos viejos o rotos en cosas nuevas. Incluso los Luan pasaron, luciéndose de acuerdo a Alexandret.

Cuando la demostración hubo concluido y las luces volvieron a su intensidad normal, Robert se puso de pie y pidió silencio para anunciar a los que formarían parte del concejo. Alexandret se mantuvo expectante, esperando que su tío tomara la decisión correcta para el reino, esperando que no se dejara guiar por un absurdo sentido de control.

—Muy bien, ya todos han sido vistos y escuchados —dijo Robert. La mirada de todos estaba puesta sobre él e incluso Alexandret percibió un par de rostros en la multitud que parecían a punto de desmayarse—. Los miembros del concejo serán los siguientes: Alexandret Elvish, por supuesto, Lara Jamerson, Anthony Sallow, Deborn Duskind, Maximilian Endler y Kira Yamilan. También incluimos, como siempre, a una representante de las hadas, que este año será Moira Keegan. ¡Muchas gracias a todos por su participación y estoy seguro de que Macrew llegará muy lejos con este concejo! Eso es todo, pueden continuar disfrutando la fiesta.

Los murmullos no tardaron en hacerse presentes. Alexandret apretó los dientes mientras escuchaba cosas como: «¿Cómo es posible que Thomas no esté en el concejo?», «Thomas provee a Macrew de riquezas y sin él este reino caerá en picada" o «Eso fue fraude, todos aquí sabemos que los Daft merecen una silla en el concejo».

Alexandret ni siquiera se alegró de tener la razón, eso iba más allá de la simple satisfacción de saber que estaba en lo correcto. Eso era importante y era una bola de nieve que podía crecer hasta aplastarlos a todos o al mismo reino de Macrew. Esa era una pérdida que, de enterarse, los Monte Ruiz no dudarían en usar a su favor.

⚜️

Alexandret no había sido capaz de permanecer en el salón de baile, con los incesantes murmullos y las miradas de confusión, así que había salido a fumar al jardín y estaba sentado en el borde de la fuente principal. El agua le salpicaba la ropa y acentuaba el frío que sentía, pero aún así permaneció allí, viendo el cielo gris que predecía una tormenta.

Thomas Daft parecía haberse tomado la decisión muy bien, siempre con una actitud muy categórica y refinada, sin embargo, las demás casas se negaban a aceptar que él no formaría parte del concejo. El ambiente de la fiesta había pasado de ser festivo a ser de incertidumbre y estar a punto de convertirse en una horda furiosa. Alexandret deseó que esa reacción fue temporal, solo por la impresión, y que no durara mucho, sin embargo, los ánimos estaban demasiado alterados como para atreverse a decir que eso pasaría pronto.

Le dio una calada a su cigarro y expulsó el humo en un aro circular, mientras pensaba en la situación tan difícil que se avecinaba para su reino, en los tiempos oscuros que parecían alzarse en torno a Macrew, y en lo que podría hacer para prepararse para una posible guerra.

—Conque estás aquí —soltó Lee con una exhalación de alivio. Alexandret giró la cabeza y vio que la muchacha caminaba en su dirección, con una gruesa capa aterciopelada ondeando a causa del viento que parecía arreciar a cada segundo—. Te estuve buscando por todos lados.

—Necesitaba despejarme un poco —respondió Alexandret mientras expulsaba más humo al mismo tiempo que Lee se sentaba a su lado—. Lamento lo que ocurrió en el espectáculo.

Lee se sonrojó nuevamente, haciendo desear a Alexandret no haber sacado ese tema a colación.

—No fue tu culpa, no fue culpa de nadie más que mía —se reprochó con la vista sobre su regazo. Apretó los labios, como si estuviera conteniéndose de decir algo, pero al final lo dijo—: No entiendo porqué me pasa esto.

Lee rara vez se desahogaba de esa forma con Alexandret y por ello el muchacho permaneció en silencio un buen rato, ciertamente sorprendido. Su silencio le permitió a Lee seguir hablando.

»Estoy cansada de esforzarme cada día por ser mejor, y terminar repitiendo los mismos errores de siempre. No sé qué hago mal, o qué es lo que está mal en mi, pero siempre es lo mismo; cada vez que me propongo algo, termino estropeándolo. Es francamente agotador.

Alexandret le tomó la mano.

—No seas tan dura contigo misma —pidió y le dio un beso en la frente.

La muchacha sonrió con cierta tristeza. Permanecieron en silencio varios minutos, bajo las nubes espesas y oscuras, hasta que finalmente Lee soltó un suspiro.

—Ay, no sé qué me pasó —se disculpó mientras se pasaba un mano por la cara, como si ésta fuera un borrador capaz de eliminar su expresión de pesar. Su rostro volvió a ser el mismo de siempre: sereno y encantador, dejando de lado todo signo de pesadumbre—. Discúlpame, por favor.

—Ey, no te disculpes nunca por sentir. Es más, no necesitas disculparte conmigo. Jamás.

Unas gotas de lluvia comenzaron a caer. Alexandret frunció el ceño. No había llovido en Macrew desde hace más de medio siglo.

—Esto no puede significar nada bueno —comentó Alexandret. Por el momento las gotas era pequeñas, y por ello no mostró signos de querer regresar al palacio, sin embargo, el príncipe sabía que la lluvia arreciaría en cuestión de minutos.

—Estoy de acuerdo. Probablemente los inefables se molestaron por la destitución de Thomas Daft y ésta es su forma de mostrar su desacuerdo.

Los inefables eran Dotados que solo poseían la capacidad para controlar el clima. Ellos solían mantener un clima invernal en Macrew, y además controlaban los vientos y evitaban las lluvias. Esa noche, no obstante, el viento rugía con potencia, como una amenaza violenta, y las gotas caían causando el mismo impacto que el sonido del acero al chocar con el piso.

—Tenemos que controlar esto antes de que las cosas se vayan en picada —dijo Alexandret y le dio otra calada a su cigarro. Sabía que fumar era perjudicial para su salud, pero sentir el calor dentro de sí lo llenaba de una calma ilógica, una tranquilidad que le permitía pensar con más claridad, que le permitía despejarse—. Podría convencer a Thomas Daft de dar un discurso para apaciguar a las casas nobles y a los inefables —sugirió tras meditarlo unos segundos—. Estoy seguro de que él no se opondría, y quizá sirva de manera temporal para calmar las cosas.

—¿Tú ya lo sabías? —inquirió Lee.

—¿Qué?

—Que destituirían a Thomas Daft —aclaró Lee—. Allá dentro es todo una locura y Robert está haciendo su mejor esfuerzo para calmar a las personas, pero parece que ya se esperaba una reacción similar. Él ya sabía que algo así pasaría y antes de que iniciara la demostración de poderes te caché viéndolo como... como si le advirtieras algo.

—Así que me estabas viendo —repitió Alexandret con una sonrisa ladina. Pretendía restarle peso a la situación para que Lee no se preocupara, pero la mirada de la chica no cambió: ella quería respuestas.

—Tú sabes que siempre tienes mi atención, pero no cambies el tema William Alexandret Elvish Rashford—lo reprendió con una dureza que le resultó tierna.

El príncipe soltó un suspiro.

—Me enteré pocos minutos antes de que pasara —respondió—. Intenté hacer entrar en razón a mi tío, darle un amplio panorama de lo que pasaría, del disgusto que se formaría, pero no me hizo caso.

—Gran error.

—Después me enteré de que por eso permitieron que cada miembro de las familias participaran en el DS Double D —continuó—. Necesitaban una distracción que los hiciera enfocarse menos en la destitución de Thomas Daft, pero, aparentemente, eso no sirvió para nada.

—¡Pues claro que no! Thomas es muy admirado entre los Dotados e incluso entre los habitantes de otros reinos.

—Eso es algo que ya sabe mi tío y es lo que lo espantó tanto: Thomas se convirtió en un pilar muy importante para Macrew y mi tío teme que se le suba a la cabeza y que quiera dar un golpe de estado al igual que lo hizo Basil Monte Ruiz.

Basil Monte Ruiz era el líder del ejército de los Monte Ruiz, sin embargo, no siempre había sido un enemigo de la corona. Él había pertenecido al concejo y era un hombre muy respetado, que a su corta edad se había convertido en consejero y general. Era un cortesano admirado al que las ansias de poder lo habían cegado, y era él que había iniciado el Levantamiento de las Casas. La guerra que parecía haber acabado hace años, pero que ahora parecía resurgir como un ave fénix de las cenizas.

—¡El señor Daft jamás haría algo así! —aseguró Lee, escandalizada.

La lluvia ya había aumentado y había apagado el cigarro de Alexandret. Su ropa estaba empapada y unos truenos se oían a la distancia.

—Muchos creen que la historia se puede repetir —contó con un tono sombrío, alzando la voz por sobre un relámpago que había caído frente al palacio, en algún lugar del bosque. La oscuridad opacaba sus facciones y le dibujaba sombras en el rostro—. Hay quienes piensan que Thomas Daft podría intentar dar un golpe de estado, al igual que lo hizo Basil, o que planea unirse al ejército de los Monte Ruiz.

—¿Y tú? ¿Tú lo crees? —cuestionó con dureza. Las gotas de lluvia resbalaban por su rostro y habían empapado su cabello, sin embargo, estaba tan inmersa en la plática que parecía no percatarse del diluvio que caía sobre sus cabezas.

—Por supuesto que no —confesó Alexandret, el cual confiaba demasiado en las personas—. Pero una cosa sí es segura: Macrew necesita prepararse para una guerra que parece inevitable.

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