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7. Las repercusiones de sus actos.

Nolan había sido el que le había pedido a Ledo que fueran discretos en su relación porque sabía que los chismes viajaban y no quería que su madre se enterara de que salía con alguien. No porque ese alguien fuera un chico, ni siquiera porque fuese vampiro, sino porque no portaba sangre real. Su apellido, Truman, no incluía ningún título, ni tierras, ni oro o piedras preciosas. Era un apellido común, y no era que a Nolan le importara o le avergonzara, pero tampoco quería tener problemas con su madre. Sabía que, de enterarse, ella no descansaría hasta que rompiera su relación y, lo peor de todo, Nolan no estaba seguro de cuánto resistiría en una guerra con su madre.

Amaba a Ledo, o al menos eso creía porque lo cierto era que a su edad es muy fácil confundir el amor. Sin embargo, no conocía con certeza qué tan lejos estaría dispuesto a ir por él, qué tanto lucharía para que ese amor prevaleciera, de qué sería capaz con tal de tenerlo a su lado. De momentos pensaba que sería capaz de todo, que Ledo era la única droga que necesitaba para funcionar bien, no obstante, a veces lo atenazaba la duda y le hacía preguntarse qué tan en serio iba su relación.

Los pasos se fueron escuchando cada vez más cercanos, era cuestión de tiempo para que alguien los encontrara ahí: abrazados en medio del bosque, con la capa de Ledo en sus hombros.

—¿Quién crees que...? —comenzó a susurrar, pero se vio interrumpido por Ledo, quien depositó un suave beso en sus labios.

En solo un parpadeo, Ledo desapareció del bosque, dejando a Nolan solo en el justo momento en que los pasos se detuvieron. Nolan se giró para ver al responsable de interrumpir esa salida con su novio. Era un soldado, que parecía bastante extrañado de encontrar a Nolan ahí.

—¿Se te ofrece algo? —inquirió sin poder ocultar su frustración. ¿Era muy difícil que lo dejaran solo a mitad de la noche?

—Lamento interrumpir —se disculpó el soldado. Nolan se fijó en que miraba alrededor, quizá buscando a alguien más porque era evidente que Nolan no había ido solo al bosque—, pero me dijeron que le informe que la demostración de poderes está a punto de comenzar.

—De acuerdo —respondió Nolan sin comprender porqué le avisaba. Esperó pacientemente a que el soldado se fuera, porque prefería mil veces pasar más tiempo con Ledo a ver la demostración, sin embargo, el soldado no se movió ni un milímetro y permaneció con la vista fija en Nolan, como si esperara algo—. ¿Eso es todo?

—Sí, pero me parece que no le han informado las buenas nuevas. —Nolan arqueó las cejas. Tuvo el desagradable presentimiento de que no le iban a gustar las noticias nuevas—. Hace unos minutos se ha informado que cada miembro de las 7 casas principales, a excepción de la familia Elvish, debe presentarse en el espectáculo. Este año, por primera vez, se les dará oportunidad de participar a todos.

Quizá Nolan debió simular alegría, pero en lugar de eso abrió mucho los ojos y soltó:

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

El soldado pareció desconcertado ante la reacción de Nolan y finalmente dejó de buscar indicios de personas en el bosque y lo observó, ahora sí, con toda su atención.

—Es una oportunidad muy buena —aseguró—. Y el rey ha anunciado que la participación es obligatoria.

Nolan se quedó quieto varios minutos, deseando haber escuchado mal, o que se tratara de una confusión. El espectáculo era entretenido de ver para aquellos que de verdad deseaban participar, pero él no quería. No quería participar en la demostración de poderes, no quería pertenecer al concejo, y no quería tener que cumplir con un capricho del rey.

El soldado continuó ahí, y esta vez Nolan supo el motivo: estaba esperándolo para que regresara al palacio. Sin embargo, Nolan no quería hacerlo sin antes despedirse de Ledo.

—Muy bien, gracias por avisarme. Puedes retirarte —lo corrió sin disimulo y el soldado no tuvo más remedio que irse.

Esperaron varios minutos para asegurarse que el soldado no estuviera merodeando por ahí, y luego salió Ledo, el cual tenía el ceño fruncido. Nolan se alegró de que no se hubiese ido porque así al menos podrían despedirse, pero, por otro lado, la noticia de la demostración de poderes había acabado con sus ganas de socializar.

—¿No te alegras de participar? —preguntó Ledo mientras se acercaba a él.

—Por supuesto que no. No quiero ser su títere —soltó Nolan, repentinamente enfadado—. Los reyes creen que somos sus monos y que podemos bailar al ritmo que nos pongan, pero yo no quiero tener que hacerlo.

—¿Y por qué no? —Lo cuestionó empleando un tono suave—. Una silla en el concejo es una oportunidad para cambiar las cosas, para cambiar la vida de la gente que vive en la miseria, para mejorar el reino. Es una puerta abierta llena de posibilidades inexploradas, una forma de poner en equilibrio la jodida balanza de la vida. Que créeme que esta muy jodida.

Nolan sabía que Ledo tenía razón, él mismo ya había pensado en todas las acciones buenas que podría intentar en el concejo, los cambios que podría proponer, la cantidad de cosas que serían diferentes. Sabía que al menos tendría un voto a favor porque Alexandret había hecho propuestas similares que nunca alcanzaban la mayoría de votos. Sin embargo, lo que aterraba a Nolan acerca de la demostración era el no saber si sus propias capacidades estaban a la altura de su apellido, no saber si era lo suficientemente poderoso como para que lo eligieran.

—¿Y si mi demostración no es suficientemente buena? —inquirió Nolan sin atreverse a mirar a Ledo a los ojos. Enfocó su vista en su manos; grandes y anchas—. ¿Qué hago si los demás creen que soy un fraude?

La expresión de Ledo se suavizó y tomó su mentón con delicadeza. El café como tierra mojada de los ojos de Nolan, colisionó contra el azul similar a el cielo nublado de los ojos de Ledo. Cielo y tierra en un sublime encuentro de miradas. Ledo le expresó todo el amor y el apoyo que le brindaba ahora y siempre.

—Si hay alguien que crea eso, entonces yo mismo me encargaré de que subestimarte sea el último error que cometa en su miserable vida.

Nolan no sabía si Ledo estaba bromeando o no, pero de igual forma logró arrancarle una sonrisa. Lo abrazó e inhaló su aroma. Por extraño que fuera, la inexistencia de su olor comenzaba a ser familiar para él.

—Me tengo que ir —dijo Nolan, aún en contra de su voluntad, mientras se separaba de él—. El soldado dijo que el espectáculo estaba a punto de comenzar.

—De acuerdo —aceptó Ledo mientras le plantaba un beso frío en la frente—. Estoy seguro de que no lo necesitas, pero mucha suerte. No me cabe duda de que te irá de maravilla.

Nolan sonrió en agradecimiento, le dio un beso en los labios y se dio media vuelta para dirigirse al palacio, con un sentimiento agridulce. Por un lado, se sentía feliz de haber visto a Ledo porque parecía que él siempre tenía lo correcto para decirle. Por otro lado, se sentía extremadamente nervioso por la demostración.

Dijese lo que dijese Ledo, Nolan no se sentía capaz de dar un buen espectáculo... Al menos no sin un poco de ayuda.

Caminó con rapidez hasta su habitación, cerró la puerta con seguro y buscó con desespero entre sus zapatos una pequeña cajita de bambú, la cual encontró detrás de una caja con zapatos que jamás había usado.

Nolan se levantó, sosteniendo la caja con dedos temblorosos, como si su cuerpo se anticipara a lo que estaba a punto de hacer, como si el simple hecho de sostener la caja fuera una probada del tan anhelado polvo. Avanzó hasta detenerse frente a una de las mesillas y cuando estaba a punto de colocar una línea del polvo dorado, tres golpes en su puerta lo hicieron sobresaltarse.

Con los nervios emanando de cada poro de su piel, se encaminó a abrir la puerta solo lo suficiente para ver a la persona que lo había interrumpido. Era su madre, que lucía bastante desconcertada y disgustada. Lara lo miró de arriba abajo y el disgusto se acentuó.

—¿Por qué no te has cambiado? —cuestionó—. ¿Si sabes que el espectáculo comienza en unos minutos?

—Sí, madre —habló Nolan con voz cansina—. Pero yo no me explico porque no avisaron que cada miembro de la familia estaría obligado a participar desde antes. Ni siquiera lo hicieron al inicio de la fiesta.

—No es una obligación, es un privilegio que nos conceden —lo corrigió su madre—. En cuanto a porque no nos avisaron desde antes, lo mismo me pregunto yo. Se me hace de pésimo gusto que nos informen a última hora. Sin embargo, ahora mismo estoy más enojada contigo que con ellos.

—¿Conmigo?

—Sí. Tú me dijiste que el rey quería hablar conmigo, pero cuando encontré a Marcus y le pregunté que dónde estaba, él me aseguró que Robert jamás me había buscado.

Nolan frunció el ceño, fingiendo desconcierto.

—¿En serio? —preguntó con extrañeza.

Lara hizo amago de querer ingresar a la habitación de Nolan, pero el muchacho no le cedió el paso. Continuó recargado contra el marco de la puerta mientras sostenía ésta para que no se abriera más de lo estrictamente necesario.

—Déjame pasar —exigió. Pero Nolan no podía arriesgarse a que su madre descubriera la caja de bambú, así que permaneció en su lugar e incluso agarró la puerta con más fuerza.

—Acabas de decir que tengo que apurarme y creo que tienes razón —mintió con tono reflexivo—. La demostración de poderes es algo muy importante para la familia y no puedo presentarme así.

Señaló su vestimenta y al momento de haberlo hecho se arrepintió. Primero, porque estaba con la ropa mojada por la nieve, y segundo, porque aún tenía puesta la capa verde lima que le había dado Ledo.

—¡¿Pero qué es eso que traes encima?! —se percató su madre, horrorizada. Empujó la puerta con fuerza y Nolan perdió el equilibrio. Se tambaleó un poco, ya que aún estaba ligeramente mareado por las copas que había tomado, mientras Lara ingresaba en la habitación—. Esa ropa no es tuya.

El corazón de Nolan se aceleró mientras veía fugazmente la caja de bambú. Si a su madre le entraba la curiosidad y abría la caja, entonces Nolan estaría condenado.

—Lee me la hizo —mintió, sintiendo las palmas sudorosas—. Forma parte de su nueva colección de ropa.

Su madre la miró nuevamente, dispuesta a criticar hasta el más mínimo detalle.

—La tela se ve barata a leguas. Ni se te ocurra presentarte al salón de baile con eso —dictaminó. Se paseó entre la ropa tirada de Nolan, la cual estaba dispersa sobre el suelo, la cama y los sillones—. Tienes un desastre aquí, Nolan. Deberías dejar que vengan a limpiar de vez en cuando.

—Me gusta tener mi propio espacio, no quiero que toquen mis cosas —replicó llanamente.

—Insisto en que sería lo mejor, de esa forma, cuando invites a una chica...

—Madre —la interrumpió Nolan—, ¿a dónde quieres llegar con esto?

—Un soldado me dijo que estabas en el bosque —comentó como quien no quiere la cosa—. Dijo que le pareció oírte hablar con alguien.

De no haber estado tan nervioso porque su madre había comenzado a merodear peligrosamente la mesa, quizá pudo haberlo negado. Sin embargo, estaba tan concentrado en cada acción de su madre, que se reacción fue muy tardía.

—¿Ah, sí?

—Ajá. —Lara se alejó de la mesa y caminó hasta Nolan. Ambos tenían la piel oscura, al igual que Lee, sin embargo, los ojos de Lara eran de un color gris impresionante, como humo. Posó su intimidante mirada en Nolan—. ¿Fuiste al bosque para encontrarte con alguien?

Nolan soltó una risa nerviosa.

—¿Encontrarme con alguien? Todos los que conozco están en el salón de baile.

—Entonces, ¿qué hacías en el bosque tan entrada la noche? —Lo cuestionó con los brazos cruzados.

Nolan resopló mientras inventaba una mentira.

—Tomando aire.

—Eso pudiste haberlo hecho en el jardín. No había necesidad de que te ocultaras.

—No me estaba ocultando.

La mirada de Lara sugirió que no creía eso.

—¿Entonces no estás viéndote con nadie? —Pareció un poco decepcionada.

Nolan tragó saliva con pesadez.

—No. —Nolan se sentó en el borde de la mesa para cubrir de la vista de su madre la caja de bambú—. Y, a todo esto, ¿por qué el soldado te dijo eso? ¿Lo mandaste a espiarme?

Un ligero rubor cubrió las mejillas de Lara.

—No, solo...

El muchacho no la dejó continuar.

—¿Sabes qué? Ahórrate tus excusas, me tengo que preparar para la demostración de poderes.

Lara soltó un suspiro.

—Bien. Te dejaré solo para que te arregles —dijo y se alejó hacia la salida—. Pero, Nolan, recuerda que es muy importante con quién te estás viendo. El apellido de la familia está en juego y es por ello que debes conseguirte una esposa con un apellido respetable.

Salió de la habitación, dejando a Nolan aún más abrumado que antes, y con ganas de mandarlo todo a la mierda. Con mucha más ansiedad que hace unos segundos, abrió la caja y su corazón se aceleró ante la vista del pequeño montón de polvo áureo que había en el interior.

Ahora el consumo se había vuelto más que una necesidad, era algo que quería, que anhelaba, que hacía a su cuerpo vibrar de deseo. Se lo merecía, se merecía un viaje fuera de esa realidad, se merecía un rato sin preocupaciones, se merecía ese sentimiento de felicidad extrema.

Colocó una línea sobre la mesita de madera e inhaló por la nariz. Poco a poco las preocupaciones dejaron de pesarle, las inseguridades quedaron enterradas bajo un montón de confianza, y lo inundó una vitalidad incontenible. Sintió que podía hacer lo que quisiera, que el mundo podía ser suyo si así lo quería, que fácilmente podría participar en la demostración de poderes sin decepcionar a nadie.

Sintió que era suficiente. Y también sintió que Nolan Jamerson era alguien importante, alguien digno de ser visto.

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