El entrenamiento.
—¡Aaron apúrate! —gritó James desde la puerta con impaciencia mientras esperaba a su hermano.
—Ya, ya —lo calmó este mientras saltaba en una pierna intentando ponerse sus botas —, al menos déjame comer algo antes de irnos —añadió al terminar de ponerse los zapatos.
—Comerás por el camino —respondió James tirándole un pedazo de pan, y por su tono de voz, no estaba muy feliz ese día.
—Erres emajiao gruñón ¿sabías? —dijo Aaron cuando iban caminando, mientras terminaba de tragar una hogaza de pan.
Sin embargo, James no le hizo caso, su mente estaba en el entrenamiento que tendrían ese día, y quizás, preocupado por otras cosas más.
Habían pasado ya dos días desde que Aaron y James cayeron en la tierra de los elfos, y hoy por fin les tocaba su primer entrenamiento. Intentaron deducir que les tocaría ese día y si necesitarían llevar algunas armas, ya que la nota que Elliot les había mandado solo decía que estén preparados:
"Prepárense, su entrenamiento inicia mañana.
Véanme en el claro junto al castillo."
Ni siquiera tenían idea de cómo había llegado la nota hasta ellos, simplemente la encontraron flotando entre las llamas de la chimenea la noche anterior. Bueno, sí tenían una idea, era magia; durante los dos días que habían estado en ese lugar se dieron cuenta que muchas de las labores de los elfos eran llevados a cabo con magia.
Se habían dado cuenta de eso el día anterior, cuando en la mañana James quiso animar un poco su casa plantando algunas gardenias, pero en cuanto la colocó en la tierra, la planta se había muerto.
—Bueno —le había dicho su hermano— aunque eso podría deberse también a que eres pésimo para entablar relaciones duraderas con cualquier cosa que tenga vida.
A James, el comentario de su hermano no le había caído muy bien que digamos, porque hasta hoy seguía guardando su malhumor, ¿o es que, lo que le tenía así era otra cosa? Era imposible saberlo con James, nunca demostraba sus emociones en público, y cuando lo hacía, creaba más problemas de los que ya había.
Ese día, camino a el entrenamiento, observaron lo que era Dryadalis por la mañana. Con los primeros reflejos del sol cayendo sobre la aldea parecía una ciudad hecha de oro, las casas estaban teñidas de un color naranja fuego por donde el sol les daba, y el olor del desayuno recién hecho se filtraba en el aire; las aves también comenzaban a despertar dando a escuchar sus gorjeos. Pero lo que más atrajo su atención fue el palacio, con sus enormes ventanales alumbrados por los rayos del sol, el brillo que le daban a todo el paisaje era imponente, majestuoso, sublime y digno de toda admiración.
Cuando llegaron al claro en el que Elliot les había indicado, vieron que él ya estaba allí, junto con una mesa larga de utensilios, cosas extrañas y un elfo parado a su lado: era Tolhet.
—¿Llegamos tarde? —preguntó James preocupado.
—Si hubieran llegado tarde, yo ya no estaría aquí, —respondió Elliot— bien, supongo que ya conocieron a Tolhet la otra noche cuando la reina Elin fue a hacerles una cordial visita.
Los príncipes asintieron y saludaron a Tolhet con la mano.
—Oh y no necesitan esas armas —mencionó nuevamente Elliot viendo las espadas, y los arcos que traían consigo.
—¿Cómo? —Preguntó Aaron—. Creí que esto sería un entrenamiento —añadió no tan complacido.
—El problema con los humanos, es que no saben entrenar más que con fuerza y violencia, los elfos entrenamos con pasión, astucia e inteligencia —espetó Tolhet.
—Si bien pudieron darse cuenta en el terrible enfrentamiento con la diosa Bella, las armas no funcionan en una pelea —respondió Elliot a su pregunta; era imposible no prestar atención a lo que decía, porque, además de decir solo lo necesario, hablaba con mucha confianza, tenía un tono en la voz que lo hacía notar por encima de los demás—, aunque seas el mejor utilizando una espada, Bella puede hacerte daño a metros de distancia, no es necesario tocarte si quiere matarte. La reina Elin cree que deben entrenar sus facultades mágicas, y despertar el poder de la vida que habita en ustedes como legítimos gobernantes al trono.
—Y... ¿Cómo haremos eso? —preguntó James con un dejo de duda en su voz.
Elliot señaló la mesa que se encontraba junto a él.
—He preparado algunas técnicas para comenzar; cosas simples de hecho —mencionó mirando la mesa como si estuviera algo disgustado—, alguno de los hechizos que les mostraré aquí utilizamos con los elfos menores de edad, para ayudarlos a despertar su magia interna curativa.
—Genial, volveremos a la época infantil —murmuró Aaron por lo bajo con sarcasmo.
—Deben tener un nivel mágico superior si quieren vencer a un Dios, y con comentarios patéticos como ese, lo único que lograrán es que los maten a todos —mencionó Elliot con brusquedad mientras preparaba algo de entre los artefactos de la mesa.
—Aaron —le susurró al oído su hermano.
—¿Qué sucede? —respondió éste con fastidio.
—Haz un favor y no vuelvas a decir idioteces ¿quieres? Cierra la boca —le espetó James y caminó junto a Elliot—. ¿Cuándo empezamos? —le preguntó.
—Ahora —respondió el elfo—. Tienen ante ustedes una mesa con elementos tanto mágicos, como simples. Ustedes decidirán qué hacer para que las plantas que están en las macetas a su izquierda —señaló unas cuantas macetas con plantas marchitas que estaban debajo de un árbol— revivan y florezcan.
Ambos fueron a escoger una planta cada uno. Aaron escogió una maceta mediana con un rosal seco, mientras que James se concentró en una maceta pequeña, con una planta de muchas hojas largas y marchitas que caían por los bordes de la maceta. Luego se dirigieron a la mesa donde Elliot les había dejado las herramientas, a Aaron no le costó mucho decidirse por cual objeto usar primero.
—¿Por qué ese? —dijo James por lo bajo a su hermano, algo indeciso
—Son elfos, James —respondió a su hermano en voz baja— quieren que hagamos esto para quedar más listos que nosotros, creen que nos decidiremos por los elementos sin magia, cuando los antídotos están en estos frascos. —Sostuvo ante el rostro de su hermano un frasco cerrado con un líquido de color verde.
—No seas impertinente Aaron —le advirtió su hermano—. Toma con prudencia e inteligencia tus decisiones, padre siempre lo decía.
—¿Y dónde está padre ahora? —espetó Aaron mientras vertía el líquido verdoso en la maceta.
—Yo no... —comenzó a decir Tolhet intentando detenerlo, pero ya era tarde.
—AAARRGGG —gritó Aaron con dolor— ¡MIS OJOS! NO PUEDO VER —añadió.
Al verter el líquido en la maceta, una bruma verde comenzó a envolver el rostro de Aaron e hizo que se le hinchase toda la cara.
—Tranquilo —dijo Elliot intentando calmarlo— ¿Qué usó? —preguntó con dureza.
—Icorius —respondió Tolhet tratando de reprimir una sonrisa.
—Tolhet, llévatelo a la enfermería para que lo revisen y lo curen —dijo el otro elfo con urgencia.
Mientras Aaron y Tolhet fueron a la enfermería, Elliot agarró una de las jarras que tenía en la mesa y sirvió el líquido en un tarro; para sorpresa de James, era cerveza. Le pasó el tarro lleno a James y luego se sirvió uno igual de lleno para él.
—Sígueme —le dijo a James caminando hasta la orilla del río y sentándose a mirar la corriente de agua.
—¿Qué es Icorius? —preguntó James sentándose a su lado.
—Es un brebaje mágico que preparamos para eliminar los hongos de las plantas y las macetas, pero cada Icorius está preparado para un tipo de planta de hongo en específico. Si colocas sobre la equivocada... bueno, no necesitas que te lo explique, ya has visto lo que pasó con tu hermano —respondió dando un trago largo a su cerveza—. Tu hermano no estaba tan alejado de lo cierto ¿sabes? El Icorius correcto estaba a centímetros suyo, solo no pensó bien las cosas —murmuró con un cierto dejo de fastidio.
—O quizás no lo sabía —defendió James a su hermano.
—Quizás —murmuró nuevamente Elliot.
—¿Estará bien mi hermano? —preguntó James mirando su tarro de cerveza aún lleno.
—No te preocupes, el Icorius lastima y hasta puede dejarte varios días inconsciente, pero no mata, —le respondió— si estás tan preocupado por tu hermano, toma tu cerveza, créeme que cuando me preocupo mucho, darle un trago largo me ayuda.
—¿Y qué te preocupa en estos momentos? —volvió a preguntar James mientras le daba un trago ligero a su cerveza y observaba a Elliot.
El elfo no respondió, se quedó unos minutos pensando, quizás formulando bien su respuesta, quizás intentando descubrir cómo es que James se dio cuenta de que algo le agobiaba.
—¿Por qué lo dices? —dijo después, mirándolo con el ceño fruncido.
—Vamos, sé lo que se siente llevar un enorme peso encima y callarlo para mantener las apariencias, ¿te molesta tener que entrenarnos a Aaron y a mí? ¿Es eso? —Preguntó con intriga el príncipe— acabas de darle dos tragos largos a tu cerveza, así que no digas que nada, anda, dime —insistió James— ¿Qué te preocupa?
—Mi hermana —soltó Elliot en un suspiro.
—¿Tienes una hermana? —preguntó James con sorpresa.
Probablemente Elliot tenía padres, hermanos, incluso novia; James no tenía por qué sorprenderse, no conocía nada sobre Elliot, es decir, no conocía nada sobre ninguno de los elfos, pero por alguna razón le sorprendió, ni siquiera él entendía por qué.
—Sí, la reina Elin es mi hermana —respondió Elliot, intentando que nadie los escuchara.
Probablemente James había puesto una cara muy extraña, si hubiera habido moscas por ahí, se las hubiera tragado todas. A diferencia de su hermano, él se comportaba muy decente y respetuoso con esa reina, pero al igual que Aaron, él tampoco la soportaba.
Aun así, debió de imaginárselo, ya que algo dentro de sí le había dicho desde que llegaron, que existía una especie de conexión entre la reina Elin y Elliot; ahora había descubierto el secreto, eran hermanos, pero, aun así, no se comportaban como tal, simplemente parecía una reina con su... ¿qué? Si lo pensaba bien, ni siquiera sabía que puesto tenía Elliot en la corte élfica, ¡No sabía nada! Y estar en ignorancia lo molestaba mucho, aun así, la sorpresa lo superó.
—¿Ella es tu hermana? —Preguntó luego de un momento con gran sorpresa.
—Sí... lo es —respondió Elliot, y parecía que con un poco de vergüenza.
—Nunca me lo hubiera imaginado —añadió James intentando guardar un poco más su asombro—. Pero, ¿qué es lo que te preocupa de ella? ¿Está enferma?
—No, —respondió Elliot con una sonrisa sarcástica— la reina de los elfos no puede enfermarse y morir a no ser que incumpla sus votos.
—¿Y qué tipo de votos son? —preguntó con curiosidad.
—La reina Elin juró ante la sagrada diosa y madre Arazi que siempre velaría por el cuidado de cualquier ser vivo y que nunca mentiría en sus intenciones.
La respuesta de Elliot provocó más dudas en James, dudas que no podía callar o que, si las callaba, encontraría la forma de conocer las respuestas.
—¿Qué pasará si...? —Comenzó a preguntar de nuevo, pero Elliot terminó la pregunta.
—¿Si no los cumple? —dijo formando una expresión dudosa en su rostro—, morirá —añadió— o es eso lo que dijo la madre Arazi que Anak le haría.
—¿Hace cuánto? —preguntó otra vez James, ya que le intrigaba esa cuestión.
—¿Quieres saber la edad de mi hermana verdad? —dijo Elliot con una sonrisa un tanto burlona— Hace muchísimo tiempo —añadió intentando pensar la fecha exacta — mi hermana es reina como hace unos 380 años —respondió después de unos segundos satisfecho de haberse acordado.
—¿Me lo estás diciendo enserio? —se sobresaltó James— ¿Cómo hace para verse tan joven?
—La magia, mi querido príncipe —respondió y mientras le hablaba a James su apariencia iba cambiando hasta volverse más viejo, después de unos segundos se había vuelto tan viejo que parecía que podría morir en cualquier momento, o, mejor dicho, que ya debería haber muerto— logra cosas que jamás podrías imaginar —añadió y volvió a su apariencia normal— yo, por ejemplo, tengo 410 años —un tic nervioso se reflejó en su ojo izquierdo cuando lo dijo, como si estuviera mintiendo sobre ello.
— No te creo... —dijo James en un murmuro algo sorprendido y a la vez intentando ocultar las risas— ¿Y por qué no eres tú el rey? Eres el mayor.
—No funciona así en el mundo de los elfos, un rey no solo debe tener edad para gobernar, también cualidades y el deseo correspondiente de ayudar siempre a los demás —contaba Elliot, y James se dio cuenta que su voz era distante, como si normalmente no acostumbrara a hablar con otras personas y mucho menos sobre sí mismo— yo prefería relajarme y tomar todo con calma, Elin por el contrario, prefería ayudar a encontrar soluciones a todo el mundo, así que le cedí el privilegio —añadió y dijo "privilegio" como si realmente fuera una carga bastante pesada.
James lo entendía, sabía lo que era ser heredero a un trono y no tener los ánimos para cargar sobre sí mismo los problemas del pueblo, sabía lo que era desear mantenerse a raya, no darse a conocer lo suficiente, y a veces hasta pasar desapercibido; sabía lo que era tener un hermano que anhelaba el trono con todas sus fuerzas y sabía también lo que se sentía querer dejárselo en manos de alguien más.
Pero a diferencia de Elliot, él no podía hacer eso, porque si abandonaba esa responsabilidad, si desistía de todo aquello que le esperaba, probablemente el pueblo, su hermano y sus esperanzas de volver a una normalidad se perderían; así que, aunque en su interior algo deseaba conocer más a Elliot, quiso dejar las preguntas que le recordaran su vida a un lado y se concentró en algo más que lo agobiaba, en un tema que Aaron le sacaba en cara desde que llegaron ahí, los sentimientos de la reina hacia él.
— Tu hermana... —dijo después de unos minutos de silencio, formulando su pregunta correctamente— ¿yo le caigo bien? —preguntó disimulando su verdadero interés.
—James, si de algo me he dado cuenta hoy por ti, es que eres pésimo conversando con la gente —dijo Elliot formando una sonrisa de lado— lo que quieres saber realmente es si mi hermana siente algo más que solo respeto hacia ti, ¿verdad?
James asintió.
—Sí James —respondió—, mi hermana encontró en ti eso que no ha visto en ningún elfo desde hace cientos de años, no me preguntes que es —añadió al ver que James quería formular esa pregunta—, solo sé que ha pensado en ti desde que hablaron en la sala del trono, y si me dejas darte un consejo, no la ilusiones —le advirtió—. Porque podrá ser la reina, podrá ser insoportable, podrá ser creída y todo lo malo que quieras decir sobre ella, pero sigue siendo mi hermana, y juré a los dioses que siempre la protegería, siempre la libraría del peligro, y no hay mayor peligro que el amor. Amar a alguien y que te ilusionen sin sentir nada por ti, es la peor arma que se puede utilizar para matar un corazón.
—Pero yo no... —comenzó a decir James.
—Sé que mi hermana no es tu tipo, no me preguntes cómo, solo lo sé, o, es decir, lo presiento —comentó Elliot mirando hacia el frente, no parecía ver el río, tampoco parecía ver más allá de él. Lo que Elliot hacía era buscar respuestas dentro de sí mismo, por eso perdía su mirada de esa forma.
—Escúchame Elliot —dijo James apresurándose, antes de que el elfo le volviera a detener— no me gusta tu hermana, y tampoco me fijaría en ella, no sé si te has dado cuenta, pero yo tengo 19 años y ella me supera por... ¿Cuánto? ¿376? —preguntó con sarcasmo— Jamás estaría con alguien tan viejo —afirmó.
Aquella afirmación pareció molestar a Elliot, o tal vez fueron solo suposiciones de James.
—Por tu bien, espero que así sea. —sentenció Elliot.
Se quedaron en silencio un momento escuchando las aguas del río chocar contra la orilla, hasta que Elliot decidió romper aquel momento tan incómodo.
—Tu planta —dijo sin dejar de ver al frente— tráela, quiero que aprendas algo —añadió.
James lo hizo y se sentó a lado de Elliot expectante a lo que iba a decirle.
—¿Cómo la revivirías? —preguntó Elliot.
—No tengo idea —murmuró James por lo bajo.
—Estoy seguro de que se te ocurrió algo, por eso es que no tomaste ningún artefacto de la mesa —comentó Elliot mirando a James con intriga.
—Yo... —comenzó a decir James con inseguridad — quería usar el poder de la vida —añadió levemente como si pensara que aquello era una tontería.
—Pero aún no lo has despertado en ti —le recordó Elliot.
—Ya lo sé — dijo James convenciéndose aún más de lo tonta que había sido esa idea.
—Y es eso lo que quiero que aprendas —añadió Elliot al ver que James se sonrojaba avergonzado— toma la planta —dijo tendiéndole la maceta—. Cierra tus ojos, olvida cualquier pensamiento negativo o distante que tengas, escucha el sonido de las aguas, siente la tierra que se extiende por debajo de ti, escucha el canto de las aves, siente el viento y la brisa acariciar tu pelo, escucha el latido de tu corazón y presta atención a tus instintos ¿Qué quieren hacer? —preguntó en voz baja.
—Quieren revivir esta planta —dijo James en un susurro con los ojos aún cerrados.
—Si de verdad lo quieren, lo harán —comentó Elliot con el mismo tono de voz que usó James.
—Sí... —susurró James concentrado— lo harán, quiero que lo hagan, quiero darle vida a esta planta —añadió y un brillo dorado recorrió sus venas y se intensificó en la maceta. Para cuando James abrió los ojos vio que la planta estaba totalmente restaurada, todas sus hojas eran verdes y muy brillosas, habían crecido un poco y ya ninguna caía por los bordes de la maceta, ahora todas estaban rígidas, imponentes, mostrando su belleza a todos.
—¿Cómo lo hice? —preguntó James totalmente asombrado mirando la planta con un brillo extasiado en los ojos.
—¿De verdad debo responder a esa pregunta? —dijo Elliot— Llévatela a tu casa, puedes plantarla en tu jardín si quieres.
—Morirá —dijo James pensando en la gardenia que había plantado.
—Créeme —insistió Elliot— no lo hará, y si lo hace... —añadió pensativo— creo que sabes cómo revivirla.
—Tienes razón —respondió James totalmente animado.
—Ahora vete —comentó Elliot mirando hacia el castillo—, tengo que hablar con mi hermana y tú debes ver al tuyo.
James se levantó con su maceta en mano y caminó dirigiéndose a la enfermería, pero un segundo después se dio cuenta que no sabía dónde quedaba realmente, así que se volteó para preguntárselo a Elliot, pero éste ya no estaba.
¿Cómo había hecho para desaparecer tan rápido?
"La magia, —le había dicho Elliot— logra cosas que jamás podrías imaginar"
¿Pero qué tantas cosas lograrían?
Debía averiguarlo.
James estuvo a punto de ir a hurtadillas al castillo solo para saber que tantas cosas ocultaban los elfos, cuando un ruido extraño lo detuvo.
Era bullicio, de muchísima gente. ¿Pero de dónde venían? ¿Qué hacían más personas en Dryadalis? Eso retuvo su curiosidad, y como su curiosidad podía más que su razón, fue a investigar.
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Pollitos ¿Cómo estááááán?
Muchos seguro se pregunten ¿por qué los llamo pollitos? Y es que se me ocurrió que sería lindo tener un nombre definitivo para todos ustedes que siempre me leen y no se pierden mis historias, y pues se me ocurrió llamarlos pollitos.
Aunque lobitos también me gusta, y me identifica más, pero se los dejo a su decisión.
¿Qué prefieren? ¿#TeamPollitos o #TeamLobitos?
Y con respecto a la historia, díganme que opinan sobre Elliot y que les parece todo lo que ha pasado en este capítulooooo.
Sé que dije que iba a subirles domingo pero tenía un tiempito hoy, así que quise darles un poquito más de la historia e ir avanzando.
Les mando un abrazo enorme a todos.
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