
Brebajes e Interrogantes
El grupo había avanzado rápidamente a Dryadalis, Tolhet aplicó un hechizo de curación en la herida, pero no había funcionado, el veneno de demonio no era algo fácil de curar.
La herida no sangraba, pero el color verde mezclado de tonalidades negras que iba formándose en su piel obligaba a todos a preocuparse, y para más, llevaban un prisionero a quien no depositaban ninguna confianza.
Nadie lograba imaginar que, aquel prisionero lograría marcar un antes y un después en la terrible lucha de jerarquías que se había desatado.
El grupo de elfos y humanos ingresó al reino con mucha prisa; las chicas no sabían muy bien que hacer, eran guerreras, no curanderas, pero algo tenían en común con los elfos, sabían a quien acudir. Con rapidez llevaron a Aaron a su casa, los niños se habían asustado mucho al verlo tan mal herido y en aquel estado tan angustiante.
Az depositó el cuerpo en la cama y corrió en busca de Elliot, mientras Tolhet llevaba al prisionero a una de las celdas mágicas del reino. En estos casos el príncipe de los elfos sabría que hacer, era el más experimentado en cuanto a magia sanadora, y era considerado a su vez sacerdote de hierbas en la enfermería, y con Tolhet, formaban un dúo de sanación mágica imparable.
Elliot ingresó rápidamente en la casa de Aaron, subió hasta su habitación y lo vio acostado, estaba sudoroso, pálido, respiraba de forma agitada, y de su boca caía una fina línea de baba plateada.
-¡Apúrense! -apremió a Camil y Sophía- Traigan agua en un cuenco, toallas y preparen un té de Kion -, luego se dirigió a los niños, Ivar, Engla y Kalevi-, quiero que ustedes corran al bosque y me traigan hojas de antanan, flores de bitxilora, y hojas de áloe, ¡y no se tarden si no quieren que su príncipe muera!
Aquello puso a todos más nerviosos de lo que ya estaban, no era fácil para ninguno ver al único príncipe que les quedaba, debatirse en duelo con la muerte a causa del veneno de demonio.
Pero Elliot era eficiente, y aunque no se había enfrentado nunca a una herida así, sabía lo que debía hacer.
-Si tan solo James estuviera... -susurró mientras colocaba un paño mojado en la frente de Aaron.
Él sabía que el príncipe no moriría, el poder de sanación fluía dentro de Aaron, aquella capacidad era lo que seguía manteniéndolo vivo, de no ser así, aquel veneno hubiera matado al instante a una persona normal. Pero Aaron no era normal, aunque tampoco inmortal, por eso, aunque el poder de vida hiciera todo el trabajo, no podían quedarse durmiendo en los laureles sin hacer nada por ayudarlo.
-¿Morirá? -preguntó Camil con mucha preocupación-.
-Tal vez... -respondió Elliot, analizando la herida.
El corte no había sido profundo, la herida no era de gran tamaño, pero solo una gota de ese veneno había bastado para dejarlo postrado en una cama.
-¿A qué te refieres con tal vez? -indagó Sophía- Hace un minuto juraría que estabas bastante seguro de que moriría si no se hacía algo.
-Es que es probable que no sobreviva si no se hace nada por ayudarlo -explicó-, Aaron lleva dentro el poder de la vida, un poder, que le da la capacidad de sanar a otros y de sanarse a sí mismo.
-¿Entonces por qué no se sana a sí mismo?
Interesante pregunta...
-Lo está haciendo, de no ser así, habrían cruzado el bosque con un cadáver -su expresión era seria-, su cuerpo se regenera por dentro gracias al poder que fluye en su interior, pero el veneno de demonio es una sustancia demasiado poderosa, y Aaron necesita expulsar el veneno de su cuerpo si quiere vivir -explicó-, solo que no lo está haciendo...
Aquello último sonó más a un susurro desesperado, como implorando que él lo escuchara e hiciera un esfuerzo.
Pero Elliot sabía que aquello no podría ser.
-Ahí es donde entro yo -anunció.
Y con eso colocó ambas manos sobre aquella herida, y con magia y un gran esfuerzo comenzó a sacar el veneno. Parecía como si aquel líquido dañino tuviera vida propia, pues se aferraba al cuerpo del príncipe, tal fue así que Elliot tuvo que emplear más magia de la que había creído.
-Necesito a Tolhet -murmuró.
Y en lo que seguía intentando, Az, quien era rápido para correr, se fue a buscar al elfo que se encontraba en las celdas interrogando al prisionero.
Rápidamente acudió al llamado.
-Elliot -habló Tolhet luego de cinco minutos, poniéndole una mano en el hombro-, ya estoy aquí, amigo, ¿qué quieres que haga?
-Necesito... canalizarte
Entonces Tolhet sostuvo una de sus manos y se colocó a su lado, poniendo su mano libre sobre la herida de Aaron, y de a poco, con el poder ejercido, el veneno comenzó a salir y pequeñas gotitas de un color negro flotaron en el aire. Camil se apresuró a guardarlas en un frasco y a entregárselas a Elliot, quien se encontraba realmente agotado.
-¿Por qué no sana? -expresó preocupada Camil, al ver que la herida, a pesar de ya no estar envenenada, no cerraba.
-El veneno de demonio es sumamente peligroso, como creo que, ya lo expliqué hace un momento -respondió Elliot con un dejo de exasperación al tener que seguir explicando lo mismo-, ha quemado parte de la carne, y para ello... -comenzó a moler las hierbas en un cuenco seco, colocándole un poco de agua y creando con él un ungüento que luego pasó a aplicárselo en la herida- no hay nada mejor que esto para cerrar, cicatrizar y refrescar esa herida.
-Rápido, pásenle un paño con que envolverlo -dijo Tolhet dirigiéndose a los niños.
Y así fue como el príncipe Aaron, uno de los tres monarcas de Lógverting, fue salvado de morir por aquel horrible veneno.
***
Pasaron 10 días desde que aquel espantoso atentado había ocurrido, y las cosas seguían más o menos normales en el reino de los elfos.
El príncipe Aaron se había recuperado gradualmente, y Logan, el hombre lobo que habían llevado prisionero, seguía sumido en la celda en la que Tolhet lo había metido.
Una mañana muy bonita, Aaron salió de su casa con una muleta bajo el brazo, una hogaza de pan en la mano y con el torso vendado, caminaba con dificultad, pero eso no le impidió salir.
-Aaron, ¿Qué haces fuera de la cama? -exclamó Az al verlo caminando cerca del río.
-Az, querido amigo, si seguía en esa cama moriría de aburrimiento -explicó-, además, la oscuridad de la habitación ya estaba afectándome, un día más allí y acabaría más pálido que tú, mi buen elfo.
Aquella broma no le gustó mucho a Az, frunció el ceño y se cruzó de brazos. Aaron rio a carcajadas, aunque soltó algunos quejidos entre aquellas risas.
-¡Es una broma! -aclaró- Aún no se como no... -siguió diciendo, pero se interrumpió a si mismo negando con la cabeza-, olvídalo. Mejor dime, ¿qué ha pasado con la bestia que salvó mi vida?
-Si Elliot te escuchase, se enfadaría contigo -bromeó Az-, "Bestia" no es principalmente un apodo que le guste mucho, aunque es el que mejor le queda.
Ambos rieron, entonces Az ayudó a Aron a caminar hasta la prisión donde se encontraba Logan, sentado en una esquina mirando con repulsión unos rábanos y pedazos de apio que le habían lanzado para que coma.
-Si fuera tú, y me encontrase en un lugar como este, no me quejaría de lo que me den de comer, bestia -habló Aaron al acercarse a la celda-, estoy seguro que es mucho más de lo que tu asquerosa reina le da a mi hermano.
-¿A eso has venido? ¿A burlarte? ¿Regocijarte por las penas de tus enemigos? -la voz del hombre lobo era áspera, con dejos de rencor y amargura.
Aaron sonrío pesadamente ante sus preguntas.
-No, no he venido a eso -respondió.
-¿Vas a matarme? -preguntó Logan con temor.
-Debería, pero no soy como Bella, yo si tengo honor.
-¿Entonces que...?
Aaron le tendió el pan.
-Vengo a darte las gracias por salvar mi vida.
Ni Logan, ni Az se esperaban aquella acción. El elfo que lo acompañaba se quedó con la boca abierta observando al príncipe.
-Vi como te escondías detrás del árbol en la pelea, no sé si por cobardía o por prudente, el caso es que me salvaste, y quiero que me expliques porqué.
Logan entonces procedió a contar de nuevo la historia que había ensayado una y otra vez en su mente para convencerlos a todos de su verdadero arrepentimiento y que había desertado del bando enemigo.
-Estás queriendo decirme, que acudiste a la pelea ¿para escapar de Lógverting? ¿Es eso?
Logan asintió.
Entonces el príncipe hizo algo completamente extraño, con una actitud indiferente miró al hombre lobo.
-Okey -dijo y retrocedió dándole espacio a Az-, abre la celda -ordenó-.
-¿Qué? ¿Te volviste loco?
-Tal vez, pero ese no es el punto. Abre la celda -repitió impaciente.
Az obedeció dubitativo. Logan salió de ella con la misma actitud con la que el elfo había abierto la celda.
-Ve y dile a la reina lo que te he ordenado a hacer, pero también ve y dile, que el joven lobo está a prueba, y que yo me hago responsable por él.
El elfo corrió al palacio, apremiando sus pasos con el fin de hablar todo eso con el consejo.
Aaron no confiaba ni por un momento en el hombre lobo, pero sabía que, si quería cambiar en él su forma de pensar, debía ver Dryadalis y a sus habitantes, así como él los había visto: valientes, fuertes, bondadosos y dispuestos a perdonar.
Un guardia acompañó a Aaron y a Logan hasta las viviendas, el príncipe solicitó una cabaña pequeña para el lobo, y procedió a instalarlo allí. Una vez dentro, y con el guardia esperando afuera, procedió a tener una conversación con él.
-Estás a prueba, ¿sabes lo que eso significa?
-Si obedezco tus órdenes... no vas a matarme.
-Si obedeces mis órdenes, podrás quedarte a vivir aquí, EN PAZ -enfatizó-, sino... te largas, pero si te largas morirás. Bella no perdonará tu deserción.
Y así fue como Logan se quedó a vivir en Dryadalis por varios días, trabajando con los aldeanos en construcciones, llevando cargas al palacio y estando a la estricta vigilancia de Az, a quien Aaron dejó a cargo mientras él se recuperaba de la herida que sanaba con lentitud.
***
Más allá del bosque, entre las oscuras tinieblas de la opresión y la muerte, en el reino de Lógverting, Bella continuaba con el plan de apoderarse de Dryadalis, y para ello actuó de la misma forma engañosa y descarada con la que había engañado a Sebastián mucho tiempo atrás.
En las frías y húmedas mazmorras, las fuerzas del príncipe James se desvanecían entre tiritantes intentos por sobrevivir. Con todo el tiempo que había pasado y la poca comida que recibía, estando en aquellas condiciones miserables, su peso había disminuido a la mitad de su peso normal, tenía el cabello sucio, largo y una barba desaliñada le había comenzado a crecer. Su ropa estaba húmeda, sucia y rasgada, y su intenso olor corporal se mezclaba con el putrefacto olor de aquel criadero de alimañas.
Había perdido ya cualquier esperanza de ser salvado, de hecho, James solamente esperaba el día en que Bella volviera a entrar por esa puerta, bajara las escaleras y lo asesinase; sin embargo, lo que pasó aquel día fue una de las cosas más sorprendentes que pudo haber vivido desde que estaba en aquel lugar.
Cuando Oth'dor, acompañado de dos guardias y una joven doncella de hermosa apariencia bajaron a su encuentro, James quedó totalmente confundido.
-Levántenlo -ordenó Oth'dor, y así lo hicieron aquellos guardias-.
La joven que los acompañaba, tenía en sus manos una charola con agua y una esponja. Entonces se acercó a James y comenzó a limpiarle el rostro, y a secarle con un paño que había sacado de su delantal, luego de eso, los guardias lo escoltaron afuera de la mazmorra.
Era la primera vez, después de tanto tiempo, que James veía la luz, y a pesar de que sobre Lógverting las nubes grises y negras cubrían el cielo como una gran humareda después de un incendio, la luz del día hizo que sus ojos ardieran.
Quiso preguntar a dónde lo llevaban, pero no tenía caso, las pocas fuerzas que le quedaban las estaba usando para caminar al paso que los guardias le imponían, y, además, se imaginaba a qué lo llevaban, lo estuvo esperando desde el primer momento en que fue capturado: esperaba su inminente ejecución.
Los guardias lo llevaron al interior del palacio, Oth'dor encabezaba la marcha, la doncella que le había limpiado el rostro, ni bien habían salido de la mazmorra se adentro por un pasillo el cual conocía muy bien, llevaba al interior del palacio por el lado de la cocina.
Lo condujeron al salón principal, la sala del trono, allí donde hace muchos años la muerte misma manchó de sangre el trono blanco del rey, y dejó con su marca una horrible maldición que debía romperse.
Hacía tanto tiempo que sus pies no pisaban aquel lugar, aquel palacio que por muchos años llamó hogar. En cuestión de segundos pasaron por su mente todos aquellos bellos momentos que vivió a lado de sus hermanos y de su familia, practicando el primer baile real de Aaron y el suyo, bailando con su hermana en el gran salón, cuando corretearon un lobo Montañez bebé y este se metió debajo del vestido de su madre, el regaño que les dio su padre, y tantos otros momentos...
Momentos que ahora no eran más que recuerdos imposibles de recrear.
Bella estaba allí, sentada en el trono que había robado, imponente, mirando con repugnancia a cualquier ser viviente, sintiéndose superior, humillando con su simple mirada al príncipe.
-Hasta que por fin volvemos a vernos -habló ella.
Los guardias soltaron a James y este cayó de rodillas en el piso.
-Pobrecito... -dijo con ironía-, quiero que sepas algo, he decido que no me sirves muerto, al menos no sin tus hermanos -sonrió de lado-, y dejarte morir de hambre y frío en esa mazmorra no es una opción.
Oth'dor se acercó al trono y se quedó a la izquierda de Bella, puesto que la derecha ya tenía dueño, un vampiro a quien James no veía por ningún lado, y eso le preocupó.
-Mi querido jefe de guerra aquí presente -señaló a Oth'dor-, ansía tener el placer de arrebatarte la vida con sus propias manos, viendo como sufres y agonizas, tal y como tu asqueroso hermano mató al suyo.
Aquello dejó perplejo a James. Aaron estaba asesinando enemigos, eso quiere decir que, a pesar de todo, no se habían rendido.
-Le prometí que tendría el placer de hacerlo, pero no aún, no es el momento -seguía diciendo ella, como si esperara que James entendiera todo eso.
El caso es que, James no comprendía nada, si no iba a matarlo, ¿entonces qué estaba haciendo allí?
-Voy a dejar que vivas tus últimos días como el príncipe que eras antes de mi asenso al trono, tendrás una alcoba a tu disposición, doncellas que te sirvan, un banquete todos los días... -ella seguía explicando, y a medida que lo hacía, James se seguía confundiendo cada vez más.
Aquello no era una invitación, era una estrategia, una trampa de la diosa, pero... ¿para qué? Algo no cuadraba, y el príncipe iba a averiguarlo.
La verdad es que, no tardaría mucho en descubrir realmente cuales eran las verdaderas intenciones de Bella, y de como Logan arruinaría aún más la vida de James al dejar que aquel caos asesino partiera su corazón en mil pedazos.
***
Nota de la autora:
Cada vez nos vamos acercando más al final de La Dimensión Perdida, se vienen muchas sorpresas, confesiones y viajes a otras dimensiones con tal de salvar su propio reino.
¿Te esta gustando el giro que están dando las cosas? ¿Qué crees que pase con Bella y su malévolo plan? ¿Será que alguien va a morir al final?
Déjame leer tus teorías mientras me tomo un buen tereré y sigo planeando la historia jaja
Besos élficos!!
Atte: A.G
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